jueves, 23 de abril de 2020

JOAN MARGARIT, PREMIO CERVANTES . RECUERDOS Y OBRA POÉTICA



“Para escribir este libro [Para tener una casa hay que ganar la guerra] me he servido de una hoja de papel donde un día, hace muchos años, mi madre y yo hicimos lo posible por rehacer la secuencia temporal de los movimientos de nuestra familia durante los años de posguerra. También de un breve dietario de mi madre…”- cuenta al principio del libro.

“He querido bucear exclusivamente en los recuerdos que han quedado en mi mente, intentando entender por qué están aún ahí. Y qué tienen que ver con la construcción de mis poemas…”.

Primeros recuerdos

“Mis primeros recuerdos empiezan en Sanaüja -"el primer paisaje"- [el lugar donde nació] con tres o cuatro años [1941-1942]…”. “…El huerto de Sanaüja. Mi descubrimiento de la riqueza dentro de la miseria…Unas humeantes patatas hervidas siempre serán para mí un símbolo de alegría…”.


“En la casa del pasaje Sant Felip [en el barrio de Sant Gervasi, en Barcelona] se ubican mis recuerdos más lejanos…La nuestra era una versión desolada de las casas que describe la escritora [Mercè Rodoreda]. Teníamos pocos muebles y muy sencillos. Mi primer recuerdo recoge esa sensación de vacío: estoy de rodillas sobre un mosaico hidráulico con cenefas verdes y rosas, bajo la alta mesa de dibujo en la que mi padre delinea sus proyectos. Hace calor, pero puedo notar la agradable frialdad de las baldosas…Estoy a punto de cumplir cuatro años. Aunque mi padre está inmerso en su trabajo, mi sensación es de amparo…”.

Preguntas

“Pisé por primera vez las tierras del Delta del Ebro cuando ya tenía nietos… ¿Por qué me he sentido siempre tan lejos de mis orígenes maternos…?”.

“Mi madre siempre tuvo dificultad para expresar afecto…le costaba expresar sus sentimientos…Me pregunto, ahora, si no sufro también esa carencia para expresar amor. ¿No responde mi poesía a dicha dificultad para transmitir afecto?…”.

“Mi abuelo [paterno, Joan Margarit] …nunca hacía referencia a su vida anterior…Nunca lo oí hablar de sus padres…He aprendido a utilizar esa fuerza oscura [el silencio de mi abuelo] en mis poemas”.


“En Sanaüja empieza a decidirse qué será y cómo será mi poesía…”.


“Pronto conocí el miedo que tenían mis padres y mis abuelos. ¿Qué significaba el silencio que aquellas cuatro personas pusieron sobre el pasado, qué significaban sus recomendaciones continuadas de prudencia…?...Mi descubrimiento del miedo es la toma de conciencia del miedo de los mayores…”.


“Son muchas las incógnitas que siguen sin encontrar solución en mi vida”…

Reflexiones

“La tranquilidad interior tiene mucho que ver con el amor que has recibido y con el que has sido capaz de dar…”.

“He transmitido a mis hijos muy poco de aquel mundo rural…que forma parte de mi escritura”. …[En Rubí] Mi abuelo …me habla de los campos [del Vallès]. Los primeros nombres de  arbustos y aves los escucho en estas excursiones… [En Saraüja] Las tareas del campo están perfectamente repartidas. La tierra y la azada son para mi abuelo; los animales pequeños, para mi abuela. Ella es la que cocina y entre los dos traen los alimentos del huerto, situado junto a la riera, desde donde él desvía el agua de riego”.


…”añorar equivale a desear un diálogo imposible”.


La alegría de la naturaleza

“En mi obra se pueden contar casi 70 poemas en los que aparece un jardín o un parque… El antecedente de todos ellos es el huerto de Sanaüja…Ver cómo mi abuelo levanta o destruye barreras de tierra con la azada, gobernando el paso de un lugar al otro, era  uno de mis pasatiempos favoritos”. O la vendimia con los campesinos de la calle San Gaietà [en Rubí].  “Descalzo, en medio de los chicos mayores con sus pantalones arremangados, piso cantando y riendo hasta que no puedo más…”.


