viernes, 15 de mayo de 2020

BIENVENIDA A CASA. En busca del hogar. Cartas, recuerdos y fotografías de Lucia Berlin


Su segundo hijo, Jeff Berlin  (n. 1958), es el autor del prólogo a  estas “historias, cartas y fotografías de los primeros veintinueve años… [de 1936 a 1965]” de la escritora Lucia Berlin, su madre (1936-2004). “Crecimos escuchando sus historias…sus aventuras con su mejor amigo Kentshereve [en realidad,  Kent  Shreve], en Idaho; la cabaña de las paredes forradas con páginas de revistas; la tía Tiny en el tejado…”.

Bienvenida a casa es el último borrador que le da a leer, “una sucesión de recuerdos de los lugares donde se había sentido en casa…Eran las historias de infancia que habíamos oído de pequeños, pero ahora en orden cronológico y ya no enmascaradas como ficción”…

En una entrevista, ya casi al final de su vida, Lucia Berlin confesó: “He vivido en tantos lugares que es, simplemente, ridículo. Y, porque he cambiado tanto de sitio, los lugares son para mí muy importantes. Siempre estoy buscando un hogar…”.

Kentshereve, en la realidad y en la ficción

En Bienvenida a casa, hablando de Mullan, Idaho, uno de sus “lugares” [en 1941; tenía 5 años], escribe: “…Hice un amigo. Kentshereve. Vivía en la casa de al lado, igual que la nuestra pero con seis niños. Eran muy pobres…Mi hermana Molly enfermó de neumonía y se pasó dos días en el hospital de Wallace. Yo me quedé con los vecinos, donde los niños dormían en el pajar de la buhardilla, encima del heno. Un hule prendido con clavos tapaba el vano de la ventana. Kentshereve y yo nos turnábamos para mirar por un agujero en la tela y ver el cielo de noche. El agujero parecía actuar como un telescopio, enmarcando y aumentando el entramado cegador de las estrellas…”.

El mismo hecho lo refleja, de una forma más literaria, en el relato Temps perdu: “…Pasé una noche con él, la noche que le extirparon las amígdalas a mi hermanita pequeña. Red me mandó con mis mantas al altillo donde los cinco hijos mayores dormían en lechos de paja. No había ventanas, solo una abertura en los aleros del techo tapada con un hule negro. Kentshereve agujereó la tela con un punzón y entraba un chorro de aire como el de los aviones, pero helado. Si pegabas la oreja, se oían los carámbanos de hielo de los pinos, carillones, los crujidos del pozo de la mina, las vagonetas trajinando mena. Olía a frío y humo de leña. Cuando atisbé por el agujero minúsculo, vi las estrellas como por primera vez, ampliadas; el cielo, resplandeciente y vasto. Bastaba con que pestañeara para que todo desapareciera…”.

Una cita, referida a él y a su padre, a “echar de menos”, está en la lápida de su tumba: “Lo llaman romperse el corazón porque añorar a alguien es un dolor físico real; lo sientes en la sangre y en los huesos”. “Los eché mucho de menos, a él y a mi padre… durante los horribles años que vinieron después…”.- escribe en sus recuerdos. Eso fue cuando su padre se marchó a la guerra, tras Pearl Harbour, y ella,  su madre y su hermana tuvieron que ir a El Paso, a casa de los abuelos maternos. “Tres borrachos miserables…”- escribirá más tarde. “…Su madre. Cruel, una borracha”- dice en el relato Penas. Y los abusos de su abuelo.

La cabaña de las paredes forradas con páginas de revistas

Esto sucedió en Helena, Montana, en 1941. Así lo cuenta en los recuerdos de Bienvenida a casa: “Durante semanas antes de las primeras nieves, mi padre me llevaba a las montañas todos los sábados. Le subíamos provisiones para el invierno a un viejo prospector [Johnson] que vivía solo allí arriba desde hacía unos cincuenta años…”. Además de alimentos, tabaco y velas, le subían “pilas de revistas”. Mientras su padre recogía leña, ella “arrancaba con cuidado páginas de las revistas y las pegaba en las paredes con engrudo…A lo largo de los oscuros días del invierno, Johnson leería las paredes…Era importante mezclar las páginas y las revistas…Como no seguían un orden…, cuando leía una historia, se tenía que inventar la continuación…Creo que esta fue mi primera lección le literatura, de las infinitas posibilidades de la creatividad”…

La tía Tiny

En el relato Navidad. Texas.1956, la tía Tiny cuenta, en primera persona, por qué está en el tejado: “¡Tiny está en el tejado! ¡Tiny está en el tejado!...Parece que no pueden hablar de otra cosa ahí abajo. Pues sí, estoy en el tejado, y qué. Lo que no saben es que a lo mejor no me muevo de aquí nunca más”…- comienza.

