sábado, 13 de mayo de 2017

FERNANDO PESSOA: LIBRO DEL DESASOSIEGO

Ahora que parece que Portugal está de moda (el intérprete Salvador Sobral ganó  el festival de Eurovisión con una canción en su idioma, Amar pelos dois, Amar por los dos), quizá es un buen momento para pasar revista a uno de sus escritores insignia: Fernando Pessoa y su Libro del desasosiego.


Pessoa (1888-1935) trabajó en El libro del desasosiego durante toda su vida, desde su inicio, en 1913.

“Se llama Libro del desasosiego a causa de la inquietud y la incertidumbre que son sus notas dominantes”-escribe a Joao  de Lebre el 3 de mayo de 1914. Una  producción “enfermiza” -todo fragmentos, fragmentos, fragmentos-, un libro “suave” que parece escrito en medio de una depresión.

UN LIBRO DE SENSACIONES

“La única realidad, para mí, son mis sensaciones” -dirá. La filosofía y la metafísica forman parte de sus cuestionamientos. “Soy un poeta impulsado por la filosofía”- escribe en sus Diarios. En 1906: “Tengo que leer más poesía para neutralizar el efecto de la perfecta filosofía”.

AUTORRETRATO(S)

Su retrato es el de una persona anodina, sin rasgos físicos pronunciados -una nariz aguileña, un mentón prominente.... Con la mirada perdida tras unas gafas gruesas, un cigarrillo caído, un bigote igual a otros mil bigotes, no resulta especialmente atractivo; nada, en definitiva, que aliente los deseos por conocerlo. Como si fuera un personaje de Kafka  o ese empleado de oficina gris que nunca sale de la rutina.

“Nunca tuve una idea noble de mi presencia física…Parezco un jesuita insignificante. Mi cara delgada e inexpresiva ni tiene inteligencia, ni intensidad…El metro sesenta de estatura y los sesenta y un quilos de peso en que consisto físicamente…”. “Siempre he tenido cierta aversión a sacarme retratos” -le confiesa a Ofelia en una carta, a su petición de enamorada, en 1920. A pesar de todo, es cuidadoso de su aspecto: se arregla la barba y se corta el pelo. “Un individuo  con una nariz de contador de gas”- escribe a Ofelia en 1929.

No se tiene en gran estima: “Soy en todo un diletante... Estoy hecho de las ruinas de lo inacabado... Todo en mí es incierto... Soy mitad sonámbulo y mitad nada”.
“Soy tan inerte, tan pobrecillo, tan falto de gestos y de actos”. Inseguro, “yo soy muy nervioso”…

“Estoy mal de salud y  de los nervios”- le escribe a Ofelia en 1920. En octubre, le confiesa: “ Tengo la intención de irme a un sanatorio el mes que viene, para ver si allí encuentro algún tratamiento que me permita resistir  a la ola negra que está abatiéndose sobre mi espíritu”.

Pero desde que vive, se narra, y el libro, es él. En él deja constancia de “la tristeza sin causa”, y de las tristezas con causa: “Yo no soy pesimista, soy triste”.

LECTURAS DE NIÑEZ Y ADOLESCENCIA

“Leí Las peregrinaciones de Childe Harold y los Cantos I y II de las Melodías hebreas de Byron; La víspera de Santa Agnes, de Keats, los primeros capítulos de Hombre criminal, de Lombroso y un pequeño poema de Schiller…El primer alimento literario de mi infancia fueron los numerosos relatos de misterio y horribles aventuras…No me fascinaba lo improbable, sino lo imposible”.

VIEIRA, UN AUTOR DE CULTO

“De tener que escoger como lectura única, entre Chateaubriand o Vieira, escogería a Vieira sin pensármelo dos veces”.

EL PASEO COMO TERAPIA

“Me gusta, en las tardes lentas de verano, el sosiego de la parte baja de la ciudad...La Rua do Arsenal, la Rua da Alfândega...toda la línea distante de los muelles en calma...”. “Las calles intermedias de la Baixa, tantas veces recorridas por mí…”.

