viernes, 3 de junio de 2016

ELENA FORTÚN EN CANTABRIA

La creadora de Celia pasó un tiempo en Torrelavega y Santander. Ahora, aprovechando la reedición de Celia en la revolución, recupero un escrito de 2003.
Mil gracias a Esperanza Fernández Abella por su amabilidad.

Lo cuenta Marisol Dorao, profesora universitaria y escritora, en su biografía “Los mil sueños de Elena Fortún”, publicada en 2001 en Alboroque Ediciones.


En el verano de 1916, aconsejada por el médico naturista que atendía a la familia, el Dr. Ibarra, Elena Fortún viaja a Santander con sus dos hijos, Luis, de 6 años, y Bolín, de cinco. Ella tenía treinta y uno.

“Las aventuras de aquel verano, cogiendo conchas, caracolas y cangrejos, perdiéndose en una barca y quedándose aislados en una roca a la subida de la marea, las contará Encarna (Encarnación Aragoneses Urquijo era el verdadero nombre de Elena Fortún) más tarde en “Celia y sus amigos” y en “Celia en el mundo” – escribe Dorao.

Ella misma, con algo más de diez años, en 1897, y debido a su frágil salud, había acudido con su madre, Manuela (Urquijo),  a los baños de ola de El Sardinero. Entonces se alojaron en una fonda familiar en la  hoy Avenida de los Hoteles, el Hostal París.


En 2003, el ahora Hotel París sigue siendo un negocio familiar (ya seis generaciones), que abre solo la temporada de verano, del 1 de julio al 30 de septiembre, dirigido por  Esperanza Fernández Abella tras la muerte de Pilar Fernández Martín, su anterior gestora.

“El dueño de la fonda tenía dos hijas un poco mayores que Encarna a quienes la niña admiraba muchísimo porque salían con chicos y hablaban de trajes y de modas, y la niña creía entrar con ellas en un mundo mágico de fantasía.
Un domingo por la mañana en que su madre (que, como de costumbre, no se encontraba bien) se había quedado en la cama, Encarna, sentada en el mirador, vio pasar a las dos hermanas, que la llamaron:
-       ¿Quieres venir a misa con nosotras?
-       Bueno...
Fueron a la ermita de San Roque, sobre un peñasco que dividía dos playas. Como era temprano, solo estaban en misa las criadas de los hoteles y algunas viejecillas. La luz lechosa de la mañana nublada entraba por los ventanales, y la pequeña iglesia, a aquella hora, estaba blanca y pura como una perla...
Las tres niñas se fueron hacia delante, y se arrodillaron en el primer banco, pegadas a la barandilla del altar. Cuando salió el sacerdote y comenzó la misa, Encarna, que se había puesto a rezar, se sintió de pronto llena de un dulce bienestar que parecía levantarla en el aire: ya no estaba de rodillas en el suelo, sino arriba, a los pies de la virgen, en lo más alto del altar, rodeada de una luz blanca y purísima...
Sentía los párpados pesados...le costaba abrir los ojos...empezó a oír hablar a lo lejos, y luego las voces se fueron acercando...
Cuando por fin pudo abrir los ojos, se encontró en la puerta de la ermita rodeada de personas que le daban aire, y oyó decir:
- ¡Se ha puesto mala, se ha puesto mala!”.

TORRELAVEGA, 1917-1919

En 1917, a su marido Eusebio de Gorbea, militar, le conceden el reemplazo a Torrelavega. La madre de Encarna había muerto en febrero y a ella le horrorizaba la idea de quedarse en Madrid. Por otro lado, los niños estaban continuamente enfermos y quizá un cambio de aires les sentara bien. Cecilia, hermana de su amiga Mercedes y casada con un santanderino, Manuel Martín de la Escalera, le había dicho que en Torrelavega había muy buenos colegios para niños y el ambiente allí, un pueblo, tenía por fuerza que ser más sano que el de Madrid.

