miércoles, 21 de junio de 2017

PEREGRINOS DE LA BELLEZA. Viajeros por Italia y Grecia


Este es el primer libro de María Belmonte. Mientras lo escribía su sueño era que se publicara en la editorial Acantilado (como así ha sido). Ahora que estamos a punto de empezar las vacaciones de verano, es un buen momento para hablar de lugares a viajeros literarios…

“La belleza es lo único que salva al ser humano de la absoluta soledad”- dice su autora en el prólogo. En su seguimiento, se ha rodeado de una serie de “mentores” que “han agudizado mi mirada, ensanchado mi percepción y guiado mis pasos por el Mediterráneo”. Ellos han sido Lawrence Durrell, Kevin Andrews, Patrick Leigh  Fermor y Henry Miller – en el caso de Grecia, y Winckelmann, Wilhelm von Gloeden, Axel Munthe, D.H. Lawrence o Norman Lewis, en el caso de Italia. “Cuando sigo las huellas de un personaje que me es querido, el viaje se transforma en una especie de peregrinación a los Santos Lugares…”.

LLEGAR A SER MEDITERRÁNEO

“Es posible – cualquiera que sea nuestro lugar de nacimiento o residencia -llegar a ser mediterráneo” – escribe el autor bosnio-croata Predag Matvejevic en su Breviario mediterráneo.

María Belmonte comenzó pronto: “El primer libro que compré con nueve años fue Mitología griega y romana, de Herman Steuding…Ya de adolescente, en París,  escuché por primera vez el sonido de la lengua griega moderna en boca de un poeta…y decidí aprenderla”. En su primer viaje a Florencia, se quedó extasiada ante la catedral de Santa María del Fiore, el “Duomo”. “Nunca había sentido tanta felicidad”. Quizá es lo que le lleve a estudiar Historia y Antropología…

Ahora, visita las islas griegas “de la mano de Larry Durrell”, sube al monte Olimpo “siguiendo a Kevin Andrews”, recorre “la misteriosa región de Mani [parte central de la península del Peloponeso]” con Paddy Leigh Fermor y conoce “los rincones más secretos de Capri” gracias a Axel Munthe. “La historia de San Michele formaba parte de la biblioteca de mis padres y fue uno de los primeros libros que leí en la adolescencia…” - confiesa la autora.


“Todo el Mediterráneo…parece surgir del sabor agrio y picante de las olivas negras entre los dientes…Toda la belleza del mundo está contenida en una gota de aceite griego recién prensado”- escribe Larry Durrell en La celda de Próspero.

EL VIAJE AL SUR

Un profesor de historia del arte durante la carrera es quien le descubre a Winckelmann, considerado el fundador de la Historia del Arte y de la Arqueología modernas. Principal teórico del movimiento neoclásico en el siglo XVIII, sostenía que “si queríamos alcanzar la perfección, era preciso imitar a los antiguos griegos”. “Nada hay que pueda compararse con Roma…si deseas comprender a la humanidad, éste es el lugar para hacerlo”- escribió. Él mismo decía que su año real de nacimiento había sido 1756, cuando con 39 años se traslada a Roma, y no 1717.

Impulsados por sus descubrimientos y sus palabras, muchos jóvenes (y no tan jóvenes) del norte de Europa se pondrían en marcha hacia el sur, buscando confirmar su experiencia (en el llamado Grand Tour). Entre ellos, Goethe, a sus 37 años. Su Viaje a Italia, publicado en 1816, fue, a su vez, un aliciente para otros.


Por ejemplo, Wilhelm von Gloeden, “el barón fotógrafo”, nacido en Alemania en 1856  quien, en 1878, parte rumbo a Italia y se enamora de Taormina, en Sicilia. Allí se dedicará a fotografiar a jóvenes lugareños (campesinos, pastores y pescadores) a la manera de las estatuas griegas. “Gloeden consiguió plasmar el ideal erótico-estético de Winckelmann encarnado en el Apolo de Belvedere”.

También viajó “al sur” Axel Munthe en 1876 desde Estocolmo. En 1870, con veintitrés años, llega de recién casado a Capri en su luna de miel. Años más tarde, establece allí su residencia. “Vivo en las mismas condiciones que la gente pobre que me rodea…Como lo mismo que ellos, llevo sus mismas ropas…Trabajo varias horas al día en un campo y en la viña, cuido de los enfermos, escribo cartas para ellos y leo las esperadas respuestas…” – escribirá  a un amigo.

Allí construyó su casa, la Villa San Michele, de 1895 a 1899. “Mi casa estará abierta al sol, al viento y a las voces del mar, como un templo griego – y luz, luz, luz por todas partes”.

