lunes, 18 de febrero de 2019

VENTAS Y ARRIEROS DE LOS VIEJOS CAMINOS DE CANTABRIA



Este era un trabajo (Ventas y posadas que aún continúan en Cantabria) que tenía en mente (uno de tantos que se han quedado en el tintero) hace años, y me alegro de que ahora dos investigadores lo hayan hecho por mí, y disfrutarlo.

Divulgar un patrimonio insuficientemente desconocido y documentarlo y dejar esbozadas futuras líneas de investigación y retos (las olvidadas ventas de montaña, por ejemplo) junto a “abrir al lector un mundo de posibilidades de excursión”, han sido los objetivos de sus autores, Ana Rubio Celemín y Jesús Ruiz Cobo.

Muchas ventas se han conservado en la toponimia: en el nombre de una calle (el Paseo de La Ventilla), de una finca (El Ventorrillo), de un collado (collado de La Venta). Pleitos, protocolos notariales, ordenanzas o el catastro (de Ensenada, 1758), han servido de base  para confeccionar el catálogo de ventas conservadas y desaparecidas.

“Las primeras ventas de que  tenemos referencia en Cantabria datan de las últimas décadas del siglo XV”. Son la venta de Tordías, en Los Tojos,  hacia 1483 y la venta de La Amenaza, en Camarreal (Santander), desde 1493. Están ligadas a los principales caminos medievales: de Laredo a Burgos, de Suances a Aguilar de Campoo y de San Vicente de la Barquera a Cervera de Pisuerga.

Ordenanzas de la Hermandad de Campoo de Suso, de 1589

En 1491, los Reyes Católicos, publican dos pragmáticas para favorecer el establecimiento de ventas en zonas despobladas. “…no paguen alcabala [impuesto] de cualquier vianda y paja y vino que vendieren ellos y sus mujeres y criados en las dichas ventas”…

“La principal función de la venta no era dar cama o comida al viajero, sino cobijo y seguridad…la mayor parte de los huéspedes…pasaban la noche bien en la cocina [perimetrada por un banco de piedra y con chimenea], bien en las cuadras, utilizando las alforjas como cama”.


En las ordenanzas municipales “del lugar de Ampuero”, en 1722, se dice que el mesón debe tener “buenas camas limpias…, pesebres, cribas y arneros…, cebada y paja suficiente y de buena calidad, y no han de tener cerdos ni gallinas que hagan daño en la caballeriza comiendo el pienso” de las caballerías. Además, no pueden tener “vino, carne, aceite, pescado, ni ballena para vender” a los pasajeros, sino que han de llevarlo de los abastos públicos.

En general, estaban formadas por un único edificio (una casa “llana” con o sin desván) con una o dos plantas, tejado a dos aguas y varios cuartos. Cocina, caballeriza y pajar son otros espacios comúnmente citados. La planta es rectangular generalmente.


Sus lindes suelen señalarse con el nombre de los vientos: por ejemplo, de la Venta de Barcenillas, en Ruente, se dice: “Linda al ábrego [sur] con su corral y campo común; al solano [este] con camino real; al cierzo [norte] y regañón [oeste] con prado perteneciente a ella”. También indica sus medidas, en varas: “36 varas [1 vara= algo menos de 1 m] de frente y 15 de fondo”,  y sus espacios: “tiene cuarto bajo y principal, cocina, pajar y caballeriza”.

Pueden identificarse a menudo por los sillares de protección para los carros (bloques guardarruedas protegiendo las jambas de la puerta) en la entrada a las caballerizas  y están dotadas de cortavientos de sillería en la fachada. Ermitas, fuentes, humilladeros o cruces de ánimas son elementos complementarios y cercanos a estas edificaciones de los caminos. Muchas ventas nacen sobre (o junto a) los límites entre municipios o entre provincias (se ven los mojones o hitos divisorios).

VENTEROS Y VENTERAS

Sobre el término venta, dice Fernández de Mesa, en 1755: “la que está puesta en el campo, regularmente en  los caminos, cuyo nombre tomó de haberse introducido para vender los cosecheros sus frutos”…

Una venta es un establecimiento dedicado a la restauración que suele situarse al borde de carreteras y caminos. El ventero es la persona encargada de una venta. Eso explican los diccionarios. 


