Una
mujer sabia
Escrito en 1960, cuando la
autora tiene más de 75 años (casi al final de su vida), se lo dedica a sus
nietos y bisnietos “con la esperanza de que algún día encuentren en estas
páginas alguna ayuda”.
El título original en inglés
viene a decir: “Aprendes mientras vives. 11 claves para una vida más plena”.
Cada uno de los 11 capítulos sería una clave (Aprendiendo a aprender. El miedo,
gran enemigo. El empleo del tiempo. El difícil arte de madurar. La readaptación
incesante. Aprender a ser útil. El derecho a ser un individuo. Cómo obtener lo
mejor de la gente. Afrontar la responsabilidad. Cualquier persona puede
participar en política y Aprender a ser un servidor público).
En el prefacio habla de las
razones para escribir este libro: “A lo largo de los años he recibido cientos
de miles de cartas… En ellas me preguntan más o menos lo mismo: ¿qué ha
aprendido de la vida que pueda servir para resolver esta o aquella
dificultad…?”.
Una
especie de testamento
“…unas pocas directrices que
me han servido en el transcurso de mi larga vida… (Eleanor nace en Nueva York
en 1884. Con 21 años se casa con F. D. Roosevelt y cinco años más tarde, su
marido es nombrado senador, y luego, en 1933, presidente de los Estados Unidos.
Fallecido en 1945, ella es nombrada dos años más tarde delegada de la Asamblea
de las Naciones Unidas. Muere en 1962, a los 78 años)…Lo esencial es aprender.
Aprender y vivir… No hay ninguna experiencia de la que no se pueda aprender
algo…”.
Un
poquito de reflexión porque la gente no piensa, no pensamos…
“De mi propia experiencia he aprendido que los factores más importantes en la
educación de los hijos son: la curiosidad (una de las cualidades más
valiosas del ser humano), el interés (sin interés es casi imposible seguir
aprendiendo), la imaginación (hace posible imaginar cómo son los demás, qué
piensan y qué sienten) y una percepción de la vida como una aventura”.
La educación proporciona las
herramientas necesarias, el equipo con el que aprendemos a aprender…solo
crecemos mientras estamos interesados…El proceso de aprendizaje debe continuar
mientras vivamos…;
Vivir cada experiencia al
máximo.
Sobre
ella misma
De cuando en cuando, se le
escapan algunos comentarios sobre su forma de ser: “Yo, que no fui una niña
feliz…Era una niña solitaria”… Tenía 9 años cuando murió su padre, al que
estaba muy unida. “Yo era una niña excepcionalmente tímida y tenía miedo a la
oscuridad, a los ratones y prácticamente a todo…el miedo a no gustar a las
personas con las que vivía…”. Su receta: “Si una se olvida de sí misma, de si
está causando o no una buena impresión, de lo que piensan los demás de ella y
de lo que ella piensa de ellos, deja de ser tímida…”. “Yo, que me creía incapaz
de hablar ante nadie, aprendí que es posible hacerlo si se tiene algo que
decir…”.
El
miedo, el gran enemigo
“Siempre he pensado que el
peor obstáculo que hay que superar es el miedo. Es el gran paralizador…”. Y
continúa: “De todo lo que aprendemos en la vida, esa es la aptitud más difícil
de adquirir, pero también la más gratificante…cada victoria viene acompañada de
una confianza reforzada y de una fuerza que ayuda a afrontar el siguiente
temor…”.
Para superarlo, la
autodisciplina, “esencial para afrontar las derrotas y recuperarse de los
desastres”.
El
empleo del tiempo. Gestionar mejor
Lo primero para ella es
alcanzar una calma interior “que le permita a uno trabajar sin que le altere lo
que ocurre alrededor”; lo segundo, aprender a concentrarse “en la tarea que se
tiene entre manos”; lo tercero, adquirir una rutina y establecer unas pautas
“que no sean demasiado inflexibles”. Y un cuarto punto, esencial, “intentar
seguir unas pautas generales de buena salud”, aplicando el sentido común.
El
difícil arte de madurar
“Una persona madura es
aquella que no piensa solo en términos absolutos, que es capaz de ser objetiva
aunque esté muy alterada emocionalmente, que ha aprendido que en todas las
personas y en todas las cosas hay bueno y malo, que se comporta con humildad y
que gobierna con compasión las circunstancias d la vida, sabiendo que en este
mundo todos necesitamos amor y caridad”- explica.
Para Eleanor, hay varias
cualidades que indican la verdadera
madurez de una persona; la primera, el autoconocimiento…Y con él, “aceptar no
solo las carencias propias”, las propias limitaciones, “sino también las de las
personas a las que uno ama…, y aprender a no esperar cosas que los demás no son
capaces de dar…, no exigir nunca a nadie lo que no nos ofrece libremente”. “La
madurez también implica cierta habilidad para aceptar las críticas y
evaluarlas…si son constructivas, hay que aceptarlas e intentar sacar provecho
de ellas aunque duelan”. Otro signo de
madurez es “eliminar poco a poco los defectos que uno ve en sí mismo… y
establecer los propios valores y saber qué se quiere realmente de la vida.
La
necesidad de readaptarse constantemente
“Cada vez que se aprende
algo nuevo hay que reacoplar todo el marco del conocimiento”. Y esto sucede en
cada periodo de edad, también en la
mediana o en la vejez. “Las recompensas de cada edad son distintas, pero
no cambian necesariamente en valor ni en
satisfacción”. Ella descubrió que para controlar la soledad (su marido muere en
1945) hay que mantenerse “lo más ocupada posible”. “La ventaja de estar ocupada
es que no se tiene tiempo para pensar en uno mismo”, en su ombligo…”La
autocompasión y la retirada de la batalla son el comienzo de la infelicidad”.
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