D.H.Lawrence hizo lo propio en 1912, desde Múnich hasta Gargnano, en Lombardía,  a pie. En busca del sol para un tuberculoso. Luego, vendrían  Fiascherino, Florencia, Capri y Taormina, o Cerdeña.  Los últimos años de su corta vida, solo 44 años, los pasa explorando los lugares donde se encuentran restos etruscos, para él un pueblo que identifica con la “alegría de vivir”: el Palazzo Vitelleschi, en Tarquinia, sede del Museo Nacional Etrusco, o la necrópolis de Cerveteri, en el Lacio.

Norman Lewis desembarcó en Paestum (en la Campania italiana) en plena II Guerra Mundial (un 9 de septiembre de 1943) y quedó fascinado con los tres templos “iluminados por los últimos rayos del sol, resplandecientes, rosados y espléndidos”. “Fue como una revelación” -escribió en su libro Nápoles 1944.

Henry Miller llegó a Grecia en junio de 1939, poco antes de que estallara la II Guerra Mundial. Su estancia dará para un libro, El coloso de Marusi, publicado en 1941 y considerado por algunos “el libro más influyente sobre Grecia desde la guía de Pausanias [en el siglo II D.C., considerada la primera Guía de viajes de la historia] y, por otros, el mejor libro de viajes jamás escrito”.

Miller recorrió el país en estado de “éxtasis”…, “un sentimiento de admiración y alegría”. Visita Delfos, Tirinto, Epidauro, Micenas, Eleusis, Cnosos… En Marusi, al nordeste de Atenas, conoce a Yorgos Katsimbalis, protector de escritores y poetas, a quien titula como “El coloso”. Lo que más le gusta del país, “la luz… y la pobreza”. “La vida puede vivirse magníficamente a cualquier escala, en cualquier clima y cualquier condición”- les agradece a sus amigos griegos, ejemplos de eso mismo.

Patrick Leigh Fermor decide viajar a pie desde Holanda a Constantinopla, en 1933, con 18 años, para ir al monte Athos, siguiendo la estela de Robert Byron y su libro The Station, publicado en 1928. Ese viaje lo contará muchos años después en dos libros: El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua. (El último tramo.De las puertas de Hierro al Monte Athos, que aparece póstumo, e inacabado, en 2014, es considerado la tercera parte de la trilogía). Pero a Grecia le dedica otros dos libros: Mani. Viajes por el sur del Peloponeso y Roumeli. Viajes por el norte de Grecia. Y dividirá su vida futura entre Kardamili, en la península de Mani, y Worcestershire, en Inglaterra.


Kevin Andrews llegó a Grecia en 1947, en plena guerra civil, y se puso a cartografiar fortalezas bizantinas y venecianas en el Peloponeso entre 1948 y 1951. El resultado fue el libro El vuelo de Ícaro. Viajes por Grecia durante una guerra civil. En 1975 se nacionaliza griego, y allí muere, entre la isla de Kythira y el islote de Avgo, un 1 de septiembre de 1989,  intentando alcanzar a nado el lugar donde se supone que nació Afrodita.

SENTIRSE EN CASA

Lawrence Durrell, “filoheleno e islomaníaco”, llega a Corfú en 1935, recién casado con Nancy Myers. Alquilan la Casa Blanca a un pescador, en Kalami. Allí escribe su segunda novela y El libro negro, mientras lleva una vida sencilla ajustada al ritmo solar.

Posteriormente, publica una trilogía sobre las islas griegas: La celda de Próspero, sobre Corfú, en 1945; Reflexiones sobre una Venus marina, acerca de Rodas, en 1953, y Limones amargos, sobre Chipre, en 1957. “Los libros de Larry Durrrell sobre las islas griegas enseñan a ver cosas que pasan desapercibidas para la mayoría de ojos mal entrenados, pero no para la mirada de un poeta” -escribe María Belmonte. Para ella, siempre será “el que me enseñó, como nadie, a apreciar la belleza del paisaje griego, y en su paisaje, la historia griega y, en su historia, a percibir, en los recodos de sus caminos, el espíritu del lugar”.

VIAJERA LITERARIA

María Belmonte parte en busca de los lugares de sus viajeros reseñados: la catedral de San Giusto en Trieste -ciudad donde fue asesinado Winckelmann-, y su monumento mortuorio, construido en 1832 por suscripción popular “en honor del insigne intérprete de la Antigüedad”. La Villa San Michele, en Capri, y la gruta de Matromania, la preferida de Axel Munthe. Las sendas bizantinas construidas sobre antiguas calzadas romanas que unen Esparta con el puerto de Kardamili, recorridas por Patrick Leigh Fermor. Los “santos lugares durrellianos”: la Casa Blanca en Kalami (ahora, un restaurante), la ermita de San Arsenio y la ensenada donde se bañaba…Pero si tuviera que elegir un solo lugar, se quedaría con el templo Malatestiano de Rímini, un edificio inacabado, “el símbolo más elocuente de ese ideal inalcanzable de perfección física y espiritual…que surgió hace siglos en las riberas del Mediterráneo”.