El libro Bienvenida a casa está dedicado “a la memoria de Fred Buck y Helene Dorn”, dos grandes amigos; los Dorn (Ed y Helene), desde 1959.

Algunas notas

Lucia Berlin empezó a publicar sus relatos con 24 años [h. 1960],  en revistas. Su hijo Jeff cuenta que él, con 6 años [en 1964] lee el relato Un reino pacífico, “la primera vez que leí algo que no era un libro para niños” (Era una historia sobre dos niñas que iban vendiendo joyeros musicales por todo El Paso, relato luego titulado Los joyeros musicales). Entonces, se dio cuenta de que su madre no solo escribía cartas, “montones de cartas”, sino que también escribía cuentos. “Los primeros recuerdos que conservo son de mi hermano Mark (n. 1956) y yo dando vueltas en nuestros triciclos por el local de Greenwich Village donde vivíamos, mientras mamá aporreaba el teclado de su máquina Olympia”.

Lucia publicó 76 cuentos a lo largo de su vida.

Los joyeros musicales. Un relato con niños protagonistas

“…Fue a finales de junio, en 1943, cuando Sammy y Jake nos metieron en el tinglado  a Hope [su amiga de Siria] y a mí [ambas tienen 7 años]…Sesenta cartones. Arriba, en cada cartón, había una imagen a color de un joyero musical y un sello rojo que decía NO ABRIR. Al rasgar la pestaña aparecía uno de los nombres del cartón. Treinta nombres de tres letras con una línea al lado. AMY, MAE, JOE, BEA, etc.

-       Cuesta cinco centavos la apuesta. Al lado del nombre escribes el de la persona que lo compra. Cuando están todos vendidos, abrimos el sello. La persona que escogió ese nombre gana el joyero…”.

Una vida rica en experiencias, en adaptación y resiliencia

En el relato Volver al hogar, la protagonista, dice: “La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado. Cierro las puertas a la pena, al pesar, al remordimiento…”.

Optimismo estridente. “Soy así de confiada y alegre”

“Siempre he sido buena para escuchar. Esa es mi mejor cualidad”- escribe en el relato Temps perdu.


LEER MÁS


SABER MÁS 

Lugares donde me he sentido en casa. El apego a los lugares. La importancia de los lugares.

En la lista, 18 lugares que consideraba su casa, a pesar de sus problemas y puntos flacos, que detalló en los años 1980s. Algunos  ejemplos:

Juneau, Alaska: “Avalancha el día que nací [12 de noviembre de 1936], que sepultó una tercera parte del pueblo”.

Helena, Montana: “Grietas en la puerta del sótano, Ventiscas”.

Mullan, Idaho: “El río justo delante, demasiado peligroso salir a jugar. Aserradero justo al lado, Encerrada en casa. Crecidas”.

El Paso, Texas: “Cucarachas, pasillo oscuro, tres borrachos miserables. Sequía. Inundaciones”.

Greenwich Street, Nueva York: “Sin calefacción después de las cinco ni los fines de semana. Los niños [sus dos hijos, Mark, nacido en 1956, y Jeff, nacido en 1958],  con orejeras y mitones para dormir. Yo tecleaba con guantes. Local sobre una fábrica de jamón ahumado. Mi W.H. Hudson aún huele a jamón veinticinco años más tarde”.

Cosas que nos comparte

“La primera palabra que dije fue luz”.

“Lo único que recuerdo de Helena [Montana] es la biblioteca, la cubierta verde de Viento del oeste de la vieja madre, la azul gastada de Betsy”. Creía que Betsy estaba escrito expresamente para mí…”. En el relato “Estrellas y santos”, escribirá: “Fue el primer libro de verdad que leí, el primer libro del que me enamoré”.

