sábado, 17 de septiembre de 2016

AURELIA GUTIÉRREZ BLANCHARD, LA HERMANA PEDAGOGA DE MARÍA BLANCHARD


Hay mucho escrito de María Blanchard, la pintora, pero se conoce mucho menos a su hermana mayor, Aurelia, pedagoga y maestra, que fue asesinada en Valladolid en los primeros días de la Guerra Civil.

El caldo de cultivo: algunos hitos educativos

En 1877, Alice Gulick (Boston, 1847, + Londres, 1903) crea  un pequeño internado para señoritas en la calle Rúa Mayor, 21, en Santander, considerado el antecedente del Instituto Internacional de la Mujer.

María de Maeztu (Vitoria, 1881- Mar del Plata, Argentina, 1948), directora de la Residencia de Señoritas en Madrid (homóloga a la famosa Residencia de Estudiantes) estuvo también unos meses enseñando en Santander, en 1902. Compartió (¿??) en Madrid primera promoción con Aurelia en la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio (1909-1912). La misma de Gloria Giner (casa con Fernando de los Ríos en 1912) y Mª Luisa Navarro (casa con Lorenzo Luzuriaga, director de la Revista de Pedagogía).

En Santander, en los años 80 (1885) existe una Sociedad de Enseñanza Laica “compuesta por individuos de todos los partidos políticos y de todas las ideas religiosas”, destinada a niños de 6 a 12 años. Su fin: “cultivar y desarrollar la inteligencia de los niños, iniciándoles en todos los adelantos realizados por la ciencia y el progreso, e inculcarles los deberes y derechos del hombre, a fin de que sean hombres honrados  e inteligentes ciudadanos”.

Algo más tarde (sobre 1902), surge la Escuela Laica de Aurelio Herreros, similar a la Escuela Moderna fundada en 1901 en Barcelona por Francisco Ferrer Guardia (a ella acudirán de los 10 a los 14 años (1931-1935) el publicista Eulalio Ferrer o el padre del pintor Roberto Orallo, entre otros).

Y, en algún momento, en la calle San Roque (hoy, San Celedonio), las hermanas Lavín, América y Amelia Lavín Aspiazu, dirigen la Escuela Laica de la calle San Roque.

Aurelia Gutiérrez-Cueto Blanchard. Su “línea de vida” cultural

Nace el 1 de diciembre de 1877 en Santander y es bautizada en la parroquia de Santa Lucía ??? como su hermana María, nacida en 1881.

Los padres (Enrique Gutiérrez Cueto, periodista, director de El Atlántico (1886-1896), natural de Cabezón de la Sal, y Concha Blanchard Santisteban, “dedicada a las labores propias de su casa”, amante de la poesía,  natural de Santander -según el certificado literal de nacimiento de María Blanchard), viven en el segundo piso de  la calle Santa Lucía, 14, en Santander.

Pasan los veranos en Comillas y Cabezón de la Sal (de allí es su pariente Matilde de la Torre Gutiérrez, prima-hermana, nacida en 1884). Su abuela paterna, Concepción Cueto y Sánchez, natural de Cabezón, tiene casa en Comillas. La casona solariega de los Gutiérrez-Cueto. Allí pasan el invierno de 1893 tras la explosión del Machichaco en Santander. Y desde ahí hacen excursiones a Potes, Ucieda, Santillana del Mar o Puente San Miguel.

La afición familiar por la escritura. Una familia con vena artística

Su abuelo, Cástor Gutiérrez de la Torre, natural de Ucieda, había fundado  en 1856 La abeja montañesa. Su padre, Enrique Gutiérrez-Cueto, periodista, fue director de El Atlántico, de 1886 a 1896. En él publica precisamente Concha Espina (se casará con Ramón de la Serna y Cueto, en 1892) sus primeros versos.

