viernes, 8 de marzo de 2019

VICTORINA DURÁN, UNA SUPERVIVIENTE DESCONOCIDA

Empeñada en que su producción artística no cayera en el olvido


“Escenógrafa, figurinista, pintora y diseñadora, crítica de artes plásticas y cine, docente, directora teatral, percusionista, conferenciante…”- así comienza la introducción por Idoia Murga Castro y Carmen Gaitán Salinas al primer volumen (Sucedió) de las memorias de Victorina Durán Cebrián (Madrid, 1899-1993), escritas en los años 1980, inéditas hasta 2018.

El Museo Nacional del Teatro de Almagro conserva, desde 1995, el mayor fondo de Victorina Durán, donado por su familia. Recortes periodísticos, bocetos, títulos académicos, fotografías y cartas de antes de la Guerra Civil. Y álbumes con noticias, estrenos teatrales, exposiciones, sus agendas y su proyecto, la Asociación Cultural La cuarta Carabela, durante su exilio en Argentina entre 1937 y 1965.

Incluso en su esquela, el 14 de diciembre de 1993, figuran los datos: “Pintora, catedrática de Indumentaria del Conservatorio Nacional de Música y Declamación, escenógrafa y directora del teatro Colón de Buenos Aires”.

Algunos datos. “Yo quería ser actriz”

Su madre fue bailarina del cuerpo de baile del Teatro Real (como su tía, abuela y bisabuela). Su padre, militar y abonado del mismo teatro.

Entre 1908 y 1917 se forma en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación (en el mismo edificio del Teatro Real). Luego, ingresa en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Allí conoce a Matilde Calvo Rodero [“mi siempre compañera de estudios”] y Rosa Chacel, sus amigas de por vida [“Matilde y yo intercambiábamos cartas casi a diario... [Rosa] siempre fue rotunda en sus apreciaciones"]. Coincide también con Dalí, Carlos Sáenz de Tejada, y con Maruja Mallo, ya en los últimos cursos.

En 1918, aún alumna en la Escuela Especial, es nombrada auxiliar de Dibujo en la Escuela Normal de Maestras de Madrid.

En 1920 le conceden un premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes por sus telas en batik.

En 1925, en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París, le conceden una medalla de plata. Ese año había solicitado a la JAE (Junta de Ampliación de Estudios de la Institución Libre de Enseñanza, ILE) una beca de dos meses en París para estudiar técnicas como los batiks [técnica de origen javanés de dibujo sobre seda], las lacas y el trabajo sobre piel.

En 1926 es una de las fundadoras del Lyceum Club.

En 1929 es nombrada catedrática de Indumentaria del Conservatorio Nacional de Música y Declamación (hasta la primavera de 1936), la primera mujer en conseguir este puesto.

En el curso 1932-1933 es profesora en la Residencia de Señoritas.

En 1935 es contratada como profesora de Escenografía y Vestuario en la Escuela de Actores de Catalina Bárcena.

La primera frase de sus memorias

“Son hechos, cosas y sueños todos SUCEDIDOS…”- comienza la primera parte de su vida, Sucedió. Antes, abren el capítulo unas palabras de Valle Inclán: “Nada es como es, sino como se recuerda”.

En el segundo párrafo, ya afirma: “He sido feliz y soy feliz” -como conclusión de una vida con más de 80 años a la espalda. “Creo que el serlo se debe a estar siempre de acuerdo conmigo misma. Cuando era aún pequeña, mi padre [José Durán] me dijo: -Debes obrar siempre de acuerdo contigo, aunque tus actos no estén de acuerdo con los demás. Con los demás estás a ratos, pero contigo estás siempre. Y así actué. Este es el secreto de mi paz y mi felicidad…No mentirme nunca a mí misma”…


Primeros recuerdos

… “Son, aproximadamente, de los cuatro o cinco años. Creo que aprendí a andar en la “redondilla” del Teatro Real”…”En la redondilla me enseñaron lo elemental de la danza clásica, que nunca practiqué…Mi mayor distracción era poder entrar en la guardarropía. Nunca olvidaré “los trastos” egipcios de la ópera Aída. Han sido los juguetes predilectos de mi niñez…Como siempre he jugado sola, he creado personajes, novelas y teatro…actuaba por las habitaciones, pasillos, balcones o ventanas”.

