En el prólogo a la segunda edición, Shreiner comenta: “Un amable crítico ha sugerido que le habría gustado más el pequeño libro si hubiera sido una historia de aventuras salvajes; de transporte de ganado a kranzes [lugares abruptos] inaccesibles con bosquimanos; “de encuentros con leones hambrientos y huidas por los pelos”. No pudo ser. Esas obras se escriben mejor en Piccadilly o en el Strand: allí los dones del espíritu creador, sin contaminar por ningún contacto con la realidad, pueden desplegar sus alas. Pero si uno se sienta a describir los escenarios en los que ha crecido, descubrirá que la realidad se le mete dentro inadvertidamente”.
Por las mismas fechas, aparecía Las minas del rey Salomón, considerada la primera novela de aventuras, en inglés, situada en África…
Sobre
la novela, revelará algunas claves en alguna de las 4.800 cartas -aún no
traducidas en castellano, pero que pueden leerse en inglés en la web www.oliveschreiner.org -que escribe entre 1871 y
1920, año de su muerte.
En
una del 28 de marzo de 1884 al sexólogo Havelock Ellis, le aclara que “el libro
que el forastero le da a Waldo se supone que es Primeros principios, de Spencer”. Ella había vivido un suceso
similar en Basuto Land, en Sudáfrica: “En esos momentos, yo estaba instalada en
un completo ateísmo. No creía siquiera en mi propia naturaleza, en lo correcto
o incorrecto; no tenía ninguna certeza…Me ayudó mucho”. (Otro libro, que sí
aparece atribuido, es Principios de
economía política, de J.S. Mill)
En
la misma carta, le pregunta si ha leído Nora
[Casa de muñecas], de Ibsen [publicado en 1879]. “Es un maravilloso pequeño
trabajo. Muestra algunos aspectos de la naturaleza de las mujeres de los que no
es frecuente que se hable, y que algunas personas no creen ni que existen; pero
existen”.
En
otra, del 11 de julio del mismo año, le refiere lo que piensa de la nueva obra
que está escribiendo, From Man to Man
[se publicará, póstumamente, en 1926]: “Creo que ayudará a otras personas; hará
que los hombres sean más tiernos con las mujeres porque las entenderán mejor;
también conseguirá que las mujeres sean más cariñosas con otras mujeres; y
confortará a algunas al mostrarle que otras antes se han sentido como ellas
ahora”.
La
obra está dedicada a su hermana pequeña Ellie, que murió a los 17 meses cuando
ella tenía 9 años. En una carta de 1892, explica: “Creo que la primera vez que
tuve este sentimiento con respecto a la muerte fue cuando murió mi hermana favorita.
Dormí junto a su cuerpecito hasta que fue enterrada y luego solía sentarme
durante horas al lado de su tumba. Era imposible para mí entonces, y lo sigue
siendo ahora, aceptar la doctrina de que estaba viviendo en alguna parte sin su
cuerpo”.
En
Historia..., a través del personaje de Lyndall, muestra sus ansias de saber: “Yo pienso
ir a la escuela…No hay nada en este mundo que ayude más que ser muy sabio, y
saberlo todo, ser inteligente… Cuando sea mayor, no habrá nada que no sepa”. Su
alter ego, Waldo, personaje que piensa, que duda, también sueña con una caja
llena de libros: “Me lo contarán todo, todo, todo”.
Sin
embargo, cuando a los 16 años, Lyndall vuelve del internado de señoritas, tiene
una pobre opinión de las llamadas “Escuelas de finalización”: “El nombre dice
exactamente lo que son. Acaban con todo excepto con la imbecilidad y la
debilidad, y a esas las cultivan”. Ella aprovecha para aprender por su cuenta,
conocer gentes, lugares y diferentes formas de vida. Se sincera con Waldo: “Lo
único sobre lo que yo pienso mucho y siento con fuerza…es sobre la situación de
las mujeres”. Viendo cómo actúa una pareja de avestruces cercana, deja claro
cuál es su parecer sobre la cuestión: “Me gustan estas aves; comparten las
tareas y son compañeros”.