“Uno de mis paseos favoritos…es el de perderme lentamente por las calles, antes de la apertura de tiendas y almacenes, y oír los jirones de frases que los grupos de muchachas y muchachos…dejan caer…”.

SU LISBOA

“Amo el Tajo porque hay una gran ciudad en sus orillas. Disfruto del cielo porque lo veo desde un cuarto piso de una calle de la Baixa. Nada me puede dar el campo o la naturaleza que valga la majestad irregular de la ciudad tranquila, a la luz de la luna, vista desde GraÇa [barrio] o [convento] Sao Pedro de Alcantara. No existen para mí flores como, a la luz del sol, el variadísimo colorido de Lisboa”.

SU FORMA DE ESCRIBIR. ¿CÓMO ESCRIBO?

“Mi sistema de estilo asienta en dos principios…: decir lo que se siente exactamente como se siente- con claridad, si es claro; oscuramente, si es oscuro; confusamente, si es confuso-;[y] comprender que la gramática es un instrumento, y no una ley”.

LA ESCRITURA COMO TERAPIA

“Me sucede a veces…que me aparece en medio de las sensaciones un cansancio tan terrible de la vida…esta sensación…la curo escribiéndola”.

LOS HETERÓNIMOS

Charles-Robert Anon. Aparece por primera vez en la firma de un artículo en un periódico local de Durban, en 1904.En 1906, escribe: “Yo, Charles-Robert Anon…hombre, de dieciocho años de edad, soltero (con ciertas excepciones), megalómano, con rasgos dipsómanos, dégénéré supérieur, poeta, con vocación de escritor satírico, ciudadano universal, filósofo idealista…”.

Álvaro de Campos. El 5 de abril de 1920 aparece mencionado por primera vez en las cartas que le escribe a Ofelia: “Álvaro de Campos, ingeniero”. Ella comenta en su relato Fernando y yo, muchos años después: “Fernando era un poco confuso, principalmente cuando se presentaba como Álvaro de Campos….Me decía: “Hoy no soy yo quien ha venido, sino mi amigo Álvaro de Campos”. Se comportaba en estas ocasiones de una manera totalmente diferente. Con un aire de tarambana, decía cosas sin nexo…Raramente hablaba de Caeiro, de Reis o de Soares”.

CARTAS A OFELIA

Ella lo cuenta así: “CÓMO CONOCÍ A FERNANDO. Respondí  a un anuncio del Diario de Noticias. Tenía diecinueve años, era alegre, despierta, independiente…Recibí en casa la respuesta al anuncio. Era de una empresa del textil, de brocas y lanzaderas, con oficinas en la Rua da AssunÇao 42, 2º: Félix Valladas & Freitas, Lda”.

Empiezan a escribirse en marzo de 1920. “Nosotros nunca tuvimos noticia del noviazgo…Fernando jamás se refirió a ello”- confesará años más tarde, tras su muerte, su hermanastra Henriqueta. “Él no tenía posibilidades económicas para formar una familia…No quiso supeditarse a un horario. Quería tener libertad para trabajar en su obra”.

A menudo Pessoa le escribe desde el Café da Arcada. A menudo quedan a la puerta o en los alrededores de la Librería Inglesa.

En noviembre de 1920 rompen. En octubre Fernando le había escrito que pensaba irse a un sanatorio mental en busca de un tratamiento para resistir “la ola negra abatiéndose sobre mi espíritu”.

Nueve años más tarde, a consecuencia de una foto, vuelven a reanudar durante unos meses la relación, él ya con 41 años y ella con 29. “No sé escribir grandes cartas. Es tanto lo que escribo por obligación…”. Casa Abel, una taberna,  parece ser un lugar habitual de parada. Pessoa incide más en su locura: “Está para ir a Telhal o a Rilhafolles”. “Estoy loco, y lo he estado siempre, y es de nacimiento”.
También se sincera sobre sus prioridades en la vida: “ Mi vida gira en torno a mi obra literaria…Todo lo demás en la vida tiene para mí  un interés secundario…Para realizar esta obra, necesito sosiego y un cierto aislamiento…Queda por saber si el casamiento, o el hogar son cosas que se concilian con mi vida de pensamiento. Lo dudo…”.

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