jueves, 26 de febrero de 2015

OLIVER SACKS: GRATITUD EN LA HORA DE LA MUERTE

Hace casi dos años, publicó un artículo al filo de los 80 años en el que se mostraba emocionado por iniciar una nueva década, que su padre - muerto a los 94-, había definido como una de las mejores de su vida.


Ahora, a los 81, nos revela que le quedan pocos meses de vida y, a pesar de ello, su sentimiento predominante sigue siendo el de la gratitud y el agradecimiento por lo que ha recibido y lo que le ha sido dado. Un ejemplo de positividad y  de disfrute hasta el final.


UN ANTROPÓLOGO EN MARTE. Un ejemplo de escritura y vida


Oliver Sacks, neurólogo, considerado “uno de los grandes escritores clínicos del siglo XX”, narra en este libro la experiencia de 7 de sus pacientes. “Me he quitado la bata blanca…y me he dedicado a investigar las vidas de mis pacientes tal como son en el mundo real…siete metamorfosis provocadas por el azar neurológico…”. Su método ha sido el de escucharles para ayudarles a reconstruir su mundo -según el modo “empático” de G.K. Chesterton, el escritor creador del  personaje/detective del “Padre Brown”.

Con su descripción de casos, Olvier Sacks nos ayuda a ponernos en los “zapatos” de otros  para entender mejor. A valorar lo que, de siempre, hemos dado por bueno: “Es mejor ver que no ver”. Pero, ¿en todos los casos…? A veces no es tan fácil ni tan simple.

Por ejemplo, un ciego casi de nacimiento que recupera la vista. Pero, contra lo que pudiera parecer -de ahí el calificativo de “paradójico”- este hecho no es automático ni sale gratis: hay que “pensar más deprisa”, comprender las expresiones faciales, entender las distancias, el tamaño, la perspectiva… “Nosotros -los videntes- vivimos en el espacio y en el tiempo; los ciegos solo viven en un mundo de tiempo”. La nueva situación supone estrés, y voluntad, y capacidad, de adaptación.

A pesar de todo, Sacks habla del potencial “creativo” de la enfermedad y de la plasticidad del cerebro para adaptarse a condiciones difíciles. Lo que otros llaman “la imaginación de la naturaleza”. Como le dijo  en una ocasión un fisioterapeuta: “El sistema nervioso crea sus propios caminos”.

El caso del pintor ciego al color

Este es el caso de otro de sus pacientes, el señor I. Este le escribe a primeros de marzo de 1986:  

“Soy un artista de bastante éxito que acaba de cumplir 65 años…El 2 de enero de este año iba conduciendo mi coche y choqué con un pequeño camión…En la sala de urgencias del hospital de mi barrio me dijeron que sufría una conmoción cerebral. Mientras me reconocían la vista descubrí que era incapaz de distinguir las letras o los colores…ESTOY COMPLETAMENTE CIEGO AL COLOR…Mi perro marrón es gris oscuro. El zumo de tomate es negro…”. El color había desaparecido “no solo en la percepción, sino también en la imaginación y en la memoria”.

Tras una mentalización y adaptación, el señor I. decidirá que si no puede pintar en color, pintará en blanco y negro. Unas gafas especiales con una longitud de onda determinada le ayudan a percibir mejor los contrastes (aunque no le devuelven el color. “Los colores son construidos por el cerebro” -explica Sacks).

Con el paso del tiempo, el pintor desarrolla una aguda visión nocturna y aprende a valorar un mundo “de pura forma, sin la confusión que aportan los colores”.

Otros casos que aparecen en el libro son: la vida de un cirujano con síndrome de Tourette, una enfermedad “desinhibitoria”. O el pintor de un solo cuadro, el artista de la memoria Franco Magnani, que consigue pintar de memoria su pueblo de infancia, desde todos los ángulos posibles - sin verlo.

Oliver Sacks, de forma amena y divulgativa, nos hace entrar en sus casos clínicos, y entenderlos.  A sus más de 80 años sigue teniendo la pinta de un niño travieso, una especie de “pitufo” sin gorro.

Ahora, al saber que le queda poco de vida, mi estima por él crece. Siempre he admirado a las personas apasionadas de su trabajo, de su vocación, sea el de recomponer las líneas telefónicas, de arquitecto paisajista o de cómico. Ahora, además, tenemos su última lección de vida.

“Deseo, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento”.

Quizá le veamos en El Jardín Botánico de Nueva York, “mi lugar favorito para pasear y pensar” o junto a un lago, un río o una piscina, “pues casi siempre pienso en el agua”…

PARA SABER MÁS



http://www.youtube.com/watch?v=P0ZS-k_mno4. Entrevista en RTVE. Oliver Sacks o la complejidad de la mente.

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