viernes, 8 de noviembre de 2019

"SOLEDAD, DE VÍCTOR CATALÀ/CATALINA ALBERT, SEÑORA DE LA NOVELA CATALANA



Así (“Señora de la novela catalana”) la llamó María Luz Morales en una de sus “Presencias”.  Cuando la visita, en 1927, la describe así: “No era ya la joven Catalina Albert, en quien Luis Vía, director de la revista Joventut, descubriera en una primera visita, allá por los inicios del siglo [XX] la verdadera identidad de Víctor Catalá. Tenía, ahora, [con casi 60 años], entrecano el abundante cabello fuerte y algo rizoso. Tras los cristales de los lentes, la penetrante mirada de los ojos, muy brillantes, bajo las cejas pobladas y negrísimas. Y en toda la persona un algo de autoridad y sencillez, de energía y llaneza, al mismo tiempo, con un mucho de inconfundible señorío… Era la señora más cabal, la persona más normal que pueda imaginarse…”.

“Soy solo una aficionada”

En 1927, le confiesa: “Me formé a la buena de Dios…, sin maestros…Me gusta, sobre todo, la honrada claridad de sentimiento, concepto y expresión del pueblo; de los clásicos y de los místicos…”.

María Luz Morales iba a pedirle unos cuentos para el diario madrileño El Sol, que ella traduciría del catalán al castellano. Català le pone una serie de objeciones…, pero en carta posterior le adjunta su primer cuento para el periódico: Enigma. “Los cuentos de Víctor Català fueron publicados a todo honor en el gran rotativo madrileño…Dionisos, La púa del rastrillo, Esfinge, Chiribito, El corsé de damasco amarillo, Desenlace, Conversión, Sortilegio…Algunos se incluyeron, muchos años después en el libro Retablo (Ediciones Mediterráneas, 1944)”.






Riqueza lingüística

“El léxico de Víctor Català es el más vivo, el más diverso, el más jugoso, el más expresivo que jamás haya poseído un escritor, poeta o prosista, en lengua catalana. Se dan, en él, los giros más garbosos, más desconcertantes; las metáforas, si más certeras, más inesperadas…” -escribe María Luz Morales en Alguien a quien conocí.

La Senyora Caterina. “Soy toda vista y oídos”

A Baltasar Porcel, uno de sus visitantes, le dijo en los años 60: “He tenido un gran interés por todo; he sido, y soy aún, toda vista y oídos…Puede que haya descrito la gente de este pueblo [L´Escala, donde nació en 1869]… Me hubiera gustado hacer teatro”…

Y sigue contando: “… Me dijo que prácticamente no dormía, que apenas comía. Excepto unas horas por la mañana, en que se levantaba, estaba siempre acostada y desde hacía diez años no salía a la calle”… Sobre su habitación, escribe: … “La cama era vasta, alta, antigua. En las paredes había fotografías suyas de infancia, otras con gente de renombre, imágenes religiosas, una colección de láminas en colores de amantes famosos: Otelo y Desdémona…En la casa había un jardín frondoso, con una estatua alegórica… En la fachada de la casa eran hermosas las barandillas de hierro de los anchos balcones…” (Del Retrato de Caterina Albert por Baltasar Porcel en 1965 para la revista Serra d´Or).

Solitud/Soledad

Escribe Soledad (Solitut, en catalán) en 1905. Se publicó primero por entregas semanales en la revista Joventut (hasta el 20 de abril de 1905).



En 1991 es llevada al cine por  Roma Guardiet.


La novela comenzaba así: “Pasado Ridorta habían subido a un carro que seguía su mismo camino, y Matías, para evitarse luego una decepción, preguntó al carretero si los quería llevar hasta los pasos de la montaña. El campesino, risueño y encantado de encontrar un rato de charla, le hizo un sitio enseguida a su lado en la traversa, y le dijo a Mila que se acomodara tras ellos, sobre la estera, Ella miró agradecida a aquel desconocido que le hacía tal merced. Pese a la buena pierna que tenía, estaba fatigada. Su marido le había contado que desde Lisquents, donde los dejó el recadero, hasta Ridorta, había una media hora de camino, y llevaban ya andando cinco cuartos de hora bien cumplidos cuando vieron negrear el pequeño campanario del pueblo en lo alto de la loma cubierta de verdor: desde entonces hasta encontrar el carro había pasado otro cuarto largo y, entre el sol, el polvo y la contrariedad, la pobre mujer se había ido poniendo de mal humor”…



No hay comentarios:

Publicar un comentario