“Siempre vivimos en los alrededores del Teatro Real… La Plaza de Oriente durante años fue nuestro jardín…En la plaza de la Armería yo he jugado durante todos los años de mi niñez”. El refugio de sus juegos y sueños era la buhardilla número 5. “Había dos grandes y viejos baúles… [uno] lleno de trajes de teatro…,[el otro] lleno de libros y revistas de mi padre…Lo que más quería era el ir vestida o disfrazada de “algo”… A los nueve años me vistieron de moro… Creo que es el traje con el que me he sentido más cómoda en toda mi vida…”.


Herencias

De su padre: “Heredé el ser noctámbula. Heredé la fe y confianza en mí misma. El estar der acuerdo conmigo en todos los aspectos de mi vida. Su simpatía y atractivo que hacía feliz con su presencia. El no hacer daño a nadie. El comprender todo y a todos. El ser un tanto egoísta…Heredé un genio fuerte, con explosiones violentas… una o dos veces al año… se me pasan rápidamente”.

Para ella, madrugar es un suplicio. “Siempre ha sido para mí verdadera tragedia el madrugar… Mi mente está tupida hasta cerca de las doce…”.

Sus amores. “El amor ha sido el eje de mi vida”

“…Al amor he de dedicar un libro exclusivo” -dice en la primera parte de sus memorias. Por eso el segundo volumen, Así es,  recoge sus vivencias amorosas.

Sus paseos por el Rastro. Una década gloriosa de 1918 a 1928

“Cuando yo era estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tres o cuatro compañeros no faltábamos ningún domingo al Rastro”…


La vida cultural. Contactos con todas las artes

“En el Teatro Real estaban los Bailes Rusos [Ballets de Diaghilev] y todos íbamos a verlos…Los conciertos del Price eran otra de nuestras evasiones favoritas…La literatura era otro motivo de estudio, discusiones y crítica… El Ateneo era otro de los lugares frecuentados, casi diariamente, por nosotros… Creo que los mejores años de mi vida de estudiante fueron los de Bellas Artes”.

Nuestras tertulias de teatros y cafés

“Estaban compuestas por artistas y afines. Los fijos eran siempre: Enrique Casal Chapí, nieto del gran Chapí, Vicente Viudes, Ventura San Simón, Agustín de Figueroa (soltero todavía), Antonio Cánovas [del Castillo y Rey], Vicente San Juan, Pepito Gross… La única mujer era yo”. 

El Lyceum Club Femenino

“En el salón de té [de la calle de las Infantas] nuestra mesa fija la ocupábamos Trudy Araquistain, María Baeza, Carmen de Mesa, Isabel Espada, Julia Meabe, Matilde [Calvo] y yo…Además de vernos todos los días en el Lyceum, una vez a la semana, los sábados, el grupo reducido nuestro teníamos unas cenas. Una noche era en casa de Pérez de Ayala [marido de Mabel Rick], otra en la de Araquistain [marido de Trudy Graa] y otras veces íbamos  a un restaurante de la calle de las Infantas… A estas cenas no faltó nunca Victoria Kent”.

Veraneos en San Vicente de la Barquera

“En mi infancia yo no tuve veraneos… empezó con mi conocimiento de Matilde Calvo Rodero y su familia…[en 1917], todos en el norte”. En Galicia, en el pazo de Moruxo; en Portugal. “Otros veraneos se hicieron en Santander [hoy, Cantabria], en San Vicente de la Barquera…en “la casa de la Capilla”, encima de la iglesita de la Virgen de la Barquera…; el último…, alquilé una casita de pueblo a la que llamaban El Gurugú”.


Contactos con el periodismo

“El periodismo siempre me apasionó, no tanto como el teatro…”. Su primer artículo sale en la revista Crónica el 22 de septiembre de 1935. Se titula La camisa, “para tener un orden en la vestimenta…”.En España, antes de la Guerra Civil, publica también en el diario La Voz y en Cinegramas. En el exilio argentino, serán La Nación, El Sol y Estampa quienes acojan sus artículos.

