Hay
mucho escrito de María Blanchard, la pintora, pero se conoce mucho menos a su
hermana mayor, Aurelia, pedagoga y maestra, que fue asesinada en Valladolid en
los primeros días de la Guerra Civil.
El
caldo de cultivo: algunos hitos educativos
En 1877, Alice Gulick
(Boston, 1847, + Londres, 1903) crea un
pequeño internado para señoritas en la calle Rúa Mayor, 21, en Santander,
considerado el antecedente del Instituto Internacional de la Mujer.
María de Maeztu (Vitoria,
1881- Mar del Plata, Argentina, 1948), directora de la Residencia de Señoritas
en Madrid (homóloga a la famosa Residencia de Estudiantes) estuvo también unos
meses enseñando en Santander, en 1902. Compartió (¿??) en Madrid primera
promoción con Aurelia en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio
(1909-1912). La misma de Gloria Giner (casa con Fernando de los Ríos en 1912) y
Mª Luisa Navarro (casa con Lorenzo Luzuriaga, director de la Revista de Pedagogía).
En Santander, en los años 80
(1885) existe una Sociedad de Enseñanza Laica “compuesta por individuos de
todos los partidos políticos y de todas las ideas religiosas”, destinada a
niños de 6 a 12 años. Su fin: “cultivar y desarrollar la inteligencia de los
niños, iniciándoles en todos los adelantos realizados por la ciencia y el
progreso, e inculcarles los deberes y derechos del hombre, a fin de que sean
hombres honrados e inteligentes
ciudadanos”.
Algo más tarde (sobre 1902),
surge la Escuela Laica de Aurelio Herreros, similar a la Escuela Moderna
fundada en 1901 en Barcelona por Francisco Ferrer Guardia (a ella acudirán de
los 10 a los 14 años (1931-1935) el publicista Eulalio Ferrer o el padre del
pintor Roberto Orallo, entre otros).
Y, en algún momento, en la
calle San Roque (hoy, San Celedonio), las hermanas Lavín, América y Amelia
Lavín Aspiazu, dirigen la Escuela Laica de la calle San Roque.
Aurelia
Gutiérrez-Cueto Blanchard. Su “línea de vida” cultural
Nace el 1 de diciembre de 1877
en Santander y es bautizada en la parroquia de Santa Lucía ??? como su hermana
María, nacida en 1881.
Los padres (Enrique
Gutiérrez Cueto, periodista, director de El
Atlántico (1886-1896), natural de Cabezón de la Sal, y Concha Blanchard
Santisteban, “dedicada a las labores propias de su casa”, amante de la poesía, natural de Santander -según el certificado
literal de nacimiento de María Blanchard), viven en el segundo piso de la calle Santa Lucía, 14, en Santander.
Pasan los veranos en
Comillas y Cabezón de la Sal (de allí es su pariente Matilde de la Torre
Gutiérrez, prima-hermana, nacida en 1884). Su abuela paterna, Concepción Cueto
y Sánchez, natural de Cabezón, tiene casa en Comillas. La casona solariega de
los Gutiérrez-Cueto. Allí pasan el invierno de 1893 tras la explosión del
Machichaco en Santander. Y desde ahí hacen excursiones a Potes, Ucieda,
Santillana del Mar o Puente San Miguel.
La
afición familiar por la escritura. Una familia con vena artística
Su abuelo, Cástor Gutiérrez
de la Torre, natural de Ucieda, había fundado
en 1856 La abeja montañesa. Su
padre, Enrique Gutiérrez-Cueto, periodista, fue director de El Atlántico, de 1886 a 1896. En él
publica precisamente Concha Espina (se casará con Ramón de la Serna y Cueto, en 1892) sus primeros versos.
El entorno familiar tendrá
una gran influencia en su formación: “tíos y primos que eran escritores,
marinos, abogados, religiosas…” – escribe A. M. Campoy. Por la casa de
Santander pasan Pereda, Menéndez Pelayo o Amós de Escalante.
Su padre, aficionado a la
pintura, no dibujaba mal (da clases a su hermana María en 1891, antes de que
tenga un profesor particular).
