Su segundo hijo, Jeff
Berlin (n. 1958), es el autor del
prólogo a estas “historias, cartas y
fotografías de los primeros veintinueve años… [de 1936 a 1965]” de la escritora
Lucia Berlin, su madre (1936-2004). “Crecimos escuchando sus historias…sus
aventuras con su mejor amigo Kentshereve [en realidad, Kent
Shreve], en Idaho; la cabaña de las paredes forradas con páginas de
revistas; la tía Tiny en el tejado…”.
Bienvenida
a casa es el último borrador que le da a leer, “una sucesión de
recuerdos de los lugares donde se había sentido en casa…Eran las historias de
infancia que habíamos oído de pequeños, pero ahora en orden cronológico y ya no
enmascaradas como ficción”…
En una entrevista, ya casi
al final de su vida, Lucia Berlin confesó: “He vivido en tantos lugares que es,
simplemente, ridículo. Y, porque he cambiado tanto de sitio, los lugares son
para mí muy importantes. Siempre estoy buscando un hogar…”.
Kentshereve,
en la realidad y en la ficción
En Bienvenida a casa, hablando de Mullan, Idaho, uno de sus “lugares”
[en 1941; tenía 5 años], escribe: “…Hice un amigo. Kentshereve. Vivía en la
casa de al lado, igual que la nuestra pero con seis niños. Eran muy pobres…Mi
hermana Molly enfermó de neumonía y se pasó dos días en el hospital de Wallace.
Yo me quedé con los vecinos, donde los niños dormían en el pajar de la
buhardilla, encima del heno. Un hule prendido con clavos tapaba el vano de la
ventana. Kentshereve y yo nos turnábamos para mirar por un agujero en la tela y
ver el cielo de noche. El agujero parecía actuar como un telescopio, enmarcando
y aumentando el entramado cegador de las estrellas…”.
El mismo hecho lo refleja,
de una forma más literaria, en el relato Temps
perdu: “…Pasé una noche con él, la noche que le extirparon las amígdalas a
mi hermanita pequeña. Red me mandó con mis mantas al altillo donde los cinco
hijos mayores dormían en lechos de paja. No había ventanas, solo una abertura
en los aleros del techo tapada con un hule negro. Kentshereve agujereó la tela
con un punzón y entraba un chorro de aire como el de los aviones, pero helado.
Si pegabas la oreja, se oían los carámbanos de hielo de los pinos, carillones,
los crujidos del pozo de la mina, las vagonetas trajinando mena. Olía a frío y
humo de leña. Cuando atisbé por el agujero minúsculo, vi las estrellas como por
primera vez, ampliadas; el cielo, resplandeciente y vasto. Bastaba con que
pestañeara para que todo desapareciera…”.
Una cita, referida a él y a su padre, a “echar de menos”, está en la
lápida de su tumba: “Lo llaman romperse el corazón porque añorar a alguien es
un dolor físico real; lo sientes en la sangre y en los huesos”. “Los eché mucho
de menos, a él y a mi padre… durante los horribles años que vinieron después…”.-
escribe en sus recuerdos. Eso fue cuando su padre se marchó a la guerra, tras
Pearl Harbour, y ella, su madre y su
hermana tuvieron que ir a El Paso, a casa de los abuelos maternos. “Tres
borrachos miserables…”- escribirá más tarde. “…Su madre. Cruel, una borracha”- dice en el
relato Penas. Y los abusos de
su abuelo.
La
cabaña de las paredes forradas con páginas de revistas
Esto sucedió en Helena,
Montana, en 1941. Así lo cuenta en los recuerdos de Bienvenida a casa: “Durante semanas antes de las primeras nieves,
mi padre me llevaba a las montañas todos los sábados. Le subíamos provisiones
para el invierno a un viejo prospector [Johnson] que vivía solo allí arriba
desde hacía unos cincuenta años…”. Además de alimentos, tabaco y velas, le
subían “pilas de revistas”. Mientras su padre recogía leña, ella “arrancaba con
cuidado páginas de las revistas y las pegaba en las paredes con engrudo…A lo
largo de los oscuros días del invierno, Johnson leería las paredes…Era
importante mezclar las páginas y las revistas…Como no seguían un orden…, cuando
leía una historia, se tenía que inventar la continuación…Creo que esta fue mi
primera lección le literatura, de las infinitas posibilidades de la
creatividad”…
La
tía Tiny
En el relato Navidad. Texas.1956, la tía Tiny cuenta,
en primera persona, por qué está en el tejado: “¡Tiny está en el tejado! ¡Tiny
está en el tejado!...Parece que no pueden hablar de otra cosa ahí abajo. Pues
sí, estoy en el tejado, y qué. Lo que no saben es que a lo mejor no me muevo de
aquí nunca más”…- comienza.
