jueves, 31 de marzo de 2016

ROBERT WALSER, DESDE LA OFICINA



Siruela acaba de editar las narraciones de Robert Walser sobre el mundo de la oficina, un universo que apenas había sido tratado en el ámbito de la literatura en los primeros años del siglo XX.

En un temprano poema de 1897/1898, cuando tenía 19 o 20 años, Walser escribe: “La luna…/me ve languidecer…/bajo la mirada severa/de mi jefe./…La penuria es mi sino;/…”.

Ahí ya se encuentran varias claves de lo que será su vida -hasta su muerte en la nieve el día de Navidad de 1956: ensoñación, pobreza, naturaleza.

Su hermano pintor, Karl, lo representa por esa época, sentado en una roca, totalmente integrado con el paisaje, en actitud contemplativa y como “fuera de la realidad”.


También pinta “La habitación del poeta”: “Su cuartito triste, descolorido, medio helado…Hacía frío en la habitación, pero de vez en cuando lucía el sol (“Una habitación caliente en invierno ya es mucho” -escribe en Un bofetón y otras cosas)”. Sobre la mesa, el sombrero y lo que parece un paraguas. En la pared, lo que recuerda un grabado del propio pintor. “…jamás desembolsaba más de 18 [francos] al mes por una habitación” – se recoge en el relato “Erich”.


En todas sus narraciones, hay pensamientos que pudieran ser suyos, sea bajo el nombre de Erich, Germer, Helbling, Tanner…, alter-egos o heterónimos, a la manera de Pessoa.

“Soy una persona del todo corriente…Me llaman soñador y dormilón…Me gusta vestir de verde, porque me recuerda al bosque, y también voy de amarillo en días ventosos, frescos, porque armoniza con el viento y el baile…me siento feliz, cuando dan las doce, de poder ir a casa al sol, y cuando llueve abro mi amplio y panzudo paraguas sobre mi cabeza, para que no se me moje el sombrero que tanto aprecio – dice, trasmutado en Helbling.

“No pensaba ni un instante en ascender ni en hacer carrera…Llegar puntual al trabajo le parecía imposible…Ora tenía culpa la nieve, o el sombrero, o la lluvia, o los zapatos…”.

“Vida de poeta” y “El joven poeta” se titulan dos de sus narraciones: “Comenzó muy pronto a escribir poemas en estrechas tiras de papel (Walser, al final de su vida, deja escrito lo que los expertos han llamado “microgramas”, pequeñas anotaciones en escritura minúscula, llena de abreviaturas, que ha costado descifrar)…Una joven alma que se siente llamada a la poesía necesita libertad y movilidad…Amigo declarado de excursiones como era…pasear por la cálida naturaleza libre…el placentero, rojizo, azulado o verdoso vagar, pasear o vagabundear…”.

El campo aparece  a menudo como reparador/restaurador del espíritu. “A él solían atraerle árboles que echan raíces tranquilas, que ocupan el lugar que les dio aquel que los plantó”- escribe en el relato “Erich”.

De oficinista a escritor

“Como escribía con una letra pulcra, bonita, ágil, y mostraba predilección por la caligrafía, el maestro de escritura le aconsejó…que procurase convertirse en oficinista…Pero trabajaba de forma mecánica. Tenía la mente casi siempre en otro lado…así pasaba todo el tiempo añorando el lugar en el que encajaría de acuerdo con su naturaleza…Poco a poco se gustó en ese estado. Le parecía bonito dedicarse a la mera imaginación y contemplar los pensamientos. Nunca se aburría haciéndolo…Era pobre, y algo le decía que lo sería siempre”.

En una de sus primeras narraciones sobre el mundo de la oficina y los oficinistas, habla de su invisibilidad como sujeto literario: “Pese a ser un personaje muy conocido en la vida, al oficinista nunca le han dedicado un comentario escrito…”.