En Madrid, la casa familiar
está en la calle Goya (103 ¿??), donde vive Concha Espina. Esta recibe los
miércoles a un pequeño número de contertulios, entre los que se cuentan:
Ricardo León, Cansinos Assens, Antonio Maura, Antonio Machado, Gerardo Diego,
Lorca, Pilar Valderrama y Félix García, un sacerdote escritor amigo.
En 1904, al morir el padre,
la familia se traslada a Madrid (calle Castelló nº 7). Aurelia, la hija mayor,
tiene 27 años. Estudia en la Escuela Superior del Magisterio (hay quien dice
que pertenece a la primera promoción, junto a María de Maeztu, Gloria Giner o
Mª Luisa Navarro) y se casa con Manuel Barahona con quien tiene varios hijos,
entre ellos Regina Barahona Gutiérrez (1905-1994) y Elena Barahona Gutiérrez
(1912-2010).
En 1909 se crea en Madrid la
Escuela Superior del Magisterio, “altamente influida por la Institución Libre
de Enseñanza” (que reúne la impartición del grado normal y la formación para la
inspección de enseñanza primaria). Los estudios duran tres años. En el curso 1911-1912 se permiten 35
alumnas y 30 alumnos. En junio de
1912 sale la primera promoción. Luis de Hoyos Sainz (Fisiología e Higiene
escolar) y Luis de Zulueta (catedrático de pedagogía), dos profesores
institucionistas, dan clases en la Escuela. También Ortega y Gasset o Rufino
Blanco. Se fija en su reglamento orgánico que los profesores deben ser elegidos
siguiendo principios científicos y pedagógicos. (Entre las reformas en la
política educativa que reclamaba Manuel Bartolomé Cossío figuraba, ya en 1907,
el proyecto de crear un grado normal para inspectores y profesores primarios).
En los primeros días de
septiembre de 1914, Aurelia llega como profesora (por permuta con Gloria Giner,
en Granada) a la Normal de Maestras de Jaén.
En 1919, desde Almería, escribe a María de Maeztu -a quien se dirige como “mi distinguida compañera”- para solicitarle información sobre la Residencia de Estudiantes [Residencia de Señoritas] para dos discípulas suyas de la Normal de Jaén que quieren tomar parte en las oposiciones a auxiliares de Escuelas Normales. En la carta se despide como “su compañera y amiga” y firma con su nombre completo: “Aurelia Gutiérrez Blanchard” (carta disponible en el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega y Gasset-Marañón, sita en la calle Fortuny, 53, en Madrid).
En 1919, desde Almería, escribe a María de Maeztu -a quien se dirige como “mi distinguida compañera”- para solicitarle información sobre la Residencia de Estudiantes [Residencia de Señoritas] para dos discípulas suyas de la Normal de Jaén que quieren tomar parte en las oposiciones a auxiliares de Escuelas Normales. En la carta se despide como “su compañera y amiga” y firma con su nombre completo: “Aurelia Gutiérrez Blanchard” (carta disponible en el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega y Gasset-Marañón, sita en la calle Fortuny, 53, en Madrid).
Desde Melilla (calle de Polavieja, 35), el 19 de febrero de 1925,
Aurelia solicita a la JAE (Junta de Ampliación de Estudios) una beca para
estudiar en Italia durante un curso “el actual movimiento pedagógico”. Se
presenta como “profesora de Pedagogía en la Escuela General y Técnica de
Melilla” y “procedente de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio”.
Como referencia, aporta la de “D. José Rogerio Sánchez, entonces profesor de
literatura” en dicho centro. Firma como “Aurelia Gutiérrez” y, en la biblioteca
de la Residencia de Estudiantes, no consta que esta le fuera concedida.
En 1926 (13 de marzo), desde Melilla (el membrete dice: Escuela General
y Técnica), plaza de Hernández, 8, vuelve a dirigirse a María de Maeztu, en
esta ocasión para solicitarle una plaza para una hija suya [¿Regina…?] que
quiere seguir sus estudios en Madrid, y le gustaría que estuviera en la
Residencia femenina de Estudiantes “por merecer mi confianza en todos sentidos”. Le pide información sobre condiciones y
precios “dentro de la combinación más económica posible” y con la única
condición de que no la pongan en una habitación que dé al norte “porque
habituada a climas cálidos [Jaén, Almería, Melilla]…es muy sensible al frío…”.
