Elena
Quiroga publicó “Trayecto uno” en 1953, en la colección La novela del sábado, que trata de recobrar la experiencia anterior
de El cuento semanal, a principios de
siglo. Con un formato de 11x15 cm y unas 60 páginas, el ejemplar hace el número
2 de la colección literaria que aúna a autores de la preguerra y de la
posguerra española.
En el libro, el viaje en
autobús del relato se produce un 15 de enero de 1953. En mi caso, por problemas
de agenda, este viaje será un martes 24 de noviembre de 2015, también día
laborable, sobre las 14.30 horas.
“Trayecto uno”, lo titula
Elena Quiroga, y lo dedica a sus compañeros del autobús que hace la línea 1
“Cartagena-Princesa-Moncloa (por Ferraz)”.
La protagonista del relato,
Anuncia, así lo deja consignado en su cuaderno/agenda: “15 de enero de 1953.
Descubierto la poesía”. Como un deslumbramiento. “Se había encontrado con el
mundo hacía unas horas. Era feliz, feliz…”. Plena.
El viaje comienza en Moncloa
[Paseo de Moret]. “El cristal, a espaldas del conductor, estaba corrido. Por
aquel boquete se colaba el aire cortante de la Moncloa… Principio de trayecto”.
LOS
PERSONAJES, POR ORDEN DE APARICIÓN
Todos son definidos con una
frase, que posteriormente se va completando.
Poco a poco, y a lo largo de
la novelita, nos iremos enterando de la vida de cada uno de los personajes. El
autobús es como una pequeña “colmena” donde quedan retratadas gentes de todos
los estratos y profesiones. Un retrato sociológico y sociográfico. Una
disección en toda regla.
El
conductor, “el hombre sin cara”, Domingo. “Anuncia no veía la
cabeza del conductor. Sentada tras él… [en] una de las ventanas de la derecha”.
Su historia, amarga, trágica, la conocemos en el último capítulo, el séptimo.
La muchacha, Anuncia. Ha descubierto la poesía de Salinas. “La voz a ti debida la golpeó”. Y la revelación, en clase de
Filología, le provoca la necesidad de salir, de escapar.
https://www.youtube.com/watch?v=nflKqPLxeL8.
Grabación de Unamuno. “Ojos que ven, oídos que oyen, gozan de bienaventuranza”.
Blas, el
cobrador. Blas el Largo. “Hubiese servido para casado”.
El
señor de siempre, el señor sordo. “Se sentaba siempre en el mismo
asiento: fila segunda, junto a la ventanilla”. Don Julián: “[Voy] a mis clases,
como siempre”. Un perdedor de la guerra, quizá.
El guayabo ese, el joven de pelo lustroso y abrigo de
pelo de camello (Y Lupita. “Estaría esperándole a la puerta del [cine] Callao”.
Latino. Seguro de su encanto. Descendiente de emigrantes vascos. “El abuelito
partió de Zumaya…”.
Una
niñera [con cofia] con
un niño en brazos, el niño de los
ojos tranquilos (suben en Ferraz). Con algo más de dos años, tiene
tuberculosis y sus padres han de hacer virguerías para conseguir la medicación,
cara y del extranjero. La niñera le lleva todos los días al parque de Rosales a
respirar aire puro (desde Lista, hoy Ortega y Gasset).
Alumnas
del Sagrado Corazón [calle Ferraz, 63] de uniforme. El clasismo…
“Josefina no es de buena familia; me lo ha dicho mi mamá…”. La muchacha de
melena corta [a media pensión en el colegio de Ferraz] lee novelas rosas: “Se la quité a Gloria, la
doncella…Tiene muchas en la maleta”. Pero también el Diario de Amiel, por lo
cual su madre le pega una bofetada. “Había deseado siempre llevar un Diario,
escribir un Diario…”.
Un
obrero con la ropa salpicada de cal blanca. Un albañil que se
gasta la mitad del jornal en comprar una participación en la lotería, y el
resto, en vino; pega a su mujer. El maltrato.
Un
matrimonio [sube en la parada de la Telefónica]. “Una gorda, ya
machucha, con un abrigo de piel de conejo, rozado por los bordes. El marido
parecía esconderse detrás de ella”. Bajan en la última parada de Lista (Hoy,
Ortega y Gasset).
Una
mujer rubia, teñida (Agustina), que va a ver a su marido
(Fermín) a la Comisaría de la plaza de Salamanca. “Trajo los billetes envueltos
en un pedazo de periódico para que los guardara… Hay otros que roban más…”.
Un
chico con un centro de flores, el chico de las flores (sube
en Plaza de España). Lleva camelias y violetas. Sueña con el fútbol.
El
señor de la cartera ostentosa (en Cibeles), triunfador,
avasallador, un listo. “Acorralaba a
don Julián… Ahora ando con unos asuntillos… Es cuestión de un poco de vista”.
Una
mujer joven, Margot. “Llevaba un gran cuello de zorros plateados y
un tocado de plumas blancas, lisas y suaves, sobre el pelo”. Va a jugar a la
canasta. Frívola, narcisista.
Una
pareja, Fernando, 30 años, y Lina, su novia. Van a ver un posible piso en el barrio de La Guindalera o
Prosperidad.
