lunes, 30 de abril de 2018

EL ESLABÓN PERDIDO DE LUISA CARNÉS, LA GENERACIÓN EN EL EXILIO



Editado por Antonio Plaza y Plaza, catedrático de Historia en el IES Blas de Otero de Madrid, en la editorial Renacimiento (volumen 9 de la Biblioteca del Exilio) en 2002, el título hace referencia a los que salieron de España al final de la Guerra Civil. “El eslabón extraviado en la vorágine del destierro…”.

LAS CASAS DE LUISA CARNÉS


“Nace en Madrid el 3 de enero de 1905 en una vivienda situada en la cuarta planta del número 39-41 de la calle Lope de Vega, próxima al paseo del Prado”- escribe Plaza en la introducción.


En su cuento titulado “En casa”, publicado en México en 1950, describe su primer hogar: “Era una vivienda de clase media, de empinada escalera, que olía siempre a verdura cocida…”.

En agosto de 1910, la familia se instala en el cuarto piso de la calle Gobernador número 3, en el mismo barrio, el de “las Musas”.


En mayo de 1914 se trasladan al barrio de Chamberí, calle Santa Engracia, 103, bajo.

Hasta 1916, en que cumple 11 años, Luisa asiste a un colegio religioso regentado por las Hijas de Cristo en la calle Jordán, 12, esquina con Cardenal Cisneros. Su primer empleo como aprendiza es en el taller de sombrerería de una tía suya en la calle Moratín.

En agosto de 1918, se instalan en su hogar definitivo, calle Fernández de la Hoz, 35, bajo.

De formación autodidacta, la lectura era su gran pasión. “Me alimentaba espiritualmente  de los folletones publicados en los periódicos, y con las novelas baratas”. Hasta llegar a Tolstoi y  a Dostoievski…

En 1928, tras trabajar un año en el obrador de una pastelería, consigue un empleo en la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), un grupo editorial (calle Príncipe de Vergara 42-44). Aquí conocerá a Ramón Puyol, padre de su único hijo.

“El primer cuento suyo localizado es el titulado “Mar adentro”, firmado con el nombre completo de la autora, publicado en La Voz, el 22 de octubre de 1926”- escribe Antonio Plaza.

Finalmente, en 1935,  se traslada con su hijo Ramón, de pocos años (n. 12 junio 1931), a la calle Virtudes, 20, en Chamberí.

SUS “PINITOS” LITERARIOS

En 1928 publica -con la CIAP- su primer libro, Peregrinos de Calvario, en realidad tres novelas cortas: El pintor de los bellos horrores, El otro amor, y La ciudad dormida. El escritor y crítico José Francés se lo prologa.

En 1930 comienza a trabajar como colaboradora en la revista Estampa.


Este mismo año publica dos prólogos, para la novela Taras Bulba (tomo 37), de Nicolás Gogol, y para los Cuentos, de León Tolstoi (tomo 42), ambos para las Bibliotecas Populares Cervantes, de la CIAP, sección Literatura Universal.

A partir de mayo de 1934, figura como redactora en Estampa.


Cuentos y artículos (de las notas de Antonio Plaza) en España

El primer cuento localizado: Mar adentro (La Voz, nº 1875, 22 de octubre de 1926).

La señorita número 15 (La Raza, nº 188, 14 de agosto de 1930).

5+3=8 (La Esfera, nº 873, 27 de septiembre de 1930).

Una muñeca  (La Voz, nº 3088, 20 de noviembre de 1930).

Bronca andaluza (Crónica, nº 163, 11 de diciembre de 1932).

Contrabando (Estampa, nº 258, 17 de diciembre de 1932).

El único sistema (Estampa, nº 302, 21 de octubre de 1933).

Hechos y rostros [artículo], (Estampa, nº 323, 17 de marzo de 1934).

Una mujer busca trabajo (Estampa, nº 330, 5 de mayo de 1934).

En México

Desde 1943 escribe para La Prensa [1943-1961], El Nacional [1947-1964] y Novedades. Usa el seudónimo de Clara Montes. El 4 de marzo de 1941 adopta la nacionalidad mexicana.

El relato de “El eslabón perdido”

“Yo guardo un tesoro único: mis recuerdos. Y mientras vivo una vida que me parece prestada, los contemplo cada noche, como un avaro contempla su oro”- dice el protagonista de El eslabón perdido, César Alcántara, “un modesto profesor de literatura cuya carrera había cortado la guerra”.

