En
Estados Unidos, en 2012, se celebró la 30 edición de la Semana de los Libros
Prohibidos que, cada octubre, celebra en las bibliotecas públicas la libertad
de leer y reivindica la libertad de lectura. El inicio de un nuevo año puede
ser un buen momento para revisar algunos clásicos…
La
primera vez que leí sobre la “Semana de los Libros Prohibidos” y accedí a la lista de los “proscritos o vetados”, no me
lo podía creer: allí estaban Tom Sawyer y Huckleberry Finn junto a La cabaña del tío Tom, escrito en 1852; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; Matar un ruiseñor, de Harper Lee (de esta,
solo había visto la película, que me parecía una joya). Y algunos otros títulos
de literatura juvenil que eran, para mí, libros “de canon”, como Julie y los lobos, La gran Gilly Hopkins o Anastasia
Krupnik.
Los
motivos de “ser excluidos” iban desde “utilizar lenguaje ofensivo, a ser sexualmente
explícito; contener escenas de racismo,
violencia, u homosexualidad, y no ser
adecuado al grupo de edad”.
Decidí
hacer una segunda lectura de algunos de los títulos o autores, a ver si es que
se me había pasado algo la primera vez...
Lois
Lowry (www.loislowry.com). Serie Anastasia
Recordaba
haberme reído mucho la primera vez que leí Anastasia.
Se hablaba de cosas importantes con desenfado y buen humor. Comenzó a escribir
la serie en 1979 hasta 1995.
En
su página web, comenta que el tema general en su obra es “la importancia de las
conexiones humanas; el papel que los humanos juegan en las vidas de otros
seres; la necesidad vital de las personas de ser conscientes de su
interdependencia, no solo de unos con otros, sino con el mundo y el entorno”. Para
ella, los niños “aún pueden ser afectados por lo que una escribe” por
contraposición a los adultos, a quienes
la literatura, los libros, no les hacen
cuestionarse nada habitualmente.
Nacida
en 1937, en la actualidad vive sola en Cambridge (Massachussets, USA) con su
gata Lulú y un terrier tibetano, de nombre Alfie. Su segunda pareja, durante
treinta años, Martin, murió en 2011.
Tiene cuatro nietos y en 1998 escribió su autobiografía, Mirando atrás (Looking Back).
De
pequeña -cuenta- hacía “la del medio”, entre su hermana Helen y su hermano John.
Eso la permitió ir un poco a su aire. “Era una niña solitaria que vivía en el
mundo de los libros con mi vívida imaginación”.
En
1977, con 40 años, publica su primera novela, A Summer to Die (Un verano
para morir), inspirada en la historia de su hermana mayor, que falleció de
cáncer con 28 años, en 1962.
Sigo
pensando que la serie Anastasia es
estupenda.
En
una entrevista, la autora confiesa que
escribe el libro tras ser madre adoptiva durante dos meses. Pensó: ¿Cómo sería
ser un niño adoptivo? ¿Cómo me sentiría si el resto del mundo pensara que soy
una persona “desechable”? Más adelante, revela: “Nunca pienso en los personajes
como “modelos” de algo, sino que los veo como personas en circunstancias difíciles”.
Preguntada
precisamente por el lenguaje “no políticamente correcto” en la obra, comenta: “Gilly
es una niña perdida, enfadada con el mundo, que miente, roba, intimida y
desprecia a aquellos que son diferentes o a quienes percibe como más débiles.
Alguien como ella no exclama: ¡Caracoles!, cuando se siente frustrada”.
En
cuanto a su obra más conocida, que también ha sido vetada en muchas
bibliotecas, Un puente a Terabithia,
explica que surgió en un momento muy especial: la mejor amiga de infancia de su
hijo David, Lisa Hill, había muerto a los ocho años víctima de un rayo; por
otro lado, ella misma había sido diagnosticada de cáncer esa primavera;
escribir el libro le sirvió como una manera de enfrentarse a su propia muerte.
