sábado, 5 de octubre de 2013

CASA JOHNSTONE, UN HOTEL EN LA COSTA BRAVA, 1934-1939


Estaba en Tossa de Mar, el “Paraíso azul” de Chagall, 11 habitaciones en una población de unos 1.400 habitantes en 1934.

“Casa Johnstone está situada en la cara sur de una montaña con vistas al mar, al pueblo y a las montañas circundantes”-contesta Nancy a las preguntas de una posible clienta.

En el folleto promocional de 1934, se lee:

“Está construida en una colina y rodeada de higueras, alcornoques y viñedos que forman parte de la propiedad…La pensión completa cuesta 13 pesetas al día. Incluye la habitación, el desayuno continental con fruta, la comida y la cena de cinco platos y el vino…Los únicos “extra” que cobramos aparte son la bañera (una peseta) y el té de media tarde”.

“Ha sido diseñada por Herr Fritz Marcus, el conocido arquitecto berlinés…Las paredes son blancas, los suelos de baldosas. Los muebles son de madera sin pulimentar…”.

“Hay tumbonas en dos pisos…Radio y gramófono. Mesa de ping-pong…Se pueden alquilar barcas de pesca…Hay un laboratorio para revelar fotos…”.

“Sin ruidos. Sin formalidades”. [Del folleto sobre Casa Johnstone en 1934].

En la primera parte, Nancy relata: “No teníamos experiencia, ni formación para los negocios, ni apenas conocimientos de español [ella aprenderá catalán y su marido, Archie, castellano] y dinero teníamos poco…”. En el segundo libro cuenta que el terreno y el hotel les costó, antes de la guerra, “unas 50.000 pesetas”, 300 euros de hoy.

Pero lo ponen en marcha y desde el principio es un éxito…

“El otoño parecía ser la estación predilecta de los pintores. Llegamos a tener ocho a la vez…También teníamos arquitectos”.

“…en el bar de Marcus [Fritz Marcus, arquitecto de su hotel] había momentos geniales. Por ejemplo, cuando uno se sentaba con Zügel, Masson, Petersen o Matisse…Ralph Bates o A.J. Cronin…Allí se mezclaban los del pueblo y los turistas”.

En la primera edición de la británica Faber & Faber, en 1937, con una ilustración de la autora en la portada, se publicitaba: “La historia de la Casa Johnstone cerca de Barcelona; por qué Nancy y Archie la construyeron, las dificultades que encontraron, la diversión que tuvieron y los amigos que hicieron”.


El libro, que fue calificado por George Orwell como “alegremente jocoso” en su segunda parte, Hotel in Flight, narra el periodo justo antes de la Guerra Civil española, y durante la guerra, contemplado por una extranjera desde una pequeña población en la costa catalana: en una especie de retaguardia y no en el centro del conflicto. Cómo sobreviven en el día a día (Cien maneras de guisar hojas de coliflor)  y cómo ayudan a los amigos; cómo viven las disensiones entre partidos y facciones (Capítulo Una guerra dentro de la guerra). Cómo deciden reconvertirlo en colonia infantil para niños refugiados durante la guerra y cómo trasladan a los niños a Francia cuando las tropas de Franco están a punto de llegar a Tossa.

Sincera, habla de las bondades y defectos de los catalanes y sus instituciones:

“La fiesta del peregrino de Tossa es la más bonita de todas…Lo que menos importa aquí son las creencias religiosas; es una fiesta tradicional y hasta el agnóstico más empedernido tiene a mucha honra llevar su vela”.

“Los catalanes, que a mí me parecían muchas veces egoístas y estrechos de miras…en trenes y tranvías atestados, o bajo las bombas, son los mejores. Nunca pierden los nervios, y tampoco el buen humor…”.

“El servicio de propaganda catalán era asombrosamente ineficiente. La tipografía y el diseño de sus publicaciones eran excelentes…, pero el contenido era deplorable”.

“Los catalanes tienen la peculiaridad de aborrecer que la gente se mate… La consigna de Tossa era: resistencia pasiva”.

Realiza constataciones: [Con la guerra] En los pueblos y ciudades se había creado una nueva administración. En lugar de los antiguos ayuntamientos, había ahora un comité de sindicatos y partidos políticos. En Barcelona cada organización tenía su sede central en algún gran hotel de la ciudad. Se las conocía por sus siglas, FAI, UGT, POUM…Los de la FAI, al principio, eran los más activos, al menos en nuestra zona”.

Y apunta sus estupefacciones: “Nunca he acabado de entender qué es exactamente un anarquista español”.

“Lo que nos pilló completamente por sorpresa fue que la prensa seria [británica] apoyara, tácitamente, un golpe de Estado militar”.

La gente del pueblo les preguntaba: “¿Verdad que Inglaterra la [la guerra] parará pronto?”.

Es crítica con su país: “En Inglaterra, la guerra de España no le importaba a nadie”.

Y narra la cotidianeidad en época de guerra: “Tuvimos que aprender a vivir en Tossa como los de Tossa…Decidimos pasarnos a la dieta catalana” (pan con tomate, setas del campo, escudella…todo en cocina de carbón). “Descubrimos lo que significa tener amigos en el pueblo: siempre nos guardaban patatas y huevos…”. Cuando tenían que hacer de anfitriones de alguien enviado por la Generalitat de Cataluña, ésta aportaba el arroz: “La masía Casa Blanca siempre tenía un par de conejos, Pérez hacía aparecer como de la manga un par de sepias, y nosotros teníamos patatas y aceite”.