Cuando viven en Rubí, a su abuelo le gusta llevarlo a merendar a alguna fuente. “Me habla de los campos. Los primeros nombres de arbustos y aves los escucho en estas excursiones…”.

En Girona, “los domingos por la mañana mi padre nos lleva a bañarnos en aquel tramo del río [al otro lado de la Dehesa (un parque), a orillas del río Ter], en unas aguas transparentes sobre un fondo de arena limpia. Son los primeros impactos de la belleza”…

“Soy de secano, y los bosques siempre me despertarán un sentimiento en el que se mezcla la protección, el placer estético y la posibilidad de desarrollar la parte más noble de lo íntimo”.


A mi reconocimiento artístico y sentimental le faltaba el mar…Descubro el mar en el verano de 1950…en Port de la Selva…Jamás había percibido, tan avasalladora, la sensación de que el paisaje puede significar tantas cosas inexplicables, poderosas, que ya no me abandonarán”.

El profesor Grimalt: la música de las palabras

A los 6 años, en Rubí, entra en la escuela del señor Grimalt. … “escribe una palabra…siempre sin acento…y nos la hace cantar marcando las sílabas con todos los acentos posibles…Una forma de adentrarme en la división silábica y en la música de las palabras que me estructura la mente y la prepara para comprender, muchos años más tarde, la métrica”…

El concepto de la belleza


“Tendrá que ver, ya para siempre, con la visión de la Dehesa [“El Paraíso”…”No olvidaré nunca las estrellas entre las ramas”] o el espectáculo del río y los tejados de la ciudad y la catedral vistos desde mi casa [en la calle Nou, cerca del Puente de Piedra]”.

“La fuerza para vivir con dos hijas muertas…”. Historias de pérdida.

“La pérdida recorre de un extremo a otro mis poemas. Ese es mi verdadero punto de partida”…


Cuando él tiene cinco años, su hermana Trini, de cuatro meses, muere de meningitis. “Mi padre no hablará nunca más de Trini. Mi madre toda su vida aprovechará cualquier momento de intimidad para evocarla…”.

“La necesidad de construirme la estructura personal más fiable posible” será otro punto de partida de su poesía, provocado por tantos traslados, “y la necesidad de desarrollar el concepto de “refugio interior”- que, años más tarde, estará también en mis poemas”.


La poesía como “herramienta contra el dolor y la tristeza, capaz de ofrecernos consuelo y un mayor orden interior”.

Referencia explícita a lugares, personas, colores y sonidos…


Poema “Tío Lluís” (… “y yo estoy orgulloso de escribir/ como en sus buenos tiempos hizo la poesía,/los versos de una puta que salvó/ a un hombre y a ella misma por amor…/ " .

… “el misterio de las cabras [de niño, su madre le manda a buscar sangre al matadero para elaborarla con cebolla; sus balidos le producen un estremecimiento “que recorrerá toda mi vida”]…me llevará a escribir uno de mis poemas al que le tengo más cariño…”:

El oráculo

Eres tú cuando niño, con un cazo.
En el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
Hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
Bajo una de ellas has dejado el cazo.
Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre
armado de un punzón, la ha degollado.
Como ocurría en Delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
Lo haces ahora, mientras meas sangre.



El poema “Primer amor”, nace de uno de sus callejeos por la ciudad de Girona. “Allí donde la calle Nou se encuentra con el Puente de Piedra hay una cuchillería, Can Boué…de entre todas las navajas…, una…sobresale por su elegancia…”:

PRIMER AMOR

Triste Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.