El entorno familiar tendrá una gran influencia en su formación: “tíos y primos que eran escritores, marinos, abogados, religiosas…” – escribe A. M. Campoy. Por la casa de Santander pasan Pereda, Menéndez Pelayo o Amós de Escalante.

Su padre, aficionado a la pintura, no dibujaba mal (da clases a su hermana María en 1891, antes de que tenga un profesor particular).

En Madrid, la casa familiar está en la calle Goya (103 ¿??), donde vive Concha Espina. Esta recibe los miércoles a un pequeño número de contertulios, entre los que se cuentan: Ricardo León, Cansinos Assens, Antonio Maura, Antonio Machado, Gerardo Diego, Lorca, Pilar Valderrama y Félix García, un sacerdote escritor amigo.

En 1904, al morir el padre, la familia se traslada a Madrid (calle Castelló nº 7). Aurelia, la hija mayor, tiene 27 años. Estudia en la Escuela Superior del Magisterio (hay quien dice que pertenece a la primera promoción, junto a María de Maeztu, Gloria Giner o Mª Luisa Navarro) y se casa con Manuel Barahona con quien tiene varios hijos, entre ellos Regina Barahona Gutiérrez (1905-1994) y Elena Barahona Gutiérrez (1912-2010).

En 1909 se crea en Madrid la Escuela Superior del Magisterio, “altamente influida por la Institución Libre de Enseñanza” (que reúne la impartición del grado normal y la formación para la inspección de enseñanza primaria). Los estudios duran tres años. En el curso 1911-1912 se permiten 35 alumnas y 30 alumnos. En junio de 1912 sale la primera promoción. Luis de Hoyos Sainz (Fisiología e Higiene escolar) y Luis de Zulueta (catedrático de pedagogía), dos profesores institucionistas, dan clases en la Escuela. También Ortega y Gasset o Rufino Blanco. Se fija en su reglamento orgánico que los profesores deben ser elegidos siguiendo principios científicos y pedagógicos. (Entre las reformas en la política educativa que reclamaba Manuel Bartolomé Cossío figuraba, ya en 1907, el proyecto de crear un grado normal para inspectores y profesores primarios).

En los primeros días de septiembre de 1914, Aurelia llega como profesora (por permuta con Gloria Giner, en Granada) a la Normal de Maestras de Jaén.



En 1919, desde Almería, escribe a María de Maeztu -a quien se dirige como “mi distinguida compañera”- para solicitarle información sobre la Residencia de Estudiantes [Residencia de Señoritas] para dos discípulas suyas de la Normal de Jaén que quieren tomar parte en las oposiciones a auxiliares de Escuelas Normales. En la carta se despide como “su compañera y amiga” y firma con su nombre completo: “Aurelia Gutiérrez Blanchard” (carta disponible en el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega y Gasset-Marañón, sita en la calle Fortuny, 53, en Madrid).



Desde Melilla (calle de Polavieja, 35), el 19 de febrero de 1925, Aurelia solicita a la JAE (Junta de Ampliación de Estudios) una beca para estudiar en Italia durante un curso “el actual movimiento pedagógico”. Se presenta como “profesora de Pedagogía en la Escuela General y Técnica de Melilla” y “procedente de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio”. Como referencia, aporta la de “D. José Rogerio Sánchez, entonces profesor de literatura” en dicho centro. Firma como “Aurelia Gutiérrez” y, en la biblioteca de la Residencia de Estudiantes, no consta que esta le fuera concedida.


En 1926 (13 de marzo), desde Melilla (el membrete dice: Escuela General y Técnica), plaza de Hernández, 8, vuelve a dirigirse a María de Maeztu, en esta ocasión para solicitarle una plaza para una hija suya [¿Regina…?] que quiere seguir sus estudios en Madrid, y le gustaría que estuviera en la Residencia femenina de Estudiantes “por merecer mi confianza en todos sentidos”.  Le pide información sobre condiciones y precios “dentro de la combinación más económica posible” y con la única condición de que no la pongan en una habitación que dé al norte “porque habituada a climas cálidos [Jaén, Almería, Melilla]…es muy sensible al frío…”. También le pregunta por los tranvías desde la Residencia  a la calle de Villanueva (¿por la Biblioteca Nacional…?). Se define como “amiga y compañera”, y firma: “Aurelia Gutiérrez Blanchard. Profesora de Pedagogía en la Escuela General y Técnica. Melilla”.


