martes, 28 de mayo de 2013

HERMOSOS Y MALDITOS: SCOTT Y ZELDA FITZGERALD

Ahora que se estrena, en el cine, la última versión de El gran Gatsby, quiero recordar otros títulos de Scott Fitzgerald, en especial, su primera novela, A este lado del paraíso.


Hace ya años que leí esta novela titulada primeramente El egoísta/ególatra romántico; me pareció entonces una novela prodigiosa por lo que tenía de presentar el desencanto y la desilusión cuando el autor aún estaba en la cresta de la ola, al principio de su carrera, con una anticipación y una lucidez, para mí,  pasmosas.

DE MIS NOTAS AMARILLENTAS SOBRE A ESTE LADO DEL PARAÍSO

A este lado del paraíso puede ponerse al lado de Bajo las ruedas, de Herman Hesse o Retrato del artista adolescente, de Joyce.

Una conversación reveladora entre Amory y Clara:
-       ¿Te parece que soy terriblemente engreído?
-       No. Lo que tienes es una enorme vanidad….La razón de tu poca confianza en ti mismo…es que te atribuyes toda clase de faltas atroces y tienes que vivir a la altura de ellas…También dices que eres un hombre débil de carácter, sin voluntad…Tú eres un esclavo…de una única cosa: tu imaginación”.

LAS CARTAS ENTRE ZELDA Y SCOTT EN ESOS AÑOS


Zelda y Scott se conocieron en Montgomery (Alabama) en julio de 1918 en un baile celebrado en el club “Les Mystérieuses”, una institución local que preparaba fiestas y entretenimientos para lucimiento de las jóvenes casaderas de la ciudad.

Zelda tenía 18 años y acababa de graduarse en el instituto Sidney Lanier. Scott iba a cumplir 22, había estudiado en Princeton y era alférez de infantería en el campamento Sheridan en vísperas de la entrada de  Estados Unidos  en la I Guerra Mundial.

Por entonces, Scott se hallaba escribiendo su primera novela “The Romantic Egotist”. En agosto, le envía un capítulo a Zelda: “Es un monumento a la melancolía juvenil”- le explica.

En febrero de 1919, sin haber llegado a embarcarse para Francia lo licencian y  se va a Nueva York (“la tierra de la ambición y del éxito”) a buscar trabajo. Esperaba encontrar empleo en un periódico, pero tiene que conformarse con un puesto mal pagado en una empresa de publicidad.

Zelda le escribe que su madre no para de dejarle sobre la almohada historias de jóvenes escritores “arrojados a la calle en medio de noches oscuras y tormentosas”.

“Todas las noches me desmadro y pierdo la compostura”- le escribe él.

Una chica rebelde e inclinada a los placeres


“Pero me he enamorado de su valor, de su sinceridad y del orgulloso respeto que se tiene a sí misma”- escribe Scott a un amigo.

“Algunos hombre me quieren porque soy guapa – y temen que mi mente sea retorcida- y otros me quieren porque soy inteligente, y tienen miedo a mi belleza. Uno o dos me han querido incluso porque era adorable...Pero tú simplemente me quieres...”- le escribe Zelda. “Eres la única persona de la tierra que ha conocido y amado todo cuanto soy”. A Zelda le gusta parecer “rosa y desvalida”, pero por otro lado califica de “tontos” a los hombres que solo la ven como algo puramente decorativo y no saben ver detrás de la fachada.

Zelda le cuenta en sus cartas que ella y sus amigas bromean con los chicos (“Siempre he tenido una inclinación hacia la masculinidad”). Le gusta correr aventuras (“Uno de los actores quiso que Livye y yo nos echáramos a la carretera con él”), poner en juego su reputación (“Si tú no quieres, no beberé nada. A veces me aburro tanto...En esos momentos ayuda”). Su madre le recrimina en una nota el que sume el whisky al tabaco. Además, masca chicle con verdadera delectación (“He vuelto a la masticación continua”). Practica la ouija y más de una vez debe acabar borracha. “Tráeme un litro de ginebra. No he bebido nada en todo el verano”- le escribe en octubre de 1919. “Ya has destrozado tu reputación en el terreno alcohólico ante la señora Sayre” (su madre).

En 1920 Scott vende los derechos cinematográficos de su relato “Cabeza y hombros” a la Metro. Así empiezan sus relaciones con Hollywood (Allí morirá en 1940, a los 44 años). Parte del dinero lo emplea en comprarle a Zelda un reloj de platino y diamantes. “Ya sabes cómo me gustan las cosas que nadie ha tenido por aquí”.

El 26 de marzo de 1920 publica su primera novela “A este lado del paraíso” (The Romantic Egotist, reformada). Es un éxito de ventas y la primera edición se agota en una semana. El 3 de abril Zelda y Scott se casan. “Me adoptaron como el arquetipo de lo que quería Nueva York”- escribirá Scott años después.

Una novela clarividente que predice su futura decadencia cuando está en lo más alto.