El libro Bienvenida a casa está dedicado “a la
memoria de Fred Buck y Helene Dorn”, dos grandes amigos; los Dorn (Ed y
Helene), desde 1959.
Algunas
notas
Lucia
Berlin empezó a publicar sus relatos con 24 años [h. 1960], en revistas. Su hijo Jeff cuenta que él, con
6 años [en 1964] lee el relato Un reino
pacífico, “la primera vez que leí algo que no era un libro para niños” (Era
una historia sobre dos niñas que iban vendiendo joyeros musicales por todo El
Paso, relato luego titulado Los joyeros
musicales). Entonces, se dio cuenta de que su madre no solo escribía
cartas, “montones de cartas”, sino que también escribía cuentos. “Los primeros
recuerdos que conservo son de mi hermano Mark (n. 1956) y yo dando vueltas en
nuestros triciclos por el local de Greenwich Village donde vivíamos, mientras
mamá aporreaba el teclado de su máquina Olympia”.
Lucia
publicó 76 cuentos a lo largo de su vida.
Los
joyeros musicales. Un
relato con niños protagonistas
“…Fue
a finales de junio, en 1943, cuando Sammy y Jake nos metieron en el
tinglado a Hope [su amiga de Siria] y a
mí [ambas tienen 7 años]…Sesenta cartones. Arriba, en cada cartón, había una
imagen a color de un joyero musical y un sello rojo que decía NO ABRIR. Al
rasgar la pestaña aparecía uno de los nombres del cartón. Treinta nombres de
tres letras con una línea al lado. AMY, MAE, JOE, BEA, etc.
- Cuesta
cinco centavos la apuesta. Al lado del nombre escribes el de la persona que lo
compra. Cuando están todos vendidos, abrimos el sello. La persona que escogió
ese nombre gana el joyero…”.
Una
vida rica en experiencias, en adaptación y resiliencia
En el relato Volver al hogar, la protagonista, dice:
“La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre
del pasado. Cierro las puertas a la pena, al pesar, al remordimiento…”.
Optimismo
estridente. “Soy así de confiada y alegre”
“Siempre he sido buena para escuchar. Esa es mi mejor cualidad”-
escribe en el relato Temps perdu.
LEER
MÁS
SABER MÁS
Lugares donde me he sentido en casa. El
apego a los lugares. La importancia de los lugares.
En
la lista, 18 lugares que consideraba su casa, a pesar de sus problemas y puntos
flacos, que detalló en los años 1980s. Algunos ejemplos:
Juneau, Alaska:
“Avalancha el día que nací [12 de noviembre de 1936], que sepultó una tercera
parte del pueblo”.
Helena, Montana:
“Grietas en la puerta del sótano, Ventiscas”.
Mullan, Idaho:
“El río justo delante, demasiado peligroso salir a jugar. Aserradero justo al
lado, Encerrada en casa. Crecidas”.
El Paso, Texas:
“Cucarachas, pasillo oscuro, tres borrachos miserables. Sequía. Inundaciones”.
Greenwich Street, Nueva York:
“Sin calefacción después de las cinco ni los fines de semana. Los niños [sus
dos hijos, Mark, nacido en 1956, y Jeff, nacido en 1958], con orejeras y mitones para dormir. Yo
tecleaba con guantes. Local sobre una fábrica de jamón ahumado. Mi W.H. Hudson
aún huele a jamón veinticinco años más tarde”.
Cosas
que nos comparte
“La primera palabra que dije fue luz”.
“Lo único que recuerdo de Helena
[Montana] es la biblioteca, la cubierta verde de Viento del oeste de la vieja madre, la azul gastada de Betsy”. Creía que Betsy estaba escrito expresamente para mí…”. En el relato
“Estrellas y santos”, escribirá: “Fue el primer libro de verdad que leí, el
primer libro del que me enamoré”.
