Publicadas
en forma de libro en 1914, hace un siglo, contienen emociones que no pasan de
moda.
Como
escribe en la última carta, el 5 de octubre de 1914, “dondequiera que haya
seres humanos, hay siempre pequeñas historias”.
No sé por qué pero su
lectura me ha traído a la mente Memorias
de África, de Karen Blixen (Isak Dinesen) y Las dos ancianas, de Velma Wallis, quizá por ser las tres mujeres
contadoras de historias con una vida dura que no se rinden, miran siempre hacia
adelante y tienen una actitud positiva ante la vida.
“Me paso el día
trabajando…Cuando llega la noche ya he terminado con la mayor parte de la
cocina, he ordeñado siete vacas, y he segado todo el heno… Pero también
encuentro tiempo para hacer treinta pintas de jalea en conserva y la misma
cantidad de mermelada para mí…”.
A pesar de ello, no se
queja: “soy una mujer sumamente afortunada por encontrarme con gente
encantadora de verdad y por tener experiencias realmente positivas. Siempre me
pasan cosas buenas…”.
Aprovecha cada pequeño
momento de ocio: “Cuando no hay nadie para quien cocinar, soy libre de ir donde
me plazca”. También tiene sus estrategias: “Hace mucho que aprendí que la vía
más rápida para conseguir lo que quiero es no quererlo, al menos
aparentemente…”.
Wyoming, el estado en que
desarrolla su vida a partir de 1909, “no tiene nada de especial, si hablamos de
las cosas por separado. En conjunto, es absolutamente hermoso, y al amanecer y
al atardecer, “los cielos proclaman la gloria de Dios”.
Sus
lecturas, clásicas y actuales
A pesar de no haber tenido
una educación formal (“No fui a la escuela ni un día de mi vida”), Elinore tiene
cultura y guarda como un tesoro sus “pocos libros” en una “librería-vitrina
hecha del bastidor de una cama de nogal viejo”.
En sus cartas a su antigua
patrona en Denver, Juliet Coney, Elinore se refiere a varias obras literarias:
el cuento tradicional Los niños del
bosque, “las historias de lobos de Jack London”, David Copperfield…, y a autores/protagonistas: Mark Twain, Samantha
Allen (protagonista de 10 títulos de la escritora Marietta Holley), Leatherstocking (protagonista de varias
novelas de Fenimore Cooper), la señora Wiggs (protagonista de la novela de
Alice Hegan Rice), Tam O´Shanter (protagonista de un poema de Robert Burns), Becky
Sharp (protagonista de La hoguera de las
vanidades, de Thackeray)…
Incluso uno de sus libros,
los Cuentos de Calzas de cuero,
servirán de motivo para una “cena de calzas” a base “de las viandas mencionadas
en los Cuentos”: venado, antílope, erizo, cola de castor, faisán, urogallo y
truchas.
Elinore no está desconectada
del mundo: habla del modisto y diseñador Charles Worth, e incluso se refiere a
la I Guerra Mundial (“Estamos hambrientos de noticias sobre la guerra”), en la
continuación de las cartas (Cartas de una
cazadora, 1915), con quienes comparte personajes y el relato de lo
cotidiano.
Ese día a día incluye
cuatreros, mormones (“la poligamia se sigue practicando”), cazadores de dientes
e incluso una estampida.
También reflexiones: “Un
modo tremendamente eficaz de reflexionar las cosas a veces es ponerse a
trabajar”. “Los padres deberían alabar más a sus hijos”.
Una
viuda rolliza, no muy madrugadora, capaz de llevar un rancho
En las cartas a la señora
Coney, en ocasiones, se despide como “su exlavandera”. Se reconoce ignorante y
que a veces abruma con sus cartas de “tropecientas mil palabras”. Pero ella
cuenta todo lo que ocurre o lo que se le ocurre entre carta y carta. “Siempre
sucede algo interesante, y así tengo dos placeres cada vez: mi propio disfrute
y contárselo a usted”.
Narra anécdotas divertidas
(los comentarios de su hija de cuatro años), describe a los personajes con los
que se encuentra o que llegan a su casa: parejas desavenidas, muchachas pretenciosas, historias tristes y
tiernas.
A medida que transcurre el
tiempo, se atreve a sincerarse: el 16 de junio de 1910 le dice que se ha casado
con el señor Stewart, su empleador. En agosto del mismo año le cuenta que ha
tenido que “ayudar a amortajar a una pequeña criatura” que solo varias cartas
después, y dos años más tarde, revela que es su primogénito. “El dolor ya no es
tan agudo ahora y puedo contárselo, cosa que antes era incapaz”.
Las últimas cartas – de esta
tanda; luego le escribirá otras
narrándole una cacería de alce- son de noviembre de 1913.
Quizá las cartas estén algo
“aliñadas”- como dice ella misma- pero son conmovedoras, además de amenas y
divertidas. Ella observa las caras y describe con detalle las casas y los
paisajes. Así, aprendemos sobre tejidos: calicó, tartán, guinga…y sobre flores:
alisos de mar, zinnias, malvarrosas… “Bajo la ventana este de nuestro comedor
tenemos un parterre. Lo llamamos “el lecho de la memoria” pues fue idea de la
primera esposa de Clyde y era donde ella cultivaba sus pensamientos…Tengo
pensamientos a un lado del parterre en memoria de ella, que adoraba estas flores.
