viernes, 20 de abril de 2018

2018, AÑO LORCA. CENTENARIO DE "IMPRESIONES Y PAISAJES"




En abril, su primer libro, Impresiones y paisajes, cumple cien años, y se cumplen 120 del nacimiento del poeta y dramaturgo el 5 de junio.

Concha Méndez, compañera de Generación (La del 27), se refiere a él en sus memorias (Memorias habladas, memorias armadas), en varias ocasiones…

LA ALEGRÍA MISMA

“Federico recitaba expresándose con las manos; no era solo de la voz de donde emanaba la poesía, sino de todo su cuerpo” -cuenta sobre cuando le oyó recitar en el Palacio del Cristal del Retiro, en 1925. “Fue esa noche, cuando al volver a casa en silencio, por la alegría, escribí mis primeros poemas”…

“Yo invité a García Lorca [conferencia Imaginación, inspiración y evasión en la poesía] y a Rafael Alberti [en 1929] a dar una lectura de poemas [en el Lyceum Club Femenino]…”.

Mientras Concha estuvo en Londres, recibió la visita de este y de Fernando de los Ríos “…de paso, rumbo a Nueva York [en 1929]…Los acompañé a conocer algunas cosas; y recuerdo que a Federico le daba muchísimo miedo atravesar las calles: se acalambraba y había que cogerlo de la mano para guiarlo. Los dejé en el tren que los llevaría al puerto para tomar el barco; años después nos dedicaría, a Manolo [Altolaguirre] y a  mí, un poema de su libro Poeta en Nueva York [En la cabaña del farmer. (Campo de Newburg)]”.

Él es quien le presenta al que se convertirá en su marido, Manuel Altolaguirre, en 1932. “Federico era divertidísimo, nos sorprendía por su manera de mirar las cosas; las flores y la gente se amplificaban por su personalidad”.

En su habitación del hotel Aragón, donde tienen la imprenta de mano, se reúnen los poetas de la Generación del 27: “Todos los días…iban a vernos [Cernuda, Aleixandre, Lorca…] y a ver las revistas que nosotros imprimíamos con cosas suyas”…

“Cuando acudía Federico [a la casa de Vicente Aleixandre, en Velintonia, 3], las reuniones eran divertidísimas; se sentaba al piano y cantaba una letra que él había compuesto para el Vals de las Olas; luego bailaba con una servilleta atada como si fuera un traje: bailaba simulando ser una cupletista…Recuerdo que nos retorcíamos de risa al oír a Federico. Es curioso cómo podía existir en él aquel contraste tan grande: sus obras de teatro son una verdadera tragedia y, en cambio, él era la alegría misma”.

El 5 de junio de 1932, Federico asistió a su boda con Altolaguirre en la iglesia de Chamberí [la parroquia de Santa Teresa y Santa Isabel en la glorieta de Joaquín Sorolla. Vivían en la cercana calle Viriato].

En la primavera de 1936, cuando sale publicado La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, se reúnen los poetas en su casa de Viriato. “Esa noche fue diferente. Siempre que nos reuníamos había mucho jolgorio…; sin embargo, esa noche estuvimos todos tranquilos, silenciosos, en una atmósfera como de ensueño. Vi a Federico apoyado contra el muro; elogiaba a Luis Cernuda por su libro, algo fuera de lo común, porque cuando se trataba de alguna publicación, Federico no elogiaba a nadie, pero esa noche sí lo hizo. Al día siguiente, al despertar, recordé que había soñado la muerte de Federico…”.

La última vez que lo vio

“Una mañana muy temprano [el 13 de julio de 1936?] fue García Lorca a nuestra casa: quería estar a solas con Manolo y conmigo; se le veía triste y pensativo, en comparación a su carácter de siempre, alegre, yendo a casa a buscar gente. Estuvimos juntos toda la mañana y salió diciendo, muy amable: “¡Adiós, adiós…!”. Yo salí a despedirlo a la puerta y me dijo: “Concha, habrá un concurso de teatro en el que voy a formar parte del jurado, y seguro que el premio será para ti, por tu Carbón y la rosa [El carbón y la rosa]…Fue la última vez que le vi. Ese mismo día, por la noche, fuimos a la embajada de Chile; estábamos esperando a Federico, cuando llegó Rafael Martínez Nadal, que era su mejor amigo, para decirnos que lo acababa de dejar en el tren rumbo a Granada…”.

Concha tenía cartas ilustradas de Federico, que perdió con la guerra, como tantas otras cosas…

IMPRESIONES Y PAISAJES, 1918

Cuando se publicó el libro, en abril de 1918, Lorca tenía 19 años. Es su primer libro (antes solo había publicado un trabajo literario, Fantasía simbólica,  en el Boletín del Centro Artístico y Literario de Granada, con motivo del centenario de Zorrilla).

Un año antes, en 1917, había realizado un viaje de estudios por la entonces Castilla la Vieja y otros lugares junto al catedrático de la universidad de Granada, Martín Domínguez Berrueta. Sus compañeros de viaje: Paquito L. Rodríguez, Luis Mariscal, Ricardo G. Ortega, Miguel Martínez Carlón y Rafael M. Ibáñez. A todos ellos, y a su maestro de música [Antonio Segura Mesa, recientemente fallecido. “Él fue quien me inició en la ciencia folklórica”], les dedica el libro, con portada de Ismael [de la Serna, de la tertulia del Rinconcillo en el café Alameda, de Granada].

BURGOS, LA PUERTA ESTRECHA POR DONDE YO HABÍA DE PASAR


En el Diario de Burgos publica los primeros artículos que luego formarán parte de ese libro; en concreto: La ornamentación sepulcral (31 julio 1917); San Pedro de Cardeña. Paisaje (3 agosto 1917); Las monjas de Las Huelgas (7 agosto 1917); Las reglas de la música (18 agosto 1917); y Mesón de Castilla (22 agosto 1917).

Sobre Burgos escribirá años después a su amigo Melchor Fernández Almagro: “Yo estoy nutrido de Burgos, porque las grises torres de aire y plata de la catedral me enseñaron la puerta estrecha por donde yo había de pasar para conocerme y conocer mi alma”...







3 comentarios:

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  2. iaiaiaiaiaiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
    iaiaiaiaiiooooooooooooooooooooooooo

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    1. juuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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