Un día de su vida antes de la Guerra Civil

“Por la mañana, un día sí y otro no, daba mi clase en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer [era titular y secretaria de esta Escuela]…Después de comer, también tres veces a la semana, daba la clase de Indumentaria en el Conservatorio. Comía con Margarita Xirgu los tres días que no tenía clase, paseo con ella, trabajar en el estudio y luego ir al Lyceum. Después de cenar, Teatro Español y, por último, tertulia de café hasta las dos o tres de la madrugada, hora en que Antonio [Lucas Moreno] me acompañaba siempre a casa”. “Tuve una vida estupenda…”- concluye sobre esos años.

Los objetos que atesora Victorina Durán en su última residencia de la calle Escalinata, en Madrid

Un carné de baile, el armario de luna de su madre (+1933), una caja negra de ónix de su tía Leonor, una botija “prehistórica”, los abanicos de su abuela Encarnación (+1918), la mantilla negra de la tía Manuela, la Venus de mármol blanco, la relojera y la bandejita de laca de su padre (+1927), el despertador regalo de su 17 cumpleaños, un paisaje dedicado de Timoteo Pérez Rubio (“A mi hermana Victorina”), una fotografía dedicada por Julio Romero de Torres de su cuadro Salomé, un batik javanés auténtico, una diosa hindú de bronce y esmalte (regalo del empresario periodístico Natalio Botana), elefantes de marfil y de bronce, un Corán miniado en miniatura, un arco de un indio mataco, una boquilla china, un llamador en forma de mano utilizado como pisapapeles,  un disco con los tangos más inmortales de Gardel, el disco de La corte de Faraón, un cortaplumas, un san Antonio igual al de su abuela Encarnación, una sombrilla de encaje blanco, un disco de música de organillo, todo de chotis; un marfil oriental ¿, un retrato de una señora, pintado por Ferrant; dos retratos de Aguirre, dos paisajes de la escuela sevillana del siglo XIX, discos de las óperas Tosca, Sansón y Dalila, y Aída; fotografías en todas las paredes, palmatorias, candiles de hojalata, un álbum de postales…  

Sus  recuerdos y opiniones sobre…

Dalí. “La llegada de Dalí a la Escuela [de Bellas Artes de San Fernando] produjo más revuelo que el paso del Atlántico en avión con Franco, Rada, Ruiz de Alda y Durán en el Plus Ultra [primer vuelo entre España y América, en 1926]…Un día apareció, como llegado de Marte, Salvador Dalí. Llegó caracterizado de pintor: un traje más bien estrecho, una chalina negra de gran lazo, el pelo sin cortar y unas patillas enormes, largas y anchas, que encuadraban su cara haciéndola aún más flacucha. Pero lo más insólito era que llevaba bastón…” [Tenía 22 años…]. Se negaba a copiar los modelos…”.

Federico [García Lorca]. “Un día me dijo Federico: Tengo una obra en preparación que la daré al público cuando ya esté afianzada y sea ya indiscutible. Se titula La bola negra y el ambiente es en una capital de provincias, donde no admiten en el casino a un escritor homosexual, por el hecho de ser “así”. Yo les hago tragar esa bola negra sacando a relucir toda la inmoralidad de aquellos “honrados burgueses”. Federico murió antes de darse el gusto de estrenar su Bola negra”.

Valle-Inclán (su profesor de Estética durante un curso; su amigo después). “Para la primera clase, nos citó a las once de la mañana en el Museo del Prado…su mirada aguda…cayó sobre la vitrina que teníamos al lado. Contenía el Tesoro del Delfín de Francia. No necesitó más; a la vista de estas joyas, comenzó su “creación”, a poetizar, a sugerir época e historia, verdaderamente creando con su imaginación otro tesoro literario”.

Su amistad con él “comenzó en la parada del tranvía “el  Cangrejo”. Al terminar mis estudios en la Escuela de Bellas Artes empecé a frecuentar tertulias y, sobre todo, el saloncillo del Teatro Español. Mis encuentros con Valle-Inclán eran casi diarios. Puedo decir que el estar juntos nos daba felicidad”.