También le pregunta por los tranvías desde la Residencia a la calle de Villanueva (¿por la Biblioteca
Nacional…?). Se define como “amiga y compañera”, y firma: “Aurelia Gutiérrez
Blanchard. Profesora de Pedagogía en la Escuela General y Técnica. Melilla”.
A esta carta responde con prontitud (aunque no aparece firmada -en lo que parece una copia al carboncillo),
el 16 de marzo, María de Maeztu. Se dirige a Aurelia como “mi distinguida compañera
y amiga”, y le comunica que -aunque siempre tienen la casa llena- “tratándose
de una hija de usted y como ahora son muchos los pabellones”, pueden hacerle un
hueco. Le adjunta un reglamento de la Residencia y una hoja de inscripción, y
respecto a la habitación soleada, le dice que no debe preocuparse porque pronto
empezará el calor en Madrid y lo que se busca en esos momentos es,
precisamente, “un cuarto más bien fresco”. También le informa de los tranvías
que, desde la residencia, llegan a la calle de Villanueva. Se despide como su
“affma. buena amiga”.
En abril de 1932 es Directora
interina de la Escuela Normal del Magisterio Primario de Melilla.
Antes, fue profesora
en el Instituto General y Técnico de dicha ciudad (Mª Ángeles Sánchez Suárez en
Mujeres de Melilla hace un amplio
estudio de esta etapa).
El
Telegrama del Rif, del 28 de junio de 1928 recoge en su
portada los “Actos en honor de los catedráticos de la Universidad de Granada”;
entre ellos, la visita a la exposición artística del Instituto General y
Técnico y la “fiesta teatral organizada por la profesora doña Aurelia Gutiérrez Blanchard…“en la que se
representa la obra El sueño del
estudiante, “original” de la “citada culta
profesora”.
El 24 de junio de 1930, el
mismo periódico recoge la noticia de la “Exposición de trabajos de los alumnos
del Magisterio”. Es el alumnado de 4º curso, que “asiste a las clases de
Pedagogía y Prácticas de enseñanza, dirigidas por la culta profesora doña Aurelia Gutiérrez Blanchard”.
De ser protagonista de la
noticia, pasa -en octubre de 1931- a publicar, firmadas con su nombre, sus reflexiones sobre “La reorganización de la
escuela primaria”. Habla ya de escuela “activa”, un lugar “donde el niño
desarrolle libremente su actividad”; de edificios sencillos, pero alegres,
higiénicos “y con expansión amplia al
exterior…Escuela-taller es lo que hace falta”. Abomina de la ratio de “60 a 100
niños en una escuela de párvulos…alineados en las eternas mesas-banco”, hechos
que también criticó María Montessori, “la gran redentora de la infancia”. Habla
de los “almacenes” de niños; de los maestros, que han de luchar contra
imposibles (“no hay sistema nervioso que resista”); para concluir con un “¿Lo que debe ser?...Ni uno más de treinta niños matriculados”.
Se apoya para ello en informes de la Cámara de los Comunes de Inglaterra o en
su propia observación de las escuelas de Ginebra, en Suiza (¿Becada por la JAE???).
En un segundo artículo sobre
el tema, se explaya sobre la necesidad de que existan suficientes escuelas
nacionales para todos, “en tales condiciones que los padres más exigentes
puedan mandar a sus hijos con toda tranquilidad… En ellas, los maestros deben
defender “fieramente” la calidad de su trabajo. Su papel: “hacer trabajar
intensa, eficazmente, con gusto, con alegría” a los niños.
Concluye diciendo que a los
buenos maestros “hay que empezar a hacerlos, no desde la Normal… sino en la más
tierna infancia”.