Un día de diciembre de 1936

“Yo seguía escribiendo en la terraza. El nítido sol decembrino calentaba las espaldas encorvadas de los hombres que trabajaban en los huertos, allá abajo. Los pescadores enrollaban las redes de la sardina, y otras redes estaban extendidas como si hubieran echado un fino manto gris sobre la arena. Cada dos o tres pasos, acurrucada bajo un paraguas que parecía una enorme seta negra, había una abuela de Tossa zurciendo. Allá lejos, en el campo de fútbol, jugaban unos niños. En el río, las mujeres de Tossa hacían la colada y cotilleaban. Algunas que habían acabado subían por el monte al otro lado del pueblo, llevando sobre  la cabeza los cubos de madera llenos d eropa mojada, que pondrían a secar al sol radiante sobre matas de tomillo y espliego. Justo al pie de nuestra terraza, un hombre mondaba judías sacudiendo con dos palos las crujientes vainas secas. Sus golpes y los de las mujeres batiendo la ropa sonaban acompasadamente. De rato en rato se oía una explosión al otro lado del acantilado…-Eso son obuses”.

El proceso de escritura

“Empezar el libro fue fácil, pero terminarlo resultaba muy difícil por el hecho de que no tenía final…Como solo teníamos una máquina de escribir, normalmente yo escribía por las mañanas mientras Archie repasaba el capitulo anterior. Por la tarde,  [Walter] Leonard pasaba a máquina el capítulo repasado la víspera mientras yo daba por bueno el revisado por Archie para que Leonard lo pasara a máquina al día siguiente”.

“Solo se necesitan dos cosas para escribir un libro: sentarse a escribir y no romper lo que se escribe”.

 “Teníamos una regla: no dar crédito a ningún rumor que no comprobáramos nosotros mismos”.

El hotel como colonia infantil

En el invierno de 1938 “la escasez de alimentos se volvió alarmante…Lo único que teníamos eran hojas de coliflor”.

Para ayudar, y como alternativa a la no asistencia de turistas, idean convertir el hotel en una residencia para niños refugiados y se ponen en contacto con una organización  internacional.
Pensaban en alojar a 45 niños y niñas entre los 8 y los 14 años, pero la realidad fue otra: Entre los primeros nueve refugiados, procedentes de Aragón, había de 4, 5 y de 7 años (Luego llegaría Justico, de tres años y medio). “El primer problema era el de la ropa” (colchas, toallas, la ropa de verano de ella y los pantalones viejos de Archie se convirtieron rápidamente en prendas para los niños). “Acabaríamos cuidando de 28 niños españoles…A falta de maestros que les dieran clase, debíamos inventar distracciones todos los días. Archie, además de gimnasia, impartía sesiones de “¿Y esto cómo funciona?...Fridela daba un cursillo de primeros auxilios…Procurábamos mantener unos horarios lo más regulares posible…Mis clases de dibujo y pintura eran un éxito…Por la tarde tocaba paseo…Hasta la hora de cenar organizábamos juegos…Los domingos organizábamos bailes en la terraza con la música del gramófono”.

“Hablábamos de todo, pero el tema preferido eran las aventuras que vivieron cuando tuvieron que marcharse de Aragón…Nunca se cansaban de hablar de sus casas…”.

En las cartas a las familias que les dictan los niños estos les cuentan a sus padres lo que comen. “En el diario que escribíamos (cada día le tocaba escribir a un niño) el tema central era el menú”.

Nancy está orgullosa de “sus” niños: “Siempre sabían cómo debían comportarse”. A los mayores deciden contarles siempre la verdad de la situación. Cuando huyen a Francia, cada uno mete sus cosas en una funda de almohada marcada con su nombre y lleva una manta enrollada sobre los hombros. Al llegar a Figueres, se instalan en el teatro Edison. Y gracias a Richard Rees, conductor de ambulancias, que los pasa en un camión de los cuáqueros, consiguen llegar a la frontera. “Nadie sabía muy bien qué había que hacer una vez que se entraba en Francia…No quería que acabaran en un campo de concentración”. Pero les mandan a Les Haras, en las afueras de Perpiñán. “A las mujeres y a los niños nos trataban bien…el trato que recibían los hombres era abominable”. Luego, los meten en un tren con destino incierto (más tarde, se enteraría de que fueron a Besançon, lugar cercano a la frontera suiza).

Archie y ella permanecen en Perpiñán trabajando para una organización humanitaria hasta que se les acaba el trabajo allí y embarcan con destino a México en julio de 1939, compartiendo la suerte de miles de exiliados españoles.

Marguerite Jellinek, una de sus huéspedes del hotel, les había escrito desde Ciudad de México: “A vosotros os encantaría esto…”.

Lo cierto es que Nancy es una “disfrutadora” allá donde va. Se adapta a las circunstancias y aprende de los locales sin por ello dejar de ser crítica con lo que ve y lo que cree mejorable.

Así lo cuenta en su siguiente libro, ya en México, Sombreros are Becoming, a donde llegan con apenas tres maletas, una vieja mochila y la máquina de escribir. Pero esa ya es otra historia…


2 comentarios:

  1. Un buen resumen del libro de Nancy que acabé de leer hace poco. Me ha gustado su manera de relatar lo cotidiano y sus observaciones sobre la retirada.
    "Pocas visiones hay más lamentables que la de los refugiados huyendo con sus pocas pertenencias y sin saber adónde ir. Sólo hay una que la supera: ver cómo los ametrallan desde el aire."
    Eran los cazas alemanes que se divertían, ensayando para futuros combates...¡Hijos de...!

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  2. Nice information on this beautiful book. Like all these pictures. Thanks Herreros.
    casas costa brava

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