viernes, 1 de junio de 2018

LO QUE APRENDÍ VIVIENDO. Usar el sentido común, por Eleanor Roosevelt



Una mujer sabia

Escrito en 1960, cuando la autora tiene más de 75 años (casi al final de su vida), se lo dedica a sus nietos y bisnietos “con la esperanza de que algún día encuentren en estas páginas alguna ayuda”.

El título original en inglés viene a decir: “Aprendes mientras vives. 11 claves para una vida más plena”. Cada uno de los 11 capítulos sería una clave (Aprendiendo a aprender. El miedo, gran enemigo. El empleo del tiempo. El difícil arte de madurar. La readaptación incesante. Aprender a ser útil. El derecho a ser un individuo. Cómo obtener lo mejor de la gente. Afrontar la responsabilidad. Cualquier persona puede participar en política y Aprender a ser un servidor público).

En el prefacio habla de las razones para escribir este libro: “A lo largo de los años he recibido cientos de miles de cartas…En ellas me preguntan más o menos lo mismo: ¿qué ha aprendido de la vida que pueda servir para resolver esta o aquella dificultad…?”.

Una especie de testamento

“…unas pocas directrices que me han servido en el transcurso de mi larga vida… (Eleanor nace en Nueva York en 1884. Con 21 años se casa con F. D. Roosevelt y cinco años más tarde, su marido es nombrado senador, y luego, en 1933, presidente de los Estados Unidos. Fallecido en 1945, ella es nombrada dos años más tarde delegada de la Asamblea de las Naciones Unidas. Muere en 1962, a los 78 años)…Lo esencial es aprender. Aprender y vivir…No hay ninguna experiencia de la que no se pueda aprender algo…”.

Un poquito de reflexión porque la gente no piensa, no pensamos…

 “De mi propia experiencia he aprendido que los factores más importantes en la educación de los hijos son: la curiosidad (una de las cualidades más valiosas del ser humano), el interés (sin interés es casi imposible seguir aprendiendo), la imaginación (hace posible imaginar cómo son los demás, qué piensan y qué sienten) y una percepción de la vida como una aventura”.

La educación proporciona las herramientas necesarias, el equipo con el que aprendemos a aprender…solo crecemos mientras estamos interesados…El proceso de aprendizaje debe continuar mientras vivamos…;

Vivir cada experiencia al máximo.

Sobre ella misma

De cuando en cuando, se le escapan algunos comentarios sobre su forma de ser: “Yo, que no fui una niña feliz…Era una niña solitaria”… Tenía 9 años cuando murió su padre, al que estaba muy unida. “Yo era una niña excepcionalmente tímida y tenía miedo a la oscuridad, a los ratones y prácticamente a todo…el miedo a no gustar a las personas con las que vivía…”. Su receta: “Si una se olvida de sí misma, de si está causando o no una buena impresión, de lo que piensan los demás de ella y de lo que ella piensa de ellos, deja de ser tímida…”. “Yo, que me creía incapaz de hablar ante nadie, aprendí que es posible hacerlo si se tiene algo que decir…”.

El miedo, el gran enemigo

“Siempre he pensado que el peor obstáculo que hay que superar es el miedo. Es el gran paralizador…”. Y continúa: “De todo lo que aprendemos en la vida, esa es la aptitud más difícil de adquirir, pero también la más gratificante…cada victoria viene acompañada de una confianza reforzada y de una fuerza que ayuda a afrontar el siguiente temor…”.

Para superarlo, la autodisciplina, “esencial para afrontar las derrotas y recuperarse de los desastres”.

El empleo del tiempo. Gestionar mejor

Lo primero para ella es alcanzar una calma interior “que le permita a uno trabajar sin que le altere lo que ocurre alrededor”; lo segundo, aprender a concentrarse “en la tarea que se tiene entre manos”; lo tercero, adquirir una rutina y establecer unas pautas “que no sean demasiado inflexibles”. Y un cuarto punto, esencial, “intentar seguir unas pautas generales de buena salud”, aplicando el sentido común.

El difícil arte de madurar

“Una persona madura es aquella que no piensa solo en términos absolutos, que es capaz de ser objetiva aunque esté muy alterada emocionalmente, que ha aprendido que en todas las personas y en todas las cosas hay bueno y malo, que se comporta con humildad y que gobierna con compasión las circunstancias d la vida, sabiendo que en este mundo todos necesitamos amor y caridad”- explica.

Para Eleanor, hay varias cualidades  que indican la verdadera madurez de una persona; la primera, el autoconocimiento…Y con él, “aceptar no solo las carencias propias”, las propias limitaciones, “sino también las de las personas a las que uno ama…, y aprender a no esperar cosas que los demás no son capaces de dar…, no exigir nunca a nadie lo que no nos ofrece libremente”. “La madurez también implica cierta habilidad para aceptar las críticas y evaluarlas…si son constructivas, hay que aceptarlas e intentar sacar provecho de ellas aunque duelan”.  Otro signo de madurez es “eliminar poco a poco los defectos que uno ve en sí mismo… y establecer los propios valores y saber qué se quiere realmente de la vida.

La necesidad de readaptarse constantemente

“Cada vez que se aprende algo nuevo hay que reacoplar todo el marco del conocimiento”. Y esto sucede en cada periodo de edad, también en la  mediana o en la vejez. “Las recompensas de cada edad son distintas, pero no cambian necesariamente en valor  ni en satisfacción”. Ella descubrió que para controlar la soledad (su marido muere en 1945) hay que mantenerse “lo más ocupada posible”. “La ventaja de estar ocupada es que no se tiene tiempo para pensar en uno mismo”, en su ombligo…”La autocompasión y la retirada de la batalla son el comienzo de la infelicidad”.



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