El Guernica y Picasso. “Este mural [lo ve en Paris, en el pabellón español, durante la Exposición Internacional de 1937], que ha causado la admiración del mundo, no me gustó nada y, a través de los años, sigue sin gustarme; me pareció un cartel de toros, pero malo”.

En el segundo volumen de sus memorias, en el capítulo titulado Goya y Picasso, Victorina vuelve a hacer hincapié en su opinión desfavorable sobre la obra del "renegado andaluz- afrancesado:..."Goya no le hubiese perdonado nunca [a Picasso] su evolución, llamémoslo así, desde su maravillosa época rosa... a...lo de luego [el Cubismo]". Para ella, el Guernica, pintado tal como lo hace ahora, es "la segunda destrucción de Guernica"...

En otro capítulo, titulado Cuadros antiguos y modernos es a través de un diálogo con uno de los vendedores habituales del Rastro, donde deja clara su opinión: “Picasso eran un pintor fenomenal. Se fue a Estados Unidos y unos negociantes le tomaron bajo su tutela para hacerle famoso y le hicieron un lavado de cerebro para que empezase otra ruta en la pintura y hacerle célebre allí en Nueva York…Se destruyó a sí mismo y destruyó la pintura en el mundo entero”. ¿No estará hablando de Dalí…? -me pregunto.

En Los estudios de pintores y artistas, vuelve a la carga: “La profesión de modelo puede decirse que ha desaparecido. Picasso la mató con el cubismo. Las caras que pintó de tres dimensiones en que se ve el frente y el perfil, todos saben que no necesitan modelo”.

Opiniones sobre ella de sus contemporáneos

Carmen Baroja en sus memorias, Recuerdos de una mujer de la Generación del 98, escribe: “Victorina Durán y su amiga Matilde Calvo Rodero, las dos gordas y grandes; Victorina, con un complejo feo de masculinidad, que a mí me producía, no eso precisamente, sino toda su persona, una enorme antipatía. Tenía un flair [olfato] para los cuartos y para los enchufes que aturdía…”. Carmen llama a esa mesa fija, la de las “enchufadas” (“una mesa a la que acudían todas aquellas que estaban o pretendían tener grandes enchufes…Presidía esta mesa Trudy Araquistain…”). Al resto, las llama “los satélites de la de Araquistain” (Matilde Huici, Victoria Kent, Mabel Pérez de Ayala, Victorina Durán y Matilde Calvo).

Valle Inclán, a través de su hija Mariquiña: “Nadie conoció ni entendió a mi padre mejor que tú, a nadie quiso ni estimó más que a ti; de ninguno de los jóvenes que entonces le rodeaban, se sintió más orgulloso…”.

SABER MÁS

Tesis (incompleta) de Eva María Moreno Lago, Sevilla 2018, colgada en internet, Victorina Durán, escritora y artista del teatro de vanguardia. Un compendio exhaustivo de sus trabajos publicados en España y Argentina.

“En su epitafio se puede leer este emotivo texto: “No sé si habré dejado de amar por haber muerto o habré muerto por haber dejado de amar”.
https://lyceumclubfemenino.com/2013/06/04/entrevista-ma-teresa-rodriguez-de-castro/. Victorina Durán y el Círculo Sáfico de Madrid.

https://elbotijo1754.es. Web de El botijo, sito en la calle Toledo, 35. Reformada a finales de los 80, aún conserva el botijo que le diera el gracejo popular. Seguro que a Victorina (para ella, la cacharrería El Botijo) le encantaría ver que el comercio pervivía, en otra forma hoy, en 2019 (droguería, perfumería, pinturas y anexos).

https://historia-urbana-madrid.blogspot.com/2015/06/canseco-y-el-reloj-de-los-chinos-relatos.html. La relojería Canseco (plaza del Ángel, 10) y los chinos del escaparate.

http://conocemadrid.blogspot.com/2013/12/comercios-centenarios-v.html. Comercios centenarios en Madrid. “El Ayuntamiento instala una placa de bronce en la vía pública, según diseño de Antonio Mingote, en la que se recoge el nombre del establecimiento, el año en que abrió, y la siguiente mención: "El Ayuntamiento de Madrid agradecido por los servicios a la Ciudad". http://centenariosmadrid.org/

https://elpais.com/ccaa/2019/01/18/madrid/1547838306_205061.html.. Otro que cierra: la librería médica Nicolás Moya, fundada en 1862, en la calle Carretas.