Su explicación -una mezcla de recuerdos personales y de datos bien traídos, como en el caso de Los senderos del mar-, es comprensiva y amena, un disfrute de lectura y acompañamiento.

ESOS LIBROS QUE LEÍMOS UNA VEZ…

…Y que quedaron en el imaginario como algo mágico, especial. Me pasó con La historia de San Michele o con Los encantadores, de Romain Gary, libros que había en casa y que leí en la adolescencia. Libros apasionantes, diferentes, cautivadores.

SABER MÁS


SER VIAJERA LITERARIA




lunes, 5 de junio de 2017

LOS SENDEROS DEL MAR. Un viaje a pie por la costa vasca


El lema este año para el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio) es: “Conectar a las personas con la naturaleza”. El libro de María Belmonte puede contribuir a ello, precisamente en un territorio que sigue siendo un gran desconocido: el mar y los océanos. “¿Quién mantiene estable el clima de nuestro planeta? Los responsables son esos pequeños organismos marinos…que, una vez muertos, se depositan en el fondo de los océanos  y se transforman en nuestra conocida roca caliza…Hay veinte mil veces más carbono retenido  en las rocas de la Tierra que en la atmósfera…solo un dos por ciento de las aguas oceánicas del mundo goza de algún tipo de protección”...

TODO EMPIEZA POR UN OLOR

“Uno de los recuerdos más persistentes que guardo en la memoria es un olor…”. Así comienza la introducción de este libro a medias entre ensayo y libro de viajes donde se mezclan recuerdos autobiográficos con observaciones y una amplia documentación, todo sabiamente administrado.

“Adoro viajar a pie”- continúa. “Caminando experimentamos el mundo en nuestros cuerpos, con todos los sentidos”. María Belmonte habla de la “alegría” del viajero, del caminante, y de fundirse con el camino hasta ser uno. “Me gusta caminar porque a fuerza de recorrer senderos…se desarrolla una capacidad de transformar el mundo en un espacio nuevo sorprendente y maravilloso”.

“La costa vasca se puede recorrer a pie en menos de quince días”- dice. Y eso es lo que ella hace acompañada por escritores y científic@s que le van susurrando al oído: Rachel Carson, bióloga marina, y su libro La orilla del mar, “fuente de inspiración y germen de este libro”; Robert MacFarlane, viajero, autor de The Old Ways, A Journey on Foot (Los viejos caminos. Un viaje a pie), y otr@s...

RECUERDOS AUTOBIOGRÁFICOS

Estos aparecen, de tanto en cuando, al hilo del relato:

Su antiguo colegio en Saint-Amand, en Bayona (Francia). “En las afueras de esa ciudad se encontraba el colegio en el que pasé los veranos de los once a los quince años”. F.G., el primer chico que le gustó. “Con él recorrí, a lomos de su mobylette, los parajes más bonitos de la costa vasco-francesa”.

Nos cuenta sobre sus gustos y “disgustos”: “Me encanta visitar acuarios y, sin embargo, detesto profundamente los zoológicos”. “Me puedo demorar durante horas ante los caballitos de mar”. “En mi próxima reencarnación me gustaría ser surfista”. “Me encantan los nombres de las playas”. “Adoro San Sebastián”. “Me atraen las viejas piedras”. “Me encanta visitar castillos y casas antiguas”.  “No me gustan las fiestas veraniegas”. “Sentarme a la sombra de un faro siempre me resulta una experiencia agradable”. “Un lugar que sigue siendo muy querido: el Museo de Bellas Artes de Bilbao”.

Se declara nómada, petromaniaca y salvadora de caracoles.

OBSERVACIONES

La propia observación, o la de otros, forman parte también de la narración:

“La mayor parte de las olas que llegan al golfo de Vizcaya y rompen contra la costa vasca nacen en el tempestuoso y agitado mar de Labrador, al este de Terranova y al sur de Groenlandia…pueden haber recorrido más de cinco mil kilómetros”.

“El fitoplancton es responsable del cincuenta por cien del oxígeno presente en el planeta y de la fijación del dióxido de carbono mediante la fotosíntesis…capta anualmente tanto carbono de la atmósfera como el conjunto de la biosfera vegetal terrestre”.

“Un litro típico de agua de mar contiene aproximadamente dos cucharaditas y media de sal común”.