La profesora de alemán, uno de sus poemas que prefiere, habla de su profesora en el instituto. Él es el único alumno. “Al  llegar, a primera hora de la tarde…la encuentro de rodillas, fregando el suelo, con cubo y bayeta…nunca impartirá clase en el sentido estricto del término…me pregunta cosas que no tienen nada que ver con la asignatura: qué haré de mayor, dónde vivo…”: 

LA PROFESORA DE ALEMÁN


En aquel Instituto de posguerra
debí haber aprendido algo de griego
y adquirido un barniz sobre los clásicos.
Pero, si aprender algo era difícil,
nada tenía aún menos futuro
que el alemán, cubierto por negruzcos
escombros de Berlín bajo la nieve.
La mía era una lengua perseguida
y la suya una lengua derrotada.
En un aula pequeña del chalé
donde estaba instalado el Instituto,
al entrar la encontraba de rodillas
fregando junto a un cubo, hablando sola.
No sé alemán y en general no tengo
buen recuerdo de toda aquella gente,
pero no olvidé nunca su dolor.
Ahora que paso cuentas con quién soy
siento en frías baldosas mis rodillas
mientras borro el ayer, como ella hacía
con la roja cenefa del mosaico.

El Turó Park es protagonista de muchos de sus poemas (“después de más de sesenta años, aún puedo dibujar un mapa de memoria”…). “Tal vez el que refleja mejor lo que representó para mí…se titula Días de 1948 en el Turó Park:

DÍAS DE 1948 EN EL TURÓ-PARK

Alto y construido con ladrillos rojos,
el bloque, por detrás, donde daba mi casa,
tenía mucha luz: se abría a la maleza
de afueras y solares del suburbio.
Delante estaba el parque con el orden
del misterioso verde oscuro urbano.
De aquel lado de atrás me asustó siempre
un erial demasiado luminoso.
Como una alegoría del país devastado
en el que yo nací. Del lado de delante
me ha asustado acabar como un intruso
en un parque bellísimo sin haber sido nunca
un romántico inglés de clase alta.
Esplendor y adustez son mala simetría.
Me gusta, a veces, regresar al parque.
Ahí lo descubrí: para ser libre,
que aquellos que te quieren
no sepan dónde estás.

Agradecimientos

Además del capítulo final, señala a dos personas en relación con lo que ha buscado siempre en su poesía: “prescindir de lo ajeno a la verdad”: son su abuela, en la infancia, y su hija Joana, más tarde; ambas mezcla de bondad “y de esa aparente ignorancia que oculta otra sabiduría…”. 

SABER MÁS


https://www.joanmargarit.com/es/tio-luis/. Poema Tío Lluís. “Él será para mí el único personaje entre los adultos ligado absolutamente a la alegría”.

https://www.elmundo.es/cataluna/2017/03/14/58c6f088268e3e42548b45ff.html. Passatge de Sant Felip en Sant Gervasi, Barcelona.


http://saturnia-vuela.blogspot.com/2013/09/sestina-elisabeth-bishop.html. Sestina, de Elizabeth Bishop. “…la presencia tranquilizadora de mi abuela y una estufa de leña”.

https://www.youtube.com/watch?v=8VB6DqEaMNU. Mi caravana, de Raúl Abril. “Recordaré y continuaré cantando para mí, toda la vida, en voz alta, aquella canción…Mi caravana”.


https://www.youtube.com/watch?v=LXwhwP-y_Uo. Las muchachas de la plaza de España, de Mario Visconti. “De viejo aún la sigo tarareando”…


http://edaddeplata.org/archivo/cervantesenresidencia.html. Joan Margarit en la Residencia de Estudiantes.


https://elpais.com/cultura/2020/04/22/babelia/1587577937_116917.html. Joan Margarit, un Cervantes en cuarentena

UN POEMA FINAL

No tires las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
—esta flecha de sombra—
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.




viernes, 17 de abril de 2020

MIGUEL DELIBES, CIEN AÑOS DESPUÉS. El 17 de octubre, centenario de su nacimiento

UNA AUTOBIOGRAFÍA NO ESCRITA

Miguel Delibes no relató nunca su autobiografía. Como mucho, escribió en los años 70 “Un año de mi vida” y, en 1989, publica “Mi vida al aire libre”, unas memorias deportivas, según sus propias palabras.



Nace el 17 de octubre de 1920 en Valladolid, “frente al Campo Grande [en el nº 12 de la Acera de Recoletos, esquina con la calle Colmenares], el parque de mi ciudad, seguramente porque, desde que abrí los ojos, necesité de amplios espacios para respirar”.