A esta carta responde con prontitud (aunque no aparece firmada  -en lo que parece una copia al carboncillo), el 16 de marzo, María de Maeztu. Se dirige a Aurelia como “mi distinguida compañera y amiga”, y le comunica que -aunque siempre tienen la casa llena- “tratándose de una hija de usted y como ahora son muchos los pabellones”, pueden hacerle un hueco. Le adjunta un reglamento de la Residencia y una hoja de inscripción, y respecto a la habitación soleada, le dice que no debe preocuparse porque pronto empezará el calor en Madrid y lo que se busca en esos momentos es, precisamente, “un cuarto más bien fresco”. También le informa de los tranvías que, desde la residencia, llegan a la calle de Villanueva. Se despide como su “affma. buena amiga”.

En abril de 1932 es Directora interina de la Escuela Normal del Magisterio Primario de Melilla.

Antes,  fue  profesora en el Instituto General y Técnico de dicha ciudad (Mª Ángeles Sánchez Suárez en Mujeres de Melilla hace un amplio estudio de esta etapa).


El Telegrama del Rif, del 28 de junio de 1928 recoge en su portada los “Actos en honor de los catedráticos de la Universidad de Granada”; entre ellos, la visita a la exposición artística del Instituto General y Técnico y la “fiesta teatral organizada por la profesora doña Aurelia Gutiérrez Blanchard…“en la que se representa la obra El sueño del estudiante, “original” de la “citada culta profesora”.


El 24 de junio de 1930, el mismo periódico recoge la noticia de la “Exposición de trabajos de los alumnos del Magisterio”. Es el alumnado de 4º curso, que “asiste a las clases de Pedagogía y Prácticas de enseñanza, dirigidas por la culta profesora doña Aurelia Gutiérrez Blanchard”.


De ser protagonista de la noticia, pasa -en octubre de 1931- a publicar, firmadas con su nombre, sus reflexiones sobre “La reorganización de la escuela primaria”. Habla ya de escuela “activa”, un lugar “donde el niño desarrolle libremente su actividad”; de edificios sencillos, pero alegres, higiénicos  “y con expansión amplia al exterior…Escuela-taller es lo que hace falta”. Abomina de la ratio de “60 a 100 niños en una escuela de párvulos…alineados en las eternas mesas-banco”, hechos que también criticó María Montessori, “la gran redentora de la infancia”. Habla de los “almacenes” de niños; de los maestros, que han de luchar contra imposibles (“no hay sistema nervioso que resista”);  para concluir con un “¿Lo que debe ser?...Ni uno más de treinta niños matriculados”. Se apoya para ello en informes de la Cámara de los Comunes de Inglaterra o en su propia observación de las escuelas de Ginebra, en Suiza (¿Becada por la JAE???).

En un segundo artículo sobre el tema, se explaya sobre la necesidad de que existan suficientes escuelas nacionales para todos, “en tales condiciones que los padres más exigentes puedan mandar a sus hijos con toda tranquilidad… En ellas, los maestros deben defender “fieramente” la calidad de su trabajo. Su papel: “hacer trabajar intensa, eficazmente, con gusto, con alegría” a los niños.

Concluye diciendo que a los buenos maestros “hay que empezar a hacerlos, no desde la Normal… sino en la más tierna infancia”.

