viernes, 23 de agosto de 2013

MÁS SOBRE H.D. THOREAU: SU DIARIO

Capitán Swing ha publicado el volumen I del Diario del naturalista Henry D. Thoreau, con traducción de Ernesto Estrella. Una selección efectuada por Damion Searls.


Thoreau lo inicia en 1837, con 20 años, recién licenciado de Harvard. El 22 de octubre de 1837 escribe su primera entrada: “- ¿Qué estás haciendo ahora?- preguntó. ¿Llevas un diario?”. Así que hoy escribo mi primera entrada”. El interlocutor parece ser Emerson (Ralph Waldo), su mentor, amigo y empleador a ratos. 

“Mi Diario es esa parte de mí que, de otro modo, se derramaría y desperdiciaría…Tomar notas de algunas experiencias elegidas para que mi propia escritura me inspire…El valor más importante del hábito de la escritura y de llevar un diario: recordarnos nuestras mejores horas…Un diario de nuestras caminatas y pensamientos…registrar los fenómenos que, en el momento, nos resultan más interesantes… Hechos que dicen quién soy o dónde he estado o qué he pensado…Mi Diario debiera ser el archivo de mi amor. En él, solo debiera escribir sobre las cosas que amo, sobre el afecto que siento hacia algún aspecto del mundo, o sobre aquello sobre lo que me encanta pensar…¿No podría llamarse mi Diario “Cuaderno de campo”?...Estoy ansioso por dar cuenta de la gloria del universo… un diario debiera contener un registro de nuestra alegría, de nuestro éxtasis”.

Comenzó como una libreta de apuntes, un cuaderno de notas [“Tengo un cuaderno de notas para hechos y otro para poesía”], y, a partir de 1850, las entradas comienzan a ser habituales. Deja de ser un cajón de sastre y se convierte en El Diario, “una investigación de la vida en su cotidianeidad, una exploración de las estaciones y de la relación que uno mismo tiene con la naturaleza” – dice Damion Searls en la introducción. La entrada de un día – redactada  días después a partir de las notas- puede tener ocho, diez o quince páginas. “Encuentro útil describir la experiencia de un día al día siguiente”.

Su modo de escribir

Thoreau escribe y re-escribe, corrige. “Me esfuerzo por reunir pensamientos fragmentarios”. Lo mismo lo hace apoyando su libreta “sobre un raíl junto a un campo de patatas a la luz de la luna” que a la luz del sol en la mesa de su estudio.

“Escribe lo mejor que puedas, y eso será lo mejor que eres. Toda frase es resultado de un largo periodo de prueba. El carácter del autor puede leerse desde el título hasta la última página… Un libro debe ser lo suficientemente verdadero como para que resulte íntimo y familiar a todos los hombres”.

Basado en su experiencia, recomienda: “Tienta el mundo desde una multitud de puntos…Hay que probar mil temas antes de encontrar el adecuado…Mejora las oportunidades de trazar analogías…Toda percepción verdadera proviene de haber localizado una analogía…Escribe frecuentemente y sobre mil temas diferentes, mejor que durante largo rato cada vez”.

Y se hace autocrítica: “Siento que utilizo demasiadas palabras en busca de énfasis, que en realidad no le añaden fuerza alguna a mis frases”.

En la tapa interior de uno de su cuadernos, consigna: “Mis defectos son:

-       Paradojas.
-       Ingenuidades.
-       Juegos de palabras, para provocar risa.
-       Uso de máximas y frases de actualidad.
-       No soy siempre sincero.
-       [Muletillas como] “En breve”, “De hecho”, “He aquí”.
-       Falta de concisión”.

Su descripción de sí mismo. Quién soy. De dónde vengo

“Soy un místico, un trascendentalista, y un filósofo natural hasta el tuétano”- escribe, rotundo, el 5 de marzo de 1853.