A continuación, detalla las principales características y rasgos del susodicho: “es una persona entre los 18 y los 24 años…es formal, tanto en su indumentaria como en su estilo de vida…no manifiesta el menor gracejo…se permite muy pocos excesos; por lo general no es de temperamento fogoso;…posee laboriosidad, tacto, capacidad de adaptación…”. Y, lo más importante: “su talento para la escritura convierte fácilmente a un oficinista en escritor”.
Eso es precisamente lo que le pasa a él…

Pobreza

Sin embargo, ni como oficinista ni como escritor la vida se lo pondrá fácil: “Es frecuente que un oficinista se quede sin empleo. Bien porque lo han despedido o, lo que acontece con mucha más frecuencia, porque se ha despedido él…”. De ahí los incontables cambios de domicilio y de trabajo que sufrirá Walser a lo largo de su vida (Zurich, Berlín, Biel, Berna….empleado de banca, secretario, mayordomo, ayudante de un inventor…).

Es un ejemplo perfecto de la “teoría de los ociosos”, de Stevenson, que se resume en: “Si una persona no puede ser feliz más que estando ociosa, ociosa debe permanecer”.

Practicando la ociosidad

Que, como escribió Stevenson en su ensayo Defensa de los desocupados, “no consiste en no hacer nada, sino en hacer mucho de lo que no está reconocido en los dogmas formularios de las clases dirigentes”.


Pero eso no es apto para todo el mundo, solo para personas “que se contentan con tener lo suficiente,  sin aspirar a más, y prefieren ser meros espectadores y gozar”.

“Durante toda mi infancia y juventud yo era conocido por ser un haragán. No obstante, estaba constantemente ocupado en lo que era mi personal propósito, que era aprender a escribir. Siempre llevaba en el bolsillo dos libros: uno, para leerlo; el otro, para escribir en él” (R.L. Stevenson, Ensayos).

La filosofía del “saber disfrutar de no hacer nada”.

“En estos tiempos  en que todo el mundo está obligado, bajo pena de lesa respetabilidad, a entrar en alguna lucrativa profesión y trabajar en ella con bríos casi cercanos  al entusiasmo, la opinión de los del partido opuesto, que se contentan con tener lo suficiente, sin aspirar a más, y prefieren ser meros espectadores y gozar mientras tanto, parece que suena un poquillo a bravata y fanfarronería. Y, sin embargo, no debía ser así. La llamada indolencia, que no consiste en no hacer nada, sino en hacer mucho de lo que no está reconocido en los dogmáticos formularios de las clases dirigentes, tiene tanto derecho a mantener su posición como la misma laboriosidad”- escribió Stevenson en 1876.

Walser, entusiasma a los críticos  y a sus compañeros escritores (desde Kafka y Musil, en su época, a Sontag o Vila-Matas, en la actualidad), pero no consigue conectar con el gran público.

Parte de un único libro, siempre el mismo

En una ocasión dijo que sus relatos cortos, bosquejos y sketches eran los capítulos -cortos o largos- de una novela; parte de una misma y larga novela, “parte del libro de mí mismo”.

Otros empleados


La tregua (1959), novela maravillosa de Benedetti, recoge también la historia de un empleado viudo, con una vida monótona y sin alicientes que, por un momento, tiene una tregua de felicidad en su vida.


Y otros trabajos, que también son necesarios…

Como el que realiza Frederick en el estupendo relato ilustrado de Leo Lionni.



SABER MÁS

/http://www.nybooks.com/articles/2000/11/02/the-genius-of-robert-walser. El genio de Robert Walser, por Coetzee (en inglés).

http://www.newyorker.com/books/page-turner/robert-walsers-disappearing-acts. Artículo sobre Walser en The New Yorker (en inglés).

http://www.wordswithoutborders.org/article/an-introduction-to-robert-walser. Una introducción a Robert Walser (en inglés).

/http://www.ndbooks.com/author/robert-walser. Libros de Walser (reseñas en inglés).

http://50watts.com/Traces-of-Robert-Walser-1. Portadas y libros de Walser o sobre Walser (en inglés).





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