Tras
recibir el Premio Hans Christian Andersen (considerado el Nobel de la
Literatura Infantil y Juvenil), la
autora manifestó en un Congreso en Nueva Delhi: “Si tienes amigos en otro país,
no puedes desear hacer daño a su nación”. Los libros sobre otras personas -es
imposible tener amistades en todos los países del mundo- son un sustituto para
“entrar en la mente de gente distinta y ver las cosas de modo diferente”.
Patterson,
nacida en China en 1932, quien de niña quería ser “estrella de cine o
misionera” (como sus padres), tras la II Guerra Mundial, en la que Japón
invadió los lugares donde ella había vivido, pasó cuatro años en Japón; allí
llegó a amar el país y a sus gentes. “Dad a los niños libros que tengan el
poder de curar”.
La gran Gilly Hopkins
aborda la evolución y el cambio de comportamiento de una niña “airada” al
encontrarse con firmeza y cariño por parte de una mujer nada convencional.
Julie y los lobos
y Jean Craighead George (www.jeancraigheadgeorge.com
)
Recuerdo
el libro como la historia de una niña que se desenvuelve en un ambiente hostil
sin ayuda de los adultos. Un relato sobre el coraje y la supervivencia.
Respondiendo
a las cartas de sus lectores, Jean cuenta: “La idea se me ocurrió cuando estaba
en Barrow, Alaska, escribiendo por encargo para una revista. Cuando llegué, los
científicos estaban estudiando los lobos
y desentrañando sus códigos de comunicación”. Ella aprendió a
desarrollar ese lenguaje con una loba y, cuando regresó a casa, se puso a
escribir sobre “una niña perdida en la tundra que salva la vida gracias a poder
comunicarse con los lobos…Así es como escribo: voy a los lugares, conozco a la
gente, los animales, el paisaje y el tiempo (atmosférico). Luego, vuelvo a
Chappagua, en el estado de Nueva York, y escribo”.
Jean
nació en una familia de naturalistas y tuvo una infancia “gloriosa” -según sus
palabras: trepando a los árboles, haciendo anzuelos de pesca con ramitas,
remando, comiendo plantas silvestres…Ya de adulta, en su hogar llegó a tener
173 animales, entre búhos, petirrojos, gaviotas y tarántulas. Muchos de ellos
se convirtieron en personajes de sus novelas. De hecho, El graznido del cuervo, está “dedicado a Crowbar, Nueva York,
Chicago, Cro-Magnon, Jerry y todos los maravillosos cuervos que he tenido o
conocido”. En muchos de sus libros, utiliza sus propias aventuras y recrea
“esos maravillosos días” andando por las montañas, de camping por los bosques y
en contacto con la naturaleza. “Los animales son hermosos y sabios”.
Son
los niños, precisamente, quienes aprecian que no haya adultos en sus libros. Así
se lo han comunicado en más de una ocasión.
Otros libros prohibidos
El llamado
Índice de Libros Prohibidos, que empezó con la Inquisición católica y siguió -hasta
1966- añadiendo títulos, tenía en su listado, entre otros:
- El Lazarillo de Tormes.
- Los Ensayos, de Montaigne.
- Pamela, de Samuel
Richardson.
- Emilio, de Rousseau.
- Rojo y Negro, de
Stendhal.
- Los Miserables, de
Víctor Hugo.
- Las
novelas de George Sand (como Indiana,
o Lélia).
- Madame Bovary, de
Flaubert.
En
el siglo XX, un caso muy mediático fue el de los Versos satánicos de Salman Rushdie;
un edicto religioso (fatwa) le condenaba a muerte al considerar a su
libro blasfemo contra el Islam. Menos conocido es el caso de la escritora
bengalí Taslima Nasrim, que recibió amenazas de muerte tras publicar Vergüenza en 1993.
La
excusa de leer “un libro prohibido” puede servirnos para recorrer la literatura
universal intentando ver con los ojos de otros para defender la libertad de
lectura.