viernes, 13 de septiembre de 2019

EX LIBRIS. Confesiones de una lectora. Por Anne Fadiman


“Empecé a escribir Ex Libris (publicado en inglés en 1998) cuando me dio por pensar que la gente a menudo escribía sobre los libros como si fueran tostadoras…”- cuenta su autora en el prólogo. Escribió estos 18 ensayos en un periodo de 4 años. “Aparecen aquí en el mismo orden en que los escribí…”.

El libro se lo dedica a sus padres, Clifton y Annalee, “que construyeron mis castillos ancestrales”…, con sus bibliotecas (En el capítulo Mis castillos ancestrales revela que, entre los dos, tenían siete mil libros. “Cada vez que nos mudábamos de casa, un carpintero construía medio kilómetro de estanterías…A los 4 años, me gustaba construir castillos con una colección de mi padre de 22 volúmenes en tamaño bolsillo, de [Anthony] Trollope…”.


En el capítulo de agradecimientos, cuenta algunas intimidades más: “El centro de este libro es mi familia…”, “Mi marido y yo nos cortejamos con libros y unimos nuestras bibliotecas”… [El primer ensayo se llama precisamente así: Matrimonio de bibliotecas], “Si tuviera que clasificar los placeres de la vida, hablar de libros con mi hermano y mis padres sería uno de los primeros”. De hecho, cuando se reúnen, siguen corrigiendo las erratas de los menús…

¿Cómo ordeno los libros en mi biblioteca?

El primer ensayo narra cómo unen sus bibliotecas su marido y ella: “George es un aglutinador; yo soy una separadora. Él tenía sus libros entremezclados democráticamente…Yo ordenaba los míos por nacionalidad y tema…”. Para la fusión, acuerdan clasificarlos por temas: historia, psicología, naturaleza, viajes, etc. “La literatura estaría subdividida por nacionalidades”…Pero ella quiere colocar la literatura inglesa en orden cronológico y la norteamericana “por autor y en orden alfabético”.

La tarea más dura es decidir, en el caso de los ejemplares repetidos, con cuál quedarse. “Decidimos que los de tapa dura prevalecerían sobre los de bolsillo a menos que los de bolsillo tuvieran notas al margen”. Así, se quedan con el Middlemarch de Anne y con La montaña mágica de George. Pero no se ponen de acuerdo para descartar el Mujeres enamoradas del otro, y deciden guardar ambos
Qué diferente de la historia de Felicidad Blanc y Leopoldo Panero: “Mirando mi biblioteca, que es mi mayor orgullo, me dice [Leopoldo, entonces, novio]: “Hay muchos libros que los tengo yo. Son repetidos. Cuando nos casemos, se pueden regalar o vender…”. Los de ella, claro…https://quefluyalainformacion.blogspot.com/2019/09/felicidad-blanc-la-viuda-de-leopoldo.html.

En mi caso, yo soy más como George, el marido, de jardín inglés más que del cartesiano francés. En la estantería superior (donde he de subirme en un banquito para alcanzarla) de la librería de mi estudio, los ensayos, en una porción; los libros de poesía (pocos, no soy una gran lectora de poesía) en otra, y las guías y libros de viajes en una tercera. Debajo, dos estanterías  -de lado a lado-, dedicadas a la novela (sin orden ni concierto: intento agrupar por autor pero, a veces, ni eso); lecturas juveniles y ensayos sobre la LIJ (restos del tiempo que pasé trabajando en animación a la lectura) y otras dos baldas dedicadas a la educación ambiental y el medio ambiente en general (también resultado del tiempo que estuve trabajando en este ámbito). En las últimas, más cerca del suelo, los libros más pesados (de peso, no de rollo), un totus revolutum. También hay una balda dedicada a libros sobre Cantabria (donde vivo en la actualidad, desde 1996).

En el “intercambiador”, he puesto dos esquineros: un espacio dedicado a mis libros infantiles favoritos y los que he ido apañando con los años (un rincón para mis sobrinos, que nunca visitaron…). El otro, dedicado al género y a la auto/biografía de hombres y mujeres (cada vez me gusta más leer memorias, cartas, diarios…).

Una biblioteca revela gustos y deseos, aspiraciones y vicios…

…[Mejor] “que si hubiéramos hurgado en sus armarios…”- afirma Fadiman. La biblioteca de su padre “abarcaba toda la literatura mundial y tres milenios, aunque su fuerte era la poesía inglesa y la ficción de los siglos XVIII y XIX. La única literatura basura, en términos relativos, era la ciencia ficción, y las únicas obras totalmente extraliterarias trataban de vinos y quesos. Mi estante favorito era el de los libros escritos por él. Me gustaba ver mi nombre allí -Fadiman-, sobre todo a los cinco años, ya que fue una de las primeras palabras que aprendí a escribir”.


La biblioteca de su madre “era más reducida y se centraba sobre todo en China y Filipinas…” (Durante la II Guerra Mundial, antes de tener a sus hijos,  había sido corresponsal para las revistas Time y Life en Corregidor y Bataan, en Filipinas). I was on Corregidor/Estuve en Corregidor [de Amea Willoughby, 1943], ¡la mencionaba a ella!, era emocionante...”.


Anne Fadiman piensa legar su biblioteca a sus hijos: su hija Susannah, a quien le encanta contemplar los libros de sus padres e imaginar de qué tratan. Así, Conejo en paz es “la historia de un conejito dormilón” y One Man´s Meat/La carne de un hombre [de E.B.White] es “un misterio sobre unos hombres sentados a la mesa de un comedor, y a uno le dan un bistec mientras que a los demás solo brécol…”. Y su hijo Henry, “que se comió parte de Goodnight Moon”.


