“La idea de montar en el
teatro el Bartleby de Melville se me
ocurrió un día pensando en mi hermano
Bernard…”- comienza el relato.
“Llevaba muerto 16
meses…Vivíamos a 700 kilómetros el uno del otro; no nos veíamos demasiado, pero
nos telefoneábamos a menudo…”.
El desencadenante es un bólido que le adelanta en la autopista
entre Niza y Aviñón, a él que no se ha comprado un coche nuevo en su vida,
aplicando la regla de su hermano, partidario ya de “las 3 r” (reducir,
reutilizar, reciclar), de “no incrementar la entropía”…
Lo monta en forma de
monólogo, una “lectura-espectáculo”, una lectura en voz alta. Y en el libro se
van entrelazando pasajes de Bartleby
(en cursiva) y de su propia historia en relación con su hermano y, por ende, de
la familia.
No me gustan las
interrupciones; así que -como en El
abuelo que saltó por la ventana y se largó-, me he leído primero la
historia familiar linealmente y luego con los pasajes de la obra de Melville…
“A mi hermano lo mató una
clínica privada…”- nos revela Daniel. Bernard muere de septicemia tras una operación
sencilla..., que va mal.
“Me pasé toda nuestra vida
alimentándome de su humor…”. Un humor bartlebiano,
“su dulce ironía”…
Los
textos que nos habitan
“Ya no recuerdo cuándo me
habló Bernard por primera vez de Bartleby”...
Su hermano fue quien le enseñó a leer (“Y, por tanto, a escribir”).
Compartieron habitación durante sus primeros once años (hasta los 16 de
Bernard) de vida. A menudo comentaban los libros que leían.
Sus
frases (de Bernard)
“No querrás incrementar la
entropía…No hay que abusar: usemos lo usado…”.
“[Gano] Demasiado por lo que
hago, pero no lo suficiente por todo lo que me aburro”.
Otros
libros de Daniel Pennac
Como una novela. Una joya, que debería
ser “fondo de armario” en todas las bibliotecas. Con los “derechos
imprescriptibles del lector” (incluidos el derecho a NO leer, a NO terminar un
libro o a saltarnos páginas…).
Mal de escuela.
Contado por un profesor, antes “representante” del fracaso escolar…
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