“Empecé a escribir Ex Libris (publicado en inglés en 1998)
cuando me dio por pensar que la gente a menudo escribía sobre los libros como
si fueran tostadoras…”- cuenta su autora en el prólogo. Escribió estos 18 ensayos en un
periodo de 4 años. “Aparecen aquí en el mismo orden en que los escribí…”.
El libro se lo dedica a sus
padres, Clifton y Annalee, “que construyeron mis castillos ancestrales”…, con
sus bibliotecas (En el capítulo Mis
castillos ancestrales revela que, entre los dos, tenían siete mil libros.
“Cada vez que nos mudábamos de casa, un carpintero construía medio kilómetro de
estanterías…A los 4 años, me gustaba construir castillos con una colección de
mi padre de 22 volúmenes en tamaño bolsillo, de [Anthony] Trollope…”.
En el capítulo de
agradecimientos, cuenta algunas intimidades más: “El centro de este libro es mi
familia…”, “Mi marido y yo nos cortejamos con libros y unimos nuestras
bibliotecas”… [El primer ensayo se llama precisamente así: Matrimonio de bibliotecas], “Si tuviera que clasificar los placeres
de la vida, hablar de libros con mi hermano y mis padres sería uno de los
primeros”. De hecho, cuando se reúnen, siguen corrigiendo las erratas de los
menús…
¿Cómo
ordeno los libros en mi biblioteca?
El primer ensayo narra cómo
unen sus bibliotecas su marido y ella: “George es un aglutinador; yo soy una
separadora. Él tenía sus libros entremezclados democráticamente…Yo ordenaba los
míos por nacionalidad y tema…”. Para la fusión, acuerdan clasificarlos por
temas: historia, psicología, naturaleza, viajes, etc. “La literatura estaría
subdividida por nacionalidades”…Pero ella quiere colocar la literatura inglesa
en orden cronológico y la norteamericana “por autor y en orden alfabético”.
La tarea más dura es
decidir, en el caso de los ejemplares repetidos, con cuál quedarse. “Decidimos
que los de tapa dura prevalecerían sobre los de bolsillo a menos que los de
bolsillo tuvieran notas al margen”. Así, se quedan con el Middlemarch de Anne y con La
montaña mágica de George. Pero no se ponen de acuerdo para descartar el Mujeres enamoradas del otro, y deciden
guardar ambos
…
Qué diferente de la historia
de Felicidad Blanc y Leopoldo Panero: “Mirando mi biblioteca, que es mi
mayor orgullo, me dice [Leopoldo, entonces, novio]: “Hay muchos libros que
los tengo yo. Son repetidos. Cuando nos casemos, se pueden regalar o vender…”.
Los de ella, claro…https://quefluyalainformacion.blogspot.com/2019/09/felicidad-blanc-la-viuda-de-leopoldo.html.
En el “intercambiador”, he
puesto dos esquineros: un espacio dedicado a mis libros infantiles favoritos y
los que he ido apañando con los años (un rincón para mis sobrinos, que nunca
visitaron…). El otro, dedicado al género y a la auto/biografía de hombres y
mujeres (cada vez me gusta más leer memorias, cartas, diarios…).
Una
biblioteca revela gustos y deseos, aspiraciones y vicios…
…[Mejor] “que si hubiéramos
hurgado en sus armarios…”- afirma Fadiman. La biblioteca de su padre “abarcaba
toda la literatura mundial y tres milenios, aunque su fuerte era la poesía
inglesa y la ficción de los siglos XVIII y XIX. La única literatura basura, en términos relativos, era la
ciencia ficción, y las únicas obras totalmente extraliterarias trataban de
vinos y quesos. Mi estante favorito era el de los libros escritos por él. Me
gustaba ver mi nombre allí -Fadiman-, sobre todo a los cinco años, ya que fue
una de las primeras palabras que aprendí a escribir”.
La biblioteca de su madre
“era más reducida y se centraba sobre todo en China y Filipinas…” (Durante la
II Guerra Mundial, antes de tener a sus hijos,
había sido corresponsal para las revistas Time y Life en Corregidor
y Bataan, en Filipinas). I was on
Corregidor/Estuve en Corregidor [de Amea Willoughby, 1943], ¡la mencionaba
a ella!, era emocionante...”.
Anne Fadiman piensa legar su
biblioteca a sus hijos: su hija Susannah, a quien le encanta contemplar los
libros de sus padres e imaginar de qué tratan. Así, Conejo en paz es “la historia de un conejito dormilón” y One Man´s Meat/La carne de un hombre [de
E.B.White] es “un misterio sobre unos hombres sentados a la mesa de un comedor,
y a uno le dan un bistec mientras que a los demás solo brécol…”. Y su hijo
Henry, “que se comió parte de Goodnight
Moon”.
Leer
libros en los lugares que describen
Ella lo llama “Lectura In Situ”. Yo, digo que soy una "viajera
literaria" (siempre me gusta ir a una ciudad con un escritor/ora de cabecera y
recorrer/visitar los lugares de los que hablan). Nueva York, con Maeve Brennan;
Praga, con Ota Pavel. Roma, con Goethe…
https://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2013/12/post-para-leer-en-navidad-roma-de-la.html.
ROMA, CON GOETHE.
https://quefluyalainformacion.blogspot.com.es/2012/05/en-nueva-york-con-long-winded-lady.html. EN
NUEVA YORK CON MAEVE BRENNAN.
https://quefluyalainformacion.blogspot.com.es/2014/09/los-paramos-de-yorkshire-un-lugar.html. EN
YORKSHIRE, CON LAS BRONTË Y EL JARDÍN SECRETO.