 La librería de las tertulias de Ramón y Cajal.




lunes, 18 de febrero de 2019

VENTAS Y ARRIEROS DE LOS VIEJOS CAMINOS DE CANTABRIA



Este era un trabajo (Ventas y posadas que aún continúan en Cantabria) que tenía en mente (uno de tantos que se han quedado en el tintero) hace años, y me alegro de que ahora dos investigadores lo hayan hecho por mí, y disfrutarlo.

Divulgar un patrimonio insuficientemente desconocido y documentarlo y dejar esbozadas futuras líneas de investigación y retos (las olvidadas ventas de montaña, por ejemplo) junto a “abrir al lector un mundo de posibilidades de excursión”, han sido los objetivos de sus autores, Ana Rubio Celemín y Jesús Ruiz Cobo.

Muchas ventas se han conservado en la toponimia: en el nombre de una calle (el Paseo de La Ventilla), de una finca (El Ventorrillo), de un collado (collado de La Venta). Pleitos, protocolos notariales, ordenanzas o el catastro (de Ensenada, 1758), han servido de base  para confeccionar el catálogo de ventas conservadas y desaparecidas.

“Las primeras ventas de que  tenemos referencia en Cantabria datan de las últimas décadas del siglo XV”. Son la venta de Tordías, en Los Tojos,  hacia 1483 y la venta de La Amenaza, en Camarreal (Santander), desde 1493. Están ligadas a los principales caminos medievales: de Laredo a Burgos, de Suances a Aguilar de Campoo y de San Vicente de la Barquera a Cervera de Pisuerga.

Ordenanzas de la Hermandad de Campoo de Suso, de 1589

En 1491, los Reyes Católicos, publican dos pragmáticas para favorecer el establecimiento de ventas en zonas despobladas. “…no paguen alcabala [impuesto] de cualquier vianda y paja y vino que vendieren ellos y sus mujeres y criados en las dichas ventas”…

“La principal función de la venta no era dar cama o comida al viajero, sino cobijo y seguridad…la mayor parte de los huéspedes…pasaban la noche bien en la cocina [perimetrada por un banco de piedra y con chimenea], bien en las cuadras, utilizando las alforjas como cama”.

En las ordenanzas municipales “del lugar de Ampuero”, en 1722, se dice que el mesón debe tener “buenas camas limpias…, pesebres, cribas y arneros…, cebada y paja suficiente y de buena calidad, y no han de tener cerdos ni gallinas que hagan daño en la caballeriza comiendo el pienso” de las caballerías. Además, no pueden tener “vino, carne, aceite, pescado, ni ballena para vender” a los pasajeros, sino que han de llevarlo de los abastos públicos.

En general, estaban formadas por un único edificio (una casa “llana” con o sin desván) con una o dos plantas, tejado a dos aguas y varios cuartos. Cocina, caballeriza y pajar son otros espacios comúnmente citados. La planta es rectangular generalmente.

Sus lindes suelen señalarse con el nombre de los vientos: por ejemplo, de la Venta de Barcenillas, en Ruente, se dice: “Linda al ábrego [sur] con su corral y campo común; al solano [este] con camino real; al cierzo [norte] y regañón [oeste] con prado perteneciente a ella”. También indica sus medidas, en varas: “36 varas [1 vara= algo menos de 1 m] de frente y 15 de fondo”,  y sus espacios: “tiene cuarto bajo y principal, cocina, pajar y caballeriza”.

Pueden identificarse a menudo por los sillares de protección para los carros (bloques guardarruedas protegiendo las jambas de la puerta) en la entrada a las caballerizas  y están dotadas de cortavientos de sillería en la fachada. Ermitas, fuentes, humilladeros o cruces de ánimas son elementos complementarios y cercanos a estas edificaciones de los caminos. Muchas ventas nacen sobre (o junto a) los límites entre municipios o entre provincias (se ven los mojones o hitos divisorios).

