Dos textos abren el relato de Sergio del Molino: Uno de
Paco Umbral en Mortal y rosa y otro
de T.S. Eliot en La tierra baldía, donde
precisamente se habla de “La hora violeta”.
“Este libro es un diccionario
de una sola entrada…”. La que busca la palabra que nombra a los padres que han
visto morir a sus hijos. No existe; hay huérfanos, viudos y viudas…, pero,
¿cómo se llama un padre, una madre que pierde un hijo, una hija…? “Que nadie
haya inventado una palabra para nombrarnos nos condena a vivir siempre en una
hora violeta”.
Ese es el tiempo que va
entre el diagnóstico de leucemia mieloide (luego, refractaria) a su hijo Pablo
con diez meses, y su muerte, sin llegar a cumplir dos años, un tiempo suspendido,
seguido de la hora del duelo y el luto.
“No soporto el silencio ni
la sombra” -nos confiesa el autor-, cuando llega a casa. “No puedo dormirme con
música, tiene que ser alguien hablando de algo”…
Sergio del Molino nos
comparte su pena, “los días de lucha y rabia”. “Hemos entrado en la parte del
mapa dominada por los monstruos”… De soledad. En los momentos de aislamiento,
cuando Pablo es más vulnerable, “no recibimos visitas…y nos sentimos más solos
que nunca”.
Nos habla de sus recursos,
de sus defensas: “Cuando pierdo pie, me refugio en Leño [la música de Leño, el
grupo de rock]”. Otro es la lectura. “Llevo varios días enfrascado en El día del Watusi, la trilogía de
Francisco Casavella…Su lectura me absorbe y me fascina. Hacía tiempo que un escritor español no me gustaba tanto”. Y
el paseo, los paseos…”Prohibido encerrarse a mirar la pared de la habitación.
Prohibido ensimismarse…”.
“Me he vuelto adicto al olor
de mi Cuque…Hijo, ¿qué te duele, qué puedo hacer…?...Qué guapo estás, hijo…Qué
hermoso eres…”.
Por sus páginas, van pasando
las etapas de la enfermedad, las explicaciones médicas, los periodos del año:
su primer cumpleaños, la Navidad…El día a día de unos padres que no claudican.
El miedo… “El miedo es una presencia ajena a mí, pero que me sigue; que no está
dentro de mí sino a mi lado, delante, detrás, debajo y, a veces, encima”.
“El cáncer tiene que ser
residual para proceder al trasplante [de médula]…La médula está limpia…Nos
vamos a Barcelona…”.
…Y la muerte, a pesar de la
lucha, a pesar de que “todo el poder de la ciencia [está] al servicio de
Pablo”. Con gran pudor, no se narran los últimos momentos: es como un fundido a
negro. El siguiente capítulo ya es cómo vivir sin el hijo, cómo volver a la
vida “normal”. “Camino solo por una casa sola y busco como un perro la compañía
de mis libros…”.
Vuelve a leer uno que leyó con 18 años: Mortal y rosa, de Francisco Umbral. “Me ha traído mucho bien y a la
vez me ha desgarrado…De todo lo que he leído sobre niños muertos, sobre padres
huérfanos y sobre enfermedad y ruina, Mortal
y rosa es, con mucho, el libro más bello, hondo y suicida que he
sufrido…Yo, como Umbral, deliro y hablo con mi hijo por los rincones de mi casa
y por las calles de mi ciudad…Vivo atrapado en la hora violeta…”.
Solo en las páginas finales,
nos dice: “He domesticado la pena”…, -aunque su intensidad es idéntica a la del
día de su muerte. El libro se lo dedica a su segundo hijo, Daniel. “Que el
ejemplo de Pablo siempre le guíe y nunca le pierda”…
Confesiones
de escritor al hilo del relato
“Soy literatura. Vivo por ella…La lectura…entrena mi cuerpo”.
“No me importaría ser un escritor…poco hábil en técnicas
narrativas, pero con un estilo lo bastante poderoso
como para hacer olvidar mis carencias…”. Le gustaría poseer la intensidad de Umbral.
“Yo no suelo usar grabadora
y no tomo demasiadas notas…Prefiero confiar en mi memoria y apuntar solo los
datos fundamentales o las frases que más me interesen”.
En eso, nos parecemos: yo
dejé de usar grabadora desde que un día, en prácticas, me jugó una mala pasada
en una entrevista muy técnica, y no grabó nada. Creo que tomo más notas que él,
pero también suelo decir que si redacto el texto sin dejar pasar mucho tiempo
después de la entrevista, puedo reconstruir bien el discurso del entrevistado.
“Yo no soy meditabundo. No
me solazan los paisajes ni tengo la paciencia necesaria para quedarme quieto
sin hacer nada…Me emocionan más una fábrica en ruinas o una estación de tren
abandonada que una cordillera de montañas…”. Pero ante el mar de su infancia…, ante
él es consciente de la fragilidad de las personas, de la vida, de la familia, y
de su propia familia.
SABER
MÁS
https://www.youtube.com/watch?v=4dpppZSdddQ. Saskatoon Tonight, por NQ Arbuckle. “En
los 4 minutos y 27 segundos que dura siento algo parecido a la paz”. “Nada me
sosiega tanto como la noche de Saskatoon”.
https://www.youtube.com/watch?v=_1qfIPXjGn4. Streets of Laredo, por Johnny Cash. “Hay
noches en que incluso Saskatoon se me queda pequeño, y tengo que marcharme al
sur, a la frontera con México…Entre Saskatoon y Laredo paso mis noches”.
https://www.youtube.com/watch?v=yH3Jxc98I-U.
Leño, Que tire la toalla. … “La
música de Leño, los cuatro discos del grupo…los llevo incorporados a la
piel…Cuando pierdo pie, me refugio en Leño”.
https://www.youtube.com/watch?v=LeLRf0vCoLo. Sylvia Plath, de Ryam Adams. “Creo que
armé uno de mis mejores cuentos, Malas
influencias, bajo su influjo”.
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