En
este mes de marzo, protagonizado por Teresa de Jesús, una andariega inquieta,
es un buen momento para hablar de otras mujeres, más desconocidas u olvidadas…
“Este
libro no es una autobiografía ni siquiera parcial” –comienza María Lejárraga,
que firma con los apellidos de su marido, Gregorio Martínez Sierra. “Una mujer por caminos de España es un breve
recuento de impresiones casi meramente pictóricas, recogidas durante unos
cuantos años- de 1931 a
1938…”- dice.
Mis andanzas de
propaganda
María
cuenta cuáles son sus discursos y cómo se plantea su faceta pública (“Se
trataba de hacer propaganda política”) entre 1931 (al instaurarse la República)
y 1938 (ya durante la Guerra Civil): “Hablaré de la vida cotidiana, de su
miseria, de su dolor, de cómo hay que vencerlos a fuerza de unión, de saber, de
conciencia…hablaré a las mujeres, siempre a las mujeres, que son las que hacen
el alma de los pueblos…”. “Cuando hablo
en un meeting nunca empiezo hasta que
una sutil telepatía me da el tono en que he de comenzar, hasta que una mirada o
dos o tres han dicho: “Nos fiamos de ti”.
… “Hablo, más que como en un meeting,
como en una escuela…mi propósito, siempre que hablo en público, es lograr que
los que están oyendo entren en sí mismos y hallen dentro de sí y por sí la
razón o el error de lo que les propongo”.
En
La Mancha , en
1932; en Almansa: “Hay que unirse, hay que comprender por qué y para qué nos
hemos unido, hay que ser leales a la unión, hay que ayudar a los hombres a
romper las cadenas y a salir del pantano, hay que aprender”. En el Ateneo de Cartagena (El anuncio: “La
compañera María Martínez Sierra dará esta noche en el Ateneo una conferencia
con el tema “Por qué soy socialista”. No
faltar”): “Soy socialista por puro realismo…Soy socialista, en primer lugar,
porque me espantó el drama de la clase media: médicos, profesores, ingenieros,
arquitectos, periodistas. La inquietud (económica)…”. En Granada, como
candidata, en 1933, “por primera vez van a ser electoras las mujeres”. “Vengo
de propaganda electoral…No encontré mujeres a quienes convencer. Porque en
Granada y su provincia la mujer no existe…Socialmente no existe. No cuenta;
jamás se le ha ocurrido que pudiera contar. Ni a ella ni a nadie…Nadie había
pensado en utilizar para nada la fuerza formidable del elemento femenino”. En Castril, un pueblo del altiplano de
Granada. “A Castril me tocó ir de propaganda electoral en octubre de 1933” . Loja, Alfacar, “un
buen rato de argumentos materialistas – vamos a echar la cuenta juntas para que
os convenzáis- que son los más eficaces para convencer al sexo femenino que tan errónea fama tiene
de soñador, sentimental e ilusionista”.
A
Granada de nuevo a celebrar el Primero de mayo de 1934 con sus electores (a
pesar de haber perdido las elecciones en noviembre de 1933). Va con Fernando de
los Ríos y Ramón Lamoneda (a él le dedica Una
mujer por caminos de España, “A Ramón Lamoneda, mi compañero de diputación
y preocupación por la trágica provincia de Granada, político sincero, hombre
honrado y amigo leal”), los tres con acta de diputados socialistas. “Yo, en
este haz, represento el realismo”. Por
la noche, les invita a su casa García Lorca y toca al piano, solo para ella,
“unas cuantas canciones que he recogido últimamente por esos caminos de Dios”.
Nunca más le vuelve a ver.
A
La Rábida , un
pueblecillo al sur de la provincia de Granada, donde están “los ojos más
hermosos de la tierra”, pero con tracoma, “conjuntivitis purulenta, plaga y maldición
de la costa mediterránea”. Allí habla a las mujeres de las bondades del saber
leer. “ El saber leer sirve para todo: sirve, en primer lugar, para ya que han
nacido los hijos, aprender a criarlos, a limpiarles los ojos siquiera dos veces
al día con agua y no con saliva, para que no tengan legañas ni tracoma; a
frotarles el cuerpo, si el jornal no da para comprar jabón, con agua también,
hay tanta en el mar, y arena fina de esa
que parece oro que está en aquel remanso de la orilla, lo mismo que
frotaríais un caldero de cobre, hasta que reluzcan de limpios, a peinarles las
greñas…El leer sirve para aprender a ser personas, para darse cuenta de cómo es
el mundo…”.
En
El Ferrol, en primavera, durante la
Cuaresma de 1936 en un mercado “en el cual acostumbraba a
distribuirse y venderse la pesca”. Les dice: “No hay que dejar de ser cristiano
para ser socialista…Leed el Evangelio, y entenderéis lo que en lenguaje más
parecido al vuestro, intentamos deciros…las Epístolas…”.
“Guardo
grata memoria de una reunión en la
Casa del Pueblo de Águilas, provincia de Murcia…”.
En
un pueblo pequeño de los alrededores de Madrid. “Por razones de familia, estuve
en él repetidas veces durante mi juventud…”. “Sus antiguos conocidos no nos
tienen simpatía alguna”- me dijeron mis compañeros de propaganda”. Ella empieza
dirigiéndose a los niños. “Empecé a hablarles de sus derechos. ¡Los derechos
del niño, oh Ginebra!, la limpieza, el alimento suficiente, la ropa bastante,
la escuela risueña, el hogar tranquilo, a satisfacción del padre, el buen humor
de la madre, la esperanza, ¡la seguridad! De llegar a ser hombres y mujeres que
sirviesen para algo, ¡para mucho!, en el mundo y gozasen la vida que es buena
para quien la sabe buscar y dominar…Todo esto que os acabo de decir quería habérselo
dicho a vuestros padres y a vuestras madres, pero da lo mismo: vosotros se lo
diréis por mí, vosotros reclamaréis todos los días…Y, a fuerza de oíroslo decir
y repetir, vuestros padres, que para ellos se resignan a la pobreza sin
esperanza, seguramente s decidirán, por vosotros, a pensar que puede haber un
camino que os lleve a vida más grata…, puede que hasta digan: “ Si ese camino
existe, vamos a buscarle”.