[En Mullan, Idaho] “Nos encantaba ir a
la escuela [Kentshereve y yo empezamos primer curso]. Había una sola maestra,
la señorita Brick, que era magnífica”.
[En El Paso, Texas] “Todo el mundo
estaba rociando siempre con Flit a las cucarachas o los mosquitos…El abuelo
olía a cigarrillos Camel y a ron de malagueta y a Jack Daniel´s. Mi madre olía
a cigarrillos Camel y a Tabú y a Jack Daniel´s. El tío John olía a cigarrillos
Delicado y a tequila…Yo comía en la mesa Duncan Phyfe del comedor, leyendo a
Emily Post y las Citas familiares [Familiar Quotations] de [John]
Bartlett…”.
[En Santiago de Chile] “Íbamos [mis
amigas y yo] a la modista y a la peluquería y al zapatero, salíamos a almorzar
en el Hotel Carrera o el paseo Ahumada, a espléndidas meriendas en el [hotel]
Crillón o en casa de uno o de otro…la opulencia y la holgura envolvían nuestro
mundo”…
[En la universidad de Nuevo México,
Albuquerque]. “Me permitieron asistir a clases de literatura en cursos más
avanzados, con uno de mis escritores favoritos, Ramón J. Sender, exiliado
español”. En
uno de los relatos, Querida Conchi,
escrito en forma de cartas, le cuenta a su interlocutora: …”lo vi en el
vestíbulo. Le dije que Crónica del alba
era mi libro favorito…Es tal como me lo imaginaba, solo que viejo de verdad.
Muy español y arrogante, todo un señor”…
En una carta de ese periodo a su
compañera de colegio en Santiago de Chile, Lorna Gladstone, le cuenta: “…fui a
Los Ángeles y lo pasé de fábula. Adivina con quién salí…Toro, de El llanero solitario…Se llama Jay
[Silverheels], por cierto…Lo que más me gustó fue el decorado de El llanero solitario…Todo el mundo me
trató de lujo”.
[En Carretera de Corrales, Alameda,
Nuevo México]…”Todos nos sentíamos parte de una era emocionante para la poesía
y la pintura, el jazz… Bob y Bobbie Creeley vivían al final de nuestra calle.
Allí se quedaban Ed y Helene Dorn [Los Dorn], que acababan de llegar de
Washington. Bob y Ed eran poetas…Otros escritores y músicos pasaron por
Albuquerque: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gerry Mulligan, Dick Twardzik, Percy
Heath…”.
Su
primer marido, Paul Suttman: “Me intimidaba. Era escultor…Me vestía como me
pedía que me vistiera…me hacía dormir tumbada boca abajo en la almohada
confiando en corregir mi “principal defecto”, una nariz respingona… Cuando
estábamos en restaurantes o en bares… Paul rectificaba mi postura… eligió todo
el mobiliario de la casa…”. Cuando se quedó embarazada del segundo hijo, la
abandonó.
Race
Newton. “Conocí a Race la noche antes de que naciera Jeff [su segundo hijo, nacido
el 26 de abril de 1958]… Quería casarse conmigo…”.
Los libros de su vida. “Durante toda mi
vida leer había sido un consuelo íntimo”
En
su relato Inmanejable, sobre una
mujer alcohólica que intenta pensar en otra cosa mientras abre la licorería más
tempranera, cita varios escritores de su estantería: Edward Abbey, Chinua
Achebe, Sherwood Anderson, Jane Austen o Paul Auster.
Las canciones de su vida
En
Santiago, Chile (1949…): Night and Day, Frenesí, Adiós muchachos,
La Mer, de Charles Trenet; My Foolish Heart, Siboney, Long Ago and Far
Away
https://www.youtube.com/watch?v=U43_f1LSKxs. Night
and Day. de Frank Sinatra
sobre la canción de Cole Porter.
https://www.youtube.com/watch?v=HKb4OzSUMiQ. Frenesí, por los Indios Tabajaras.
https://www.youtube.com/watch?v=HizJZbcSovo. Adiós, muchachos.
https://www.youtube.com/watch?v=m13hKbg5KD8. La Mer, de Carles Trenet.
https://www.youtube.com/watch?v=ZCWuj2kg-HY. My Foolish Heart.
https://www.youtube.com/watch?v=20wj3xS-6qg. Siboney.
https://www.youtube.com/watch?v=k1bwhGNeUuc. Long Ago and Far Away.
Películas
La
casa roja.
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