SU PRIMER RECUERDO

“El día que me arranqué a andar”…: “veo el rincón de la casa donde fui depositado aquel día, siento la inseguridad propia del niño que hasta ese momento únicamente se ha movido a gatas y, por último, experimento el tirón que ejerció sobre mí el hecho de ver mi juguete preferido – un muñeco de peluche- en manos ajenas…”.

Pero sus primeras vivencias, todas tienen que ver con el Campo Grande: “esas castañas locas [las castañas pilongas] del Paseo de Coches, que nos disuadían los mayores de comerlas, asustándonos con que nos volveríamos locos. Aquellos juegos por los caminillos que dejaban marcados los coches de los niños…el olor del Campo Grande cuando regaban, los conciertos de la banda del Regimiento de San Quintín…

El primer recuerdo escolar es el colegio de las monjas Carmelitas, de la hermana Remedios, “que nos daba un confite cada vez que nos comportábamos bien” y de la hermana Luciana, “la monja guapa”.

“Hasta los ocho años, más o menos, veraneé en Molledo”.

SUS LECTURAS INFANTILES Y JUVENILES

“Nunca leí mucho, pero recuerdo aquella colección Molino y también Araluce…A mis doce años empiezo a descubrir mis propios libros, novelas de aventuras como Rebelión a bordo, Tres lanceros bengalíes, todas las de Zane Grey, Oliver Curwood…Verne me fatigaba… Autores como Salgari me sirvieron de puente para acceder a la novela noble: Robinson Crusoe, Mobby Dick o La isla del tesoro.

EL FÚTBOL

El fútbol será lo que al adolescente retraído que es Delibes, Michi, lo relacione con el mundo, con el resto de sus compañeros. “Disponía de un fútbol con botones para jugar a escondidas en el pupitre de clase; otro a base de canicas para el patio; otro con pelotas de trapo o de papel para practicarlo con sus hermanos en la galería de casa; otro, con pelota de goma, para jugarlo en los andenes del Campo Grande, y un balón ensebado y camisetas para jugar en los campos del colegio o en los de sus adversarios, que, en el caso de los Huérfanos de Caballería, eran imbatibles”- cuenta Ramón García Domínguez en “El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca”.

UN DIBUJANTE FRUSTRADO

“Mi verdadera ilusión era el dibujo…Empecé haciendo caricaturas de mis profesores (los frailes de las Escuelas Cristianas)…con el consiguiente regocijo de mis compañeros (Los días de escuela resultaban endiabladamente monótonos)…Luego  (a partir de 1941), comencé a hacer caricaturas para El Norte de Castilla… (sus dos primeros dibujos  son dos “monos” de fútbol ilustrando la información del partido Delicias-Ciudad Real en el estadio municipal de Valladolid. En 1943, como comentarista cinematográfico publica una crítica sobre Deliciosamente tontos, de Juan de Orduña, con la caricatura de la actriz Amparo Rivelles”.

Incluso se atreverá a ilustrar una edición americana de El camino en 1960 con 15 viñetas.

DELIBES, PERIODISTA

Haciendo periodismo, “aprendí tres cosas fundamentales: a redactar, a valorar humanamente la noticia y a facilitar al lector el mayor caudal de información con el menor número de palabras”. Pero el uso de la palabra exacta lo aprende antes, con el manual de don Joaquín Garrigues.

A los muchachos que requieren su consejo, años más tarde, les recomienda el Curso de Derecho Mercantil de Garrigues. “Leyendo a Garrigues aprenderán a valorar  los adjetivos y a escribir con las frases justas, claramente y con sencillez”.

“Siempre he escrito de oído”- dirá.

http://www.catedramdelibes.com/t.php. Para buscar el significado de sus palabras.

EL CAMINO: ESCRIBIR COMO SE ES




Delibes encuentra su "camino" a los treinta años.

Escribí este librito en tres semanas; veintiún días, veintiún capítulos”.