A lo largo de sus páginas, deja caer, de cuando en cuando, algún rasgo de su carácter y de cómo lo ven los demás:

“Un tipo seco como yo…tengo una naturaleza pétrea… …Mis conocidos, a veces, insinúan que soy demasiado frío…Rara vez miro a la gente a la cara… Hombre de mentalidad naturalista …Ellos piensan que yo estoy haraganeando [“Se pasó hoy más de media hora escuchando a las ranas croar”- comentan sus tías]…Me parece que ya es demasiado leer un periódico una vez a la semana…[Lee el semanario Tribune]”.

También habla de sus propósitos inmediatos: “Pienso que debo mantener mi dieta, despertarme más temprano y dar mi paseo matutino, abandonar los lujos y darme a mi musa”. En su dieta ideal, no habría té, ni café ni carne.

En un tiempo lector de las crónicas de los Hombres del Norte, de Snorri Sturluson, divaga sobre sus antepasados: “Quizá desciendo de un Hombre del Norte llamado “Thorer, el de pie de perro”…Me parece que de una rama de la familia nacieron los reyes de Inglaterra y de la otra rama, nací yo”.

Sus “caminatas”

Suele caminar por la tarde, hasta las diez. Pero también se levanta, en ocasiones, a las 4 de la madrugada.

“Walden Wood es mi caminata por el bosque…Mi “paseo” son diez millas cualesquiera alrededor de mi casa”.

“En cuanto camino unas cinco millas, mi travesía se puebla de acontecimientos y fenómenos”.

“No he visto en mis caminatas paisaje alguno que pueda hacerme olvidar Fair Haven”.

“¡Qué cantidad de paseos doy a lo largo del arroyo en la primavera!”.

Su trabajo de agrimensor

Aunque hubiera preferido ser un conferenciante, mostró una gran autodisciplina y aceptó realizar, a menudo, trabajos como topógrafo. Conocía bien Concord- su lugar de nacimiento- y sus alrededores; amaba la naturaleza y pasear; tenía conocimientos matemáticos e interés por los aspectos técnicos:

“Esta me parece una labor apropiada para mí, pues me encantan los caminos que van a través de los terrenos”.

“Estos trabajos variados, a los que me obligan mis necesidades, me sirven como sustituto de los viajes  al extranjero”.

En otro lugar, sentencia: “No importa cuán lejos ni a dónde viajes…sino cuán vivo estás”.

Sus observaciones

Muchas de ellas, se concretarán luego en libros y ensayos, algunos publicados tras su muerte:

“Que yo sepa, nadie ha observado las diferencias mínimas que hay en las estaciones…Un libro sobre las estaciones, cada una de cuyas páginas debiera ser escrita en su propia estación y al aire libre, o en donde sea que uno esté”.

“Merece la pena estudiar botánica, aunque solo fuera por la precisión de sus términos, y para aprender la valía de los vocablos y del sistema”.

El siempre lleva en el bolsillo su libro de botánica, posiblemente el Manual de Asa Gray.

“El botánico debiera asociarse con las abejas para saber cuándo se abren y cuándo se cierran las flores”.

“Presta atención a todo tipo de coincidencias, como qué tipo de pájaros aparecen al mismo tiempo que un determinado tipo de flores”.

La lluvia no es un obstáculo. “Aquellos que no caminan por el bosque cuando está lloviendo no llegan a contemplarlo en toda su frescura, en su belleza más radiante y floreciente”.

 “Podría ser un tema interesante el de los materiales con que los diferentes pájaros revisten o construyen sus nidos”.

Su desprecio por la acumulación y el tener

Thoreau fue un hombre sobrio y austero, gustoso de la libertad y la independencia que, conforme a la definición de “ocioso”, de Stevenson, “se contenta con tener lo suficiente…y prefiere gozar y ser mero espectador”.

“Qué determinación por tener y asir  la del hombre cuando adquiere algo. Qué interminable la ristra de sinónimos, de expresiones relacionadas con la posesión…Lo mío es mío…”.

“No me es fácil encontrar una libreta blanca en la que escribir mis pensamientos; todas están pautadas, hechas para contar dólares y céntimos”.

