lunes, 30 de octubre de 2023

ARBOLEDA. Una novela del territorio

 

Para mí no es una novela: son estampas a la manera de Ana María Matute en El río, llenas de melancolía; la manera de mirar cuando uno está de duelo.

A manera de prefacio, en cursiva, un título en ¿rumano…?: Vii/Morti (Los vivos/Los muertos). “En las iglesias rumanas hay dos lugares, separados uno de otro, donde los creyentes encienden velas… El lado izquierdo alberga las velas para los vivos; el lado derecho, las velas para los muertos…”.

Alude a una escena en una película donde un hombre saca la vela de una pariente del lugar de los vivos para colocarla en la de los muertos. “Poco después de ver esa escena en una película murió M. [su pareja, Martin Chalmers, 1948-22 octubre 2014]. Me convertí en superviviente, en doliente… Para el doliente el mundo se define por la ausencia…”.

El libro se divide en tres partes: Olevano, Chiavenna y Comacchio. Con capítulos breves que encabeza la mayoría de las veces una sola palabra: Territorio, Camino, Pueblo, Cementerio…

Poco a poco, y de manera desordenada, nos vamos enterando del proceso… “Llegué a Olevano en enero, dos meses y un día después del entierro de M… Me detuve en Ferrara. Eso nos habíamos propuesto M. y yo para este viaje… Italia era un país por el que nunca habíamos viajado juntos… Medité sobre las posibilidades que tenía en aquel lugar para ajustar mi vida durante tres meses a un orden que me permitiera sobrevivir a la inesperada extrañeza”...

La autora, Esther Kinsky, vive en una casa en lo alto de una colina. Por las mañanas va al pueblo. “Cada día por una calle distinta”. Antes, temprano, hace la misma ruta “cuesta arriba por la ladera, entre los olivos y, rodeando el cementerio, hacia la pequeña arboleda de abedules”.

Por las tardes, visita las tumbas. La tumba más vieja que encuentra es la de un berlinés fallecido en 1892. “Supe que las paredes se llamaban columbarios… En el habla corriente a los nichos se les llama fornetti [hornos]”. Adopta una tumba, la de Maria Tagliacozzi, “mi difunta olevanesa”, fallecida  a los 60 años en 1972. Le lleva flores silvestres, “mayas, nazarenos, pulmonarias, primaveras”.

Se queda frente a la ventana horas enteras, sobre todo los días de lluvia, en que no quiere salir…

Y distintos objetos le traen a la memoria recuerdos con M.: el cable del disparador de la cámara de fotos que él encontró en una tienda de segunda mano, las naranjas sanguinas cuya temporada él esperaba durante todo el año, la última película que vieron juntos (Apuntes para una Orestiada africana), porque se equivocaron de día…

Viaja a Cerveteri [necrópolis etrusca]. “M. y yo nos habíamos propuesto esta excursión: un día en Roma, medio día en la costa; así nos lo habíamos imaginado. Caminar entre tumbas… Sabía cómo habríamos paseado entre aquellas tumbas…”.

Sueña con él, vivo (“M. viene caminando hacia mí, como antes, con paso alegre, fondón, en vaqueros y jersey, sonriente”), y moribundo (“Lleva un camisón de enfermo blanco… Veo lo nítido que el cráneo se dibuja, bajo su piel”).

Pero no solo echa de menos a M: también hay una elegía a su padre...

“Mi padre murió en junio, durante una ola de calor… El día que murió mi padre los zapatos se me habían quedado pegados en el asfalto fundido al cruzar un puente del Támesis… Mi padre dejó su cuarto y su escritorio en el desorden que conocíamos…”. 

Recuerda distintos momentos con él: “[De niña] Mi padre me leía en voz alta, pero en italiano, que yo no entendía”. Una noche, en Chiavenna, su padre se ausenta durante varias horas a raíz de una discusión marital. “Mi padre volvía siempre, por lo general al alba, con una pacífica borrachera y la socorrida excusa de un encuentro con parientes que iban de paso…”. 

Evoca un verano en una casa ruinosa en los alrededores de Florencia y su lección sobre la migración acuática de las anguilas. Otro, en que su padre casi se ahoga en el mar… “Mi padre se calificaba a sí mismo de experto en el color azul… visitaba pinturas de Fra Angelico… Siempre andaba rastreando huellas. Por lo general, las de los etruscos… En los viajes por Italia lo etrusco estaba omnipresente…, ya fueran tumbas, ciudades funerarias o colecciones de ofrendas sepulcrales”. Con los años, deja su profesión para trabajar de guía turístico; se especializa “en tours a las necrópolis etruscas y los mosaicos de la primera Edad Media”; aunque a veces le toca guiar por el Foro Romano y el Coliseo, “que siempre había detestado”. En una ocasión, le recomienda los mosaicos de Rávena. “Sobre todo el del puerto”…

SABER MÁS

https://www.theguardian.com/global/2014/nov/21/martin-chalmers. Obituario de Martin Chalmers (en inglés).

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