Por la novela pasan los cafés a los que acuden los exiliados españoles, representados en el Café Español; los tipos que se reúnen allí ("ni millonarios, ni renegados; a lo más, representantes de perfumes, medias, cosméticos, papel de escribir o bisutería”); la evolución de sus hijos…

La política mundial

En la novela hay varias exposiciones y posicionamientos, explicaciones sobre la geopolítica del momento: “el presidente Truman pide al Congreso de Estados Unidos 3.375.000.000 de dólares para seguir animando el incendio de Corea y estimular el militarismo y la venganza de los vencidos germanos, y apuntala a Franco y a otros dictadores en nombre de “los esfuerzos que estamos realizando para lograr la paz”.

“Eso de morirse lejos de España…”

“…eso de que te quedes para siempre debajo de una tierra que no es la tuya…”.  Hay muchos pensamientos de Luisa Carnés en la boca de César Alcántara, unas memorias “trasladadas”.

Luisa Carnés tuvo un accidente de coche el 8 de marzo de 1964 al volver de una fiesta campestre para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Falleció cuatro días después. Su entierro tuvo lugar en el Panteón Jardín de la capital mexicana…

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viernes, 20 de abril de 2018

2018. AÑO LORCA EN EL CENTENARIO DE IMPRESIONES Y PAISAJES




En abril, su primer libro, Impresiones y paisajes, cumple cien años, y se cumplen 120 del nacimiento del poeta y dramaturgo el 5 de junio.

Concha Méndez, compañera de Generación (La del 27), se refiere a él en sus memorias (Memorias habladas, memorias armadas), en varias ocasiones…

LA ALEGRÍA MISMA

“Federico recitaba expresándose con las manos; no era solo de la voz de donde emanaba la poesía, sino de todo su cuerpo” -cuenta sobre cuando le oyó recitar en el Palacio del Cristal del Retiro, en 1925. “Fue esa noche, cuando al volver a casa en silencio, por la alegría, escribí mis primeros poemas”…

“Yo invité a García Lorca [conferencia Imaginación, inspiración y evasión en la poesía] y a Rafael Alberti [en 1929] a dar una lectura de poemas [en el Lyceum Club Femenino]…”.

Mientras Concha estuvo en Londres, recibió la visita de este y de Fernando de los Ríos “…de paso, rumbo a Nueva York [en 1929]…Los acompañé a conocer algunas cosas; y recuerdo que a Federico le daba muchísimo miedo atravesar las calles: se acalambraba y había que cogerlo de la mano para guiarlo. Los dejé en el tren que los llevaría al puerto para tomar el barco; años después nos dedicaría, a Manolo [Altolaguirre] y a  mí, un poema de su libro Poeta en Nueva York [En la cabaña del farmer. (Campo de Newburg)]”.

Él es quien le presenta al que se convertirá en su marido, Manuel Altolaguirre, en 1932. “Federico era divertidísimo, nos sorprendía por su manera de mirar las cosas; las flores y la gente se amplificaban por su personalidad”.

En su habitación del hotel Aragón, donde tienen la imprenta de mano, se reúnen los poetas de la Generación del 27: “Todos los días…iban a vernos [Cernuda, Aleixandre, Lorca…] y a ver las revistas que nosotros imprimíamos con cosas suyas”…

“Cuando acudía Federico [a la casa de Vicente Aleixandre, en Velintonia, 3], las reuniones eran divertidísimas; se sentaba al piano y cantaba una letra que él había compuesto para el Vals de las Olas; luego bailaba con una servilleta atada como si fuera un traje: bailaba simulando ser una cupletista…Recuerdo que nos retorcíamos de risa al oír a Federico. Es curioso cómo podía existir en él aquel contraste tan grande: sus obras de teatro son una verdadera tragedia y, en cambio, él era la alegría misma”.

El 5 de junio de 1932, Federico asistió a su boda con Altolaguirre en la iglesia de Chamberí [la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel en la glorieta de Joaquín Sorolla. Vivían en la cercana calle Viriato].

En la primavera de 1936, cuando sale publicado La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, se reúnen los poetas en su casa de Viriato. “Esa noche fue diferente. Siempre que nos reuníamos había mucho jolgorio…; sin embargo, esa noche estuvimos todos tranquilos, silenciosos, en una atmósfera como de ensueño. Vi a Federico apoyado contra el muro; elogiaba a Luis Cernuda por su libro, algo fuera de lo común, porque cuando se trataba de alguna publicación, Federico no elogiaba a nadie, pero esa noche sí lo hizo. Al día siguiente, al despertar, recordé que había soñado la muerte de Federico…”.

