martes, 1 de diciembre de 2015

CON ELENA QUIROGA EN LA LÍNEA 1. UN VIAJE 62 AÑOS DESPUÉS


Elena Quiroga publicó “Trayecto uno” en 1953, en la colección La novela del sábado, que trata de recobrar la experiencia anterior de El cuento semanal, a principios de siglo. Con un formato de 11x15 cm y unas 60 páginas, el ejemplar hace el número 2 de la colección literaria que aúna a autores de la preguerra y de la posguerra española.

En el libro, el viaje en autobús del relato se produce un 15 de enero de 1953. En mi caso, por problemas de agenda, este viaje será un martes 24 de noviembre de 2015, también día laborable, sobre las 14.30 horas.


“Trayecto uno”, lo titula Elena Quiroga, y lo dedica a sus compañeros del autobús que hace la línea 1 “Cartagena-Princesa-Moncloa (por Ferraz)”.

La protagonista del relato, Anuncia, así lo deja consignado en su cuaderno/agenda: “15 de enero de 1953. Descubierto la poesía”. Como un deslumbramiento. “Se había encontrado con el mundo hacía unas horas. Era feliz, feliz…”. Plena.

El viaje comienza en Moncloa [Paseo de Moret]. “El cristal, a espaldas del conductor, estaba corrido. Por aquel boquete se colaba el aire cortante de la Moncloa…Principio de trayecto”.

LOS PERSONAJES, POR ORDEN DE APARICIÓN

Todos son definidos con una frase, que posteriormente se va completando.

Poco a poco, y a lo largo de la novelita, nos iremos enterando de la vida de cada uno de los personajes. El autobús es como una pequeña “colmena” donde quedan retratadas gentes de todos los estratos y profesiones. Un retrato sociológico y sociográfico. Una disección en toda regla.

El conductor, “el hombre sin cara”, Domingo. “Anuncia no veía la cabeza del conductor. Sentada tras él…[en] una de las ventanas de la derecha”. Su historia, amarga, trágica, la conocemos en el último capítulo, el séptimo.

La muchacha, Anuncia. Ha descubierto la poesía de Salinas. “La voz a ti debida la golpeó”. Y la revelación, en clase de Filología, le provoca la necesidad de salir, de escapar.




https://www.youtube.com/watch?v=nflKqPLxeL8. Grabación de Unamuno. “Ojos que ven, oídos que oyen, gozan de bienaventuranza”.

Blas, el cobrador. Blas el Largo. “Hubiese servido para casado”.

El señor de siempre, el señor sordo. “Se sentaba siempre en el mismo asiento: fila segunda, junto a la ventanilla”. Don Julián: “[Voy] a mis clases, como siempre”. Un perdedor de la guerra, quizá.

El guayabo ese, el joven de pelo lustroso y abrigo de pelo de camello (Y Lupita. “Estaría esperándole a la puerta del [cine] Callao”. Latino. Seguro de su encanto. Descendiente de emigrantes vascos. “El abuelito partió de Zumaya…”.

Una niñera [con cofia] con un niño en brazos, el niño de los ojos tranquilos (suben en Ferraz). Con algo más de dos años, tiene tuberculosis y sus padres han de hacer virguerías para conseguir la medicación, cara y del extranjero. La niñera le lleva todos los días al parque de Rosales a respirar aire puro (desde Lista, hoy Ortega y Gasset).

Alumnas del Sagrado Corazón [calle Ferraz, 63] de uniforme. El clasismo… “Josefina no es de buena familia; me lo ha dicho mi mamá…”. La muchacha de melena corta [a media pensión en el colegio de Ferraz]  lee novelas rosas: “Se la quité a Gloria, la doncella…Tiene muchas en la maleta”. Pero también el Diario de Amiel, por lo cual su madre le pega una bofetada. “Había deseado siempre llevar un Diario, escribir un Diario…”.

Un obrero con la ropa salpicada de cal blanca. Un albañil que se gasta la mitad del jornal en comprar una participación en la lotería, y el resto, en vino; pega a su mujer. El maltrato.

Un matrimonio [sube en la parada de la Telefónica]. “Una gorda, ya machucha, con un abrigo de piel de conejo, rozado por los bordes. El marido parecía esconderse detrás de ella”. Bajan en la última parada de Lista (Hoy, Ortega y Gasset).

Una mujer rubia, teñida (Agustina), que va a ver a su marido (Fermín) a la Comisaría de la plaza de Salamanca. “Trajo los billetes envueltos en un pedazo de periódico para que los guardara…Hay otros que roban más…”.

Un chico con un centro de flores, el chico de las flores (sube en Plaza de España). Lleva camelias y violetas. Sueña con el fútbol.

El señor de la cartera ostentosa (en Cibeles), triunfador, avasallador, un listo. “Acorralaba a don Julián…Ahora ando con unos asuntillos…Es cuestión de un poco de vista”.

Una mujer joven, Margot. “Llevaba un gran cuello de zorros plateados y un tocado de plumas blancas, lisas y suaves, sobre el pelo”. Va a jugar a la canasta. Frívola, narcisista.

