miércoles, 14 de noviembre de 2012

HISTORIA DE UNA GRANJA AFRICANA, CONTADA POR UNA MUJER A FINALES DEL XIX

Historia de una granja africana se publica en Londres en 1883 bajo un seudónimo masculino, Ralph Iron (Ralph en honor a Ralph Waldo Emerson, filósofo y escritor al que la autora admiró en su juventud). Pero detrás de ella está una mujer  de 28 años, Olive Schreiner, nacida en Sudáfrica, la novena de doce hijos de un matrimonio de misioneros, Gottlob Schreiner y Rebecca Lyndall, apellido este último que, curiosamente, utiliza como nombre de una de las protagonistas de la novela.


En el prólogo a la segunda edición, Shreiner comenta: “Un amable crítico ha sugerido que le habría gustado más el pequeño libro si hubiera sido una historia de aventuras salvajes; de transporte de ganado a kranzes [lugares abruptos] inaccesibles con bosquimanos; “de encuentros con leones hambrientos y huidas por los pelos”. No pudo ser. Esas obras se escriben mejor en Piccadilly o en el Strand: allí los dones del espíritu creador, sin contaminar por ningún contacto con la realidad, pueden desplegar sus alas. Pero si uno se sienta a describir los escenarios  en los que ha crecido, descubrirá que la realidad se le mete dentro inadvertidamente”.

Por las mismas fechas, aparecía Las minas del rey Salomón, considerada la primera novela de aventuras, en inglés, situada en África…

Sobre la novela, revelará algunas claves en alguna de las 4.800 cartas -aún no traducidas en castellano, pero que pueden leerse en inglés en la web www.oliveschreiner.org -que escribe entre 1871 y 1920, año de su muerte.
En una del 28 de marzo de 1884 al sexólogo Havelock Ellis, le aclara que “el libro que el forastero le da a Waldo se supone que es Primeros principios, de Spencer”. Ella había vivido un suceso similar en Basuto Land, en Sudáfrica: “En esos momentos, yo estaba instalada en un completo ateísmo. No creía siquiera en mi propia naturaleza, en lo correcto o incorrecto; no tenía ninguna certeza…Me ayudó mucho”. (Otro libro, que sí aparece atribuido, es Principios de economía política, de J.S. Mill)

En la misma carta, le pregunta si ha leído Nora [Casa de muñecas], de Ibsen [publicado en 1879]. “Es un maravilloso pequeño trabajo. Muestra algunos aspectos de la naturaleza de las mujeres de los que no es frecuente que se hable, y que algunas personas no creen ni que existen; pero existen”.
En otra, del 11 de julio del mismo año, le refiere lo que piensa de la nueva obra que está escribiendo, From Man to Man [se publicará, póstumamente, en 1926]: “Creo que ayudará a otras personas; hará que los hombres sean más tiernos con las mujeres porque las entenderán mejor; también conseguirá que las mujeres sean más cariñosas con otras mujeres; y confortará a algunas al mostrarle que otras antes se han sentido como ellas ahora”.

La obra está dedicada a su hermana pequeña Ellie, que murió a los 17 meses cuando ella tenía 9 años. En una carta de 1892, explica: “Creo que la primera vez que tuve este sentimiento con respecto a la muerte fue cuando murió mi hermana favorita. Dormí junto a su cuerpecito hasta que fue enterrada y luego solía sentarme durante horas al lado de su tumba. Era imposible para mí entonces, y lo sigue siendo ahora, aceptar la doctrina de que estaba viviendo en alguna parte sin su cuerpo”.
 
En Historia..., a través del personaje de Lyndall, muestra sus ansias de saber: “Yo pienso ir a la escuela…No hay nada en este mundo que ayude más que ser muy sabio, y saberlo todo, ser inteligente… Cuando sea mayor, no habrá nada que no sepa”. Su alter ego, Waldo, personaje que piensa, que duda, también sueña con una caja llena de libros: “Me lo contarán todo, todo, todo”.