La última vez que lo vio

“Una mañana muy temprano [el 13 de julio de 1936?] fue García Lorca a nuestra casa: quería estar a solas con Manolo y conmigo; se le veía triste y pensativo, en comparación a su carácter de siempre, alegre, yendo a casa a buscar gente. Estuvimos juntos toda la mañana y salió diciendo, muy amable: “¡Adiós, adiós…!”. Yo salí a despedirlo a la puerta y me dijo: “Concha, habrá un concurso de teatro en el que voy a formar parte del jurado, y seguro que el premio será para ti, por tu Carbón y la rosa [El carbón y la rosa]…Fue la última vez que le vi. Ese mismo día, por la noche, fuimos a la embajada de Chile; estábamos esperando a Federico, cuando llegó Rafael Martínez Nadal, que era su mejor amigo, para decirnos que lo acababa de dejar en el tren rumbo a Granada…”.

Concha tenía cartas ilustradas de Federico, que perdió con la guerra, como tantas otras cosas…

IMPRESIONES Y PAISAJES, 1918

Cuando se publicó el libro, en abril de 1918, Lorca tenía 19 años. Es su primer libro (antes solo había publicado un trabajo literario, Fantasía simbólica,  en el Boletín del Centro Artístico y Literario de Granada, con motivo del centenario de Zorrilla).

Un año antes, en 1917, había realizado un viaje de estudios por la entonces Castilla la Vieja y otros lugares junto al catedrático de la universidad de Granada, Martín Domínguez Berrueta. Sus compañeros de viaje: Paquito L. Rodríguez, Luis Mariscal, Ricardo G. Ortega, Miguel Martínez Carlón y Rafael M. Ibáñez. A todos ellos, y a su maestro de música [Antonio Segura Mesa, recientemente fallecido. “Él fue quien me inició en la ciencia folklórica”], les dedica el libro, con portada de Ismael [de la Serna, de la tertulia del Rinconcillo en el café Alameda, de Granada].

BURGOS, LA PUERTA ESTRECHA POR DONDE YO HABÍA DE PASAR


En el Diario de Burgos publica los primeros artículos que luego formarán parte de ese libro; en concreto: La ornamentación sepulcral (31 julio 1917); San Pedro de Cardeña. Paisaje (3 agosto 1917); Las monjas de Las Huelgas (7 agosto 1917); Las reglas de la música (18 agosto 1917); y Mesón de Castilla (22 agosto 1917).

Sobre Burgos escribirá años después a su amigo Melchor Fernández Almagro: “Yo estoy nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la puerta estrecha por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma”...





lunes, 9 de abril de 2018

CONCHA MÉNDEZ, DE NUEVO, EN SUS MEMORIAS, REEDITADAS



Quiero agradecerle a Paloma Ulacia Altolaguirre compartir las memorias de su abuela y a la editorial Renacimiento reeditarlas (en su Biblioteca del Exilio) este 2018.

Estaba trasteando por las novedades sobre las mesas de la librería y casi no podía creerlo: tenía tantas ganas de leerlas y eran tan caras en Iberlibro... Siempre me pregunto: ¿por qué libros tan maravillosos acaban descatalogados en vez de como lectura obligatoria en los colegios e institutos…? Descatalogadas están también las fantásticas memorias de Carmen Baroja, esperando alguna editorial que las rescate. Que sea pronto, por favor…

Son estas unas memorias con otra mirada, con otro ritmo, con la puesta del foco en otros motivos. Todo ello enriquece y aporta valor a la reconstrucción de la historia.

“Concha…, actualísima, desenfadada y leal”- la define María Zambrano en su presentación de 1990. “A Concha le entusiasmaba el recuerdo de su vida”- cuenta su nieta en el prólogo. “Realizamos 23 horas de grabaciones los sábados; ella se guiaba con apuntes que iba tomando a lo largo de la semana…Cada dos sábados, sobre las once de la mañana, destapábamos una botella de jerez y, sin necesidad de preguntarle nada, de un cajón que tenía en su mesa de trabajo, sacaba unos papeles chicos y ordenados…”.

El resultado son unas “memorias habladas, armadas por su nieta”, unas memorias depuradas: “Nos dio una versión purificada, más poética que novelada…Mi preocupación principal consistió en respetar la verdad que ella quiso darle a su vida…fui extrayendo los hechos más importantes que coincidían con aquellos que…habían sido los más desarrollados por ella” – cuenta Paloma Ulacia sobre su trabajo.