VENTEROS Y VENTERAS

Sobre el término venta, dice Fernández de Mesa, en 1755: “la que está puesta en el campo, regularmente en  los caminos, cuyo nombre tomó de haberse introducido para vender los cosecheros sus frutos”…

Una venta es un establecimiento dedicado a la restauración que suele situarse al borde de carreteras y caminos. El ventero es la persona encargada de una venta. Eso explican los diccionarios. 

El diccionario etimológico Corominas data la palabra "venta" en 1206, y "ventero", en 1495.

Covarrubias, en 1611, define la venta como “una casa en el campo, cerca del camino real, a donde los pasajeros suelen parar al medio día y a necesidad hacer noche…”.

VENTA DE TRAMALÓN (1624), una de las que permanece


Está en el barrio Tramalón, en Sierra, cerca de Ruiloba y de Comillas (junto a su ermita, dedicada a Santiago).

Ya se cita en un juicio de 1624, según el libro Ventas y arrieros de los viejos caminos de Cantabria, de los investigadores Ana Rubio Celemín y Jesús Ruiz Cobo. Aparece también en los papeles con los nombres Tremalón y Tremanon.


Si nos abstraemos de todo lo añadido y construido alrededor (el edificio bajo de bloques en la parte delantera…), podemos hacernos idea de la construcción  original, que aún se conserva.



VENTAS Y VENTEROS EN LA LITERATURA. La mala fama

Mala reputación del oficio de ventero, mala calidad de las comidas, incomodidad de los aposentos, son lugares comunes en la literatura de “mesón y viaje”.

Para controlar abusos, la legislación de la Corona obliga a informar sobre los precios de los productos; se fijan, por ejemplo,  los precios de venta de la cebada y de  la paja  y se limita a un quinto el beneficio del mesonero.

“La venta y el ventero son, tal vez, la cosa y la persona que no han sufrido la más mínima alteración, la modificación más imperceptible desde el tiempo de Cervantes hasta nuestros días. Pues las ventas de ahora son tales cuales las describió su pluma inmortal …”.

En despoblado o en encrucijada. “¿Hay posada…?”

“La venta…verdadera, genuina…, es la que está aislada, lejos de toda población y, principalmente, en caminos de travesía”… “Las más comunes, se componen de zaguán-cocina, despensa, un cuartucho para el ventero y su familia, si es que la tiene; un corralillo, una mala cuadra y un pajar”.

“El ventero…, por lo regular, fue en su juventud soldado o contrabandista, esto es, hombre de armas…y si no…fue, sin duda, en sus años mozos, calesero, arriero o corredor de bestias, lo que el vulgo suele llamar «chalán»…

… “Más de cuarenta años de edad. Traje según el del país en que está la venta, pero un poco exagerado, y siempre con algún fililí o ribete del de otra provincia. Aspecto grave, pocas palabras, ojos observadores, aire desconfiado o de superioridad…”.

Y continúa con su descripción, nada halagadora/halagüeña: “…en los ratos de ocio se ocupa en aguar el vino, en poner algunos granos de pimienta en los frascos del fementido aguardiente, en picar carne de alguna muerta caballería o en adobar una albarda. Cuando tiene huéspedes, no sosiega del fogón a la cuadra, de ésta al pajar, de allí al mostrador, luego al corralillo por leña, luego a la despensa por aceite... Si tiene huéspedes, parece que de noche no duerme: los vigila; si está solo, tiene el oído alerta al menor ruido…Conoce a todos los arrieros que transitan aquella tierra, y sabe sus gustos y sus condiciones…pero a quien conoce por instinto particular, propio del oficio de ventero, es a los contrabandistas y a los individuos del resguardo… ”

La hija del ventero,  poema de Manuel Machado
«La hija callaba, y de cuando
en cuando se sonreía»
Cervantes: Quijote.

«La hija callaba
y se sonreía...»
Divino silencio,
preciosa sonrisa,
¿por qué estáis presentes
en la mente mía?
La venta está sola.
Maritornes guiña
los ojos, durmiéndose;
la ventera hila.
Su mercé el ventero,
en la puerta, atisba
si alguien llega... El viento
barre la campiña.
...Al rincón del fuego
sentada, la hija
-soñando en los libros
de Caballerías...-
con sus ojos garzos
ve morir el día
tras el horizonte...
Parda y desabrida,
La Mancha se hunde
en la noche fría.