Unos meses antes, en El Popular de Melilla, había publicado el 23 de marzo de 1931 -poco antes de las elecciones de abril de 1931- el artículo ¡Mujer, despierta! En él, tras referirse a la carta del juez Kingmann en un diario de Chicago en 1872 sobre lo que significó el derecho al voto de las mujeres (“No solo he visto grandes ventajas y beneficios para la vida pública, sino también para la vida doméstica…”), alecciona a las mujeres de Melilla a que voten,  a que entren en la vida política, a que se acostumbren a “laborar” en el campo político y social, advirtiendo que “solamente los partidos demócratas y socialistas han logrado despertar y unir a ellos la conciencia de las mujeres para la lucha por sus derechos” [En 1931 las mujeres no tenían aún derecho de voto, pero podían ser elegidas diputadas, como de hecho lo fueron Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken].

Y el 7 de julio de 1931, en Crisol, firma la columna "Hablando con los mineros del Rif", donde expone el resultado de su "investigación". El artículo pasa revista a distintos temas: salario, régimen de vida, la vivienda y la higiene, asistencia de enfermos y heridos, despidos, aspiraciones..."Hay que ponerse fervientemente de su parte [en la exigencia de una enseñanza digna] -concluye-: escuelas donde se formen seres libres, fuertes y conscientes, no borregos para el matadero, no criaturas inermes, carne propicia a toda explotación".


La culta profesora

En los artículos citados, la “culta profesora” doña Aurelia hace referencia a “grandes pedagogos e innovadores modernos, como Claparède, Dewey, Decroly, Ferrière, Cousinet y otros [Herbart, citado más tarde]…”. Se refiere a países que ya han iniciado una renovación total en la enseñanza primaria, como Austria. Y habla de que en España también existen “apóstoles de la Nueva educación” y maestros que, “inspirándose en sus principios vivificadores, realizan una labor interesantísima…”.

Además, ella escribe, o adapta, la obra El sueño del estudiante para ser representada en el Instituto General y Técnico ante los catedráticos procedentes de la Universidad de Granada, que venían a examinar.

Valladolid, punto de destino



El 27 de febrero de 1935, desde Valladolid, (el membrete de su carta pone “Escuela Normal del Magisterio. Profesora de Paidología. Valladolid”, Aurelia se dirige a María de Maeztu por última vez (según las cartas que custodia el Archivo de la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón).

En esta ocasión, le comunica que se ha enterado por la Gaceta de que ha dimitido la directora de la Residencia de niñas, y se postula – con un amplio CV- como posible candidata. Es una carta muy interesante porque está llena de datos sobre su vida. “…No soy joven ni vieja, 57 años. Estoy ágil y fuerte, gozando de buena salud. Ni dependo de nadie ni nadie depende de mí, ya que de mis cuatro hijos, tres están ya casados. La más pequeña y soltera [¿Elena…?] obtuvo plaza el 31 [1931] y es maestra de la graduada de Fuencarral, así que vive por sí, pudiendo”.


“No me falta experiencia del gobierno de una casa”- continúa- “y 20 años de profesora, diez de ellos en Pedagogía…”.

Además, habla bien el francés y conoce el inglés y el italiano. “Tengo cultura literaria y artística bastante amplia ya que, aparte de la que podría adquirirse en nuestra carrera, mis circunstancias de familia y ambiente me han sido favorables a ella”.


En cuanto a cualidades, cree poseer “tacto social y carácter apacible y transigente sin excluir la firmeza necesaria”.

Por si necesita referencias, le aporta los nombres del Sr. Zulueta [Luis Zulueta, catedrático de Pedagogía] y la señora Cebrián (directora de la Normal del Hipódromo), así como del inspector Sr. Ballesteros [Antonio Ballesteros y Usano, inspector general de Primera Enseñanza] “que conoce bien mi labor como organizadora de la Normal de Melilla” y, fuera del terreno oficial, “a la señorita Maravilla Segura, directora del Colegio Paidós”.

Y termina: “Como voy ahora a parar tres o cuatro días en Madrid…”.