“Molledo Portolín, [fue el] pueblo donde nació [mi padre] y donde yo ambienté El camino”. (Carta a Josep Vergés. 6.8.1955).

“He pretendido hacer una cosa suave, intrascendente, buscando siempre un punto de equilibrio entre la amenidad y la ternura…; es una pequeña historia de una pequeña aldea…”. (Carta a J. Vergés. 5.9.1950).

“Los tipos de El camino eran reales, muchos de ellos incluso físicamente, gente que yo conocía…”.

“Los pequeños héroes de El camino y sus aventuras significan un intento de recuperación de mi infancia”.

“Estos niños que corretean y hacen travesuras a lo largo de las páginas de mis libros pueden ser niños burgueses o de gente bien, o niños olvidados, pobres y desatendidos, pero hay uno, el Mochuelo, en la novela El camino, que no es ni lo uno ni lo otro, que viene a resumir el sentido de mi obra ante el progreso y, en consecuencia, uno de los pilares en que aquella se asienta: la defensa de la naturaleza”.

En 1963, la directora Ana Mariscal  estrena El camino, basada en la obra de Delibes. “Mi primera vivencia cinematográfica (como asesor o revisando el guión) fue El camino, película rodada por Ana Mariscal en el pueblecito abulense de Candeleda. Recuerdo que ya entonces me sorprendió tanto la lentitud del proceso creador como que el argumento no se rodase linealmente…Recuerdo también que los pequeños protagonistas se cansaban de la morosidad del rodaje, de forma que cuando Ana Mariscal inició la toma de la escena en que Daniel, el Mochuelo,  deposita un tordo entre las manos muertas de su amigo Germán, el Tiñoso, este se había dormido profundamente en el ataúd, hecho que impresionó mucho a su madre, allí presente, pero que en punto a naturalidad facilitó extraordinariamente las cosas”.

En 2002, la novela alcanza la cifra de 65 ediciones en español  y 1.850.000 ejemplares. Será su primera novela trasladada al cine, en 1962, por Ana Mariscal.

Para Delibes, la novela contemporánea debe ser breve, abarcable, no más de 250 páginas.

MIGUEL DELIBES, EL HOMBRE

Se ha descrito como “neurótico”; obsesionado por la muerte desde la infancia, con temor al ridículo, pesimista…

En la memoria que se edita al final del bachillerato en el Colegio de Lourdes, el profesor de Psicología describe así a Delibes: “Tiene la mirada lánguida y un poco tristona…”.

“Yo creo que hay que ser de una pasta especial para aguantar a un escritor”- le confesará a Javier Goñi. Su mujer, Ángeles, “su equilibrio”, que fue quien le enseñó “a leer bien y lo debido”, le permitirá aislarse “encargándose de la economía, el papeleo, el correo o los colegios”.

LA GUERRA CIVIL

Cuando estalla, le faltan tres meses para cumplir los 16 años. “Fue un amargo despertar a la adolescencia”. En su relato “El refugio” refleja el ambiente y la zozobra de aquellos días. Como la movilización era obligatoria con 18 años, a los 17 se alista en la Marina, como voluntario. Lo destinan al buque Canarias, donde está hasta el final de la guerra. “Yo creo que si fuera posible hacer un estudio médico de las personas que participamos en aquella terrible conflagración, resultaría que los mutilados psíquicos somos bastantes más que los mutilados físicos”.

SU MUJER, ÁNGELES

“Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio (murió en 1974), me faltó la referencia. Dejé de hacerlo, dejé de escribir, y esta situación duró años”.
Su novela Señora de rojo sobre fondo gris es su particular homenaje.

Quizá el rasgo más veces repetido en esta historia de admiración y adoración es “su frágil cuello”…

TRES FECHAS CLAVES EN SU VIDA

1947: Año en que gana el premio Nadal, lo que le decide a seguir con la literatura.

1974: Año en que muere su esposa Ángeles, su “equilibrio”.

1990: Año en que cumple los 70 que, de siempre, se puso como límite para ir clausurando sus actividades deportivas y literarias.

