Siruela
acaba de editar las narraciones de Robert Walser sobre el mundo de la oficina,
un universo que apenas había sido tratado en el ámbito de la literatura en los
primeros años del siglo XX.
En un temprano poema de
1897/1898, cuando tenía 19 o 20 años, Walser escribe: “La luna…/me ve
languidecer…/bajo la mirada severa/de mi jefe./…La penuria es mi sino;/…”.
Ahí ya se encuentran varias
claves de lo que será su vida -hasta su muerte en la nieve el día de Navidad de
1956: ensoñación, pobreza, naturaleza.
Su hermano pintor, Karl, lo
representa por esa época, sentado en una roca, totalmente integrado con el
paisaje, en actitud contemplativa y como “fuera de la realidad”.
También pinta “La habitación
del poeta”: “Su cuartito triste, descolorido, medio helado…Hacía frío en la
habitación, pero de vez en cuando lucía el sol (“Una habitación caliente en
invierno ya es mucho” -escribe en Un
bofetón y otras cosas)”. Sobre la mesa, el sombrero y lo que parece un
paraguas. En la pared, lo que recuerda un grabado del propio pintor. “…jamás
desembolsaba más de 18 [francos] al mes por una habitación” – se recoge en el
relato “Erich”.
En todas sus narraciones,
hay pensamientos que pudieran ser suyos, sea bajo el nombre de Erich, Germer,
Helbling, Tanner…, alter-egos o heterónimos, a la manera de Pessoa.
“Soy una persona del todo
corriente…Me llaman soñador y dormilón…Me gusta vestir de verde, porque me
recuerda al bosque, y también voy de amarillo en días ventosos, frescos, porque
armoniza con el viento y el baile…me siento feliz, cuando dan las doce, de
poder ir a casa al sol, y cuando llueve abro mi amplio y panzudo paraguas sobre
mi cabeza, para que no se me moje el sombrero que tanto aprecio – dice, trasmutado
en Helbling.
“No pensaba ni un instante
en ascender ni en hacer carrera…Llegar puntual al trabajo le parecía
imposible…Ora tenía culpa la nieve, o el sombrero, o la lluvia, o los
zapatos…”.
“Vida de poeta” y “El joven
poeta” se titulan dos de sus narraciones: “Comenzó muy pronto a escribir poemas
en estrechas tiras de papel (Walser, al final de su vida, deja escrito lo que
los expertos han llamado “microgramas”, pequeñas anotaciones en escritura
minúscula, llena de abreviaturas, que ha costado descifrar)…Una joven alma que
se siente llamada a la poesía necesita libertad
y movilidad…Amigo declarado de excursiones como era…pasear por la cálida
naturaleza libre…el placentero, rojizo, azulado o verdoso vagar, pasear o vagabundear…”.
El
campo aparece a menudo como reparador/restaurador
del espíritu. “A él solían atraerle árboles que echan
raíces tranquilas, que ocupan el lugar que les dio aquel que los plantó”-
escribe en el relato “Erich”.
De
oficinista a escritor
“Como escribía con una letra
pulcra, bonita, ágil, y mostraba predilección por la caligrafía, el maestro de
escritura le aconsejó…que procurase convertirse en oficinista…Pero trabajaba de
forma mecánica. Tenía la mente casi siempre en otro lado…así pasaba todo el
tiempo añorando el lugar en el que encajaría de acuerdo con su naturaleza…Poco
a poco se gustó en ese estado. Le parecía bonito dedicarse a la mera
imaginación y contemplar los pensamientos. Nunca se aburría haciéndolo…Era
pobre, y algo le decía que lo sería siempre”.
En una de sus primeras
narraciones sobre el mundo de la oficina y los oficinistas, habla de su
invisibilidad como sujeto literario: “Pese a ser un personaje muy conocido en
la vida, al oficinista nunca le han dedicado un comentario escrito…”.
A continuación, detalla las
principales características y rasgos del susodicho: “es una persona entre los
18 y los 24 años…es formal, tanto en su indumentaria como en su estilo de
vida…no manifiesta el menor gracejo…se permite muy pocos excesos; por lo
general no es de temperamento fogoso;…posee laboriosidad, tacto, capacidad de
adaptación…”. Y, lo más importante: “su talento para la escritura convierte
fácilmente a un oficinista en escritor”.