Quizá si hubiera estado en Madrid cuando estalló la guerra, se hubiera salvado…

La investigadora vallisoletana Chusa Izquierdo, del colectivo “Contra el olvido”,  ha estudiado la represión al magisterio tras el golpe de estado de julio de 1936.


Solo en la provincia de Valladolid fueron asesinados (asesinatos judiciales, con juicio, y extrajudiciales, sin juicio), encarcelados, inhabilitados (depuración administrativa y sanciones e incautación de bienes hasta principios de los años 50) y desterrados  más de 200 profesoras y profesores (maestr@s, profesor@s  de instituto y de universidad), entre ellos, Aurelia Gutiérrez Blanchard, defensora de las corrientes de la nueva escuela europea y muy implicada en la renovación educativa de la Segunda República. Ella fue asesinada en el verano de 1936, antes incluso de que salieran las listas de profesores sancionados (desde el 5 de septiembre).

http://www.elnortedecastilla.es/culturas/libros/201507/27/delito-docente-1936-20150727165043.html. El delito de ser docente.

DOS CARTAS EN EL ANTIGUO ARCHIVO DE SALAMANCA, HOY CDMH

El 20 de junio de 1931, desde el Instituto General y Técnico de Melilla, donde ella es profesora de Pedagogía y regente de la sección del Magisterio, dirige una carta al ministro de Estado, Alejandro Lerroux, pidiéndole ayuda  “a favor de una hermana mía y tres hijos, la menor de seis años y el mayor de quince, enfermo de una hemiplejia”.


Al parecer, su cuñado, durante su estancia en América, cónsul en Bogotá, habría caído en desgracia, y le suplica piedad para él y su familia.

Al final de la misiva, le dice: “Si desea informarse de mí, pudiera hacerlo de los señores Barnés y Zulueta”.


El 12 de mayo de 1935, en ese momento profesora de Paidología en la Escuela Normal del Magisterio, en Valladolid, se hace eco de haber enviado al señor director del periódico Libertad cinco pesetas cuyo destino es “la subscripción a favor de los niños huérfanos de los obreros asturianos muertos en la revolución”.


Su hija, Elena Barahona Gutiérrez-Cueto. Y la saga continúa…

Nació en Madrid en 1912 y murió en Barcelona en 2010.

En 1931, fue militante del partido Republicano Radical Socialista.

“…profesora, cenetista, hija de la pedagoga Aurelia Gutiérrez-Cueto Blanchard, asesinada por los franquistas en Valladolid, siendo directora de la [Escuela] Normal de Maestros”- escribe su yerno, Juan Manuel Escudero (Badajoz, 1972), en su blog Revolatura.

En 1974, Elena interpone un recurso contencioso-administrativo contra la denegación de trienios el tiempo es que estuvo separada del servicio, del 1 de abril de 1941 al 24 de marzo de 1957. La sentencia del Tribunal Supremo dicta que se le reconozca este tiempo [16 años], “todo ello sin hacer expresa imposición de costas” (BOE nº 138 del 10 de junio de 1975).

Su nieta, Elena Isabel Miguel Barahona, será “también profesora de primera enseñanza y de segunda, licenciada en Lengua Inglesa por la Universidad de Barcelona”.

Toda una línea de mujeres relacionadas con la educación durante más de un siglo…

SABER MÁS

http://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/maestras-republica/2447567/. Las maestras de la República, presentación del vídeo.

[Gracias a la Residencia de Estudiantes y a la Residencia de Señoritas, hoy Fundación Ortega-Marañón, y a sus bibliotecari@s, por su ayuda y su amabilidad].

HABLANDO CON LOS MINEROS DEL RIF [Artículo de Aurelia en Crisol]

He aquí el resultado de una investigación hecha en las minas del Rif. Los obreros, libremente, me han dicho cómo viven y lo que quieren. Oigámosles:

Horas de trabajo hasta el día de la huelga: En la Española, diez horas; en la Setolázar, nueve y media.

