“Para escribir este libro [Para tener una casa hay que ganar la guerra] me
he servido de una hoja de papel donde un día, hace muchos años, mi madre y yo
hicimos lo posible por rehacer la secuencia temporal de los movimientos de nuestra familia durante los años de posguerra.
También de un breve dietario de mi madre…”- cuenta al principio del libro.
“He querido bucear
exclusivamente en los recuerdos que han
quedado en mi mente, intentando entender por qué están aún ahí. Y qué tienen que ver con la construcción de
mis poemas…”.
Primeros
recuerdos
“Mis primeros recuerdos
empiezan en Sanaüja -"el primer paisaje"- [el lugar donde nació] con tres o cuatro años [1941-1942]…”. “…El huerto de Sanaüja. Mi descubrimiento de la riqueza dentro de la
miseria…Unas humeantes patatas hervidas siempre serán para mí un símbolo de
alegría…”.
“En la casa del pasaje Sant Felip [en el barrio de Sant Gervasi, en
Barcelona] se ubican mis recuerdos más lejanos…La nuestra era una versión
desolada de las casas que describe la escritora [Mercè Rodoreda]. Teníamos
pocos muebles y muy sencillos. Mi primer recuerdo recoge esa sensación de
vacío: estoy de rodillas sobre un mosaico hidráulico con cenefas verdes y
rosas, bajo la alta mesa de dibujo en la que mi padre delinea sus proyectos.
Hace calor, pero puedo notar la agradable frialdad de las baldosas…Estoy a
punto de cumplir cuatro años. Aunque mi padre está inmerso en su trabajo, mi
sensación es de amparo…”.
Preguntas
“Pisé por primera vez las
tierras del Delta del Ebro cuando ya tenía nietos… ¿Por qué me he sentido
siempre tan lejos de mis orígenes maternos…?”.
“Mi madre siempre tuvo
dificultad para expresar afecto…le costaba expresar sus sentimientos…Me
pregunto, ahora, si no sufro también esa carencia para expresar amor. ¿No
responde mi poesía a dicha dificultad para transmitir afecto?…”.
“Mi abuelo [paterno, Joan
Margarit] …nunca hacía referencia a su vida anterior…Nunca lo oí hablar de sus
padres…He aprendido a utilizar esa fuerza oscura [el silencio de mi abuelo] en
mis poemas”.
“En Sanaüja empieza a decidirse qué será y cómo será mi poesía…”.
“Pronto conocí el miedo que tenían mis padres y mis abuelos. ¿Qué
significaba el silencio que aquellas cuatro personas pusieron sobre el pasado,
qué significaban sus recomendaciones continuadas de prudencia…?...Mi
descubrimiento del miedo es la toma de conciencia del miedo de los mayores…”.
“Son muchas las incógnitas que siguen sin encontrar solución en mi
vida”…
Reflexiones
“La tranquilidad interior
tiene mucho que ver con el amor que has recibido y con el que has sido capaz de
dar…”.
“He transmitido a mis hijos
muy poco de aquel mundo rural…que forma parte de mi escritura”. …[En Rubí] Mi abuelo …me habla de los
campos [del Vallès]. Los primeros nombres de
arbustos y aves los escucho en estas excursiones… [En Saraüja] Las
tareas del campo están perfectamente repartidas. La tierra y la azada son para
mi abuelo; los animales pequeños, para mi abuela. Ella es la que cocina y entre
los dos traen los alimentos del huerto, situado junto a la riera, desde donde
él desvía el agua de riego”.
…”añorar equivale a desear un diálogo imposible”.
La alegría de la naturaleza
“En mi obra se pueden contar casi 70 poemas en los que aparece un
jardín o un parque… El antecedente de todos ellos es el huerto de Sanaüja…Ver
cómo mi abuelo levanta o destruye barreras de tierra con la azada, gobernando
el paso de un lugar al otro, era uno de
mis pasatiempos favoritos”. O la vendimia con los campesinos de la calle San
Gaietà [en Rubí]. “Descalzo, en medio de
los chicos mayores con sus pantalones arremangados, piso cantando y riendo
hasta que no puedo más…”.
Cuando viven en Rubí, a su abuelo le gusta llevarlo a merendar a alguna
fuente.
“Me habla de los campos.
Los primeros nombres de arbustos y aves los escucho en estas excursiones…”.
En Girona, “los domingos por la mañana mi padre nos lleva a bañarnos en
aquel tramo del río [al otro lado de la Dehesa (un parque), a orillas del río
Ter], en unas aguas transparentes sobre un fondo de arena limpia. Son los
primeros impactos de la belleza”…
“Soy de secano, y los bosques siempre me despertarán un sentimiento en
el que se mezcla la protección, el placer estético y la posibilidad de
desarrollar la parte más noble de lo íntimo”.