Eso es precisamente lo que
le pasa a él…
Pobreza
Sin embargo, ni como oficinista
ni como escritor la vida se lo pondrá fácil: “Es frecuente que un oficinista se
quede sin empleo. Bien porque lo han despedido o, lo que acontece con mucha más
frecuencia, porque se ha despedido él…”. De ahí los incontables cambios de domicilio
y de trabajo que sufrirá Walser a lo largo de su vida (Zurich, Berlín, Biel,
Berna….empleado de banca, secretario, mayordomo, ayudante de un inventor…).
Es un ejemplo perfecto de la
“teoría de los ociosos”, de Stevenson, que se resume en: “Si una
persona no puede ser feliz más que estando ociosa, ociosa debe permanecer”.
Practicando la ociosidad
Que, como escribió Stevenson
en su ensayo Defensa de los desocupados,
“no consiste en no hacer nada, sino en hacer mucho de lo que no está reconocido
en los dogmas formularios de las clases dirigentes”.
Pero eso no es apto para todo
el mundo, solo para personas “que se contentan con tener lo suficiente, sin aspirar a más, y prefieren ser meros
espectadores y gozar”.
“Durante toda mi infancia y
juventud yo era conocido por ser un haragán. No obstante, estaba constantemente
ocupado en lo que era mi personal propósito, que era aprender a escribir.
Siempre llevaba en el bolsillo dos libros: uno, para leerlo; el otro, para
escribir en él” (R.L. Stevenson, Ensayos).
La
filosofía del “saber disfrutar de no hacer nada”.
“En estos tiempos en que todo el mundo está obligado, bajo pena
de lesa respetabilidad, a entrar en alguna lucrativa profesión y trabajar en
ella con bríos casi cercanos al entusiasmo,
la opinión de los del partido opuesto, que se contentan con tener lo
suficiente, sin aspirar a más, y prefieren ser meros espectadores y gozar
mientras tanto, parece que suena un poquillo a bravata y fanfarronería. Y, sin
embargo, no debía ser así. La llamada indolencia, que no consiste en no hacer
nada, sino en hacer mucho de lo que no está reconocido en los dogmáticos
formularios de las clases dirigentes, tiene tanto derecho a mantener su
posición como la misma laboriosidad”- escribió Stevenson en 1876.
Walser, entusiasma a los
críticos y a sus compañeros escritores
(desde Kafka y Musil, en su época, a Sontag o Vila-Matas, en la actualidad),
pero no consigue conectar con el gran público.
Parte
de un único libro, siempre el mismo
En una ocasión dijo que sus
relatos cortos, bosquejos y sketches
eran los capítulos -cortos o largos- de una novela; parte de una misma y larga
novela, “parte del libro de mí mismo”.
Otros
empleados
La
tregua (1959), novela maravillosa de Benedetti, recoge también la
historia de un empleado viudo, con una vida monótona y sin alicientes que, por
un momento, tiene una tregua de felicidad en su vida.
https://www.youtube.com/watch?v=bS1qFRBnh-Y. La tregua.
Y
otros trabajos, que también son necesarios…
Como el que realiza Frederick
en el estupendo relato ilustrado de Leo Lionni.
SABER MÁS
/http://www.nybooks.com/articles/2000/11/02/the-genius-of-robert-walser. El
genio de Robert Walser, por Coetzee (en inglés).
http://www.newyorker.com/books/page-turner/robert-walsers-disappearing-acts.
Artículo sobre Walser en The New Yorker
(en inglés).
http://www.wordswithoutborders.org/article/an-introduction-to-robert-walser. Una
introducción a Robert Walser (en inglés).
/http://www.ndbooks.com/author/robert-walser. Libros
de Walser (reseñas en inglés).
http://50watts.com/Traces-of-Robert-Walser-1. Portadas
y libros de Walser o sobre Walser (en inglés).
http://www.huffingtonpost.es/2016/04/02/antonio-banderas-facebook_n_9601442.html. En
España, el 75 % quiere ser funcionario.