miércoles, 19 de junio de 2013

CARTAS DE SCOTT FITZGERALD A SU HIJA SCOTTIE


Como dijo Malcolm Cowley en una entrevista para el NY Times: “Fitzgerald no escribía estas cartas a su hija en Vassar [universidad], sino a sí mismo en Princeton [cuando él mismo era universitario]”. Sin embargo, hay en ellas mucha honestidad. “Te escribo con toda libertad”.

Scott le habla con sinceridad de su situación económica (“Aún no estamos libres de deudas”, “Eres una niña pobre”). Le aconseja sobre lecturas: “¿Por qué no buscas un volumen de Gilbert y Sullivan y lees las maravillosas letras…?. “Me alegra saber que por fin te empieza a gustar Dorothy Parker y que has tenido el buen gusto de elegir “Del diario de una dama neoyorkina”. Es una de sus mejores obras…”. “Lee Moll Flanders”…”Léete Casa desolada (el mejor libro de Dickens)”…”No empezaría Henry James por El retrato de una dama…¿Por qué no lees antes Roderick Hudson o Daisy Miller?”.”Lord Jim es un gran libro; al menos en su primer tercio y en la concepción general”. “Sister Carrie, casi el primer ejemplo de realismo americano, es rematadamente bueno”. “Me alegra saber que has leído a Malraux”. “¿Has leído este verano algún buen libro como Los hermanos Karamazov o Diez días que estremecieron al mundo [de John Reed] o la Vida de Jesús, de Renan…Le Père Goriot o Crimen y castigoCasa de muñecas o San Mateo o Hijos y amantes?”. “Me alegra saber que te gustó Muerte en Venecia”.

En el prólogo escrito como introducción a las cartas por Scottie Lanahan en 1965, ella cuenta, ya de adulta, como al recibir “estas cartas espléndidas…me limitaba a examinarlas en busca de cheques y nuevas y luego las metía en el cajón inferior derecho”.

La relación con su padre, un “escritor famoso”, fue difícil. “En primer lugar, supongo que es imposible formarse el hábito de inventar personas, construirlas y manejarlas como muñecas de papel sin hacer en cierto modo lo mismo con la gente de carne y hueso…”.

Ella reconoce una infancia “dorada”,  hasta los once años. “Pero desde el momento en que la primera de las cartas de esta antología fue escrita [1933] hasta su muerte en 1940…casi lo único que recuerdo son sinsabores: la enfermedad incurable de mi madre, los problemas de salud de mi padre, sus problemas de dinero y -lo más duro de todo, creo- su eclipse literario”.

Scottie, como dice en el prólogo, prefería “los chicos, Fred Astaire y pasarlo bien  a hincar los codos y trabajar”. En cambio, su padre aborrecía la pereza y la holgazanería y era un defensor a ultranza del esfuerzo. “Nunca he recriminado a nadie sus fracasos…pero soy totalmente despiadado con la falta de esfuerzo”.

Así, le sugiere “adquirir el hábito de la pulcritud…despachar cada asunto a su debido tiempo… Hacerte el hábito mental de abordar las tareas difíciles en primer lugar, cuando estés totalmente fresca…”.

Le previene con su propia experiencia

Scott predica con el ejemplo, y se pone a sí mismo de imagen: “Yo no aprendí hasta los quince años que en el mundo vivían otras personas aparte de mí, y lo pagué muy caro”. “El precio de las aventuras prematuras es atroz…De todos los chicos que conocí que bebían a los dieciocho o diecinueve años no hay uno que no esté a salvo en su tumba”.

Retazos de autobiografía

Scott le confía a su hija experiencias y recuerdos de sus años mozos.

“Solía escribir cartas interminables desde mi segundo año de carrera a Ginevra King (que más tarde sería uno de los personajes  de A este lado del paraíso)…Fue la primera chica que amé”. En otra carta anterior, le había dicho, a cuenta de que los excesos se pagan: “Estaba escrito que Ginevra King terminaría siendo expulsada de Westover”.

