viernes, 20 de mayo de 2016

CELIA EN LA REVOLUCIÓN, UNA NOVELA DE LA GUERRA CIVIL


“Elena Fortún escribió, con Celia en la revolución, una de las grandes  novelas de la guerra civil”- escribe Andrés Trapiello en el prólogo. “Es la novela que hubiera querido escribir Baroja, y no pudo: le faltó conocimiento de primera mano para hacerlo, y la que habría querido escribir Max Aub, y no supo…formaba parte de una de las dos Españas”.

“En nombre de los que no fueron ni de los unos ni de los otros…escribió Celia…esta extraordinaria crónica novelesca que deberían leer con atención los nietos de unos y otros”- concluye Trapiello.

En la última cuartilla del manuscrito (que le llega a Marisol Dorao –profesora y doctora en Filología por la Universidad de Cádiz- de parte de la nuera de Elena Fortún), la autora recoge: “Hoy, 13 de julio de 1943, terminó de poner en borrador Celia en la revolución”.

“En ningún otro libro están mejor contadas las sacas, checas y paseos en el Madrid revolucionario…la evacuación de Argüelles y San Antonio de la Florida, con los consiguientes saqueos; los refugiados que vienen de los pueblos, realojados por todo Madrid, las cárceles y checas improvisadas…Celia en la revolución es la novela de la lucha por la vida en la retaguardia”- explica Trapiello.

En el libro, “Celia, que está en Segovia con su abuelo, cuidando de sus hermanas, se tiene que ir a Madrid con Valeriana. Y después a Valencia, y luego a Albacete, y más tarde a Barcelona. Y de vuelta a Madrid, y a Valencia otra vez. Y de allí al exilio. Igual que Elena Fortún”- cuenta Dorao. “El libro es una crónica de aquellos días, con fechas, con sitios y con nombres: el Hospital de Carabanchel, la evacuación de Ferraz, la casa de Chamartín, el general López Ochoa, Laurita de los Ríos, Isabel García Lorca, la señora Aguilar…”.

Los títulos de los capítulos son significativos y dejan constancia del paso del tiempo: “Segovia, 1936; Madrid, 25 de julio; El hospital militar de Carabanchel; Los paseos en Madrid; Chamartín de la Rosa; ¡Evacuación!; Noviembre 1936; Febrero 1937: Hambre y bombas; La evacuación de Madrid; Valencia, septiembre 1937; Albacete; Noviembre 1937; Barcelona, Navidad; Enero 1938; Marzo 1938; Primavera en Madrid; ¡Hambre!; Se ha perdido la guerra; Valencia; Adiós”.

El último capítulo, fechado un 18 de marzo, es la despedida y la huida: “Sale barco hoy a las cuatro…”. En Celia -ahora con 17 años, al final de la contienda-la pena se junta con la amargura: “Todos dicen que me quieren, pero aseguran que soy su enemiga, y ellos lo son de mi padre…La clase media es toda de derechas…y ahora los pocos que no lo fueron, se hacen…”.

Ella parte – como la propia Elena Fortún-  para el Nuevo Mundo, a empezar una nueva vida, como exiliada. Allí escribe Celia institutriz en América, en 1944.








sábado, 7 de mayo de 2016

LAS UVAS DE LA IRA. Los refugiados del polvo


Steinbeck lo escribió en 1939 y, desde el primer capítulo, está relatado lo que supone un problema ambiental como es la destrucción del suelo y su subsiguiente erosión (y los refugiados ambientales que provoca). El nombre que le dieron entonces fue el de “Dust Bowl”. Para José Luis Sampedro, además de novela, es también “una visión económica”.

“Las últimas lluvias cayeron con suavidad sobre los campos rojos y parte de los campos grises de Oklahoma y no hendieron la tierra llena de cicatrices…” -así comienza el capítulo primero.

La fotógrafa, fotoperiodista, Dorothea Lange documentó este éxodo de “los refugiados del polvo”, uno de tantos traslados masivos a lo largo de la historia de la Humanidad.


El origen de la novela está en 7 reportajes que Steinbeck escribió para el diario The San Francisco News, en 1936.

El título está sacado de un pasaje de la novela: “En los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas, las uvas de la ira se están llenando…”. La injusticia y la avaricia, la desigual distribución de la riqueza que tantas veces han hecho explotar “la paz social”.