“El musgo fue el primer vegetal puente entre la vida acuática y terrestre…no le gusta el agua salada…Los líquenes, en cambio, pueden sobrepasar la línea costera y adentrarse en el mar”.

DOCUMENTACIÓN

Al final del libro aparecen una lista de lecturas y páginas web recomendadas, desde el clásico Pasear, de Thoreau, a otros que pueden ser más desconocidos o minoritarios como Sendas de Oku, de Matsúo Basho.

Pero en cada capítulo hay alusiones a personajes que han habitado o hablado de esos lugares de la costa vasca, o que tienen relación con el mar: “Entre los rusos más famosos que pasaban sus veranos en Biarritz se cuentan Antón Chéjov, Ígor Stravinski y, mi favorito, Vladímir Nabokov”. “La primera persona que midió la fuerza de una ola en el mar fue Thomas Stevenson, padre del escritor Robert Louis Stevenson”. “Aristóteles fue uno de los primeros en estudiar detenidamente los animales y plantas que viven en la orilla del mar”. “El aceite de ballena dejó de ser el combustible que procuraba luz a la humanidad en 1859, cuando Edwin L. Drake perforó en busca de petróleo en una granja de Titusville, Pensilvania”. “Matthew Fontaine Maury (1806-1873), oficial de la marina de Estados Unidos,…descubrió los caminos del mar en los que vientos y corrientes eran especialmente favorables y sus cartas náuticas redujeron la duración de los viajes transoceánicos en una tercera parte”.

LUGARES MÁGICOS. PAISAJES QUE PERMANECEN EN NUESTRA MEMORIA

Labetxu, el valle de los colores; los paramoudras  de Jaizkibel; Sakoneta, un “mar petrificado”; el flysch de Zumaya, una alternancia de capas de roca caliza y margas, o San Juan de Gaztelugatxe son algunos de esos paisajes que nunca se podrán olvidar una vez que se han visto.

PERSONAJES

Josetxo Mayor a quien titula como “el guardián de los caminos de Ulía”, nacido en San Sebastián, y que ha fallecido precisamente este año, el 26 de abril de 2017, a los 83 años. Se dedicó, él solo, como voluntario, a recuperar y cuidar los senderos del monte Ulía durante más de veinte años, como un moderno Santo Domingo de la Calzada.

Iñaki Perurena, “el hombre que abraza las piedras” y su museo, a ellas dedicado, en Leitza, Navarra. De levantador de piedras (harrijasotzaile) a bertsolari que hacer versos a sus “piedras queridas”.

PROYECTOS

Al final del libro, en la “última etapa”, la autora se hace eco de varios proyectos para “sanear”, proteger o conocer mejor el mar: El de Boyan Slat, un estudiante de ingeniería aeroespacial, que se propone hacer “la limpieza más grande de la historia”, un proyecto contra el plástico en los océanos. El de Enric Sala, biólogo marino, que impulsa la creación de áreas marinas protegidas, lo mismo que existen parques nacionales en tierra. O el de Claire Nouvian, fundadora de la Asociación Bloom y autora del libro “Criaturas abisales”, sobre fauna submarina y fondos marinos.

Con este libro, mientras lees y disfrutas, aprendes. Consultas imágenes en google, buscas nuevos datos…María lo cuenta sin erudición, sin pasarte por los morros “todo lo que sé” (es doctora en Antropología)…Divagar mientras vagas o Vagar mientras divagas, he ahí el secreto del libro. Yo me he identificado con muchas de las sensaciones y sentimientos a la hora de caminar.

SABER MÁS

Unos libros llevan a otros…Mientras leía el libro de María Belmonte Barrenechea, me han venido a la mente: Las huellas de la vida, de Tracy Chevalier, sobre Mary Anning, la recolectora de fósiles o La evolución de Calpurnia, de Jacqueline Kelly, el primer contacto de una niña con el mundo de la ciencia.

ENLACES

https://twitter.com/robgmacfarlane?lang=es. Twitter de Robert MacFarlane.



https://www.ted.com/talks/enric_sala?language=es. Enric Sala, Atisbos de un océano prístino.

PONER MÚSICA A UNA CIUDAD

https://www.youtube.com/watch?v=QtH_g9RQvuQ. Jan Garbarek, saxofonista. “San Sebastián…Si tuviera que traducirla a música, sería un fraseo de saxo de Jan Garbarek”.

https://www.youtube.com/watch?v=xC6Xk5kGR8U. Vals nº 2 de la Suite para orquesta variada, de Dimitri Shostakóvich. “El espíritu de Bilbao [mi ciudad natal] estaría ahí atrapado para mí…una melodía entre melancólica y festiva”.

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