Leer libros en los lugares que describen

Ella lo llama “Lectura In Situ”. Yo, digo que soy una "viajera literaria" (siempre me gusta ir a una ciudad con un escritor/ora de cabecera y recorrer/visitar los lugares de los que hablan). Nueva York, con Maeve Brennan; Praga, con Ota Pavel. Roma, con Goethe…







“He leído a Yeats en Sligo, a Isak Dinesen en Kenia y a John Muir en las Sierras…”.

Leer en voz alta y ver leer

“Cuando yo era pequeña, mi padre siempre me leía en voz alta; se especializó en el autor de cuentos infantiles, doctor Seuss. Muchos años después, cuando me recuperaba de una amigdalectomía, me leyó el primer tomo de Guerra y paz…En casa leemos mucho en voz alta…Todas las lecturas son actuaciones”.


La autora cuenta que, cuando algunos de los padres de los compañeros de clase de su hija se quejan de que sus hijos no leen por placer, ella -al visitar sus casas- ha visto libros caros en las habitaciones de los niños, pero ninguno en las de los padres, ni en  el resto de la casa. “Esos niños no ven leer a sus padres, como yo vi a los míos cada día de mi infancia…”.

No soporto las erratas

La familia Fadiman no puede evitar corregir las erratas de los menús cuando va a cenar a un restaurante. Yo no puedo soportar una errata o una letra sin completar en un libro y he de levantarme a por un boli para corregirla o no puedo seguir leyendo…

También se ponen al día de todos los desaguisados que encuentran en su vida diaria… 

“Mi hermano [Kim] contó que en el manual de un programa informático de 364 páginas…había encontrado varios centenares de errores ortográficos, gramaticales y sintácticos. Su favorito era el comando…de “intercalar una llamarada [llamada]”… 

“Nuestra madre confesó que desde hacía varios años guardaba en un gran sobre los errores que recortaba en el periódico local…”. Ya tenía 394. “Los delitos consistían en 56 errores de concordancia entre el sujeto y el verbo, 8 participios y 3 subjuntivos mal empleados…”. 

“Mi padre…solía corregir los menús en los restaurantes de moda de Manhattan y luego al salir se los daba al maitre…”. 

“Yo misma…a los 23 años había descubierto 15 erratas en la edición de bolsillo de Pyramid de Habla, memoria, de Nabokov…”. Es algo genético, de familia…


La conclusión: Los libros escriben la historia de nuestras vidas

Los primeros regalos de Navidad que Anne y George se intercambian, cuando aún no eran “amantes” son…libros. “Como George sabía que me gustaban los osos, me regaló The Biography of a Grizzly, de Ernest Thompson Seton…Como sabía que a George le gustaban los peces, le regalé Old Mr Flood, de Joseph Mitchell, un pequeño volumen de cuentos sobre el mercado de pescado de Fulton [Fulton Fish Market, en Nueva York]”.



“Mi mejor momento de Lectura In Situ lo pasé con los diarios de John Wesley Powell [The Diary of John Wesley Powell], cuando acampé en los rápidos Granite, al final del cañón del Colorado…Fueron las primeras vacaciones que pasamos juntos [George y yo]”.


“Cuando nuestra hija [Susannah] tenía cuatro años, fue a merendar al Hotel Plaza [de Nueva York, en la 5ª Avenida] con su ejemplar de Eloise [Colección de libros infantiles de Kay Thompson en los que la protagonista, Eloise, vive en el Hotel Plaza]…Susannah se escondió de verdad detrás de las cortinas de terciopelo rojo en el Gran Salón de Baile, recorrió el pasillo del decimoquinto piso y se mareó en la puerta giratoria…”.


“Cuando mi hijo [Henry] tenía ocho meses, devoraba la literatura. En cuanto pillaba un libro, lo masticaba…Las esquinas que faltan en las páginas 3 y 8 [de Goodnignt Moon]…”.


“De las muchas satisfacciones de la maternidad, pocas han sido tan intensas como la de ver el rostro de mis hijos cuando abren un libro nuevo por primera vez”.

Sobre su autora

Nacida en Nueva York en 1953. Periodista, editora, profesora y ensayista. Hija de dos escritores: Clifton Fadiman (autor en castellano de Un plan de lectura para toda la vida) y Annalee Jacoby Fadiman (guionista y corresponsal). Su marido, George Howe Colt, también es periodista y escritor.


SABER MÁS

Su estante suelto (nada tiene que ver con el resto de la biblioteca, pero dice mucho de su propietario): … “64 libros sobre la exploración polar”. 

El mío: una estantería sobre “Las cosas del andar”, mi “deporte” favorito desde los 18 años, en que se creó un club de montaña en el colegio (del montañismo pasé al senderismo y, últimamente, a los “paseos de media hora”. Pero, mientras pueda, nunca dejaré de andar, aunque sea  a razón de dos kilómetros al día… o menos).

Palabras que desconocía


En El tigre en la casa, escrito en 1920 por Carl Van Vechten, Anne encuentra 22 palabras que desconoce: “monofisita, mefítico, diapasón, opopónaco, grimorio, copelación, ádito, cipayo, palustre, apócema, camorra, subadar, alcalde, hisopo, itifálico, adapertil, perllan, agatodemonio, cacodemonio, goético, retomingente y calineries”.

Yo, en este libro, “zaraza” (“tela de algodón muy fina, con listas de colores o flores estampadas”).

ALGUNOS LIBROS CITADOS, en sus portadas

Parejas, de John Updike.


Guerra y paz, de Tolstoi.


Middlemarch, de George Eliot.


Viajes con Charley, de Steinbeck.


La montaña mágica, de Thomas Man.


Mujeres enamoradas, de T.H. Lawrence.




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