Unos meses antes, en El Popular de Melilla, había publicado
el 23 de marzo de 1931 -poco antes de las elecciones de abril de 1931- el artículo
¡Mujer, despierta! En él, tras
referirse a la carta del juez Kingmann en un diario de Chicago en 1872 sobre lo
que significó el derecho al voto de las mujeres (“No solo he visto grandes
ventajas y beneficios para la vida pública, sino también para la vida
doméstica…”), alecciona a las mujeres de Melilla a que voten, a que entren en la vida política, a que se
acostumbren a “laborar” en el campo político y social, advirtiendo que
“solamente los partidos demócratas y socialistas han logrado despertar y unir a
ellos la conciencia de las mujeres para la lucha por sus derechos” [En 1931 las
mujeres no tenían aún derecho de voto, pero podían ser elegidas diputadas, como
de hecho lo fueron Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken].
Y el 7 de julio de 1931, en Crisol, firma la columna "Hablando con los mineros del Rif", donde expone el resultado de su "investigación". El artículo pasa revista a distintos temas: salario, régimen de vida, la vivienda y la higiene, asistencia de enfermos y heridos, despidos, aspiraciones..."Hay que ponerse fervientemente de su parte [en la exigencia de una enseñanza digna] -concluye-: escuelas donde se formen seres libres, fuertes y conscientes, no borregos para el matadero, no criaturas inermes, carne propicia a toda explotación".
Y el 7 de julio de 1931, en Crisol, firma la columna "Hablando con los mineros del Rif", donde expone el resultado de su "investigación". El artículo pasa revista a distintos temas: salario, régimen de vida, la vivienda y la higiene, asistencia de enfermos y heridos, despidos, aspiraciones..."Hay que ponerse fervientemente de su parte [en la exigencia de una enseñanza digna] -concluye-: escuelas donde se formen seres libres, fuertes y conscientes, no borregos para el matadero, no criaturas inermes, carne propicia a toda explotación".
La
culta profesora
En los artículos citados, la
“culta profesora” doña Aurelia hace referencia a “grandes pedagogos e
innovadores modernos, como Claparède,
Dewey, Decroly, Ferrière, Cousinet y otros [Herbart, citado más tarde]…”. Se refiere a países que ya han
iniciado una renovación total en la enseñanza primaria, como Austria. Y habla
de que en España también existen “apóstoles de la Nueva educación” y maestros
que, “inspirándose en sus principios vivificadores, realizan una labor
interesantísima…”.
Además, ella escribe, o
adapta, la obra El sueño del estudiante
para ser representada en el Instituto General y Técnico ante los catedráticos
procedentes de la Universidad de Granada, que venían a examinar.
Valladolid,
punto de destino
El 27 de febrero de 1935, desde Valladolid, (el membrete de su carta pone “Escuela Normal del Magisterio. Profesora de Paidología. Valladolid”, Aurelia se dirige a María de Maeztu por última vez (según las cartas que custodia el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón).
Quizá si hubiera estado en Madrid cuando estalló la guerra, se hubiera
salvado…
El 27 de febrero de 1935, desde Valladolid, (el membrete de su carta pone “Escuela Normal del Magisterio. Profesora de Paidología. Valladolid”, Aurelia se dirige a María de Maeztu por última vez (según las cartas que custodia el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón).
En esta ocasión, le comunica que se ha enterado por la Gaceta de que ha
dimitido la directora de la Residencia de niñas, y se postula – con un amplio
CV- como posible candidata. Es una carta muy interesante porque está llena de
datos sobre su vida. “…No soy joven ni vieja, 57 años. Estoy ágil y fuerte,
gozando de buena salud. Ni dependo de nadie ni nadie depende de mí, ya que de
mis cuatro hijos, tres están ya
casados. La más pequeña y soltera [¿Elena…?] obtuvo plaza el 31 [1931] y es
maestra de la graduada de Fuencarral, así que vive por sí, pudiendo”.
“No me falta experiencia del gobierno de una casa”- continúa- “y 20 años de profesora, diez de ellos en
Pedagogía…”.
Además, habla bien el francés y conoce el inglés y el italiano. “Tengo
cultura literaria y artística bastante amplia ya que, aparte de la que podría
adquirirse en nuestra carrera, mis circunstancias de familia y ambiente me han
sido favorables a ella”.