“He leído a Yeats en Sligo,
a Isak Dinesen en Kenia y a John Muir en las Sierras…”.
Leer
en voz alta y ver leer
“Cuando yo era pequeña, mi
padre siempre me leía en voz alta; se especializó en el autor de cuentos
infantiles, doctor Seuss. Muchos años después, cuando me recuperaba de una
amigdalectomía, me leyó el primer tomo de Guerra y paz…En casa leemos mucho en
voz alta…Todas las lecturas son actuaciones”.
La autora cuenta que, cuando
algunos de los padres de los compañeros de clase de su hija se quejan de que
sus hijos no leen por placer, ella -al visitar sus casas- ha visto libros caros en
las habitaciones de los niños, pero ninguno en las de los padres, ni en el resto de la casa. “Esos niños no ven leer
a sus padres, como yo vi a los míos cada día de mi infancia…”.
No
soporto las erratas
La familia Fadiman no puede
evitar corregir las erratas de los menús cuando va a cenar a un restaurante.
Yo no puedo soportar una errata o una letra sin completar en un libro y he de
levantarme a por un boli para corregirla o no puedo seguir leyendo…
También se ponen al día de
todos los desaguisados que encuentran en su vida diaria…
“Mi hermano [Kim]
contó que en el manual de un programa informático de 364 páginas…había
encontrado varios centenares de errores ortográficos, gramaticales y
sintácticos. Su favorito era el comando…de “intercalar una llamarada [llamada]”…
“Nuestra madre confesó que desde hacía varios
años guardaba en un gran sobre los errores que recortaba en el periódico
local…”. Ya tenía 394. “Los delitos consistían en 56 errores de concordancia
entre el sujeto y el verbo, 8 participios y 3 subjuntivos mal empleados…”.
“Mi
padre…solía corregir los menús en los restaurantes de moda de Manhattan y luego
al salir se los daba al maitre…”.
“Yo
misma…a los 23 años había descubierto 15 erratas en la edición de bolsillo de
Pyramid de Habla, memoria, de Nabokov…”.
Es algo genético, de familia…
La
conclusión: Los libros escriben la historia de nuestras vidas
Los
primeros regalos de Navidad que Anne y George se intercambian,
cuando aún no eran “amantes” son…libros. “Como George sabía que me gustaban los
osos, me regaló The Biography of a
Grizzly, de Ernest Thompson Seton…Como sabía que a George le gustaban los
peces, le regalé Old Mr Flood, de
Joseph Mitchell, un pequeño volumen de cuentos sobre el mercado de pescado de
Fulton [Fulton Fish Market, en Nueva York]”.
“Mi
mejor momento de Lectura In Situ lo
pasé con los diarios de John Wesley Powell [The
Diary of John Wesley Powell], cuando acampé en los rápidos Granite, al
final del cañón del Colorado…Fueron las primeras vacaciones que pasamos juntos
[George y yo]”.
“Cuando nuestra hija
[Susannah] tenía cuatro años, fue a merendar
al Hotel Plaza [de Nueva York, en la 5ª Avenida] con su ejemplar de Eloise [Colección de libros
infantiles de Kay Thompson en los que la protagonista, Eloise, vive en el Hotel
Plaza]…Susannah se escondió de verdad detrás de las cortinas de terciopelo rojo
en el Gran Salón de Baile, recorrió el pasillo del decimoquinto piso y se mareó
en la puerta giratoria…”.
“Cuando mi hijo [Henry]
tenía ocho meses, devoraba la literatura.
En cuanto pillaba un libro, lo masticaba…Las
esquinas que faltan en las páginas 3
y 8 [de Goodnignt Moon]…”.
“De las muchas
satisfacciones de la maternidad, pocas han sido tan intensas como la de ver el
rostro de mis hijos cuando abren un
libro nuevo por primera vez”.
Sobre
su autora
Nacida en Nueva York en
1953. Periodista, editora, profesora y ensayista. Hija de dos escritores:
Clifton Fadiman (autor en castellano de Un
plan de lectura para toda la vida) y Annalee Jacoby Fadiman (guionista y
corresponsal). Su marido, George Howe Colt, también es periodista y escritor.
SABER
MÁS
Su
estante suelto (nada tiene que ver con el resto de la
biblioteca, pero dice mucho de su propietario): … “64 libros sobre la exploración polar”.
El mío: una estantería sobre
“Las cosas del andar”, mi “deporte” favorito desde los 18 años, en que se creó
un club de montaña en el colegio (del montañismo pasé al senderismo y,
últimamente, a los “paseos de media hora”. Pero, mientras pueda, nunca dejaré
de andar, aunque sea a razón de dos
kilómetros al día… o menos).
Palabras
que desconocía
En El tigre en la casa, escrito en 1920 por Carl Van Vechten, Anne encuentra
22 palabras que desconoce: “monofisita,
mefítico, diapasón, opopónaco, grimorio, copelación, ádito, cipayo, palustre,
apócema, camorra, subadar, alcalde, hisopo, itifálico, adapertil, perllan,
agatodemonio, cacodemonio, goético, retomingente y calineries”.
Yo, en este libro, “zaraza”
(“tela de algodón muy fina, con listas de colores o flores estampadas”).
ALGUNOS LIBROS
CITADOS, en sus portadas
Parejas, de John Updike.
Guerra y paz, de Tolstoi.
Middlemarch, de George Eliot.
Viajes con Charley, de Steinbeck.
La montaña mágica, de Thomas Man.
Mujeres enamoradas, de T.H. Lawrence.
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