“En mi experiencia, no hay nada tan opuesto a la poesía (ni siquiera el crimen) como los negocios”.

“¡Qué triviales, qué cansinos, qué poco interesantes, qué insatisfactorios  resultan todos los empleos por los que el hombre te da dinero!”.

Antiesclavista

Además de defender la “desobediencia civil”, si es necesaria, escribe contra la esclavitud en el estado de Massachusetts.

“Acabo de poner a un esclavo fugitivo… en uno de los trenes que van a Canadá”- recoge el 1 de octubre de 1851.

“La esclavitud es un moho y una superstición que prolifera en las partes húmedas y cálidas del globo”.

“Esta noche se ha quedado con nosotros una mujer de color liberada, cuyo periplo al norte se debe a su intención de ganar dinero para poder comprar a su marido, esclavo…”.

“Mientras que toda la maquinaria militar del Estado se pone al servicio del dueño de esclavos para permitirle recuperar a uno de ellos, no se ofrece un solo soldado para evitar que un ciudadano de Massachusetts sea raptado”.

Sus últimas palabras, “alce” e “indio”

Thoreau muere el 6 de mayo de 1862 a los 44 años de tuberculosis contraída en 1835.

Los indios están presentes en varias entradas de su Diario. 25 julio 1838: “Más allá de algunos poetas perseverantes, el indio ha sido del todo olvidado…¿Qué conmemoran nuestros aniversarios sino las explotación de los hombres blancos? Para los acontecimientos indios, debe haber una memoria india; el hombre blanco se acordará solamente de lo suyo…Confieso que le tengo bastante simpatía al indio y a los cazadores”.

19 marzo 1942: “Cuando cruzo los campos de Concord…olvido que esto que ahora es Concord fue un día Musquetaquid [Río con el fondo de hierba], y que la “raza americana” también ha tenido su destino…Donde sea que voy, piso sobre las huellas del indio”.

Con su hermano John busca reliquias indias: puntas de flecha, de lanza…”Es increíble cómo los indios fueron capaces de crear esos artefactos toscos  sin la ayuda de herramientas de hierro o acero”.

El 26 de noviembre de 1850, recoge: “Esta noche fui a ver  a los indios que siguen viviendo en cabañas”. Habla de sus lanzas, sus trineos y sus canoas.

“La canoa, de piel de alce. Una sola piel puede sostener tres o cuatro personas. Es fácil de montar y desmontar con rapidez…”.

Libros citados en su Diario

Su biblioteca personal consta de unos 200 títulos en 1853. Pero, además, acude a bibliotecas públicas (Cambridge, Boston) y se duele de que no existan en “la profundidad de un bosque primitivo” y haya de ir a la ciudad a consultar los libros de poetas, filósofos y naturalistas como Homero, Chaucer o Linneo.

Algunos libros y autores citados en su Diario son:

Viaje alrededor del mundo de un naturalista, de Charles Darwin.
Silva o un discurso sobre árboles forestales, de John Evelyn.
Manual de botánica del Norte de los Estados Unidos, de Asa Gray.
Vida de Linneo, de Stoever.
Sobre el estudio de las palabras, de Richard Trench.
Las Bucólicas, de Virgilio.
Carlyle, De Quincey, Humboldt, Catón y Varrón…

“Los libros de historia natural [Audubon] son la más deliciosa lectura de invierno…El invierno es tiempo para el estudio”- le escribe a su hermana Sophia, quien será la depositaria y albacea de todos sus planos y manuscritos.

En definitiva, Thoreau es un ejemplo perfecto de lo que escribió R.L. Stevenson en su ensayo Defensa de los desocupados: “De modo que si una persona no puede ser feliz más que estando ociosa, ociosa debe permanecer”.

Como Frederick, el ratón de Leo Lionni…



PARA SABER MÁS:

www.thoreau-online.org, con las cartas (en inglés) entre Thoreau y Emerson.


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