En cuanto a cualidades, cree poseer “tacto social y carácter apacible y
transigente sin excluir la firmeza necesaria”.
Por si necesita referencias, le aporta los nombres del Sr. Zulueta
[Luis Zulueta, catedrático de Pedagogía] y la señora Cebrián (directora de la
Normal del Hipódromo), así como del inspector Sr. Ballesteros [Antonio
Ballesteros y Usano, inspector general de Primera Enseñanza] “que conoce bien
mi labor como organizadora de la Normal de Melilla” y, fuera del terreno
oficial, “a la señorita Maravilla Segura, directora del Colegio Paidós”.
Y termina: “Como voy ahora a parar tres o cuatro días en Madrid…”.
La investigadora
vallisoletana Chusa Izquierdo, del colectivo “Contra el olvido”, ha estudiado la represión al magisterio tras
el golpe de estado de julio de 1936.
Solo en la provincia de
Valladolid fueron asesinados (asesinatos judiciales, con juicio, y
extrajudiciales, sin juicio), encarcelados, inhabilitados (depuración
administrativa y sanciones e incautación de bienes hasta principios de los años
50) y desterrados más de 200 profesoras
y profesores (maestr@s, profesor@s de
instituto y de universidad), entre ellos, Aurelia Gutiérrez Blanchard,
defensora de las corrientes de la nueva escuela europea y muy implicada en la
renovación educativa de la Segunda República. Ella fue asesinada en el verano
de 1936, antes incluso de que salieran las listas de profesores sancionados
(desde el 5 de septiembre).
http://www.elnortedecastilla.es/culturas/libros/201507/27/delito-docente-1936-20150727165043.html. El
delito de ser docente.
DOS CARTAS EN EL ANTIGUO ARCHIVO DE SALAMANCA, HOY CDMH
DOS CARTAS EN EL ANTIGUO ARCHIVO DE SALAMANCA, HOY CDMH
El 20 de junio de 1931,
desde el Instituto General y Técnico de Melilla, donde ella es profesora de
Pedagogía y regente de la sección del Magisterio, dirige una carta al ministro
de Estado, Alejandro Lerroux, pidiéndole ayuda
“a favor de una hermana mía y tres hijos, la menor de seis años y el
mayor de quince, enfermo de una hemiplejia”.
Al parecer, su cuñado,
durante su estancia en América, cónsul en Bogotá, habría caído en desgracia, y
le suplica piedad para él y su familia.
Al final de la misiva, le
dice: “Si desea informarse de mí, pudiera hacerlo de los señores Barnés y
Zulueta”.
El 12 de mayo de 1935, en
ese momento profesora de Paidología en la Escuela Normal del Magisterio, en
Valladolid, se hace eco de haber enviado al señor director del periódico Libertad cinco pesetas cuyo destino es
“la subscripción a favor de los niños huérfanos de los obreros asturianos
muertos en la revolución”.
Su
hija, Elena Barahona Gutiérrez-Cueto. Y la saga continúa…
Nació en Madrid en 1912 y murió
en Barcelona en 2010.
En 1931, fue militante del
partido Republicano Radical Socialista.
“…profesora, cenetista, hija
de la pedagoga Aurelia Gutiérrez-Cueto Blanchard, asesinada por los franquistas
en Valladolid, siendo directora de la [Escuela] Normal de Maestros”- escribe su
yerno, Juan Manuel Escudero (Badajoz, 1972), en su blog Revolatura.
En 1974, Elena interpone un
recurso contencioso-administrativo contra la denegación de trienios el tiempo
es que estuvo separada del servicio, del 1 de abril de 1941 al 24 de marzo de
1957. La sentencia del Tribunal Supremo dicta que se le reconozca este tiempo
[16 años], “todo ello sin hacer expresa imposición de costas” (BOE nº 138 del
10 de junio de 1975).
Su nieta, Elena Isabel
Miguel Barahona, será “también profesora de primera enseñanza y de segunda,
licenciada en Lengua Inglesa por la Universidad de Barcelona”.
Toda una línea de mujeres
relacionadas con la educación durante más de un siglo…
SABER
MÁS
http://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/maestras-republica/2447567/.
