jueves, 23 de abril de 2020

JOAN MARGARIT, PREMIO CERVANTES . RECUERDOS Y OBRA POÉTICA



“Para escribir este libro [Para tener una casa hay que ganar la guerra] me he servido de una hoja de papel donde un día, hace muchos años, mi madre y yo hicimos lo posible por rehacer la secuencia temporal de los movimientos de nuestra familia durante los años de posguerra. También de un breve dietario de mi madre…”- cuenta al principio del libro.

“He querido bucear exclusivamente en los recuerdos que han quedado en mi mente, intentando entender por qué están aún ahí. Y qué tienen que ver con la construcción de mis poemas…”.

Primeros recuerdos

“Mis primeros recuerdos empiezan en Sanaüja -"el primer paisaje"- [el lugar donde nació] con tres o cuatro años [1941-1942]…”. “…El huerto de Sanaüja. Mi descubrimiento de la riqueza dentro de la miseria…Unas humeantes patatas hervidas siempre serán para mí un símbolo de alegría…”.


“En la casa del pasaje Sant Felip [en el barrio de Sant Gervasi, en Barcelona] se ubican mis recuerdos más lejanos…La nuestra era una versión desolada de las casas que describe la escritora [Mercè Rodoreda]. Teníamos pocos muebles y muy sencillos. Mi primer recuerdo recoge esa sensación de vacío: estoy de rodillas sobre un mosaico hidráulico con cenefas verdes y rosas, bajo la alta mesa de dibujo en la que mi padre delinea sus proyectos. Hace calor, pero puedo notar la agradable frialdad de las baldosas…Estoy a punto de cumplir cuatro años. Aunque mi padre está inmerso en su trabajo, mi sensación es de amparo…”.

Preguntas

“Pisé por primera vez las tierras del Delta del Ebro cuando ya tenía nietos… ¿Por qué me he sentido siempre tan lejos de mis orígenes maternos…?”.

“Mi madre siempre tuvo dificultad para expresar afecto…le costaba expresar sus sentimientos…Me pregunto, ahora, si no sufro también esa carencia para expresar amor. ¿No responde mi poesía a dicha dificultad para transmitir afecto?…”.

“Mi abuelo [paterno, Joan Margarit] …nunca hacía referencia a su vida anterior…Nunca lo oí hablar de sus padres…He aprendido a utilizar esa fuerza oscura [el silencio de mi abuelo] en mis poemas”.


“En Sanaüja empieza a decidirse qué será y cómo será mi poesía…”.


“Pronto conocí el miedo que tenían mis padres y mis abuelos. ¿Qué significaba el silencio que aquellas cuatro personas pusieron sobre el pasado, qué significaban sus recomendaciones continuadas de prudencia…?...Mi descubrimiento del miedo es la toma de conciencia del miedo de los mayores…”.


“Son muchas las incógnitas que siguen sin encontrar solución en mi vida”…

Reflexiones

“La tranquilidad interior tiene mucho que ver con el amor que has recibido y con el que has sido capaz de dar…”.

“He transmitido a mis hijos muy poco de aquel mundo rural…que forma parte de mi escritura”. …[En Rubí] Mi abuelo …me habla de los campos [del Vallès]. Los primeros nombres de  arbustos y aves los escucho en estas excursiones… [En Saraüja] Las tareas del campo están perfectamente repartidas. La tierra y la azada son para mi abuelo; los animales pequeños, para mi abuela. Ella es la que cocina y entre los dos traen los alimentos del huerto, situado junto a la riera, desde donde él desvía el agua de riego”.


…”añorar equivale a desear un diálogo imposible”.


La alegría de la naturaleza

“En mi obra se pueden contar casi 70 poemas en los que aparece un jardín o un parque… El antecedente de todos ellos es el huerto de Sanaüja…Ver cómo mi abuelo levanta o destruye barreras de tierra con la azada, gobernando el paso de un lugar al otro, era  uno de mis pasatiempos favoritos”. O la vendimia con los campesinos de la calle San Gaietà [en Rubí].  “Descalzo, en medio de los chicos mayores con sus pantalones arremangados, piso cantando y riendo hasta que no puedo más…”.


Cuando viven en Rubí, a su abuelo le gusta llevarlo a merendar a alguna fuente. “Me habla de los campos. Los primeros nombres de arbustos y aves los escucho en estas excursiones…”.

En Girona, “los domingos por la mañana mi padre nos lleva a bañarnos en aquel tramo del río [al otro lado de la Dehesa (un parque), a orillas del río Ter], en unas aguas transparentes sobre un fondo de arena limpia. Son los primeros impactos de la belleza”…

“Soy de secano, y los bosques siempre me despertarán un sentimiento en el que se mezcla la protección, el placer estético y la posibilidad de desarrollar la parte más noble de lo íntimo”.


A mi reconocimiento artístico y sentimental le faltaba el mar…Descubro el mar en el verano de 1950…en Port de la Selva…Jamás había percibido, tan avasalladora, la sensación de que el paisaje puede significar tantas cosas inexplicables, poderosas, que ya no me abandonarán”.

El profesor Grimalt: la música de las palabras

A los 6 años, en Rubí, entra en la escuela del señor Grimalt. … “escribe una palabra…siempre sin acento…y nos la hace cantar marcando las sílabas con todos los acentos posibles…Una forma de adentrarme en la división silábica y en la música de las palabras que me estructura la mente y la prepara para comprender, muchos años más tarde, la métrica”…

El concepto de la belleza


“Tendrá que ver, ya para siempre, con la visión de la Dehesa [“El Paraíso”…”No olvidaré nunca las estrellas entre las ramas”] o el espectáculo del río y los tejados de la ciudad y la catedral vistos desde mi casa [en la calle Nou, cerca del Puente de Piedra]”.