“La ilusión del principio se desvaneció enseguida: no encontraron colegio para los niños, que se pasaban todos los días metidos en casa...A pesar de todo lo que le habían hablado de los colegios tan buenos de Torrelavega, Encarna no había encontrado más que dos opciones: o colegios religiosos, “con capilla, cura y enseñanza religiosa a todo trapo” o las escuelas laicas de las sociedades obreras y republicanas, con un aspecto de cosa política y socialista que le parecían aún peor que los otros” – relata Marisol Dorao.

Por otro lado, estaba el tiempo. El 8 de noviembre de 1918, le escribe a Mercedes, su amiga canaria: “Aquí no deja de llover: hace dos meses que no vemos el sol dos días seguidos. Con esto, la epidemia de gripe, sigue, y nosotros a ratos estamos muy abrumados y muy tristes y con ganas de escapar. Eusebio reclama contra las tierras del norte, tan húmedas y tristes, y a veces pensamos si sería mejor volvernos a Castilla...”.

Eso hacen. A finales de febrero de 1919, a instancias de Eusebio, el Capitán General de la Sexta Región le concede autorización para trasladar de nuevo su residencia a Madrid.

SANTANDER, HOTEL PARÍS, 1921


Sin embargo, volverán otra vez, de vacaciones, en el verano de 1921 (vendrán sin su hijo pequeño Manuel, Bolín, que había muerto a los diez años, de una encefalitis letárgica, en abril de 1920):  “ Primero fueron a Torrelavega, pero no se quedaron porque en la fonda no había manera de seguir el régimen vegetariano que estaban haciendo y, como Cecilia, la hermana de Mercedes, estaba en Santander, fueron allí, alojándose en el Hotel París, que Encarna ya conocía, y donde sí les podían hacer el régimen”- cuenta Marisol Dorao.

ELENA FORTÚN ESTUVO AQUÍ: NIÑA, DE 1897 a 1899. CASADA, EN 1921 

En diciembre de 2003, ya con todo el hotel recogido, quedo con la actual directora del hoy (2016) Hotel París, Esperanza Fernández Abella. Juntas, miramos los libros de los primeros tiempos del hotel.


Encontramos la primera anotación el 19 de julio de 1897: Manuela Urquijo [madre de Elena Fortún], casada, profesión: su casa, procedente de Madrid.

Entonces regentaba el hostal Felipa Brera, su bisabuela, viuda de Cayetano Martín, y con dos hijas: Pilar y Concha Martín Brera, las dos niñas con las que Encarna va a misa a la ermita de San Roque.

El nombre de la madre de Elena Fortún, Manuela Urquijo, vuelve a aparecer el 24 de julio de 1898, junto a la edad de 50 años, así como el 20 de julio de 1899.


Luego, no aparecen nuevos asientos familiares hasta el verano de 1921: El 21 de agosto, concretamente, a nombre de Eusebio Gorbea, marido de Encarna/Elena Fortún, “y familia”. Se quedarán casi un mes, hasta el 18 de septiembre.

En el libro donde se anotan las comidas, el 19 de agosto consta la anotación: “Cenar Don Eusebio Gorbea, Sra. e hijo”. Al lado, el número de la habitación, la 51 (hoy, la 223), el número de días (30), el precio (27 ptas. por cena, 9 pesetas cada uno), y el total (810 pesetas, unos 5 euros de hoy).



ALGUNAS REFERENCIAS A SANTANDER Y TORRELAVEGA EN SUS LIBROS


En Celia, lo que dice, el primero de la serie, publicado en 1929, cuenta “Este año hemos venido al Sardinero, y todo el día estamos en la playa”... “Bajando, bajando llegaron a un bosque de hongos tan altos como Piquío...” – relata Celia  al corro de amas y niñeras.

Más adelante, en el capítulo “El baño y el bañero”, comenta: “Papá me llevó una tarde de paseo en el coche hasta Torrelavega”. Las ilustraciones de Molina Gallent salpican el texto con dibujos playeros.



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