Al final del prólogo nos dice por qué sus memorias deben ser conocidas y leídas hoy en día: “Los que se interesen en la vida social española de principios del siglo XX encontrarán aquí un testimonio excepcional…cómo era la burguesía madrileña y, sobre todo, las mujeres de esta clase social. El libro ofrece también una historia de emancipación personal, tema atractivo para la historia del feminismo en España…Pero, esencialmente…, este libro presenta la historia de una carrera poética, de una vocación, más que asumida, conquistada con paciencia, fe y amor…”.

Sus Memorias son apenas 130 páginas, pero están llenas de alegría, de espontaneidad. Son divertidas, entretenidas, ¡geniales! Debería leerlas todo el mundo. “He vivido muchísimo y, además, muy aprovechado…”.

VERANOS EN SANTANDER
“Los primeros veraneos de mi infancia [hacia 1903-1904] los pasé en el Sardinero, cerca de Santander…Aquellos veraneos en el Sardinero están llenos de luz…Nosotros nos hospedábamos en el hotel París, situado en la Alameda…”.


LOS POEMAS ME SALÍAN INVOLUNTARIAMENTE
Aunque había escrito poemas antes, en la adolescencia, ella sitúa sus primeros poemas “espontáneos” tras asistir en el Palacio de Cristal del Retiro a una lectura de poemas de Lorca. “Federico recitaba expresándose con las manos…la poesía emanaba de todo su cuerpo”. Ese día conoce a la pintora Maruja Mallo y con ella empieza a recorrer Madrid.
En el gimnasio del doctor Bartrina, donde Concha estaba como ayudante, dará su primer recital de poesía, antes de 1930. “Los poemas me salían a todas horas y en todas partes sin proponérmelo…Tenía montones, y la idea de publicarlos surgió en un pinar cercano de mi casa [en la calle Joaquín Costa]…Cuando tuve el libro en las manos [Inquietudes, 1926] y salí con él a la calle, me pareció que la luz del día me saludaba…”.



SUEÑOS DE LA ESCUELA: SUEÑOS DE MAR Y CIELO
“Mis atracciones de infancia no me han abandonado nunca”… En sus sueños de niña, una noche era capitán de barco, y otra, piloto aviador. Uno de sus poemas posteriores, lo dice todo: “Los mapas de la escuela/todos tenían mar,/todos tenían tierra./¡Yo sentía un afán/ por ir a recorrerla!.../Soñaba el corazón/con mares y fronteras,/y misteriosas selvas…”.
Pero la mayoría de edad para las mujeres eran entonces los ¡25 años! Es 1923 y Concha quiere viajar. ”Me obsesionaba ver el mundo”. “Tomé un barco mercante rumbo a Inglaterra…”.
SU AMBIENTE FAMILIAR: DESPRECIO Y NINGUNEO
“Yo soy la hija mayor de 11 hermanos…”. “A mí me jubilaron [con 14 años, cuando deja el colegio]… “Me gustaba mucho aprender, sobre todo geografía…ya no tenía nada, me encontraba en un desierto. Mis padres no me dejaban coger un libro, si siquiera el periódico…”.
Entonces, le da por pintar y, aunque reconoce que no sirve para ello, su familia, de todos los cuadros que hace, no guarda ninguno. “Creían que, por haber sido pintados por una mujer, no tenían  valor”…
Le hubiera gustado ir a la universidad. Un día acude de oyente a un curso de literatura geográfica. Cuando su madre se entera por un hermano chivato, le pega con el teléfono en la cabeza y le abre una brecha.
En otra ocasión, Maruja Mallo la estaba pintando envuelta en un mantón de Manila, reclinada en un sillón, en su casa, cuando su madre entró y exclamó: “Pero si pareces la Maja desnuda de Goya…”. Cuando se fugó de casa, sus padres acuchillaron la pintura.
Y el día que gana un concurso de natación en San Sebastián, en 1921, y sale retratada en la prensa, su padre le espeta: “Apareces retratada como cualquier criminal…”.


“De toda mi familia, la única que terminó por comprenderme fue mi madre…”.

LO QUE MÁS QUERÍA: ESCRIBIR Y VIAJAR

“Viajar era viajar, pero era también liberarme de mi medio ambiente, que me impedía crear un mundo propio, propicio para la poesía”.

Ya lo escribía en su primer poemario, Inquietudes: “¡Alas quisiera tener/ y recorrer los espacios/viviendo la libertad/deliciosa de los pájaros…!”.

PORQUE EL SURREALISMO ESTABA EN EL AIRE

“Como era la época surrealista, le propuse a Manolo [Altolaguirre] que nos vistiéramos de verde [para casarnos]…Iríamos los dos de verde y yo llevaría en la mano un ramito de perejil…”.