“La fuerza para vivir con dos hijas muertas…”. Historias de pérdida.

“La pérdida recorre de un extremo a otro mis poemas. Ese es mi verdadero punto de partida”…


Cuando él tiene cinco años, su hermana Trini, de cuatro meses, muere de meningitis. “Mi padre no hablará nunca más de Trini. Mi madre toda su vida aprovechará cualquier momento de intimidad para evocarla…”.

“La necesidad de construirme la estructura personal más fiable posible” será otro punto de partida de su poesía, provocado por tantos traslados, “y la necesidad de desarrollar el concepto de “refugio interior”- que, años más tarde, estará también en mis poemas”.


La poesía como “herramienta contra el dolor y la tristeza, capaz de ofrecernos consuelo y un mayor orden interior”.

Referencia explícita a lugares, personas, colores y sonidos…


Poema “Tío Lluís” (… “y yo estoy orgulloso de escribir/ como en sus buenos tiempos hizo la poesía,/los versos de una puta que salvó/ a un hombre y a ella misma por amor…/ " .

… “el misterio de las cabras [de niño, su madre le manda a buscar sangre al matadero para elaborarla con cebolla; sus balidos le producen un estremecimiento “que recorrerá toda mi vida”]…me llevará a escribir uno de mis poemas al que le tengo más cariño…”:

El oráculo

Eres tú cuando niño, con un cazo.
En el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
Hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
Bajo una de ellas has dejado el cazo.
Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre
armado de un punzón, la ha degollado.
Como ocurría en Delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
Lo haces ahora, mientras meas sangre.



El poema “Primer amor”, nace de uno de sus callejeos por la ciudad de Girona. “Allí donde la calle Nou se encuentra con el Puente de Piedra hay una cuchillería, Can Boué…de entre todas las navajas…, una…sobresale por su elegancia…”:

PRIMER AMOR

Triste Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.

La profesora de alemán, uno de sus poemas que prefiere, habla de su profesora en el instituto. Él es el único alumno. “Al  llegar, a primera hora de la tarde…la encuentro de rodillas, fregando el suelo, con cubo y bayeta…nunca impartirá clase en el sentido estricto del término…me pregunta cosas que no tienen nada que ver con la asignatura: qué haré de mayor, dónde vivo…”: 

LA PROFESORA DE ALEMÁN


En aquel Instituto de posguerra
debí haber aprendido algo de griego
y adquirido un barniz sobre los clásicos.
Pero, si aprender algo era difícil,
nada tenía aún menos futuro
que el alemán, cubierto por negruzcos
escombros de Berlín bajo la nieve.
La mía era una lengua perseguida
y la suya una lengua derrotada.
En un aula pequeña del chalé
donde estaba instalado el Instituto,
al entrar la encontraba de rodillas
fregando junto a un cubo, hablando sola.
No sé alemán y en general no tengo
buen recuerdo de toda aquella gente,
pero no olvidé nunca su dolor.
Ahora que paso cuentas con quién soy
siento en frías baldosas mis rodillas
mientras borro el ayer, como ella hacía
con la roja cenefa del mosaico.

El Turó Park es protagonista de muchos de sus poemas (“después de más de sesenta años, aún puedo dibujar un mapa de memoria”…). “Tal vez el que refleja mejor lo que representó para mí…se titula Días de 1948 en el Turó Park:

DÍAS DE 1948 EN EL TURÓ-PARK

Alto y construido con ladrillos rojos,
el bloque, por detrás, donde daba mi casa,
tenía mucha luz: se abría a la maleza
de afueras y solares del suburbio.
Delante estaba el parque con el orden
del misterioso verde oscuro urbano.
De aquel lado de atrás me asustó siempre
un erial demasiado luminoso.
Como una alegoría del país devastado
en el que yo nací. Del lado de delante
me ha asustado acabar como un intruso
en un parque bellísimo sin haber sido nunca
un romántico inglés de clase alta.
Esplendor y adustez son mala simetría.
Me gusta, a veces, regresar al parque.
Ahí lo descubrí: para ser libre,
que aquellos que te quieren
no sepan dónde estás.

Agradecimientos

Además del capítulo final, señala a dos personas en relación con lo que ha buscado siempre en su poesía: “prescindir de lo ajeno a la verdad”: son su abuela, en la infancia, y su hija Joana, más tarde; ambas mezcla de bondad “y de esa aparente ignorancia que oculta otra sabiduría…”. 

SABER MÁS


https://www.joanmargarit.com/es/tio-luis/. Poema Tío Lluís. “Él será para mí el único personaje entre los adultos ligado absolutamente a la alegría”.

https://www.elmundo.es/cataluna/2017/03/14/58c6f088268e3e42548b45ff.html. Passatge de Sant Felip en Sant Gervasi, Barcelona.


http://saturnia-vuela.blogspot.com/2013/09/sestina-elisabeth-bishop.html. Sestina, de Elizabeth Bishop. “…la presencia tranquilizadora de mi abuela y una estufa de leña”.

https://www.youtube.com/watch?v=8VB6DqEaMNU. Mi caravana, de Raúl Abril. “Recordaré y continuaré cantando para mí, toda la vida, en voz alta, aquella canción…Mi caravana”.


https://www.youtube.com/watch?v=LXwhwP-y_Uo. Las muchachas de la plaza de España, de Mario Visconti. “De viejo aún la sigo tarareando”…


http://edaddeplata.org/archivo/cervantesenresidencia.html. Joan Margarit en la Residencia de Estudiantes.


https://elpais.com/cultura/2020/04/22/babelia/1587577937_116917.html. Joan Margarit, un Cervantes en cuarentena

UN POEMA FINAL

No tires las cartas de amor

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
—esta flecha de sombra—
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.




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