SABER MÁS
Sobre los autores

Ana Rubio Celemín, del Grupo Alceda. https://grupoalceda.com/los-autores/. Unidos para trabajar y defender con rigor el patrimonio en todas sus facetas”.

Sus dos grandes pasiones en el mundo de la investigación patrimonial son la transcripción de documentación de Época Moderna y la fotografía. En la actualidad es miembro del Instituto Sautuola.
Jesús Ruiz Cobo
Arqueólogo, ha dirigido su investigación a las ermitas y torres medievales y al estado de conservación de las cavidades regionales. Miembro del Instituto Sautuola.
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viernes, 8 de febrero de 2019

EL RASTRO de Madrid, historias por todas partes


“Pensar y prender el Rastro, teoría y práctica, eso me propongo aquí…”- escribe en el prólogo Andrés Trapiello, autor de las 370 páginas, apretadas, de texto y fotos.

“Llevo yendo al Rastro todos o casi todos los domingos desde antes de la reforma del alcalde Tierno, en 1984…siempre [desde 1980] he ido a una hora temprana, la del alba, que dicen los poetas, la hora en que se despliegan sobre la acera los primeros puestos…es mejor ir en ayunas…Se está más despierto…Entre las siete y media y las ocho ya estoy allí…”.


La idea de escribir algo sobre ello se le ocurrió a los tres o cuatro años de empezar a ir. Comenzó a tomar notas y muchas de ellas están hoy en las  páginas del libro.

“El Rastro es, la mayor parte de las semanas, mi única salida al mundo…es la ocasión que tengo de hablar con mis congéneres y socializarme un poco…el Rastro nos ayuda a entender mejor de qué va esto que llamamos “la vida”…Yo es donde he aprendido más…

“No vamos al Rastro tanto a encontrar cosas, como a reencontrarnos con ellas”. El Rastro es el lugar al que la gente va a buscar su pasado”.

El barrio

“Es un barrio más bien feo, de casas ramplonas y mal encaradas…no hay una sola calle bonita, no hay monumentos ni edificios señalados, ni siquiera conventos o iglesias…no hay nada monumental…En el Rastro no hay nada, solo hay Rastro, y al Rastro solo se va al Rastro…”. Pero…”si en algún lugar del mundo la poesía tiene una gran autoridad es ahí”.

Los vendedores

Uno de los más veteranos es Ignacio Penalva, que le dice: “cada uno de nosotros somos una novela”…

Otros son: Vicente Verona y Juan Manuel y Vicente Cáceres, los varios Antonios, los dos o tres Pepes. Y los que ya no están: Fina (¿Será la Fina de Victorina Durán, la de la librería…?), Rafael, Juanito, Pepe Berchi, Antoñita…

Juan Manuel Bonet, su “pareja” de Rastro

Nacido en París en 1953, poeta, crítico de arte, director del IVAM y del Reina Sofía, y del Instituto Cervantes de París. Amigo.

“Siempre hemos estado juntos en el Rastro…”.

Los objetos de Andrés Trapiello

“En las Grandiosas Américas…compré a mediados de los años 80, poco antes de su demolición, ocho sillas de tijera de hierro, con una S y una P (Servicio Público), perforadas con agujeros en su respaldo, de las que estuvieron en parques y bulevares de Madrid”.

Le gustaría encontrar Las semanas del jardín, obra perdida de Miguel de Cervantes y, por ello, mítica.

En la tercera parte del libro, habla de 11 hallazgos: desde abrecartas a un cartel del impresor Gabriel García Maroto, una mesita,

Mi Rastro, el de AT

“El perímetro del Rastro se puede recorrer a pie en veinte o treinta minutos. Peinar las calles que lo cruzan en uno u otro sentido, bajando y subiendo, en unas dos o tres horas…Hoy, el Rastro se parece bastante a una raspa de pescado. La espina central, con la cabeza en Cascorro, es la Ribera de Curtidores…Nuestro Rastro se limita a media docena de calles y a las dos plazas grandes, la del Cerrillo o Vara del Rey, y la del Campillo del Mundo Nuevo…donde hay libros y algunas antigüedades interesantes…”.