El diccionario etimológico Corominas data la palabra "venta" en 1206, y "ventero", en 1495.

Covarrubias, en 1611, define la venta como “una casa en el campo, cerca del camino real, a donde los pasajeros suelen parar al medio día y a necesidad hacer noche…”.


VENTA DE TRAMALÓN (1624), una de las que permanece



Está en el barrio Tramalón, en Sierra, cerca de Ruiloba y de Comillas (junto a su ermita, dedicada a Santiago).

Ya se cita en un juicio de 1624, según el libro Ventas y arrieros de los viejos caminos de Cantabria, de los investigadores Ana Rubio Celemín y Jesús Ruiz Cobo. Aparece también en los papeles con los nombres Tremalón y Tremanon.



Si nos abstraemos de todo lo añadido y construido alrededor (el edificio bajo de bloques en la parte delantera…), podemos hacernos idea de la construcción  original, que aún se conserva.




VENTAS Y VENTEROS EN LA LITERATURA. La mala fama


Mala reputación del oficio de ventero, mala calidad de las comidas, incomodidad de los aposentos, son lugares comunes en la literatura de “mesón y viaje”.

Para controlar abusos, la legislación de la Corona obliga a informar sobre los precios de los productos; se fijan, por ejemplo,  los precios de venta de la cebada y de  la paja  y se limita a un quinto el beneficio del mesonero.

“La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal …”.

En despoblado o en encrucijada. “¿Hay posada…?”

“La venta…verdadera, genuina…, es la que está aislada, lejos de toda población y, principalmente, en caminos de travesía”… “Las más comunes, se componen de zaguán-cocina, despensa, un cuartucho para el ventero y su familia, si es que la tiene; un corralillo, una mala cuadra y un pajar”.

“El ventero…, por lo regular, fue en su juventud soldado o contrabandista, esto es, hombre de armas…y si no…fue, sin duda, en sus años mozos, calesero, arriero o corredor de bestias, lo que el vulgo suele llamar «chalán»…

… “Más de cuarenta años de edad. Traje según el del país en que está la venta, pero un poco exagerado, y siempre con algún fililí o ribete del de otra provincia. Aspecto grave, pocas palabras, ojos observadores, aire desconfiado o de superioridad…”.

Y continúa con su descripción, nada halagadora/halagüeña: “…en los ratos de ocio se ocupa en aguar el vino, en poner algunos granos de pimienta en los frascos del fementido aguardiente, en picar carne de alguna muerta caballería o en adobar una albarda. Cuando tiene huéspedes, no sosiega del fogón a la cuadra, de ésta al pajar, de allí al mostrador, luego al corralillo por leña, luego a la despensa por aceite... Si tiene huéspedes, parece que de noche no duerme: los vigila; si está solo, tiene el oído alerta al menor ruido…Conoce a todos los arrieros que transitan aquella tierra, y sabe sus gustos y sus condiciones…pero a quien conoce por instinto particular, propio del oficio de ventero, es a los contrabandistas y a los individuos del resguardo… ”

La hija del ventero,  poema de Manuel Machado
«La hija callaba, y de cuando
en cuando se sonreía»
Cervantes: Quijote.

«La hija callaba
y se sonreía...»
Divino silencio,
preciosa sonrisa,
¿por qué estáis presentes
en la mente mía?
La venta está sola.
Maritornes guiña
los ojos, durmiéndose;
la ventera hila.
Su mercé el ventero,
en la puerta, atisba
si alguien llega... El viento
barre la campiña.
...Al rincón del fuego
sentada, la hija
-soñando en los libros
de Caballerías...-
con sus ojos garzos
ve morir el día
tras el horizonte...
Parda y desabrida,
La Mancha se hunde
en la noche fría.

SABER MÁS
Sobre los autores

Ana Rubio Celemín, del Grupo Alceda. https://grupoalceda.com/los-autores/. Unidos para trabajar y defender con rigor el patrimonio en todas sus facetas”.