LA VEJEZ

“Siempre imaginé la vejez sosegada, desapasionada, sin dolores ni molestias. Eso sí, con la cabeza confusa y las ideas más turbias. No es así. Veo claro y pienso claro. No quiero decir que acertadamente, sino simplemente que pienso con claridad. La post-operación de un cáncer [en 1998] me dejó muy disminuido, muy deteriorado, con muchos agujeros y, después de nueve años, ninguno ha desaparecido dijo en una entrevista a la Revista Mercurio,  en octubre de 2007.

“El balance de la intervención quirúrgica fue desfavorable. Perdí todo: perdí hematíes, memoria, dioptrías, capacidad de concentración… En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo. Imposible volver a escribir…Estaba acabado…Terminé como siempre había imaginado: incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad” – escribe en el Preámbulo al primer tomo de sus Obras Completas.

SU LIBRO FAVORITO, VIEJAS HISTORIAS DE CASTILLA LA VIEJA.

Si tuviera que elegir, como lector y no como Miguel Delibes, un libro para iniciarse, sería éste. “Como lector, suelo iniciarme con un autor por lo más corto que encuentre. Si me gustase, iría aumentando el volumen de mis lecturas respetando la cronología, aunque sin ningún rigor”.

Su libro más optimista (según él): Diario de un cazador.

DEL 2000 AL 2010

El 17 de octubre de 2000, cuando cumple 80 años, se inaugura en Valladolid “La ruta de El hereje”.

En 2002 se publica la correspondencia entre MD y su editor, Josep Vergés, en Destino. Casi 40 años de cartas (1948-1986).

En 2003, se celebra en Nueva York (USA) un Congreso Internacional sobre su obra. Se clausura con la creación de la cátedra Miguel Delibes, con sedes en las universidades neoyorkina y vallisoletana. http://www.catedramdelibes.com/t.php.

En 2005, Ramón García Domínguez publica “El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca”, una biografía delibeana a partir de vivencias, opiniones y anécdotas desperdigadas por toda su obra.

En 2005 publica junto con su hijo  Miguel “La Tierra herida” una conversación entre un científico y un profano sobre los problemas ambientales que acechan a la Humanidad.



En 2007, coincidiendo con su 87 cumpleaños, se organiza en Valladolid un Congreso Internacional con el título “Cruzando fronteras: Miguel Delibes entre lo local y lo universal”.

En 2009, recibe la Medalla de Oro de Castilla y León y la Medalla de Oro al Mérito Turístico de Cantabria. Y la localidad de Molledo le concede el título de Hijo Adoptivo, un homenaje de los habitantes del Valle de Iguña, protagonista de El Camino, con su paisaje y sus gentes.

Muere el 12 de marzo de 2010 a los 89 años.

MD Y CANTABRIA: SUANCES Y MOLLEDO-PORTOLÍN

El 7 de agosto de 1948 Delibes escribe  a su editor Josep Vergés desde Molledo, lugar de nacimiento de su padre y donde la familia solía pasar las vacaciones de verano.

Carta del 29 de junio de 1957 a Josep Vergés, editor de su obra: “Mañana salgo con los chicos a pasar el verano en Suances, Santander, [hoy, Cantabria]. Si algo hubiera, dirígeme la carta a Veramar, nombre del chalet”. El 30 de julio se disculpa por la letra: “ … te escribo apoyado en las rodillas, cosa explicable, pues me he propuesto no perder un minuto de brisa marina”.

En “Mi vida al aire libre” hay continuas alusiones a lugares de Cantabria: Refiriéndose a su padre, dice: “Aún le recuerdo, en la playa de Suances [La Concha], en Santander [hoy, Cantabria], reloj en mano, cronometrando nuestras inversiones (nunca más de diez minutos), la arena resplandeciente, al fondo la Isla de los Conejos…”.

Sobre las posibilidades de la bicicleta para una pareja de enamorados “separados y sin dinero”, relata: “En 1941 yo veraneaba en Molledo-Portolín (Santander) y Ángeles, mi novia, en Sedano (Burgos), a cien kilómetros de distancia”. A continuación, narra las vicisitudes del recorrido de ida y vuelta.