He aquí el desarrollo de la novela en unas cuantas frases…:

“Los agricultores se están marchando deprisa…Llega un tractor y se lleva por delante a diez familias…”.

“Cada año que puedo recordar teníamos una buena cosecha en camino, pero nunca llegaba. El abuelo dice que era buena las primeras cinco veces que se araba, mientras aún crecían las hierbas silvestres…”.

“Ojalá el polvo no volara. Si solo la capa superior no volara…”.


“Ya sabéis los años que hemos tenido: el polvo se levantaba y echaba todo a perder, y la cosecha era tan poca que no daba ni para atascar el culo de una hormiga. Todo el mundo debía dinero en la tienda…”.

“En los pueblos, a las afueras de las ciudades, en los campos, en solares vacíos, aparecían almacenes de coches de segunda mano…”.

“En las pequeñas casas los arrendatarios seleccionaron entre sus pertenencias, y entre las de sus padres y sus abuelos. Escogieron entre ellas para su  viaje hacia el oeste…Este libro. Era de mi padre. A él le gustaba tener un libro. El progreso del peregrino. Solía leerlo. Puso su nombre sobre él…”.

“…Espero que las cosas estén bien en California…parece demasiado bueno. He visto los panfletos que distribuyen y la cantidad de trabajo que hay, salarios altos y todo lo demás; he visto los anuncios de los periódicos que buscan gente que vaya a recoger uvas, naranjas y melocotones. Ese sería un buen trabajo…Me asusta que todo sea tan bonito. No tengo fe. Temo que no sea tan bonito como dicen…”.

“Les habían dado 18 dólares por todo lo de la granja que habían podido transportar: los caballos, el carro, los utensilios y todos los muebles de  la casa…Sabían que el tiro de caballos y el carro valían mucho más. Sabían que los compradores obtendrían mucho más, pero ellos no sabían cómo hacerlo. El comerciar era un secreto para ellos”.

“…Quizá necesite doscientos hombres, así que habla con quinientos, que se lo dirán a otra gente, y cuando llega al sitio del trabajo hay allí unos mil hombres. El jefe dice: “Pago veinte centavos por hora”. Más o menos la mitad de los hombres se marcharán. Pero aún quedan quinientos y están tan muertos de hambre que trabajan aun por unas galletas…Cuanta más gente haya y más hambrienta esté, menos tendrá que pagar…”.

La ruta 66

“Dicen que son dos mil millas…” [hasta California, desde Sallisaw, Oklahoma]. La carretera 66 es la ruta principal de emigración…la gran ruta hacia el oeste…de Mississippi a Bakersfield.


“Ayer vi pasar 42 coches como el suyo. ¿De dónde salen todos ustedes? ¿A dónde van…? Parece que el país entero se traslada...Buscan algún sitio donde vivir. Para ir tirando…”.

“A lo largo de  la carretera 66 proliferan las hamburgueserías…”.

“Mira esos puestos de perros calientes…Los hay a cientos…”.

“California, donde crecen los naranjos…”.

“Nunca imaginé que hubiera nada parecido- los melocotoneros y las nogueras [nogales] y los parches verde oscuro de la naranja. Y entre los árboles, tejados rojos y graneros…, graneros ricos…”.

“…había un Hooverville [agrupamiento de chabolas en descampados, habitados por personas sin empleo y emigrantes…Por el presidente Hoover, que, entretanto, hablaba de “las cotas más altas de prosperidad”] a las afueras de todos los pueblos…; las casas eran tiendas de campaña y recintos con techado de maleza, casas de papel, un enorme montón de basura…”.


“- Uno me dijo que a alguna de esa gente le han incendiado el campamento unas quince o veinte veces…”.

"¿Sabes lo que hemos comido toda la semana? ¡Ortigas cocidas y masa frita! ¿Sabes de dónde sacamos la harina para hacer la masa? De barrer el suelo de un camión”…

“Llevo aquí seis meses. He recorrido este estado de arriba abajo tratando de trabajar lo suficiente y de moverme con la rapidez necesaria para conseguir carne y  patatas para mí, mi mujer y mis hijos. He corrido como una liebre y…no lo he logrado. Nunca tenemos bastante de comer haga lo que haga…”.