“A mi reconocimiento artístico y sentimental le
faltaba el mar…Descubro el mar en el verano de 1950…en Port de la Selva…Jamás
había percibido, tan avasalladora, la sensación de que el paisaje puede
significar tantas cosas inexplicables, poderosas, que ya no me abandonarán”.
El profesor Grimalt: la música de las palabras
A los 6 años, en Rubí, entra en la escuela del señor Grimalt. …
“escribe una palabra…siempre sin acento…y nos la hace cantar marcando las
sílabas con todos los acentos posibles…Una forma de adentrarme en la división
silábica y en la música de las palabras que me estructura la mente y la prepara
para comprender, muchos años más tarde, la métrica”…
El concepto de la belleza
“Tendrá que ver, ya para siempre, con la visión de la Dehesa [“El
Paraíso”…”No olvidaré nunca las estrellas entre las ramas”] o el espectáculo
del río y los tejados de la ciudad y la catedral vistos desde mi casa [en la
calle Nou, cerca del Puente de Piedra]”.
“La
fuerza para vivir con dos hijas muertas…”. Historias de pérdida.
“La pérdida recorre de un
extremo a otro mis poemas. Ese es mi verdadero punto de partida”…
El
oráculo
Cuando él tiene cinco años, su hermana Trini, de cuatro meses, muere de
meningitis. “Mi
padre no hablará nunca más de Trini. Mi madre toda su vida aprovechará
cualquier momento de intimidad para evocarla…”.
“La necesidad de construirme la
estructura personal más fiable posible” será otro punto de partida de su
poesía, provocado por tantos traslados, “y la necesidad de desarrollar el
concepto de “refugio interior”- que, años más tarde, estará también en mis
poemas”.
La poesía como “herramienta contra el dolor y la tristeza, capaz de
ofrecernos consuelo y un mayor orden interior”.
Referencia explícita a lugares,
personas, colores y sonidos…
Poema “Tío Lluís” (… “y yo estoy orgulloso de escribir/ como en sus
buenos tiempos hizo la poesía,/los versos de una puta que salvó/ a un hombre y
a ella misma por amor…/ " .
… “el misterio de las cabras [de niño, su madre le manda a buscar
sangre al matadero para elaborarla con cebolla; sus balidos le producen un
estremecimiento “que recorrerá toda mi vida”]…me llevará a escribir uno de mis
poemas al que le tengo más cariño…”:
El
oráculo
Eres tú cuando niño, con un cazo.
En el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
Hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
Bajo una de ellas has dejado el cazo.
Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre
armado de un punzón, la ha degollado.
Como ocurría en Delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
Lo haces ahora, mientras meas sangre.
DÍAS DE 1948 EN EL TURÓ-PARK
En el pequeño matadero, aguardas
a que te vendan sangre.
Hay, sobre el suelo de cemento, un banco
con las cabras tendidas en hilera,
balando, atadas y ofrecido el cuello.
Bajo una de ellas has dejado el cazo.
Es negra y suave. Con parsimonia, un hombre
armado de un punzón, la ha degollado.
Como ocurría en Delfos, el mensaje
del chorro rojo golpeando el cazo
con el mismo sonido que ahora escuchas,
fue difícil y oscuro, y has tardado
cuarenta años en interpretarlo.
Lo haces ahora, mientras meas sangre.
El
poema “Primer amor”, nace de uno de sus callejeos por la ciudad de Girona. “Allí
donde la calle Nou se encuentra con el Puente de Piedra hay una cuchillería,
Can Boué…de entre todas las navajas…, una…sobresale por su elegancia…”:
PRIMER
AMOR
Triste
Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería,
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años,
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca ya de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. Más cerca de mi cuello.
La profesora de alemán, uno de sus poemas que prefiere, habla
de su profesora en el instituto. Él es el único alumno. “Al llegar, a primera hora de la tarde…la
encuentro de rodillas, fregando el suelo, con cubo y bayeta…nunca impartirá
clase en el sentido estricto del término…me pregunta cosas que no tienen nada
que ver con la asignatura: qué haré de mayor, dónde vivo…”:
LA
PROFESORA DE ALEMÁN
En
aquel Instituto de posguerra
debí haber aprendido algo de griego
y adquirido un barniz sobre los clásicos.
Pero, si aprender algo era difícil,
nada tenía aún menos futuro
que el alemán, cubierto por negruzcos
escombros de Berlín bajo la nieve.
La mía era una lengua perseguida
y la suya una lengua derrotada.
En un aula pequeña del chalé
donde estaba instalado el Instituto,
al entrar la encontraba de rodillas
fregando junto a un cubo, hablando sola.