UNA NOVELA. SEÑORA DE ROJO SOBRE FONDO GRIS, 1991.



“Es un homenaje literario a mi mujer, Angeles… Ella aparece en el libro tal y como era, y tiene el mismo trágico y prematuro final (un tumor cerebral). Todo lo demás, los hechos, la cronología, están alterados y sometidos a la estructura narrativa y novelesca”.

“El título hace referencia al de un cuadro que sale en la novela y que no es otro que el retrato de Ángeles que pintó Eduardo García Benito y que tengo en mi despacho”.

El primer libro que Miguel Delibes dedica a su mujer  es “Diario de un emigrante”, en 1958. La dedicatoria dice así: “A Ángeles de Castro de Delibes, mi equilibrio”. A su muerte, en 1974, dirá: “Ha muerto la mejor mitad de mí mismo…Fue el eje de mi vida y el estímulo de mi obra, pero, sobre todo, el punto de referencia de todos mis pensamientos y actividades.

Como novia, Miguel Delibes la recuerda “bella, grácil y alegre…No era coqueta, era atrayente…envolvía con su forma de ser”.

Como compañera, “me ayudó extraordinariamente. Me permitió que me pudiera aislar, encargándose ella de la economía, del papeleo, del correo, de los colegios: todo pasaba por sus manos…Además tenía un agudo sentido crítico, y como era una mujer muy inteligente y con muchas lecturas tras ella, yo le dejaba los manuscritos recién acabados para que me diera su opinión y ella me hacía ciertas observaciones, ciertos reparos que, en un primer momento me irritaban, pero terminaba haciéndole caso…Otra virtud era su sentido de la belleza; tenía, además, un gran oído y una gran facilidad para los idiomas…”

Su hijo Germán la recuerda de la siguiente manera: “Optimista, imaginativa y cariñosa. No sabía lo que era el rencor o simplemente no lo cultivaba por estéril. Una mujer muy positiva y nada extremosa. Además, era espontánea y directa, a la vez que respetuosa, lo que hacía muy fácil entenderse con ella. Era muy dulce pero no le faltaba carácter y le teníamos todo el respeto que ella juzgaba necesario: para nada excesivo, ya que la confianza con ella era enorme, mayor sin duda que la que mantuvimos con nuestro padre, siempre más distante. No tenía buenas relaciones con los animales, ni siquiera con los de compañía, pero con unos hijos tan aficionados a la fauna, consintió en vivir en una casa llena de garduños, zorros, conejos, ginetas, tritones, tortugas, culebras, grajillas y arrendajos… En fin, se nos murió muy pronto, antes de poder mimarla tanto como había merecido”.

Julián Marías la describe como “esa mujer que con su mera presencia aligeraba la pesadumbre de la vida”.

Opiniones sobre la novela

Jordi Solé Tura, ministro de Cultura, en 1992: “Debería ser de obligada lectura en esta sociedad de hoy tan disipada y ajena a los sentimientos más auténticos”.

Al cine

“Pilar Miró (+ 1997) me pidió llevar al cine “Señora de rojo sobre fondo gris”, a las pocas semanas de salir el libro, en 1991. El relato era tan íntimo que entonces no consideré oportuno acceder”.

EN BREVE

Le fastidia el protocolo y el protagonismo.

Su único dogma inamovible: el hombre en la naturaleza.

 ENLACES. Más sobre Delibes


https://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2014/12/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. Diario de una viajera en tren. A Molledo, en busca de las localizaciones de El Camino.

https://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2020/02/a-molledo-en-el-ano-del-centenario-de.html. A Molledo en el centenario de Delibes (1920-2020).

SABER MÁS


Bibliografía: R. García Domínguez. Miguel Delibes: un hombre, un paisaje, una pasión. Destinolibro.

Agenda del Centenario Miguel Delibes


Del 20 de marzo al 21 de junio de 2020, exposición “Delibes 1920-2010” en la Sala Recoletos de Madrid (Paseo de Recoletos, 20-22).