La familia Joad, una familia con dignidad

“Hay que pensar qué vamos a hacer…Cuando alguien muere, la ley dice que hay que dar parte y, al hacerlo, o se llevan cuarenta dólares para el entierro o lo toman por un pobre…Solo tenemos 150 dólares…El abuelo enterró a su padre con sus propias manos, dignamente…cuando un hombre tenía derecho  a ser enterrado por su propio hijo…A veces no se puede hacer caso a la ley…”.

“Aquí yace William James Joad, murió de un ataque, era muy, muy viejo. Su familia le enterró porque no tenía dinero para pagar un funeral. Nadie le mató. Le dio un ataque y se murió…”.

“El abuelo no ha muerto esta noche.  Murió en el momento en que lo sacasteis de su tierra”.

“Lo único que tenemos de valor es la familia sin dividir…Nosotros somos la gente que vive. No nos pueden borrar del mapa…”.

“Y la ira comenzó a fermentar…”.

“Las compañías poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada. Y el dinero que podía haberse empleado en jornales se destinó a gases venenosos, armas, agentes y espías, a listas negras e instrucción militar. En las carreteras, la gente se movía como hormigas en busca de trabajo, de comida…”.

“Parece que no quieren que nos establezcamos en un sitio fijo…Temen que lleguemos a organizarnos, supongo. Este campamento [Weedpatch, un campamento del gobierno] es una organización. La gente cuida allí de ella misma…Tenemos una pequeña cuenta en la tienda para la gente que tiene hambre. Cinco dólares…Puedes comprar comida por ese valor y el campamento lo respalda. Nunca hemos tenido ningún lío con la ley. Creo que a los grandes granjeros eso les asusta…Quizá se imaginan que si podemos gobernarnos a nosotros mismos, tal vez nos dé por hacer otras cosas…”.


“No se puede alimentar a la familia con veinte centavos la hora, pero se coge cualquier cosa. Te llevan por donde quieren. Subastan los trabajos sin más… dentro de nada nos harán pagar por trabajar”.

“Los frutos de las raíces de las vides, de los árboles, deben destruirse para mantener los precios…Cargamentos de naranjas arrojados al suelo…Y hombres con mangueras arrojan chorros de queroseno en las naranjas…Tirar patatas a los ríos y poner vigilantes a lo largo de las orillas para evitar que la gente hambrienta las pesque. Matar a los cerdos y enterrarlos y dejar que la putrefacción se filtre en la tierra…Y niños agonizando de pelagra deben morir por no poderse obtener un beneficio de una naranja. Y los forenses tienen que rellenar los certificados –murió de desnutrición- porque la comida debe pudrirse…y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente”.

“Un cubo lleno, dos cubos…Tres cubos. La caja estaba llena.
-          Acabo de ganar cinco centavos…
-    Ponlo allí. No sirve…Te dije que no valían estropeados. Los tiraste del cubo a la caja, ¿verdad? No te puedo apuntar esta [caja]. Ponlos en la caja con calma o estarás trabajando para nada”.


-    “Lo que estamos haciendo es romper la huelga. A ellos les ofrecieron dos [centavos] y medio.
-        Con eso no se puede comer.
-       …Por eso se pusieron en huelga…Creo que anoche reventaron esa huelga. Tal vez hoy nos paguen dos y medio…”.

Filosofía y pensamiento de Steinbeck

De cuando en cuando se filtran discursos en la novela, hay “aleccionamientos” al lector: “…si pudieras entender que Paine, Marx, Jefferson, Lenin, fueron resultados, no causas, podrías sobrevivir…el ser propietario te deja congelado para siempre en el “yo”  y te separa para siempre del “nosotros”...".

Una novela siempre de actualidad, que no ha pasado de moda y de la que podemos encontrar reflejos en el mundo de 2016, ochenta años después de cuando se fraguó en la mente del escritor.

SABER MÁS







http://cultura.elpais.com/cultura/2016/05/09/actualidad/1462793324_690191.html. Otros fotógrafos de la Depresión: Mike Disfarmer.

http://elpais.com/diario/2007/06/02/babelia/1180739830_850215.html. El origen de Las uvas de la ira: 7 artículos en la prensa y 22 fotografías de Dorothea Lange.