Su autor, Kamo no
Chomei nació en Kamo (donde su padre era
sacerdote del templo Kamo, en Kyoto, Japón) en 1155 y murió en Hino (donde
escribe sus Pensamientos), en 1216, con 61 años.
“Yo monje bonzo Ren´in
[nombre budista de Chomei que significa “heredero del loto”], escribí esto en
la cabaña de Toyama al final de la tercera luna del segundo año de la era
Renryaku [esto es, en el año 1212]”- termina el pequeño ensayo.
A partir del capítulo 8 se
refiere a sí mismo (antes, habla de catástrofes pasadas hasta cumplir los 30
años: un incendio pavoroso que destruye
un tercio de la ciudad; un huracán, una hambruna que consume a más de
cuarenta mil personas, un terremoto…Todo ello le hace darse cuenta del
“carácter transitorio de las cosas de este mundo”): “…En cuanto a mí, heredé la
casa de la madre de mi padre. Viví allí durante mucho tiempo, pero luego las
relaciones familiares se rompieron y me vi en la pobreza… Entonces, con ya más
de treinta años, se me metió en la cabeza la idea de construirme yo mismo un
refugio”…
La nueva morada es la décima
parte de la anterior y consta de una sola habitación. Pero aún no es
suficiente. Le queda la autoconstrucción…
“Al cumplir cincuenta años,
abandoné también aquella casa y me retiré del mundo… a una ladera del monte
Ohara”. Sin mujer e hijos, rango o ingresos, “para qué apegarme al mundo” -se
pregunta.
Disciplinar
la mente y practicar el camino del Buda
Allí vive durante cinco años
hasta los 60. Luego, con unas tablas y unos pasadores metálicos para plegarlas,
se construye su último refugio, el más pequeño, una cabaña, hojo, de 3 metros
cuadrados “en lo profundo del monte Hino”. “El suelo era la propia tierra, el
techo era de paja…”.
Con el tiempo, va añadiendo
pequeños espacios: “En el lado este de la cabaña agregué un cobertizo de un
metro de ancho…para guardar y secar la leña. En el lado sur, añadí una pequeña
terraza de bambú, al oeste de la cual dispuse un altarcillo para las ofrendas…”.
También aprovecha lo que el
lugar le ofrece: “Al norte de la cabaña hay un poco de tierra que conforma mi huerto, delimitado
por unos arbustos, Allí cultivo todo tipo de plantas medicinales…al sur hay una
cañería de bambú con la que traigo el agua de un estanque hecho con piedras.
Un bosque cercano me abastece de leña en abundancia”.
En el interior de la cabaña,
dispone todas sus pertenencias: “Al suroeste situé una estantería de bambú con
tres cestas forradas de cuero en las que guardo libros de poesía y música…Junto
al estante, contra la pared, un koto
[arpa/cítara] y una biwa [laúd]. Al
este, a modo de cama, unas ramas de helecho que me sirven para descansar
durante la noche…Al oeste, detrás de un biombo…, un nicho para la imagen de
Amida [un buda celestial]…Y sobre la puerta de ese nicho…las imágenes de Fugen
y Fudo [dos guardianes]”. La mesa de trabajo, bajo la ventana, al este, y un
pequeño hogar para calentarse, conforman toda la estancia.
El
día a día
“Cuando no estoy de humor
para orar ni para leer, descanso y holgazaneo…Al atardecer…, pulso la biwa”. Cuando siente “la vida fugitiva”
por la mañana, “trato de escribir a la manera de Mansami [un poeta]” o
contempla los barcos que navegan por Okanoya. “En las noches serenas, mirando
la luna por la ventana, recuerdo a los viejos amigos”.
También dedica parte de su
tiempo a la recolección: “…los brotes de los juncos que encuentro en las
llanuras y los frutos de los árboles que hay en las laderas de las montañas”. “Mis
manos son mis sirvientes, mis piernas mi vehículo… ¿no es cierto que caminar a
diario es beneficioso para la salud…?”.
Las estaciones y su cambio
le proporcionan nuevos estímulos: “En primavera, las glicinas…En verano,
escucho el canto de los cucos… En otoño, las voces de las cigarras…Y, en invierno,
contemplo la nieve…En cada estación que pasa, la montaña me ofrece su encanto
inagotable”. Como él dice, “La belleza de un paisaje, no tiene dueño”…
Buscando
la serenidad
“Conociéndome y conociendo
el carácter transitorio del mundo, no deseo nada que esté fuera de mi alcance y
tampoco me inquieto por lo que no tengo. Solo busco la tranquilidad y el placer
que me ofrece la ausencia de toda angustia”.
Y continúa: “La enseñanza
del Buda consiste, en esencia, en el desapego hacia todas las cosas”. Eso intenta…
SABER
MÁS
http://es.youinjapan.net/kyoto/ohara.php. Más sobre Ohara.
https://www.nippon.com/es/features/jg00004/.
Koyo, los colores del otoño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario