Maeve Brennan escribió para las revistas Harper´s Bazaar y The New Yorker.
“La
dama prolija” decía que “lo ignoraba todo del Upper West Side”... Vive en distintos
hoteles de distintos barrios, entre las calles 10 y la 86, frecuentemente en la
49.Trabaja en un edificio del midtown
y los días laborables suele salir del hotel hacia las siete de la mañana para
ir a su oficina.
La “arquitectura sin
nariz”
Sus
columnas en la revista The New Yorker
entre los años 1953 y 1968 están salpicadas de gustos personales, de pequeñas
noticias autobiográficas, de lugares, de personas…
En
ellas constata la evolución y desarrollo de la ciudad, los derribos y
desaparición de edificios, ese “ogro llamado Espacio Para Oficinas” que lo
invade todo; la dama prolija, en sus paseos, documenta los
cambios en la ciudad, en su arquitectura. “Los urbanistas de la ciudad lanzan
zonas enteras al limbo durante largos periodos -a veces décadas-, antes de que
entren realmente los obreros del derribo”, anuncia en 1967. “Las palabras “Van
a derribar el edificio” se oyen muy a menudo en las conversaciones de Nueva
York”. “Vestigios arquitectónicos, errores arquitectónicos y experimentos arquitectónicos”
conviven, a menudo, en la misma calle. “Los edificios son muy altos; componen
la repentina oscuridad de Nueva York -sin cielo“.
Testifica
también sobre los automóviles invadiendo la ciudad: “Hileras e hileras de
coches aparcados a lo largo de las aceras… parachoques con parachoques,
apoderándose de toda la vida y el espacio del lugar”.
Ella
es una espectadora privilegiada que, desde los años 40, mira con atención lo
que ocurre a su alrededor. “El año que viene -escribe en 1968- no habrá Calle
48. Ya han derrumbado una serie de casas, y en los días laborables, esta calle
está llena del asfixiante polvo blanco de los derribos. La Calle 48 está
desapareciendo”. “Están arrasando esa zona de la Calle 49 y la 50 para hacer
sitio al último edificio de oficinas Rockefeller, un rascacielos de 54
plantas…”. “Los gigantes del Espacio de Oficinas que se están levantando por
todo Manhattan… a ras de suelo, están entregados a los bancos y las grandes
marcas… Las lisas y estrechas calles creadas por los rascacielos de oficinas son
mortíferas para andar a la luz del día,
y de noche son mudas y peligrosas”.
Una vía para entrar a la
ciudad de Nueva York: hoteles, restaurantes y tiendas
Maeve
Brennan nunca vivió en el mismo lugar durante mucho tiempo. Cambia de hotel
constantemente. Para ella, dormir en los
hoteles los convierte en (lugares) familiares. En los restaurantes, constata
que, poco a poco, “el anfitrión ya no es el propietario”… Con el paso del
tiempo, algunos hoteles cambian de uso y
otros desaparecen.
“Es
en la vida cotidiana, buscando restaurantes, tiendas y un lugar donde vivir, cuando encontramos nuestra vía para entrar en la ciudad”.
Porque Nueva York, al decir de Maeve/la dama prolija “no es una ciudad
hospitalaria… Es agitada, ruidosa y descuidada; es un lugar duro, ambicioso e
irresoluto…”.
En
1944, el Village estaba apenas
construido. En 1968 se construye uno de los últimos rascacielos del Rockefeller
Center.
En
diciembre de 2011, aún quedaban “brownstones”
(“casas altas y esbeltas del siglo XIX, los edificios más bonitos de
todos”) repartidos por la cuadrícula de Manhattan. El “pequeño hotel Earle” de
sus tiempos es ahora el Washington Square Hotel. Y “la maravillosa franja que va desde el arco
de Washington Square hasta el uptown y a lo lejos”, intacta en 1966, cuarenta y
cinco años más tarde sigue intacta -es la 5ª Avenida-, pero está tapiada … por
un árbol de navidad. La Quinta Avenida
sigue siendo “bonita, amplia y satisfactoria en todos los aspectos”. Continúa
Lord & Taylor. En cuanto a la Avenida Madison , su avenida favorita, no estoy capacitada para decir si es, si sigue
siendo, “el mejor trayecto en autobús de la ciudad”.
*Crónicas de Nueva York. Maeve Brennan.
Ediciones Alfabia, Barcelona, 2011. Prólogo y traducción de Isabel Núñez.
Nota. Maeve Brennan murió en 1993 en una
clínica de reposo. Tenía 76 años y llevaba dos décadas sin escribir aquejada de
brotes psicóticos y alcoholizada. En una de sus columnas titulada “En la
mediana”, se pregunta sobre una mujer borracha que deambula por la calle: “¿Cómo
llegaría a esa situación de desamparo…?”.