Sus dos grandes pasiones en el mundo de la investigación patrimonial son la transcripción de documentación de Época Moderna y la fotografía. En la actualidad es miembro del Instituto Sautuola.
Jesús Ruiz Cobo
Arqueólogo, ha dirigido su investigación a las ermitas y torres medievales y al estado de conservación de las cavidades regionales. Miembro del Instituto Sautuola.
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viernes, 8 de febrero de 2019

EL RASTRO de Madrid, historias por todas partes


“Pensar y prender el Rastro, teoría y práctica, eso me propongo aquí…”- escribe en el prólogo Andrés Trapiello, autor de las 370 páginas, apretadas, de texto y fotos.

“Llevo yendo al Rastro todos o casi todos los domingos desde antes de la reforma del alcalde Tierno, en 1984…siempre [desde 1980] he ido a una hora temprana, la del alba, que dicen los poetas, la hora en que se despliegan sobre la acera los primeros puestos…es mejor ir en ayunas…Se está más despierto…Entre las siete y media y las ocho ya estoy allí…”.


La idea de escribir algo sobre ello se le ocurrió a los tres o cuatro años de empezar a ir. Comenzó a tomar notas y muchas de ellas están hoy en las  páginas del libro.

“El Rastro es, la mayor parte de las semanas, mi única salida al mundo…es la ocasión que tengo de hablar con mis congéneres y socializarme un poco…el Rastro nos ayuda a entender mejor de qué va esto que llamamos “la vida”…Yo es donde he aprendido más…

“No vamos al Rastro tanto a encontrar cosas, como a reencontrarnos con ellas”. El Rastro es el lugar al que la gente va a buscar su pasado”.

El barrio

“Es un barrio más bien feo, de casas ramplonas y mal encaradas…no hay una sola calle bonita, no hay monumentos ni edificios señalados, ni siquiera conventos o iglesias…no hay nada monumental…En el Rastro no hay nada, solo hay Rastro, y al Rastro solo se va al Rastro…”. Pero…”si en algún lugar del mundo la poesía tiene una gran autoridad es ahí”.

Los vendedores

Uno de los más veteranos es Ignacio Penalva, que le dice: “cada uno de nosotros somos una novela”…

Otros son: Vicente Verona y Juan Manuel y Vicente Cáceres, los varios Antonios, los dos o tres Pepes. Y los que ya no están: Fina (¿Será la Fina de Victorina Durán, la de la librería…?), Rafael, Juanito, Pepe Berchi, Antoñita…

Juan Manuel Bonet, su “pareja” de Rastro

Nacido en París en 1953, poeta, crítico de arte, director del IVAM y del Reina Sofía, y del Instituto Cervantes de París. Amigo.

“Siempre hemos estado juntos en el Rastro…”.

Los objetos de Andrés Trapiello

“En las Grandiosas Américas…compré a mediados de los años 80, poco antes de su demolición, ocho sillas de tijera de hierro, con una S y una P (Servicio Público), perforadas con agujeros en su respaldo, de las que estuvieron en parques y bulevares de Madrid”.

Le gustaría encontrar Las semanas del jardín, obra perdida de Miguel de Cervantes y, por ello, mítica.

En la tercera parte del libro, habla de 11 hallazgos: desde abrecartas a un cartel del impresor Gabriel García Maroto, una mesita,

Mi Rastro, el de AT

“El perímetro del Rastro se puede recorrer a pie en veinte o treinta minutos. Peinar las calles que lo cruzan en uno u otro sentido, bajando y subiendo, en unas dos o tres horas…Hoy, el Rastro se parece bastante a una raspa de pescado. La espina central, con la cabeza en Cascorro, es la Ribera de Curtidores…Nuestro Rastro se limita a media docena de calles y a las dos plazas grandes, la del Cerrillo o Vara del Rey, y la del Campillo del Mundo Nuevo…donde hay libros y algunas antigüedades interesantes…”.

