El mes de abril en el
calendario agrícola tiene que ver con la “apertura” de la tierra y la
plantación de hortalizas. Buen momento, pues, para hablar de jardines. En este
caso, de un jardín medieval en el centro de París. En la Edad Media,
herbalismo, medicina y cocina estaban muy unidos.
Los
jardines de París (www.musee-moyenage.fr),
en el Museo de Cluny (de la Edad Media), no pretenden ser una recreación histórica del
“jardín de los abades” ni quieren recrear la realidad (así lo cuenta la Guía), sino que sus autores,
Eric Ossart y Arnaud Maurières, dos jardineros paisajistas, quisieron introducir
una visión "poética" de distintos aspectos del jardín medieval, tomando
como inspiración tapices y
textos literarios medievales.
En el año
2000, se abrieron al público como los únicos jardines en Francia cuya
concepción está directamente vinculada con el edificio medieval de estilo gótico
flamígero al que acompañan (un ejemplo de arquitectura civil encargado a fines
del siglo XV por el abad Jacques d´Amboise), y con las colecciones del museo
que este acoge y que cubren el mismo periodo.
JARDINES MEDIEVALES: UN PLACER
PARA LOS SENTIDOS
El
visitante, nada más entrar por el Boulevard Saint-Michel, se encuentra con El Bosque del Unicornio. A su sombra,
crecen especies que se encontraban en los bosques de ese periodo: avellanos,
acebos, saúcos, nísperos, madroños, membrillos, hiedras y vincapervinca,
animados en primavera por floraciones de narcisos, campanillas, azafranes y
tulipanes silvestres.
En medio
del bosque, dos calveros o claros de forma circular rodeados por una cerca de
ramas de castaño entretejidas: el más grande está dedicado a los niños: huellas
de animales reales o imaginarios de las fábulas o el bestiario medieval
(conejos, zorros, leones, leopardos, monos...)
aparecen en el enlosado de gres del camino para que estos jueguen a identificarlas.
En la parte
de atrás del museo, una terraza en tres niveles baja al Boulevard
Saint-Germain. La sección más alta está ocupada por una pradera florida que se cubre
en invierno con heléboros; en primavera con prímulas, narcisos y campanillas, y
en verano y otoño con salvia, dedaleras y geranios. Está rodeada de agua y
dividida en cuatro por dos canales como se dice del Jardín del Edén en el Libro
del Génesis: un lugar de paz, armonía y felicidad.
En los
otros dos escalones, cuatro grandes parcelas ilustran cada una un aspecto
importante del jardín en la
Edad Media. El llamado Ménagier
contiene plantas de un jardín “para la cocina”, fundamentalmente verduras o
“plantas para el potaje”, de sabor fuerte: todo tipo de coles, puerros,
cebollas, ajos, diferentes tipos de guisantes y de alubias; verduras “verdes”
como la lechuga o las espinacas. Plantas aromáticas como el perejil o el
estragón, que se añadían para variar el sabor. Este panorama se completa
con distintos tipos de bayas como:
grosellas, frambuesas...Los frutales (manzanos, perales, etc) también eran
frecuentes, pero debido a la sombra, no han podido plantarse en este jardín.
Finalmente, la parra trepando por el vallado evoca las viñas que se encontraban
en todo jardín francés medieval, incluso en los situados más al norte del
país.
En la
segunda parcela, los 9 macizos del Medicinal
Simples (remedios simples, es decir, hechos con una única planta frente a
los llamados drogas, compuestos) están dedicados a las plantas medicinales: salvia,
romero, menta, hinojo, comino, ruda, lirios, rosas y amapolas.
El Jardín Celestial, en la
tercera parcela, se basa en El Cantar de los Cantares bíblico: “Mi
esposa es un jardín cerrado...”. En él las rosas- la reina de las flores-
tienen un lugar muy especial: es por eso que en el centro de cada uno de los 9
macizos hay una variedad diferente. Junto a ellas y alrededor, como en una
corte celestial, peonías, lirios (“Yo soy el lirio de los valles...”),
violetas, azucenas, dedaleras, margaritas o pensamientos. También con una
función simbólica: lirios y azucenas simbolizan la pureza de la Virgen ; el pensamiento, por
sus tres colores, representa a la Santísima Trinidad , etc.
La cuarta
parcela es El Jardín del Amor. Es el
único en el que los jardineros han intentado recrear un jardín tal y como
aparece en los cuadros pintados en época medieval. Este jardín cortesano del
placer está adornado con pérgolas, emparrados, pabellones, bancos de hierba...
donde desarrollar conversaciones a la sombra, paseando o bebiendo rodeados por
una valla de madera en la cual se entrelazan las rosas y la madreselva. Entre
las rosas, que simbolizan la primavera, el amor y la renovación, se cultivaban
dos especialmente: la Rosa
centifolia del Cáucaso y la Rosa
gallica de flores rojas.
La
escritora Tracy Chevealier (www.tchevalier.com)
publicó en 2003 la novela “La dama y el unicornio”, que tiene como trasfondo
los tapices que sobre el mismo tema se conservan en el Museo Nacional de la
Edad Media de París. Ambientada en París
y Bruselas entre 1490 y 1492 incorpora
detalles sobre la factura de tapices en la
Edad Media , así como las diversas
interpretaciones que se han hecho de los mismos.
EL SÉPTIMO UNICORNIO
En 2005, la
escritora novel Kelly Jones inventa una intriga alrededor de la existencia de
un séptimo tapiz de la célebre serie “La Dama del Unicornio”. Una
joven conservadora del Museo de Antigüedades Medievales de Cluny, en París,
acude a Lyon para encargarse de revisar las obras de arte en venta de un viejo
convento. Deberá enfrentarse a marchantes sin escrúpulos e incluso al mismísimo
arzobispo de Lyon para lograr la pieza.
BIBLIOGRAFÍA
* El jardín
simbólico. Margaret H. Thomson. Olañeta, 1984.
* The
Medieval Garden. Sylvia Landsberg. British Museum Press, 1995.
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