Una pareja, Fernando, 30 años, y Lina, su novia. Van a ver un posible piso en el barrio de La Guindalera o Prosperidad.

Por sus apenas 68  páginas desfilan temas recurrentes, que siguen en nuestros días: el consumismo (“Compre, compre, compre”…), la violencia de género, el acoso, los trepas y defraudadores, la falta de entendimiento generacional, la adolescencia como etapa de descubrimientos y preguntas…

Y su tema estrella: las caretas que todos llevamos, lo que hay detrás de lo que se ve a simple vista. Elena Quiroga nos da unas pinceladas y sus lectores completamos lo que no está dicho, lo que se supone, lo que está alrededor (ganadores y perdedores tras la guerra civil, penuria económica para la mayoría, el poder de los bancos…). Es realmente un relato vanguardista, anticipador en muchos momentos.

RASGOS DEL PAISAJE Y DEL PAISANAJE


“Miraba hacia los pinos de la Moncloa…”. “La plaza de España, con luces como platos invertidos”.

Anuncia va como en trance, en una especia de duermevela. “Había pasado la barrera del frío y del calor…”.

“[En la Gran Vía] Anuncios. Letras. Figuras enormes, Fluorescencia…Cyrano de Bergerac. Enormes figuras de cartón. “[cine] Actualidades”. Cafés. “[cine Palacio de] La Prensa”. Revuelta en Haití…”.


Escaparates: “Doña Manolita”. “Espasa-Calpe”… “Chicote”… “Molinero”… “Relojes Movado”… “Zorrilla”…

AHORA, EN 2015, UN 24 DE NOVIEMBRE, SOBRE LAS 14. 45 h

Ya no hay cobrador ni autobuses de dos pisos, salvo los turísticos.


El inicio está en Isaac Peral (plaza de Cristo Rey) en lugar de en Moncloa. La última parada, el “final de trayecto”, está en Suero de Quiñones, en vez de en General Zabala, su paralela, ambas en el barrio de Prosperidad.

[Yo cogí el 1 hasta Avenida de América con la calle Cartagena el primer año que estuve en Madrid, en 1982 (entonces compartíamos apartamento en Clara del Rey varias amigas). Muchas veces, de noche (el “búho”), en Cibeles, cuando salíamos los fines de semana por Fuencarral. Y hasta Moncloa, para ir a la universidad (antes de que construyeran la Línea Circular del metro). Pero era más rápida la línea marrón del  suburbano, de Avenida de América a Argüelles].

El autobús tarda entre 50 minutos y una hora -dependiendo del tráfico y las horas punta. El conductor se baja a echar un pitillo hasta que se hace la hora, las 2.47 de la tarde. Es alto y pálido, un poco gordito, y lleva afeitada la cabeza. Viste el “uniforme” de la EMT: jersey y pantalón azul marino. Bebe un buche de agua y empezamos el recorrido 8 personas. “¿Este pasa por Callao…?”.


Me he sentado en el primer asiento, a la derecha. Como Anuncia, tampoco le veo la cara al conductor (salvo en el espejo retrovisor): solo la pierna y un brazo. El autobús “habla” de cuando en cuando: además de la parada que toca y la hora y el día en que vivimos, recita las conexiones con otros servicios.

En plaza de España, el autobús se cambia al carril central. El conductor bosteza: no sé cuántas horas y cuántos trayectos llevará ya. No es difícil de calcular: en una jornada de 8 horas, son 4 trayectos de ida y cuatro de vuelta.

Al chico de barba, a mi izquierda, que no dejaba de wasapear, le ha sustituido un hombre que parece hablar solo. Pero es una falsa percepción: habla por el móvil en manos libres, con un cable conectado a la oreja.

El conductor parece un hombre tranquilo y sosegado. ¿Cuánto se tardará en hacer el circuito andando…? Voy sacando fotos de las paradas, intentando captar los comercios y lugares que aún se mantienen en 2015. Pocos: el cine Callao, la librería Espasa-Calpe, en Gran Vía; Chicote, que ahora se llama Museo Chicote…



Dejamos atrás la Cibeles y la Puerta de Alcalá. En Ortega y Gasset 34 se baja una señora pitifina un poco achacosa con un chaquetón fucsia oscuro. Si la viera mi hermana Bea, diría que necesita “ruedines” para llevar el bolso, que casi arrastra.

Me da la impresión de que los edificios son más bajos y de que hay más luz y más amplitud en la confluencia de Ortega y Gasset con Silvela.

La larga calle Cartagena que atraviesa los barrios de La Guindalera y La Prosperidad, ya nada tiene que ver con aquella de  los años 50 descrita en el libro: “Calles estrechas y oscurísimas…Solares…Casas bajas y humildes…Desmonte en medio de la plaza…”.

Viendo en la plaza de San Cayetano el mercado de La Guindalera, creo que puedo hacerme una idea de cómo pudiera ser el barrio entonces…



SABER MÁS…


http://electrovia.blogspot.com.es/2015/08/leyland-en-madrid-6.html. Transportes urbanos en Madrid. Autobuses Leyland de 1947 a 1953.




1 comentario:

  1. Que buena divulgadora eres. No he leído nada de Elena Quiroga y tú me la has acercado.

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