“Solo se ha escrito un libro sobre el Rastro, y eso hace ya cien años”


Ramón Gómez de la Serna lo escribió en 1915, pero en diciembre de 2018 se ha publicado el 2º volumen de las memorias de Victorina Durán (Madrid, 1899-1993), inédito, titulado El Rastro. Vida de lo inanimado. Dedicado a Valle Inclán “a quien debo el conocer y amar el alma de las cosas muertas”, Victorina afirma que en los objetos de El Rastro “está toda la vida de los madrileños”.


“Cuando yo era estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tres o cuatro compañeros nos faltábamos ningún domingo al Rastro”…Eso era allá por 1917…Habla de la “década gloriosa” del Rastro, desde 1918 a 1928, “¡Hasta se podía encontrar algún incunable!...”. Y luego ya, a su vuelta a España del exilio, en los años 80”: “En la librería de Fina compro hoy, en 1982, las cuatro Sonatas de Valle Inclán en una edición del año 1935  de la Revista Literaria…”.

El nombre de El Rastro

Según se recoge en el diccionario Covarrubias (de 1611), rastro es el “lugar donde se matan los carneros…los llevan arrastrando  dese el corral hasta los palos donde los desuellan…y por el rastro que deja…”.


“Apenas una porción en el queso madrileño o, si se prefiere, un abanico, cuyo clavo es la célebre estatua de Cascorro” (que yo -Aída- no sabía que era el mismo que Eloy Gonzalo, el nombre de una de las calles de mi barrio de Chamberí durante once años…). 

En la literatura

El Rastro por la mañana, un sainete de 1770, escrito por Ramón de la Cruz, sea “acaso la primera obra que popularizó el nombre del Rastro y la vida de sus vecinos”. Entre ellos, un aguardentero, un prendero, una mondonguera, una buñolera o una tocinera.

Los anticuarios (1921), de Carmen de Burgos (Colombine), “una de las pocas novelas españolas dedicadas a las antigüedades y al Rastro”.


El poeta Ezra Pound lo cita en sus Cantos (1925): “¿Todavía venden latón tan viejo en Las Américas…?”.


Mi tío Jacinto (1946), novela de András László “ambientada en el Rastro”.


En el cine

Domingo de Carnaval (1944), de Edgar Neville es “el mejor retrato cinematográfico del Rastro”. https://www.youtube.com/watch?v=nnVYhML1Tq8.


Mi tío Jacinto (1956), de Ladislao Vajda, versión cinematográfica de la novela de A. László.


En la música

Joaquín Sabina menciona las Galerías Piquer en una canción, De purísima y oro, de 2012. “…Para primores, Galerías Piquer…”.


Patxi Andion le dedica al Rastro “Una, Dos y Tres”. https://www.youtube.com/watch?v=1F5ex2jSws8.


Otra: Una gitana del rastro de Madrid, por Parrita. https://www.youtube.com/watch?v=B1iX2-DpT4Y.

ALGUNOS DATOS DEL AUTOR

Andrés García Trapiello nació en Manzaneda de Torío, León, en 1953.

Es sobre todo conocido por sus Diarios (colección de diarios Salón de pasos perdidos,  “esa novela en marcha”, en la editorial Pre-Textos. En 1990 aparece el primer tomo, El gato encerrado). Ya lleva 21.


En 1980 empieza a dirigir la editorial Trieste.”Mi primera decisión fue crear una Biblioteca de Autores Españoles”. En ella cabían desde obras de Villalonga, Sánchez Mazas, Ruano o Gómez de la Serna a las de Jiménez Fraud o Ramón Gaya.

SABER MÁS

http://www.andrestrapiello.com/. Su página web.



https://elpais.com/ccaa/2018/09/17/madrid/1537205355_331550.html. Alegría Fernández, 94 años,  la vendedora más longeva del Rastro (más de 4 décadas vendiendo cuadros en la esquina de Ribera de Curtidores con San Cayetano). 


El Rastro: del Portillo a la Arganzuela (2012). “Mariano Hormigos [su autor, que vivió desde los 5 años en una casa de corredores de la Ronda de Toledo] ha sido quien mejor ha contado todo este Rastro bajo…, el mejor cronista”.