Las maestras de la República, presentación del vídeo.
[Gracias a la Residencia de Estudiantes y a la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón, y a sus bibliotecari@s, por su ayuda y su amabilidad].
[Gracias a la Residencia de Estudiantes y a la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón, y a sus bibliotecari@s, por su ayuda y su amabilidad].
HABLANDO CON LOS MINEROS DEL
RIF [Artículo de Aurelia en Crisol]
He aquí el resultado de una
investigación hecha en las minas del Rif. Los obreros, libremente, me han dicho
cómo viven y lo que quieren. Oigámosles:
Horas de trabajo hasta el
día de la huelga: En la Española, diez horas; en la Setolázar, nueve y media.
Salario: 5´50; de este
salario, los que residen en Melilla, se costean el viaje de ida y vuelta en
camioneta, que les cuesta 1´25 y 1´50, según la mina a que se dirijan.
Cuando no hay bastante carga
para el número de vagones que tenemos obligación de cargar, aunque estemos
trabajando hasta las cinco y media. Nos pagan solo los tres cuartos del
salario.
Régimen de vida: Los que
vivimos en Melilla nos levantamos, invierno y verano, a las cuatro de la
madrugada; entramos al trabajo en la Setolázar a las seis y media, en la
Española, a las seis; a las doce comemos, claro está que por cuenta nuestra, y
por cierto que con una escasez o una carencia total de agua, lo cual en verano
resulta insoportable. El agua, transportada desde lejos, servía para todo antes
que para nosotros; ahora han hecho un depósito y creemos mejorará este punto,
pero lo sufrido nadie nos lo quita.
(La experiencia propia
acrece mi piedad. Un día de excursión a las minas sufrimos los excursionistas
de esa terrible sed de los mineros. Por fin descubrimos agua en unos
recipientes herrumbrosos, pero se extraía sumergiendo en ella un cacharro, no
menos herrumbroso, que había andado de boca en boca. Nos dijeron la echaban
allí trayéndola en mulos, y cuando se acababa volvían a rellenar el
recipiente).
De una a cinco y media,
trabajo sin descanso, a pesar de la brutal fatiga que nos produce, pues en la
cantera es durísimo; el mineral pesa mucho y hay que cargarlo sobre la espalda;
esta y las manos se desuellan y sangran; sobre las llagas hay que seguir
cargando hasta no poder más; las manos acaban por encallecer de tal modo que
parecen de madera.
- Este
-dice uno de los mineros señalando a un compañero de unos veinte años- se halla
tan resentido del trabajo, que le tienen que poner con frecuencia botones de
fuego.
(La cara, pálida y demacrada
del muchacho, atestigua sobradamente la trágica veracidad de la afirmación).
- En
presidio se está mejor – asegura otro-. Yo fui a ver a un compañero preso en
Victoria Grande (la cárcel) , y me decía: “Chico, esto es la gloria; por lo
menos se come como nosotros no podemos comer”.
Pero la minería les ata al infernal suplicio…¡La miseria,
implacable aliada de los opulentos accionistas de las minas del Rif!...Ellos,
en Bilbao, Paría, Londres, etc, viven sin preocuparse más que de sus
dividendos…
El conflicto actual no se podía solucionar fácilmente;
hay que contar con ellos, y están dispersos en gran parte. Entretanto, una
ciudad de 60.000 almas, ha pasado dos días angustiosos invadida por centenares
de hombres desesperados y justamente agriados por tantas penas. Su
comportamiento no ha podido ser, sin embargo, más noble ni más correcto.
Sigamos, pues, buceando en el cúmulo de injusticias de
que han venido siendo víctimas durante largos años, aunque no señalamos sino
las más salientes.
- ¡Ese
papel es poco! – me dice uno con amarga ironía-. ¡Ahí no caben todas!
Inversión del salario: Ya
sabemos lo que ganan. Veamos ahora lo que disfrutan del producto de su trabajo.
La mayor parte del salario
se da en los economatos establecidos por la Compañía. Para pagar les entregaban
antes, en vez de dinero, unas fichas, por lo que había, forzosamente, que
comprar allí, conviniera o no conviniera. Ajora un tanto por ciento (el 30) nos
lo dan en dinero y, apuntándolo en libretas, compramos a crédito en el
economato los géneros que necesitamos.
