Os
recomiendo que leáis antes (para poneros en situación):
Tras sugerirle que
escribiera un diario en 1837, Henry Thoreau
intercambia cartas con el filósofo Emerson cuando este está fuera de casa -en
Londres o en Nueva York-, para darle noticias de su familia y de los
acontecimientos en Concord así como en
relación a la revista Dial, de la que
Emerson es editor. También para contarle sus pensamientos.
Cartas
al filósofo R.W. Emerson (Boston, 1803- Concord, 1882)
El 24 de enero de 1843,
Thoreau le recuerda: “He sido pensionista
vuestro durante casi dos años”.
El 10 de febrero de 1843 le
proporciona noticias sobre sus hijas, Ellen y Edith, entonces pequeñas: “La
cena está hecha y Edith [14 meses] con su monosilábica invocación “oc”, “oc”,
me hace pensar en la “lengua de Oc”. Debe pertenecer a esa provincia. Como los
gitanos, habla un lenguaje propio mientras ella sí nos entiende a nosotros”.
Lidian, mujer de Emerson,
escribe a este en los huecos que le deja Thoreau: “… ese amor a la naturaleza en
el que Henry es el campeón…”.
Emerson dirá de él -citado
por R.L. Stevenson en uno de sus ensayos sobre Thoreau- “No tenía profesión,
nunca se casó, vivía solo, no comía carne, no bebía vino, nunca probó el tabaco
y, aunque siempre estaba en el campo, nunca utilizó trampas ni escopetas.
Cuando le preguntaban qué plato prefería para cenar, él respondía: “el que esté
más a mano”.
“H.D.
Thoreau, agrimensor”
El 15 de febrero de 1843, Henry
se sincera: “Estoy meditando algún otro método de pagar deudas aparte de la
escritura y las conferencias”.
Algunos de sus trabajos
serán: construir una leñera, blanquear una casa, vender moras en Boston,
diseñar y construir vallas de madera… “Cuando dejé la universidad, me dijeron
que había estudiado navegación….”.
Desde 1838, él y su hermano
John habían mostrado interés por realizar planos y mapas y, en la escuela que
ambos montan, utilizan instrumentos para
hacer mediciones en sus excursiones al campo con sus alumnos.
Algunos de sus trabajos fueron:
establecer los límites entre Concord y Carlisle, o los de Orchard House, la
casa de los Alcott. Bronson Alcott, al parecer, le sugirió que hiciera un atlas
ilustrado de Concord en el que apareciera cada casa con su nombre para uso de
la comunidad y los colegios. Pero Thoreau murió sin acometer el proyecto. Sin
embargo, su hermana Sophia donará a la biblioteca una caja con planos de casi
cada granja de Concord.
Musketaquid, recuerdos
de un viaje en barca con su hermano John en 1839
Inédito en España, se
publica ahora por primera vez en castellano.
Cuando su hermano John muere
de tétanos en 1842, le dedica el viaje que realizan juntos en 1839 a las White
Mountains, “nuestra excursión”. Lo titula, en 1849, Una semana en los ríos Concord y Merrimack. “Adondequiera que
navegues, navegas conmigo,/Aunque ahora asciendas montañas más elevadas,/ Y
ríos más puros remontes,/Sé mi Musa, Hermano mío…”.
Un relato denso, maduro, que
revela un lector empedernido e impenitente, omnívoro como Cortázar.
Musketaquid es el nombre
algonquino (indio) del río Concord; significa “Río con el fondo de hierba”.
Un sábado, el último día de
agosto de 1839, Henry (22 años) y John salen de Concord, río abajo, en un bote
construido por ellos mismos. Está dotado de ruedas, dos pares de remos, varias
pértigas y dos mástiles. Lo cargan con patatas y melones cultivados también por
ellos. Una piel de búfalo les servirá de cama y una tela de algodón hará las
veces de techo.
Por delante, siete días para
mirar, pensar y escribir.
La
entrada de una jornada – redactada
días después a partir de las notas- puede tener ocho, diez y hasta quince páginas. “Un flujo de
pensamiento” con digresiones varias, a ratos prolijo y profuso, con múltiples
referencias a libros y autores tanto universales como de la zona que recorren,
contemporáneos como históricos. Con citas y poemas. Descripciones y largas
reflexiones.
El
primer día recorren unas siete millas y atracan el bote en una pequeña
elevación donde instalan su tienda. Recogen arándanos y cenan pan, azúcar y
chocolate caliente. “El sonido más constante y memorable de esa noche de
verano…fue el ladrido de los perros domésticos”.
Al
día siguiente, domingo 1 de septiembre, “el río y el campo colindante estaban
cubiertos por una densa niebla”. Mientras reman a través de ella, van
poniéndole nombre a los accidentes que se encuentran: “Isla del Zorro”, “Isla
de la Uva”, “Isla del Conejo”…El Diccionario
geográfico de Nueva Inglaterra es
su “navegador” y en él consultan su latitud y longitud, así como datos sobre
los lugares por los que pasan. Antes de dormir, escriben su diario de viaje, y
se duermen escuchando “los murmullos del río o del viento”.
La
rutina es siempre la misma: cuando paran, vacían el agua y limpian el barco. Con el hacha en mano, buscan combustible y
encienden el fuego. Salen antes del amanecer “despertando a todas las ratas
almizcleras y asustando a los avetoros y a otros pájaros que dormían entre las
ramas”.
En
ocasiones, uno de ellos camina junto a la orilla “examinando el campo y
visitando las granjas más cercanas (para reponer existencias)” en tanto el otro
navega “los meandros por su cuenta (buscando un puerto apto para la noche)”.
Luego, se cuentan sus aventuras. “De cuando en cuando nos parábamos a descansar
a la sombra de un arce o un sauce, y tomábamos un melón como tentempié,
mientras disfrutábamos contemplando el paso del río y de la vida humana”. Las
comidas son frugales: “Comimos una hogaza de pan casero, y sandía como postre”.
Conclusiones
y observaciones ambientales
Thoreau es un gran
observador y saca conclusiones sobre lo que ocurre a su alrededor:
“Las esclusas y los diques
han demostrado ser bastante destructivos para el sector pesquero” – confirma
cuando se hallan en el Merrimack, el río “Esturión”.
“Los pescadores arrancaron
los arbustos de la orilla porque les convenía a la hora de arrastrar sus redes,
y cuando el margen quedó desnudo, el viento empezó a levantar la arena de la
orilla, hasta que acabó por cubrir unos quince acres con varios pies de
profundidad”- constata sobre la destrucción de los bosques de ribera.
“Se construyen ferrocarriles
que atraviesan ciertas zonas sensibles, con lo que la hierba desaparece y el
viento empieza a traer arena, hasta que unas tierras fértiles quedan
convertidas en desiertos”.
La
llegada el séptimo día
[El viernes] “hicimos unas
cincuenta millas entre vela y remo…Desembarcamos alegres, de un salto, en la
orilla, sacamos el bote del río y lo amarramos a su manzano silvestre, cuyo
tronco aún conservaba la marca de la rozadura que la cadena había dejado
durante las crecidas de la primavera”.
Así termina su aventura de 7
días, dedicados a mirar, a pensar y a escribir.