“Solo se ha escrito un libro sobre el Rastro, y eso hace ya cien años”


Ramón Gómez de la Serna lo escribió en 1915, pero en diciembre de 2018 se ha publicado el 2º volumen de las memorias de Victorina Durán (Madrid, 1899-1993), inédito, titulado El Rastro. Vida de lo inanimado. Dedicado a Valle Inclán “a quien debo el conocer y amar el alma de las cosas muertas”, Victorina afirma que en los objetos de El Rastro “está toda la vida de los madrileños”.


“Cuando yo era estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tres o cuatro compañeros nos faltábamos ningún domingo al Rastro”…Eso era allá por 1917…Habla de la “década gloriosa” del Rastro, desde 1918 a 1928, “¡Hasta se podía encontrar algún incunable!...”. Y luego ya, a su vuelta a España del exilio, en los años 80”: “En la librería de Fina compro hoy, en 1982, las cuatro Sonatas de Valle Inclán en una edición del año 1935  de la Revista Literaria…”.

El nombre de El Rastro

Según se recoge en el diccionario Covarrubias (de 1611), rastro es el “lugar donde se matan los carneros…los llevan arrastrando  dese el corral hasta los palos donde los desuellan…y por el rastro que deja…”.


“Apenas una porción en el queso madrileño o, si se prefiere, un abanico, cuyo clavo es la célebre estatua de Cascorro” (que yo -Aída- no sabía que era el mismo que Eloy Gonzalo, el nombre de una de las calles de mi barrio de Chamberí durante once años…). 

En la literatura

El Rastro por la mañana, un sainete de 1770, escrito por Ramón de la Cruz, sea “acaso la primera obra que popularizó el nombre del Rastro y la vida de sus vecinos”. Entre ellos, un aguardentero, un prendero, una mondonguera, una buñolera o una tocinera.

Los anticuarios (1921), de Carmen de Burgos (Colombine), “una de las pocas novelas españolas dedicadas a las antigüedades y al Rastro”.


El poeta Ezra Pound lo cita en sus Cantos (1925): “¿Todavía venden latón tan viejo en Las Américas…?”.

Mi tío Jacinto (1946), novela de András László “ambientada en el Rastro”.


En el cine

Domingo de Carnaval (1944), de Edgar Neville es “el mejor retrato cinematográfico del Rastro”. https://www.youtube.com/watch?v=nnVYhML1Tq8.


Mi tío Jacinto (1956), de Ladislao Vajda, versión cinematográfica de la novela de A. László.


En la música

Joaquín Sabina menciona las Galerías Piquer en una canción, De purísima y oro, de 2012. “…Para primores, Galerías Piquer…”.


Patxi Andion le dedica al Rastro “Una, Dos y Tres”. https://www.youtube.com/watch?v=1F5ex2jSws8.


Otra: Una gitana del rastro de Madrid, por Parrita. https://www.youtube.com/watch?v=B1iX2-DpT4Y.

ALGUNOS DATOS DEL AUTOR

Andrés García Trapiello nació en Manzaneda de Torío, León, en 1953.

Es sobre todo conocido por sus Diarios (colección de diarios Salón de pasos perdidos,  “esa novela en marcha”, en la editorial Pre-Textos. En 1990 aparece el primer tomo, El gato encerrado). Ya lleva 21.


En 1980 empieza a dirigir la editorial Trieste.”Mi primera decisión fue crear una Biblioteca de Autores Españoles”. En ella cabían desde obras de Villalonga, Sánchez Mazas, Ruano o Gómez de la Serna a las de Jiménez Fraud o Ramón Gaya.

SABER MÁS

http://www.andrestrapiello.com/. Su página web.



https://elpais.com/ccaa/2018/09/17/madrid/1537205355_331550.html. Alegría Fernández, 94 años,  la vendedora más longeva del Rastro (más de 4 décadas vendiendo cuadros en la esquina de Ribera de Curtidores con San Cayetano). 

El Rastro: del Portillo a la Arganzuela (2012). “Mariano Hormigos [su autor, que vivió desde los 5 años en una casa de corredores de la Ronda de Toledo] ha sido quien mejor ha contado todo este Rastro bajo…, el mejor cronista”.