“No empecé a fumar hasta mi segundo año en la universidad, pero bastó un año de tabaco para coger una tuberculosis que ha proyectado una sombre muy alargada”.

“Durante toda mi vida, he echado de menos tener otras aficiones que no fueran la estrategia militar y el fútbol…Y después de leer a Thoreau, sentí todo lo que me había perdido al apartar la naturaleza de mi vida”.

Escribir, “un trabajo espantosamente solitario”

“Nunca he querido que eligieras este camino…”- le escribe; pero, ya que lo hace, está dispuesto a compartir  con ella lo que a él le llevó años aprender.

Le habla de “la fuerza del verbo en la descripción…La buena prosa se basa  en que los verbos carguen el peso de las frases. Los verbos hacen que las frases se muevan”.

“A menudo pienso que la escritura consiste simplemente en ir deshojándote para quedarte más fino, más desnudo, más magro”.

“El talento para la prosa depende de…: tener algo que contar y una manera interesante y bien trabajada de contarlo”.

“El defecto principal de tu estilo es la falta de refinamiento…Y la única cosa que puede ayudarte es la poesíaLa víspera de Santa Inés [de Keats] encierra las imágenes más ricas y sensuales de toda la literatura inglesa, Shakespeare incluido…Si uno conoce estas cosas de muy joven y tiene un poco de oído, es casi imposible que más adelante no sepa separar el oro de la escoria en lo que lee”.

“Los mejores cuentos son los que se escriben de una o tres sentadas…El cuento de tres sentadas hay que escribirlo en tres días sucesivos y luego dedicar un día o dos a revisarlo antes de soltarlo”.

La actualidad en las cartas

“Mi padre siempre había acompasado su vida para que coincidiera con la del país”- cuenta Scottie en el prólogo.

En julio de 1936, Scott le escribe: “Lo de Europa queda definitivamente descartado. España está sumida en los “tiempos convulsos de la revolución”, como dicen los periodistas”.

En abril de 1938 los tambores de guerra ya resonaban: “Lo más probable es que estos años sean la última oportunidad de conocer Europa tal y como era…Si te sorprende la guerra este verano…”.

Rotterdam es el centro de la arquitectura moderna…J.J.P. Oud… y sus viviendas para obreros…son un ejemplo para el mundo entero” (Julio 1938).

Personajes de la meca del cine

Scott estuvo trabajando en la confección de varios guiones para películas de Hollywood. “La tercera aventura hollywoodiense”- le escribe en julio de 1937. Lipstick, en 1927. The Red-Headed Woman, en 1931. Y Tres camaradas, en 1938, la única en que consta como guionista en los créditos, son algunas de ellas.

En ocasiones, vierte comentarios en sus cartas sobre los actores y actrices que conoce: “Errol Flynn [oct. 1937] nos acompañó un rato; me pareció muy agradable, pero más bien tontorrón y fatuo”. “Shirley Temple [Jun. 1940] es un chica muy dulce y me recuerda a ti con once años y medio, cuando aún no habías sucumbido a las astucias de Fred Astaire”.

Su última carta

Es de diciembre de 1940 (Scott murió el día 21). En ella le cuenta que sigue en cama, “el resultado de veinticinco años de cigarrillos”. Le pide que sea cariñosa con su madre en Navidad. “Sus cartas son trágicamente brillantes…Qué insólito que fracasara como criatura social”. Hay piedad y compasión en sus palabras: “Los locos son simples invitados sobre la Tierra, eternos extranjeros que deambulan por el mundo con decálogos rotos que no saben leer”. Y le informa de que está leyendo You can´t go home again, novela póstuma de Thomas Wolfe: “La historia sobre el incendio es espléndida…El retrato de la señora Jack también es estupendo. Es totalmente creíble”.

Termina con una posdata enigmática: “Por el amor de Somerset Maugham, ¡la carta!”.


Merece la pena leer estas cartas y complementarlas con las que Scott y Zelda se escriben entre sí (Querido Scott, querida Zelda. Lumen, 2003), para ver con sus ojos el mundo. 

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