Sin embargo, cuando a los 16 años, Lyndall vuelve del internado de señoritas, tiene una pobre opinión de las llamadas “Escuelas de finalización”: “El nombre dice exactamente lo que son. Acaban con todo excepto con la imbecilidad y la debilidad, y a esas las cultivan”. Ella aprovecha para aprender por su cuenta, conocer gentes, lugares y diferentes formas de vida. Se sincera con Waldo: “Lo único sobre lo que yo pienso mucho y siento con fuerza…es sobre la situación de las mujeres”. Viendo cómo actúa una pareja de avestruces cercana, deja claro cuál es su parecer sobre la cuestión: “Me gustan estas aves; comparten las tareas y son compañeros”.
En la vida real, mientras sus hermanos son directores de escuela o van a trabajar a las minas de diamantes, a Olive solo le queda el trabajo como institutriz por distintas granjas.

En 1885, conoce al matemático Karl Pearson. “La vida de una mujer como yo es muy solitaria. He tenido una sucesión de amistades que han respondido a sucesivas etapas mentales. Cuando vine a Inglaterra hace unos años [en 1881], solo había hablado con una persona a quien gustaran los libros que yo amaba. La amistad intelectual era una cosa con la que solo podía soñar”.
Olive acudirá en Londres al Club de Hombres y Mujeres fundado por él, donde se debate la igualdad de los sexos.

En julio de 1886 le escribe que quiere dedicarle From Man to Man. “El libro parece pertenecerte. Creo que no hubiera tenido el coraje de revisarlo y terminarlo si no te hubiera conocido…En agradecimiento a tu comprensión de la mujer y a tu interés científico en su condición y desarrollo”.
El 25 de octubre de 1886, en una carta donde le habla de las tres cosas (la Ciencia, la prensa y la ficción) que, a su juicio, han sustituido a los antiguos poderes (la Teología, los gobernantes y la pintura y el teatro), le refiere su propio caso: “Una chica sin educación formal, que trabaja diez horas al día, sin tiempo para escribir salvo durante la noche, escribe una pequeña historia, Una granja africana, una obra juvenil, cruda y llena de faltas, para ella misma, cuando parecía imposible que viniera a Inglaterra o lo publicara. Ahora, recibo cientos de cartas de todo tipo de gente, desde el hijo de un conde a una costurera de Bond Street, desde un carbonero a un poeta. La última, de un millonario americano diciendo que le había ayudado a abandonar el cristianismo y el trabajo que llevaba desempeñando durante treinta años…”.

Con Havelock Ellis, receptor de muchas de sus cartas, Olive mantendrá correspondencia hasta su muerte. En una de sus últimas misivas, le pide que las destruya: “Para mí una carta es tan sagrada como una promesa”.
El 19 de octubre de 1918, desde Westminster, en Londres, le comunica que ha estado muy enferma. “Por eso no te he escrito”. Desde los 19 años sufría ataques de asma, y los problemas de corazón eran congénitos en su familia por parte de padre (este murió a los 64 años, en 1880). “Parece que no hay nada que hacer. Al parecer, tuve tuberculosis de niña y los agujeros en los pulmones no cicatrizaron bien”.

Le habla también de sus libros preferidos: “Me gustan los libros de hechos científicos y los libros de historia. Odio las biografías y los libros de cotilleo…He leído una y otra vez a Jane Austen, Los papeles de Pickwick, a George Eliot y a Scott…Frecuentemente, leo la Biblia: el lenguaje es tan hermoso, pero es muy deprimente; todos los horrores y torturas que sufrieron  las antiguas tribus judías…[En Historia de una granja, escribe: “La Biblia la llevamos siempre en nuestros pechos”]. He leído todos los libros sobre Rusia, los Balcanes, China y Japón que he podido encontrar”.
Se despide con un “Adiós, mi querido y viejo Havelock. No les he dicho a mi marido ni a mi hermana lo mal que estoy para que no se preocupen”.

Morirá un 10 de diciembre de 1920 en su cama mientras leía. Tenía aún  las gafas puestas y el libro se le había caído de las manos.
Su sobrina favorita, Frances Lyndall (“Dot”) Schreiner,  escribe, en 1957, un libro de recuerdos sobre su tía, Memories of Olive Schreiner.

*Historia de una granja africana. Ed. Milrazones. Santander, 2012. Es una escritura muy potente, crítica y lúcida. Wyndall, protagonista junto a Waldo, podría ser una Calpurnia Tate ya crecida.

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