Ahora que se estrena, en el cine, la última
versión de El gran Gatsby, quiero
recordar otros títulos de Scott Fitzgerald, en especial, su primera novela, A este lado del paraíso.
Hace ya años que leí esta novela titulada
primeramente El egoísta/ególatra
romántico; me pareció entonces una novela prodigiosa por lo que tenía de
presentar el desencanto y la desilusión cuando el autor aún estaba en la cresta
de la ola, al principio de su carrera, con una anticipación y una lucidez, para
mí, pasmosas.
DE MIS NOTAS AMARILLENTAS SOBRE A ESTE LADO DEL PARAÍSO
“A este lado del paraíso
puede ponerse al lado de Bajo las ruedas,
de Herman Hesse o Retrato del artista
adolescente, de Joyce.
Una conversación reveladora entre Amory y Clara:
- ¿Te parece que soy terriblemente engreído?
- No. Lo que tienes es una enorme vanidad….La razón de
tu poca confianza en ti mismo…es que te atribuyes toda clase de faltas atroces
y tienes que vivir a la altura de ellas…También dices que eres un hombre débil
de carácter, sin voluntad…Tú eres un esclavo…de una única cosa: tu
imaginación”.
LAS CARTAS ENTRE ZELDA Y SCOTT EN ESOS AÑOS
Zelda y Scott se conocieron en Montgomery (Alabama) en julio de 1918
en un baile celebrado en el club “Les Mystérieuses”, una institución local que
preparaba fiestas y entretenimientos para lucimiento de las jóvenes casaderas
de la ciudad.
Zelda tenía 18 años y acababa de graduarse en el instituto Sidney
Lanier. Scott iba a cumplir 22, había estudiado en Princeton y era alférez de
infantería en el campamento Sheridan en vísperas de la entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial.
Por entonces, Scott se hallaba escribiendo su primera novela “The
Romantic Egotist”. En agosto, le envía un capítulo a Zelda: “Es un monumento a la melancolía juvenil”-
le explica.
En febrero de 1919, sin haber llegado a embarcarse para Francia lo
licencian y se va a Nueva York (“la
tierra de la ambición y del éxito”) a buscar trabajo. Esperaba encontrar empleo
en un periódico, pero tiene que conformarse con un puesto mal pagado en una
empresa de publicidad.
Zelda le escribe que su madre no para de dejarle sobre la almohada
historias de jóvenes escritores “arrojados a la calle en medio de noches
oscuras y tormentosas”.
“Todas las noches me desmadro y pierdo la compostura”- le escribe él.
Una chica rebelde e inclinada a los placeres
“Pero me he enamorado de su valor, de su sinceridad y del orgulloso
respeto que se tiene a sí misma”- escribe Scott a un amigo.
“Algunos hombre me quieren porque soy guapa – y temen que mi mente sea
retorcida- y otros me quieren porque soy inteligente, y tienen miedo a mi
belleza. Uno o dos me han querido incluso porque era adorable...Pero tú
simplemente me quieres...”- le escribe Zelda. “Eres la única persona de la
tierra que ha conocido y amado todo cuanto soy”. A Zelda le gusta parecer “rosa
y desvalida”, pero por otro lado califica de “tontos” a los hombres que solo la
ven como algo puramente decorativo y no saben ver detrás de la fachada.
Zelda le cuenta en sus cartas que ella y sus amigas bromean con los
chicos (“Siempre he tenido una inclinación hacia la masculinidad”). Le gusta
correr aventuras (“Uno de los actores quiso que Livye y yo nos echáramos a la
carretera con él”), poner en juego su reputación (“Si tú no quieres, no beberé
nada. A veces me aburro tanto...En esos momentos ayuda”). Su madre le recrimina
en una nota el que sume el whisky al tabaco. Además, masca chicle con verdadera
delectación (“He vuelto a la masticación continua”). Practica la ouija y más de
una vez debe acabar borracha. “Tráeme un litro de ginebra. No he bebido nada en
todo el verano”- le escribe en octubre de 1919. “Ya has destrozado tu
reputación en el terreno alcohólico ante la señora Sayre” (su madre).
En 1920 Scott vende los derechos cinematográficos de su relato “Cabeza
y hombros” a la Metro. Así
empiezan sus relaciones con Hollywood (Allí morirá en 1940, a los 44 años).
Parte del dinero lo emplea en comprarle a Zelda un reloj de platino y
diamantes. “Ya sabes cómo me gustan las cosas que nadie ha tenido por aquí”.
El 26 de marzo de 1920 publica su primera novela “A este lado del
paraíso” (The Romantic Egotist,
reformada). Es un éxito de ventas y la primera edición se agota en una semana.
El 3 de abril Zelda y Scott se casan. “Me adoptaron como el arquetipo de lo que quería Nueva York”- escribirá Scott años
después.
Una novela clarividente que predice su futura decadencia cuando está
en lo más alto.