En la Española el economato
resulta mejor que en Setolázar. En general, sale caro; por ejemplo: una caja de
cerillas, que en Melilla cuesta 10 céntimos, en los economatos cuesta 20, o sea
el doble; el azúcar, que en esta ciudad (puerto franco) cuesta 60 céntimos
kilogramo, en los economatos vale a 90. Dicho está que el menor contratiempo
nos sume en dificultades enormes. En casos de apuro, en el economato de la
Española facilitan algún dinero, que con mil fatigas y recrudecimiento de
miseria se va descontando del salario. En la de Setolázar no se hacen
adelantos; únicamente alguna vez por especialísimo favor del ingeniero, han
proporcionado una pequeña suma en circunstancias graves. Para enterrar al padre
de un compañero hicieron, recientemente, una suscripción entre los mineros;
unos céntimos cada uno, que representan, sin embargo, alguna privación para el
donante, no ya de lo superfluo sino de lo
indispensable; pero si no se ayudan entre ellos, ¿quién les va a ayudar?
La vivienda y la higiene:
Para los casados hay en las minas unas viviendas con dos habitaciones pequeñas
donde se hacinan las familias, con frecuencia numerosas. Ya se sabe que cuanto
más pobres más hijos tienen. Para ventilación de ambas habitaciones, solo una
puerta y una ventana. El espacio, el aire, el sol y la luz han sido tasados
avaramente, aunque los solares no costaban nada. Ante todo, ahorrar ladrillo y
mano de obra; por eso los techos son muy bajos. Cubiertos de madera, anidan en
ellos toda clase de bichos asquerosos. No hay agua corriente. Para cada tres
casa, un retrete inmundo, pues, al carecer de agua, se atascan enseguida,
Además, como las casa son tan pequeñas, los utilizan para guardar cosas:
trastos viejos, carbón, etc…
Si un individuo de la
familia cae enfermo, es de imaginar el conflicto: al lado suyo duermen, guisan
y comen sus allegados, expuestos a
contraer la dolencia si es contagiosa; pero, no habiendo enfermería, no cabe
otra solución.
La vida de los solteros no
resulta más placentera ni más cómoda. Para ellos hay unos barracones con el
techo de chapa, que deja pasar todo el frío, allí muy vivo en invierno,
mientras en verano se caldean como hornos. Están sucísimos…”Allí se vive como
los animales, pero a veces”, dice un minero. Las camas son de tablas
atravesadas; sobre ellas, un colchoncillo de paja que se agencia el minero, así
como la ropa…Abundancia fantástica de parásitos… “La miseria le come a uno
allí”, afirman con asco. Carecen de retretes; agua, ni soñarlo; las fuentes
están lejos.
Con esto y el corto salario,
la limpieza es un lujo: cuesta mucho adquirir la ropa, hacerla lavar y
recoserla al que no tiene mujer, y cuando hay muchos hijos, falta para pan y
para jabón. Algunos compran una camisa y la tienen encima hasta que se les
pudre, Los más limpios se mudan cada ocho días; pero esto, ¿qué es?, si con el
polvo y el sudor del minero ya se puede pensar cómo se pondrá la ropa. ¿Lavarse
a diario?, ¿bañarse…? ¡si falta el agua hasta para beber!
El que no sea sucio se tiene
que acostumbrar a la suciedad y a hacerse poco escrupuloso. Suben allí gitanas
con ropas usadas, gorras, zapatos de sabe Dios quién. Muchos lo compran por
barato y se lo ponen sin…Lo nuevo sale tan caro y, además, el trabajo lo hace
viejo en dos días.
Asistencia de enfermos y
heridos: Como ya se ha dicho, no hay enfermería, solo un botiquín.
El médico reside en Melilla,
donde tiene su principal clientela y su consulta. Por mucho que corra, es
difícil que llegue a tiempo en un caso urgente. Con frecuencia se ven padres
que bajan a la ciudad con el hijo gravemente enfermo.