Salario: 5´50; de este salario, los que residen en Melilla, se costean el viaje de ida y vuelta en camioneta, que les cuesta 1´25 y 1´50, según la mina a que se dirijan.

Cuando no hay bastante carga para el número de vagones que tenemos obligación de cargar, aunque estemos trabajando hasta las cinco y media. Nos pagan solo los tres cuartos del salario.

Régimen de vida: Los que vivimos en Melilla nos levantamos, invierno y verano, a las cuatro de la madrugada; entramos al trabajo en la Setolázar a las seis y media, en la Española, a las seis; a las doce comemos, claro está que por cuenta nuestra, y por cierto que con una escasez o una carencia total de agua, lo cual en verano resulta insoportable. El agua, transportada desde lejos, servía para todo antes que para nosotros; ahora han hecho un depósito y creemos mejorará este punto, pero lo sufrido nadie nos lo quita.

(La experiencia propia acrece mi piedad. Un día de excursión a las minas sufrimos los excursionistas de esa terrible sed de los mineros. Por fin descubrimos agua en unos recipientes herrumbrosos, pero se extraía sumergiendo en ella un cacharro, no menos herrumbroso, que había andado de boca en boca. Nos dijeron la echaban allí trayéndola en mulos, y cuando se acababa volvían a rellenar el recipiente).

De una a cinco y media, trabajo sin descanso, a pesar de la brutal fatiga que nos produce, pues en la cantera es durísimo; el mineral pesa mucho y hay que cargarlo sobre la espalda; esta y las manos se desuellan y sangran; sobre las llagas hay que seguir cargando hasta no poder más; las manos acaban por encallecer de tal modo que parecen de madera.

-       Este -dice uno de los mineros señalando a un compañero de unos veinte años- se halla tan resentido del trabajo, que le tienen que poner con frecuencia botones de fuego.

(La cara, pálida y demacrada del muchacho, atestigua sobradamente la trágica veracidad de la afirmación).

-       En presidio se está mejor – asegura otro-. Yo fui a ver a un compañero preso en Victoria Grande (la cárcel) , y me decía: “Chico, esto es la gloria; por lo menos se come como nosotros no podemos comer”.

Pero la minería les ata al infernal suplicio…¡La miseria, implacable aliada de los opulentos accionistas de las minas del Rif!...Ellos, en Bilbao, Paría, Londres, etc, viven sin preocuparse más que de sus dividendos…

El conflicto actual no se podía solucionar fácilmente; hay que contar con ellos, y están dispersos en gran parte. Entretanto, una ciudad de 60.000 almas, ha pasado dos días angustiosos invadida por centenares de hombres desesperados y justamente agriados por tantas penas. Su comportamiento no ha podido ser, sin embargo, más noble ni más correcto.

Sigamos, pues, buceando en el cúmulo de injusticias de que han venido siendo víctimas durante largos años, aunque no señalamos sino las más salientes.

-       ¡Ese papel es poco! – me dice uno con amarga ironía-. ¡Ahí no caben todas!
Inversión del salario: Ya sabemos lo que ganan. Veamos ahora lo que disfrutan del producto de su trabajo.

La mayor parte del salario se da en los economatos establecidos por la Compañía. Para pagar les entregaban antes, en vez de dinero, unas fichas, por lo que había, forzosamente, que comprar allí, conviniera o no conviniera. Ajora un tanto por ciento (el 30) nos lo dan en dinero y, apuntándolo en libretas, compramos a crédito en el economato los géneros que necesitamos.