Al otro lado, planté alisos de mar en memoria de mi bebé… [su primogénito,
James, que murió de eresipela sin llegar a cumplir el año]”.
Cooperación
y ayuda femenina
Con sus amigas, la señora
Louderer (alemana) y la señora O´Shaughnessy (irlandesa) llevarán a cabo más de
un plan “para hacer feliz a alguien”: cocinar en Navidad para los pastores de
ovejas “que apenas viven de maíz enlatado y tomates, frijoles, cerdo en
salmuera y café”; coser para Cora Belle, una huérfana de 12 años, cabeza de
familia, un completo equipo (ropa interior, vestidos y delantales); llevar un
árbol de Navidad adornado a una familia de mormones pobres…
Son mujeres de recursos,
resolutivas, con ideas, creativas. Con bolsas de azúcar y harina confeccionan enaguas
y bragas. “De dos cañas de pescar de bambú rotas hice el armazón para dos
biombos”.
Ella cree firmemente en la
risa. ”Soy una persona realmente feliz. Es verdad: se me antojan muchas cosas
que no tengo, pero eso no me impide estar contenta y disfrutar de las muchas
bendiciones que sí tengo”.
Habla del señor Stewart, su
marido, que sigue siendo “el señor Stewart” incluso después de casados.
Conocemos algunos retazos de él: “No hay nada que le agrade más al señor
Stewart que pillarme desprevenida… el señor de la casa es de la opinión de que
las mujeres no necesitan herramientas…”. “Lo bueno que es mi Clyde...”, se sincera
en 1912.
Sus
sueños
“Nunca pensé que me casaría
de nuevo… Lo único que quería era andar por ahí descalza y libre y ver la vida
como la ven los gitanos. Había pensado ir a ver las viviendas de los moradores
de los barrancos [los indios anasazis]…También tenía planeado ir a visitar las
viejas misiones e ir a Alaska; ir a cazar a Canadá. Incluso soñé con Honolulú…”.
A cambio, tiene… “mi casa en
mitad de las montañas azules, mis niños bien educados, mi esposo limpio y
honesto, mis lindas y generosas vacas lecheras, mi jardín del que yo misma me
encargo. Tengo montones y montones de flores de las que yo misma me ocupo. Hay
montones de pollos, pavos y cerdos que están a mi cuidado. Tengo unos cuantos
caballos viejos, lentos y nobles, y una vieja carreta. Puedo subir a los críos
y en cualquier momento ir a donde me apetezca. Tengo los mejores vecinos, los
más amables, y tengo también mis queridos amigos ausentes…”.
Ella anima a las mujeres a
hacer vida de hacendadas. “Cuando leí lo mal que lo pasan los pobres de Denver,
me entraron ganas de animarles a todos a que salgan de allí y registren la
propiedad de alguna tierra… Es menos fatigoso cultivar mucho para satisfacer a
una gran familia que trabajar lavando… Lo que se cultive es propiedad del colono
y no hay ningún alquiler de la casa que pagar… Para mí, la colonización es la
solución a todos los problemas de la pobreza”.
Aunque es consciente de que
no vale cualquiera: “quien tenga aprensión a los coyotes, al trabajo y a la
soledad, mejor que se olvide de la vida en el rancho”; pero si es una mujer en
paz consigo misma, “capaz de apreciar la belleza del ocaso”, le gusta cultivar
cosas y está dispuesta a trabajar duro, “tendrá éxito seguro, independencia,
toda la comida que quiera y, en definitiva, una casa propia”.
Una
emprendedora de éxito
“Me encanta experimentar,
trabajar y demostrar cosas” -le cuenta a la señora Coney en noviembre de 1913.
“He encontrado un tipo de calabaza que puede darse aquí… la madura aguanta bien
y se pueden hacer ricos pasteles con ella. La joven más tierna se puede
encurtir, como los pepinos… Cuando vine me dijeron que no sería capaz ni de cultivar
frijoles comunes, pero lo intenté y lo conseguí. También conseguí cultivar
montones de tomates verdes… Otra vía de experimentación me llevó a la conclusión
de que podía hacer ketchup de grosellas silvestres, tan delicioso como el de
tomate… He probado todo tipo de labores que este rancho necesita, y puedo
hacerlas todas…”.
Así se describe a sí misma
en la última de las Cartas de una pionera. Pero nos ha dejado percibir retazos
a lo largo de las 26 misivas.
“Me encanta el parpadeo de
la hoguera, el olor de los pinos, el aire puro y fresco”. También le gustan las
tormentas y la canción Annie Laurie,
una de sus favoritas.
Heartland, la película sobre su vida
En 1979 se estrena Heartland, dirigida por Richard Pearce y
protagonizada por Conchata Ferrell, basada en Cartas de una pionera. En 1980 consigue el Oso de Oro en el
Festival de Berlín.
SI
QUIERES AMBIENTARTE EN EL WYOMING DE 1909
Canciones citadas en ambos libros de Cartas:
Y
SI TE QUEDAS CON MÁS GANAS…