El sistema resulta, pues,
inhumano. No se concibe tal abandono donde los obreros están expuestos a tantos
accidentes y percances. Además, si el doliente necesita médico, ha de gastar en
camioneta para bajar a Melilla si vive en las minas; en cambio, como las curas
se las hacen a todos en el botiquín, si reside en la ciudad, ha de subir a la
mina, con el consiguiente gasto de camioneta más la molestia de hallarse
invalidado fuera de su casa, pues ha de pasar el día allá arriba incómodamente,
tirado bajo un árbol o recostado en unas piedras. En invierno, con el mal
tiempo, es aún peor.
El soltero, aunque esté
herido, mientras pueda ponerse en pie, necesita salir a comprarse alimentos y
guisarlos. En la casa de comida le llevan tres pesetas y en la Setolázar solo
le pagan 2´75, por lo cual no le llega el socorro para costearlo. En la
Española les dan tres cuartos del salario; en la Setolázar, solo la mitad, o
sea, 2´75 pesetas.
- Para
que nos den los tres cuartos – dicen- hay que acudir a la Justicia, pero como
entonces se vengan echándonos a la calle en cuanto pueden, hay que callar y
aguantar el abuso.
Despidos: Siempre se han
hecho arbitrariamente, según le parece y conviene a la Compañía.
Esta ha realizado ganancias
fabulosas, y siempre ha pagado miserablemente al obrero, tratándole con la
inhumana desconsideración que evidencian los anteriores fidedignos datos.
Ahora ha echado a la calle a
250 obreros (CRISOL protestó hace tiempo denunciando el propósito). Así se ha
originado el conflicto no solo a esos
infelices y a los que con ellos hubieron de solidarizarse por imperativos de su
conciencia moral, sino a toda una ciudad. Melilla se fue a la huelga general
sin previo aviso, fue bajo la presión de las circunstancias, y quién sabe si
con ello no se han evitado males más graves.
Los obreros melillenses
acogieron en sus pobres hogares a sus compañeros de las minas, compartiendo
generosamente el pan con ellos. La Compañía admitía esquiroles moros y
conservaba los que antes tenía con salarios de 4 y 4´50 pesetas, son contar los
numerosos moritos de corta edad que, por un exiguo estipendio, trabajaban como
esclavos. Una colisión entre los indígenas y los desesperados obreros españoles
hubiera podido tener fatales consecuencias. Funestos recuerdos acudían a la
mente de los melillenses en estos días.
La Compañía alega no
necesitar esos obreros. Cumpliendo lo preceptuado con respecto a la jornada de
ocho horas, trabajo de los niños, etcétera, y utilizando los progresos de la
técnica para alivio de los obreros y no para ahorrar mano de obra, no tendría
que hacer esos despidos, agravando el problema del paro.
Aspiraciones de los mineros
del Rif: No exigen aumento de salario; solo que no se despida a nadie, que se
establezca la jornada de ocho horas y que se les transporte a las minas
gratuitamente por cuenta de la Compañía, que se higienicen las viviendas y se
les atienda mejor en enfermedades y accidentes.
Insisten mucho, y ello les
honra, en exigir que el problema de la enseñanza de sus hijos se resuelva
mejor; lo que tienen es insuficiente y no les convence en su orientación,
inspirada en conveniencias patronales. Hay
que ponerse, fervientemente, de su parte: escuelas donde se formen seres
libres, fuertes y conscientes, no borregos para el matadero, no criaturas
inermes, carne propicia a toda explotación.
- No
queremos que nuestros hijos vivan como nosotros…Volvemos deshechos del trabajo,
y ni tiempo tenemos de leer los que sabemos (1).
En este grito dolorido vibra
la aspiración recóndita de todo ser humano a su liberación espiritual, que es,
en suma, lo que persiguen las masas oprimidas al luchar aparentemente solo por
la conquista del bienestar material a que, por lo demás, tienen perfecto
derecho.
(Firma) Aurelio GUTIÉRREZ BLANCHARD
Melilla, 7 de julio 1931
(1) Anoche
me ha dicho un obrero que se vigilaban en las minas las lecturas de los obreros,
prohibiéndose ciertos periódicos.