[En Mullan, Idaho] “Nos encantaba ir a la escuela [Kentshereve y yo empezamos primer curso]. Había una sola maestra, la señorita Brick, que era magnífica”.

[En El Paso, Texas] “Todo el mundo estaba rociando siempre con Flit a las cucarachas o los mosquitos…El abuelo olía a cigarrillos Camel y a ron de malagueta y a Jack Daniel´s. Mi madre olía a cigarrillos Camel y a Tabú y a Jack Daniel´s. El tío John olía a cigarrillos Delicado y a tequila…Yo comía en la mesa Duncan Phyfe del comedor, leyendo a Emily Post y las Citas familiares [Familiar Quotations] de [John] Bartlett…”.

[En Santiago de Chile] “Íbamos [mis amigas y yo] a la modista y a la peluquería y al zapatero, salíamos a almorzar en el Hotel Carrera o el paseo Ahumada, a espléndidas meriendas en el [hotel] Crillón o en casa de uno o de otro…la opulencia y la holgura envolvían nuestro mundo”…

[En la universidad de Nuevo México, Albuquerque]. “Me permitieron asistir a clases de literatura en cursos más avanzados, con uno de mis escritores favoritos, Ramón J. Sender, exiliado español”. En uno de los relatos, Querida Conchi, escrito en forma de cartas, le cuenta a su interlocutora: …”lo vi en el vestíbulo. Le dije que Crónica del alba era mi libro favorito…Es tal como me lo imaginaba, solo que viejo de verdad. Muy español y arrogante, todo un señor”…

En una carta de ese periodo a su compañera de colegio en Santiago de Chile, Lorna Gladstone, le cuenta: “…fui a Los Ángeles y lo pasé de fábula. Adivina con quién salí…Toro, de El llanero solitario…Se llama Jay [Silverheels], por cierto…Lo que más me gustó fue el decorado de El llanero solitario…Todo el mundo me trató de lujo”.

[En Carretera de Corrales, Alameda, Nuevo México]…”Todos nos sentíamos parte de una era emocionante para la poesía y la pintura, el jazz… Bob y Bobbie Creeley vivían al final de nuestra calle. Allí se quedaban Ed y Helene Dorn [Los Dorn], que acababan de llegar de Washington. Bob y Ed eran poetas…Otros escritores y músicos pasaron por Albuquerque: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gerry Mulligan, Dick Twardzik, Percy Heath…”.

Su primer marido, Paul Suttman: “Me intimidaba. Era escultor…Me vestía como me pedía que me vistiera…me hacía dormir tumbada boca abajo en la almohada confiando en corregir mi “principal defecto”, una nariz respingona… Cuando estábamos en restaurantes o en bares… Paul rectificaba mi postura… eligió todo el mobiliario de la casa…”. Cuando se quedó embarazada del segundo hijo, la abandonó.

Race Newton. “Conocí a Race la noche antes de que naciera Jeff [su segundo hijo, nacido el 26 de abril de 1958]… Quería casarse conmigo…”.

Los libros de su vida. “Durante toda mi vida leer había sido un consuelo íntimo”

En su relato Inmanejable, sobre una mujer alcohólica que intenta pensar en otra cosa mientras abre la licorería más tempranera, cita varios escritores de su estantería: Edward Abbey, Chinua Achebe, Sherwood Anderson, Jane Austen o Paul Auster.

Las canciones de su vida

En Santiago, Chile (1949…): Night and Day, Frenesí, Adiós muchachos, La Mer, de Charles Trenet; My Foolish Heart, Siboney, Long Ago and Far Away

https://www.youtube.com/watch?v=U43_f1LSKxs. Night and Day.  de Frank Sinatra sobre la canción de Cole Porter.

https://www.youtube.com/watch?v=HKb4OzSUMiQ. Frenesí, por los Indios Tabajaras.

https://www.youtube.com/watch?v=HizJZbcSovo. Adiós, muchachos.

https://www.youtube.com/watch?v=m13hKbg5KD8. La Mer, de Carles Trenet.

https://www.youtube.com/watch?v=ZCWuj2kg-HY. My Foolish Heart.

https://www.youtube.com/watch?v=20wj3xS-6qg. Siboney.

https://www.youtube.com/watch?v=k1bwhGNeUuc. Long Ago and Far Away.

Películas

La casa roja.









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