En
la vida real, mientras sus hermanos son directores de escuela o van a trabajar
a las minas de diamantes, a Olive solo le queda el trabajo como institutriz por
distintas granjas.
En
1885, conoce al matemático Karl Pearson. “La vida de una mujer como yo es muy
solitaria. He tenido una sucesión de amistades que han respondido a sucesivas
etapas mentales. Cuando vine a Inglaterra hace unos años [en 1881], solo había
hablado con una persona a quien gustaran los libros que yo amaba. La amistad
intelectual era una cosa con la que solo podía soñar”.
Olive
acudirá en Londres al Club de Hombres y Mujeres fundado por él, donde se debate la
igualdad de los sexos.
En
julio de 1886 le escribe que quiere dedicarle From Man to Man. “El libro parece
pertenecerte. Creo que no hubiera tenido el coraje de revisarlo y terminarlo si
no te hubiera conocido…En agradecimiento a tu comprensión de la mujer y a tu
interés científico en su condición y desarrollo”.
El
25 de octubre de 1886, en una carta donde le habla de las tres cosas (la
Ciencia, la prensa y la ficción) que, a su juicio, han sustituido a los
antiguos poderes (la Teología, los gobernantes y la pintura y el teatro), le
refiere su propio caso: “Una chica sin educación formal, que trabaja diez horas
al día, sin tiempo para escribir salvo durante la noche, escribe una pequeña
historia, Una granja africana, una
obra juvenil, cruda y llena de faltas, para ella misma, cuando parecía
imposible que viniera a Inglaterra o lo publicara. Ahora, recibo cientos de
cartas de todo tipo de gente, desde el hijo de un conde a una costurera de Bond
Street, desde un carbonero a un poeta. La última, de un millonario americano
diciendo que le había ayudado a abandonar el cristianismo y el trabajo que
llevaba desempeñando durante treinta años…”.
Con
Havelock Ellis, receptor de muchas de sus cartas, Olive mantendrá correspondencia hasta su muerte. En una de sus
últimas misivas, le pide que las destruya: “Para mí una carta es tan sagrada
como una promesa”.
El
19 de octubre de 1918, desde Westminster, en Londres, le comunica que ha estado
muy enferma. “Por eso no te he escrito”. Desde los 19 años sufría ataques de
asma, y los problemas de corazón eran congénitos en su familia por parte de padre
(este murió a los 64 años, en 1880). “Parece que no hay nada que hacer. Al
parecer, tuve tuberculosis de niña y los agujeros en los pulmones no
cicatrizaron bien”.
Le
habla también de sus libros preferidos: “Me gustan los libros de hechos científicos y
los libros de historia. Odio las biografías y los libros de cotilleo…He leído
una y otra vez a Jane Austen, Los papeles de Pickwick, a George Eliot y a
Scott…Frecuentemente, leo la Biblia: el lenguaje es tan hermoso, pero es muy
deprimente; todos los horrores y torturas que sufrieron las antiguas tribus judías…[En Historia de una granja, escribe: “La
Biblia la llevamos siempre en nuestros pechos”]. He leído todos los libros
sobre Rusia, los Balcanes, China y Japón que he podido encontrar”.
Se
despide con un “Adiós, mi querido y viejo Havelock. No les he dicho a mi marido
ni a mi hermana lo mal que estoy para que no se preocupen”.
Morirá
un 10 de diciembre de 1920 en su cama mientras leía. Tenía aún las gafas puestas y el libro se le había
caído de las manos.
Su
sobrina favorita, Frances Lyndall (“Dot”) Schreiner, escribe, en 1957, un libro de recuerdos sobre
su tía, Memories of Olive Schreiner.
*Historia de una granja africana. Ed.
Milrazones. Santander, 2012. Es una escritura muy potente, crítica y lúcida.
Wyndall, protagonista junto a Waldo, podría ser una Calpurnia Tate ya crecida.
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