lunes, 19 de febrero de 2018

SERGIO DEL MOLINO: LO QUE A NADIE LE IMPORTA



“Esta historia empieza en Francia a mis quince años, aunque arranca de verdad en España a mis diecisiete, el día que oí hablar…a mi abuelo real…doce palabras justas…: “Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos…”. Toda mi literatura se expande a partir de ese instante primordial. La última sentencia de mi abuelo fue también mi primera frase…”.

A partir de esa frase, del Molino  se pone a investigar sobre la vida e historia de su abuelo, un personaje hopperiano. “Hopper había pintado el silencio de mi abuelo. El mismo silencio de posguerra…”. Miro en internet los cuadros de Hopper, e intento asignarle uno a su abuelo José Molina. Al final, elijo, y encuadro, dos: en uno está mirando por la ventana; en otro, está hablando con alguien. Lleva la ropa del trabajo, un traje con chaleco. En uno está más joven, con las mangas remangadas. En el otro, ya cano, parece estar fumando, absorto…


Su abuelo nació en Bubierca, un pequeño pueblo de Zaragoza (66 habitantes en 2017), pero pasó la infancia en la calle Miguel de Ara, en el barrio del Gancho, en Zaragoza. Empezó a trabajar en la tienda de telas Gómez y Sancho, de la calle Manifestación. “Mi abuelo y yo encontramos nuestro lugar en el mundo en la misma calle”. Sergio iba a los 20 años a “La Caja de los Hilos”, tras una noche de farra, un local “chic” frente al  bar de copas que había sustituido en los 90 a la tienda de tejidos de su abuelo.

Sabe poco de él cuando empieza a investigar: “No sé nada de los amores de José Molina antes de mi abuela…Sé que tenía dos amigos inseparables…Sé que compartían la propiedad de una piragua…, y que remaba por las aguas siempre turbias del Ebro”. Hasta la Guerra Civil…que le alcanzó con veintiún años.

Una guerra de la que su abuelo no habla; solo en una ocasión, cuando Sergio tiene 15 años, le cuenta un episodio (la batalla del Segre del amanecer del 22 de mayo de 1938), que concluye: “Nunca pasé tanto miedo…”. Su nieto reconstruye con libros y documentos (su expediente militar) lo que debió de ser su experiencia en la comarca de la Terra Alta. “He invertido muchas horas para romper el silencio de José Molina…He hecho solo, y de muy adulto, la excursión que debería haber emprendido con mi abuelo”…

Tras la segunda herida de guerra le destinan a vigilar prisioneros en campos de trabajo, “labores de vigilancia e instrucción en las provincias de Cuenca y Guadalajara”- dice su expediente militar, un eufemismo para referirse a los campos de concentración… "Mi abuelo, derrotado en una guerra que ganó”…

“La crónica oficial de la familia, dice: Después de la guerra, el abuelo se fue a Madrid”. Pero Sergio descubre que hay 4 años en blanco entre 1939 y 1943. El hace sus hipótesis… En la capital, José Molina entra a trabajar en la entonces poco conocida firma de confecciones El Corte Inglés. En Madrid, conoce y se casa (en 1948) con Carmen de Lara, la Currita, una madre soltera de familia roja, venida a menos, con ínfulas. Sergio la describe como “infantil, mentirosa, niña malcriada, celosa de sus muñecas de porcelana que nunca cerraban los ojos”.

A partir de ese momento, 1948,  vivir el presente, el día a día. “Yo tengo que convertir el presente de indicativo de mis abuelos en pretérito perfecto simple…, el tiempo de las crónicas y de la historia…Estas supuestas memorias familiares son lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca…”.

Sabemos cuáles son las costumbres de José Molina: fumar (cigarrillos) Ideales; ir a trabajar en la segunda planta del Corte Inglés de Preciados; un afeitado apurado con brocha, espuma Lea y loción after shave Nivea; su asistencia, los sábados, a las veladas de lucha libre en el Campo del Gas (de hecho, Sergio quiso titular el libro El campo del gas; pero su mujer le dijo que sonaba a Auschwitz); sus paseos, los domingos, por la sierra del Guadarrama, “con una cámara réflex y un bastón”; leer (“tenía buenos libros sobre la guerra civil y buenos libros sobre Aragón”)…Y, tras la jubilación, en la casa que se compra en Bubierca, el pueblo donde nació, insomne y sordo, “pasar la siesta despierto en su silla de bambú, dando vueltas al bastón, acariciando su botijo y contemplando la boina colgada en la percha”. Es entonces cuando su nieto intuye que sus silencios no están hechos de ausencias, sino de presencias…Es entonces cuando Sergio del Molino empieza a poner juntas las cosas que intuye  y ve desde niño, sin saber entonces interpretarlas. “Los niños lo ven todo…ven las grietas…Si al crecer tenemos suficiente memoria y paciencia, podemos enlazarlo todo y darle incluso forma de libro…”.

Lo que a nadie le importa. Una posible interpretación del título: El silencio de un abuelo. ¿Qué hay detrás de los silencios de nuestros mayores…? Cualquiera da para un libro…

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https://www.youtube.com/watch?v=h2O5hVl2LgQ. Suites para chelo, de Bach, por Pau Casals.


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