Por sus apenas 68 páginas desfilan temas recurrentes, que
siguen en nuestros días: el consumismo (“Compre, compre, compre”…), la
violencia de género, el acoso, los trepas y defraudadores, la falta de
entendimiento generacional, la adolescencia como etapa de descubrimientos y
preguntas…
Y su tema estrella: las
caretas que todos llevamos, lo que hay detrás de lo que se ve a simple vista.
Elena Quiroga nos da unas pinceladas y sus lectores completamos lo que no está
dicho, lo que se supone, lo que está alrededor (ganadores y perdedores tras la
guerra civil, penuria económica para la mayoría, el poder de los bancos…). Es
realmente un relato vanguardista, anticipador en muchos momentos.
RASGOS
DEL PAISAJE Y DEL PAISANAJE
“Miraba hacia los pinos de
la Moncloa…”. “La plaza de España, con luces como platos invertidos”.
Anuncia va como en trance, en una especia de duermevela.
“Había pasado la barrera del frío y del calor…”.
“[En la Gran Vía] Anuncios. Letras. Figuras enormes,
Fluorescencia…Cyrano de Bergerac.
Enormes figuras de cartón. “[cine] Actualidades”. Cafés. “[cine Palacio de] La
Prensa”. Revuelta en Haití…”.
Escaparates: “Doña Manolita”. “Espasa-Calpe”… “Chicote”…
“Molinero”… “Relojes Movado”… “Zorrilla”…
AHORA,
EN 2015, UN 24 DE NOVIEMBRE, SOBRE LAS 14. 45 h
Ya no hay cobrador ni
autobuses de dos pisos, salvo los turísticos.
El inicio está en Isaac
Peral (plaza de Cristo Rey) en lugar de en Moncloa. La última parada, el “final
de trayecto”, está en Suero de Quiñones, en vez de en General Zabala, su
paralela, ambas en el barrio de Prosperidad.
[Yo cogí el 1 hasta Avenida
de América con la calle Cartagena el primer año que estuve en Madrid, en 1982 (entonces
compartíamos apartamento en Clara del Rey varias amigas). Muchas veces, de
noche (el “búho”), en Cibeles, cuando salíamos los fines de semana por
Fuencarral. Y hasta Moncloa, para ir a la universidad (antes de que construyeran
la Línea Circular del metro). Pero era más rápida la línea marrón del suburbano, de Avenida de América a Argüelles].
El autobús tarda entre 50
minutos y una hora -dependiendo del tráfico y las horas punta. El conductor se baja a echar
un pitillo hasta que se hace la hora, las 2.47 de la tarde. Es alto y pálido,
un poco gordito, y lleva afeitada la cabeza. Viste el “uniforme” de la EMT:
jersey y pantalón azul marino. Bebe un buche de agua y empezamos el recorrido 8
personas. “¿Este pasa por Callao…?”.
Me he sentado en el primer
asiento, a la derecha. Como Anuncia, tampoco le veo la cara al conductor (salvo
en el espejo retrovisor): solo la pierna y un brazo. El autobús “habla” de
cuando en cuando: además de la parada que toca y la hora y el día en que vivimos,
recita las conexiones con otros servicios.
En plaza de España, el
autobús se cambia al carril central. El conductor bosteza: no sé cuántas horas
y cuántos trayectos llevará ya. No es difícil de calcular: en una jornada de 8
horas, son 4 trayectos de ida y cuatro de vuelta.
Al chico de barba, a mi
izquierda, que no dejaba de wasapear, le ha sustituido un hombre que parece
hablar solo. Pero es una falsa percepción: habla por el móvil en manos libres,
con un cable conectado a la oreja.
El conductor parece un
hombre tranquilo y sosegado. ¿Cuánto se tardará en hacer el circuito andando…?
Voy sacando fotos de las paradas, intentando captar los comercios y lugares que
aún se mantienen en 2015. Pocos: el cine Callao, la librería Espasa-Calpe, en
Gran Vía; Chicote, que ahora se llama Museo Chicote…
Dejamos atrás la Cibeles y
la Puerta de Alcalá. En Ortega y Gasset 34 se baja una señora pitifina un poco achacosa con un
chaquetón fucsia oscuro. Si la viera mi hermana Bea, diría que necesita
“ruedines” para llevar el bolso, que casi arrastra.
Me da la impresión de que
los edificios son más bajos y de que hay más luz y más amplitud en la
confluencia de Ortega y Gasset con Silvela.
La larga calle Cartagena que
atraviesa los barrios de La Guindalera y La Prosperidad, ya nada tiene que ver
con aquella de los años 50 descrita en
el libro: “Calles estrechas y oscurísimas… Solares… Casas bajas y
humildes… Desmonte en medio de la plaza…”.
Viendo en la plaza de San
Cayetano el mercado de La Guindalera, creo que puedo hacerme una idea de cómo
pudiera ser el barrio entonces…
SABER
MÁS…
http://electrovia.blogspot.com.es/2015/08/leyland-en-madrid-6.html. Transportes urbanos en Madrid. Autobuses Leyland de 1947 a 1953.
https://urbancidades.wordpress.com/2011/10/12/recuerdos-del-barrio-de-la-prosperidad-madrid/. Blog de Enrique Fidel. El barrio de La prosperidad.
https://escritoras.com/articulos/los-libros-de-la-novela-del-sabado-y-las-escritoras/.
Escritoras de La novela del sábado.
Que buena divulgadora eres. No he leído nada de Elena Quiroga y tú me la has acercado.
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