En una ocasión, ya con veintitantos años, y la primera vez que pisaba un cementerio, se le ocurrió decirles a unos amigos de su padres que iban a ver su mausoleo recién comprado: “¿Ustedes saben lo agradable que sería salirse de la tumba en las noches de luna y ponerse a jugar a la baraja…?”.

COSAS QUE PERDÍ CON LA GUERRA

“Aquella biblioteca [Me habían regalado en Buenos Aires una colección de teatro universal traducida al español] la perdí con la guerra, como todas las otras cosas, las cartas [Rafael Alberti me escribió unas cartas preciosas…junto con otras ilustradas de Federico, las tenía guardadas en una caja de banco, que perdí con la guerra], el puñal labrado, los afectos, los amigos…”.

PREMONICIONES Y SUEÑOS

Concha cuenta varios episodios de presentimientos y sueños premonitorios: “Cuando salió publicado La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, en [la primavera de] 1936, festejamos su aparición en nuestra casa. Como siempre, fue todo el mundo: Lorca, Alberti y otros…Al día siguiente, al despertar, recordé que había soñado la muerte de Federico…”.

Ya durante la guerra civil, narra: “En Valencia teníamos un cuarto amplio con dos camas y otra pequeña para la niña [Paloma, su segunda hija, nacida en 1935 en Londres], junto a un balcón…Sin saber por qué, de golpe, me entraron unas ganas terribles de marcharme y me puse a conseguir barco…En Oxford…recibí una carta de Manolo [su marido, Manuel Altolaguirre]…” El día que dejaste Valencia, a las 3 de la mañana, cayó una bomba en el balcón de nuestro cuarto, destrozando la cama de la niña”…

Le parece que el destino cuida de ellos: “Conseguimos un tren hacia Figueras…Íbamos a subirnos a los vagones últimos, pero, por un presentimiento, abordamos el centro; y fue que, al llegar  a la segunda estación de Barcelona, cayó una bomba en la cola del tren, quedando destrozados los vagones…”.

Ya en el exilio, en Cuba, sueña con la II Guerra Mundial: “A los pocos días de llegar, no podía dormir pensando en la guerra. Luego soñé que llegaba otra guerra y, sobresaltada, desperté a Manolo para contárselo. A la mañana siguiente un vecino nos llevó la noticia de que había estallado la II Guerra Mundial…”.


Y en la despedida de su exmarido, para llevar una película al festival de San Sebastián de 1959, también intuye una despedida para siempre: “Vino a despedirse y salí a acompañarle a la puerta. Subió al coche y detrás de los cristales me dijo adiós con la mano…Aquel gesto con los dedos me recordó un sueño que tuve sobre mi madre un poco antes de que muriera…A los 20 días recibimos la noticia telefónica de que se había accidentado en un automóvil viajando por España…”.

LA VEJEZ. CADA MAÑANA ME PONGO UN CORAZÓN NUEVO

“Yo, que fui atleta, me veo ahora, a los 82 años, sujeta y detenida por dos muletas…”.

En su tercer viaje a España, en 1969 (con más de 70 años), se rompe una pierna  y tarda más de dos años en rehabilitarse. Tiene una depresión y quiere morirse, pero cuando vuelve del sanatorio, al levantarse para ir al baño la noche de su llegada, “vi un amanecer precioso…y me entró de golpe una gana de continuar, un anhelo de vida, una alegría por despertar cada mañana…”.

Entonces empieza a escribir “todos los días, a cualquier hora, al amanecer, dormida, comiendo…”. El tema de sus poesías es ahora diferente: “son recuerdos o estados de ánimo…rápidos esbozos”.

“Estoy colaborando con la psicoanalista argentina Ana María von Padre en un libro de sueños de viejos. Yo sueño mucho, tres o cuatro sueños por noche, y otro más en la siesta de la tarde…cada vez que se concluye un sueño, me despierto y lo escribo”.

“A mí me ha gustado estudiar el inconsciente”- le cuenta a su nieta en el capítulo final. Un primo le regaló en su juventud La interpretación de los sueños, de Freud, “y me lo estudié. Después leí varios libros sobre el inconsciente porque me interesaba y con ellos podía comprender mejor a las gentes”.

En esa mejor comprensión de las personas, el viaje que realizó a Las Hurdes “acompañando a una de las doncellas que trabajaban en casa…, me transformó el mundo…Me volví mejor al conocer la injusticia”...

Ya al final de su vida, le queda una esperanza…“Pienso que a través de mi obra estaré en comunicación con gentes a las que no conozco…cuando uno se comunica así, no puede morir del todo…”.

Leer sus memorias, leer sus obras es hacerla vivir de nuevo.


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