No sé alemán y en general no tengo
buen recuerdo de toda aquella gente,
pero no olvidé nunca su dolor.
Ahora que paso cuentas con quién soy
siento en frías baldosas mis rodillas
mientras borro el ayer, como ella hacía
con la roja cenefa del mosaico.
debí haber aprendido algo de griego
y adquirido un barniz sobre los clásicos.
Pero, si aprender algo era difícil,
nada tenía aún menos futuro
que el alemán, cubierto por negruzcos
escombros de Berlín bajo la nieve.
La mía era una lengua perseguida
y la suya una lengua derrotada.
En un aula pequeña del chalé
donde estaba instalado el Instituto,
al entrar la encontraba de rodillas
fregando junto a un cubo, hablando sola.
No sé alemán y en general no tengo
buen recuerdo de toda aquella gente,
pero no olvidé nunca su dolor.
Ahora que paso cuentas con quién soy
siento en frías baldosas mis rodillas
mientras borro el ayer, como ella hacía
con la roja cenefa del mosaico.
El
Turó Park es protagonista de muchos de sus poemas (“después de más de sesenta
años, aún puedo dibujar un mapa de memoria”…). “Tal vez el que refleja mejor lo
que representó para mí…se titula Días de
1948 en el Turó Park:
DÍAS DE 1948 EN EL TURÓ-PARK
Alto y
construido con ladrillos rojos,
el bloque, por detrás, donde daba mi casa,
tenía mucha luz: se abría a la maleza
de afueras y solares del suburbio.
Delante estaba el parque con el orden
del misterioso verde oscuro urbano.
De aquel lado de atrás me asustó siempre
un erial demasiado luminoso.
Como una alegoría del país devastado
en el que yo nací. Del lado de delante
me ha asustado acabar como un intruso
en un parque bellísimo sin haber sido nunca
un romántico inglés de clase alta.
Esplendor y adustez son mala simetría.
Me gusta, a veces, regresar al parque.
Ahí lo descubrí: para ser libre,
que aquellos que te quieren
no sepan dónde estás.
el bloque, por detrás, donde daba mi casa,
tenía mucha luz: se abría a la maleza
de afueras y solares del suburbio.
Delante estaba el parque con el orden
del misterioso verde oscuro urbano.
De aquel lado de atrás me asustó siempre
un erial demasiado luminoso.
Como una alegoría del país devastado
en el que yo nací. Del lado de delante
me ha asustado acabar como un intruso
en un parque bellísimo sin haber sido nunca
un romántico inglés de clase alta.
Esplendor y adustez son mala simetría.
Me gusta, a veces, regresar al parque.
Ahí lo descubrí: para ser libre,
que aquellos que te quieren
no sepan dónde estás.
Agradecimientos
Además
del capítulo final, señala a dos personas en relación con lo que ha buscado
siempre en su poesía: “prescindir de lo ajeno a la verdad”: son su abuela, en
la infancia, y su hija Joana, más tarde; ambas mezcla de bondad “y de esa
aparente ignorancia que oculta otra sabiduría…”.
SABER MÁS
http://www.joanmargarit.com/?lang=es. Página oficial.
https://www.joanmargarit.com/es/tio-luis/. Poema Tío Lluís. “Él será para mí el
único personaje entre los adultos ligado absolutamente a la alegría”.
https://www.elmundo.es/cataluna/2017/03/14/58c6f088268e3e42548b45ff.html. Passatge de Sant Felip en Sant
Gervasi, Barcelona.
http://jose-perez-terraza.blogspot.com/2015/11/passatge-de-sant-felip-12-1895.html. Passatge de Sant Felip.
http://saturnia-vuela.blogspot.com/2013/09/sestina-elisabeth-bishop.html. Sestina,
de Elizabeth Bishop. “…la presencia tranquilizadora de mi abuela y una estufa de
leña”.
https://www.youtube.com/watch?v=8VB6DqEaMNU. Mi caravana, de
Raúl Abril. “Recordaré
y continuaré cantando para mí, toda la vida, en voz alta, aquella canción…Mi caravana”.
https://www.youtube.com/watch?v=LXwhwP-y_Uo. Las
muchachas de la plaza de España, de
Mario Visconti. “De viejo aún la sigo tarareando”…
http://edaddeplata.org/archivo/cervantesenresidencia.html. Joan Margarit en la Residencia de
Estudiantes.
https://elpais.com/cultura/2020/04/22/babelia/1587577937_116917.html. Joan
Margarit, un Cervantes en cuarentena.
UN POEMA FINAL
No tires las cartas de amor
Ellas no te
abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
—esta flecha de sombra—
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
—esta flecha de sombra—
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
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