En
un pueblo de Asturias, oficia de oradora junto a Matilde de la Torre y Dolores Ibarruri
(Pasionaria)… “No tengo la elocuencia tribunicia de Matilde de la Torre, su
filosofía, su profundo sentido de la Historia; no tengo el entrañable fervor de
Pasionaria, su fe en la teoría y en la jerarquía…”. Pero ella también tiene su
modo: “Sé que, cuando hablo, con frecuencia muevo a reír y a llorar sobre la
misma frase, y más especialmente a los hombres que a las hembras…todavía no he
llegado a comprender por qué…”.
Firmado
en Niza en 1949, cuenta en su prólogo -para “la versión norteamericana”- algo sobre su infancia “feliz y llena de
curiosidad”.
“Antes
de los cuatro años, me veo leyendo…una Guía
de balnearios de España…¡Lo que habré yo leído de los cuatro a los siete
años!...hasta los siete no estudié lecciones…mi madre me puso en las manos mis
dos primeros libros de texto, una Geografía y una Historia Sagrada…Los
inviernos de su infancia desde los cuatro años
a los dieciséis, los vivió en la ciudad, en casa de su abuelo…Hacia
1880, la llevaba todas las tardes a dar un paseo por las afueras…[En la
adolescencia] trabé conocimiento y entrañable amistad con mi padre. Primero
habíase trasladado a un pueblo al pie de la Sierra de Guadarrama, Buitrago…De casi todos
aquellos colegios y asilos [de la periferia de la capital] llegó durante los
últimos lustros del pasado siglo, a ser médico [mi padre]”.
A
pesar de no ser “autobiográfico”, descubrimos en cada capítulo breves notas
sobre su vida. En el primero, por ejemplo, escribe: “Mi padre era médico
rural…Mi madre, mi única maestra- que hasta que tuve que estudiar carrera no he
ido jamás a escuela ninguna…leyendo vorazmente como siempre he leído…Entre doce
y trece años, por azar, conocí a Pablo Iglesias…oí por primera vez la tremenda
palabra “socialismo”…La primera Casa del pueblo en que entré fue la de Bruselas,
teniendo ya más de veinticinco años (Ignoraba yo entonces que tal institución
existiese en España…Hasta que acaeció la República , ingresé en el partido socialista, y
empecé en 1931 mis trabajos de propaganda, no conocí la emocionante red de Casas
del Pueblo españolas…Bélgica fue mi iniciadora en el socialismo), en un viaje
de estudios que me tuvo un año entero fuera de mi patria, corriendo Europa ( Yo
corría desde por la mañana a cumplir mi deber visitando escuelas , tomaba
notas, redactaba apuntes; en las horas libres, visitaba museos; algunas noches,
iba a algún espectáculo)…Fui en mi juventud, de los veintitrés y los treinta y
tres, maestra de escuela en uno de los barrios populares de Madrid”.
En
el tercero, “Guardia de honor”, dirigiéndose a los asistentes a una conferencia
suya en el Ateneo, empieza: “Voy a hablar de mí misma…Soy la hija mayor de un
médico que trajo al mundo a otros siete varones y hembras…”.
En
el décimo, titulado “La Pasión
de Cristo, proceso político”, narra: “De
los quince a los veinte, la casa de mis padres, en la cual habitaba la mitad
del año, estaba situada en el atrio mismo de la parroquia…el párroco me enseñó
latín…el sacristán me daba los pedazos de caña que servían para alisar los
largos y brillantes tirabuzones…tenía mi Cartilla de rezos, mi Misal, mi Manual
de administración de Sacramentos, sabía de memoria la liturgia de entierros y
bautizos , el color de los ornamentos para cada domingo del año…”.
En
el capítulo XII, Tres voces de mujer,
explica: “Pasé todo el año 1935 recorriendo prisiones para confortar a los
compañeros encarcelados [tras la revolución de octubre de 1934] y trabajando en los Comités formados para
auxiliar a las familias de los muertos y los presos, asegurar la defensa ante
los tribunales de los procesados y facilitar la huida al extranjero de los
perseguidos”.
En
el décimo tercero, relata: “Cuando el 17 de octubre de 1936 salí de mi casa de
Madrid camino de Berna, a cuya Legación había sido destinada como Agregada
Comercial…”. También habla de uno de sus
sueños: “vivir en la ciudad y tener un jardín como en el campo, como en la
infancia”.
En
el décimo cuarto, ensalza y agradece a Bélgica: “Pensaba detenerme allí una
semana. Estuve seis meses…desde noviembre de 1937 a abril de 1938…Acogiste
a los niños españoles no como a
refugiados…sino como a hijos propios…No escribían: “los señores en cuya casa
vivo, tienen…” sino “tenemos…”…No les consintió que olvidaran ni un solo día
que eran españoles…más de cuarenta meetings
y fiestas brillantemente organizados para recoger fondos”.
Así
narra sus andanzas esta andariega, otra mujer inquieta y vagamunda- como decían
de Teresa de Jesús.
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