En la Española el economato resulta mejor que en Setolázar. En general, sale caro; por ejemplo: una caja de cerillas, que en Melilla cuesta 10 céntimos, en los economatos cuesta 20, o sea el doble; el azúcar, que en esta ciudad (puerto franco) cuesta 60 céntimos kilogramo, en los economatos vale a 90. Dicho está que el menor contratiempo nos sume en dificultades enormes. En casos de apuro, en el economato de la Española facilitan algún dinero, que con mil fatigas y recrudecimiento de miseria se va descontando del salario. En la de Setolázar no se hacen adelantos; únicamente alguna vez por especialísimo favor del ingeniero, han proporcionado una pequeña suma en circunstancias graves. Para enterrar al padre de un compañero hicieron, recientemente, una suscripción entre los mineros; unos céntimos cada uno, que representan, sin embargo, alguna privación para el donante, no ya de lo superfluo sino de lo  indispensable; pero si no se ayudan entre ellos, ¿quién les va a ayudar?

La vivienda y la higiene: Para los casados hay en las minas unas viviendas con dos habitaciones pequeñas donde se hacinan las familias, con frecuencia numerosas. Ya se sabe que cuanto más pobres más hijos tienen. Para ventilación de ambas habitaciones, solo una puerta y una ventana. El espacio, el aire, el sol y la luz han sido tasados avaramente, aunque los solares no costaban nada. Ante todo, ahorrar ladrillo y mano de obra; por eso los techos son muy bajos. Cubiertos de madera, anidan en ellos toda clase de bichos asquerosos. No hay agua corriente. Para cada tres casa, un retrete inmundo, pues, al carecer de agua, se atascan enseguida, Además, como las casa son tan pequeñas, los utilizan para guardar cosas: trastos viejos, carbón, etc…

Si un individuo de la familia cae enfermo, es de imaginar el conflicto: al lado suyo duermen, guisan y  comen sus allegados, expuestos a contraer la dolencia si es contagiosa; pero, no habiendo enfermería, no cabe otra solución.

La vida de los solteros no resulta más placentera ni más cómoda. Para ellos hay unos barracones con el techo de chapa, que deja pasar todo el frío, allí muy vivo en invierno, mientras en verano se caldean como hornos. Están sucísimos…”Allí se vive como los animales, pero a veces”, dice un minero. Las camas son de tablas atravesadas; sobre ellas, un colchoncillo de paja que se agencia el minero, así como la ropa…Abundancia fantástica de parásitos… “La miseria le come a uno allí”, afirman con asco. Carecen de retretes; agua, ni soñarlo; las fuentes están lejos.

Con esto y el corto salario, la limpieza es un lujo: cuesta mucho adquirir la ropa, hacerla lavar y recoserla al que no tiene mujer, y cuando hay muchos hijos, falta para pan y para jabón. Algunos compran una camisa y la tienen encima hasta que se les pudre, Los más limpios se mudan cada ocho días; pero esto, ¿qué es?, si con el polvo y el sudor del minero ya se puede pensar cómo se pondrá la ropa. ¿Lavarse a diario?, ¿bañarse…? ¡si falta el agua hasta para beber!

El que no sea sucio se tiene que acostumbrar a la suciedad y a hacerse poco escrupuloso. Suben allí gitanas con ropas usadas, gorras, zapatos de sabe Dios quién. Muchos lo compran por barato y se lo ponen sin…Lo nuevo sale tan caro y, además, el trabajo lo hace viejo en dos días.

Asistencia de enfermos y heridos: Como ya se ha dicho, no hay enfermería, solo un botiquín.

El médico reside en Melilla, donde tiene su principal clientela y su consulta. Por mucho que corra, es difícil que llegue a tiempo en un caso urgente. Con frecuencia se ven padres que bajan a la ciudad con el hijo gravemente enfermo.

El sistema resulta, pues, inhumano. No se concibe tal abandono donde los obreros están expuestos a tantos accidentes y percances. Además, si el doliente necesita médico, ha de gastar en camioneta para bajar a Melilla si vive en las minas; en cambio, como las curas se las hacen a todos en el botiquín, si reside en la ciudad, ha de subir a la mina, con el consiguiente gasto de camioneta más la molestia de hallarse invalidado fuera de su casa, pues ha de pasar el día allá arriba incómodamente, tirado bajo un árbol o recostado en unas piedras. En invierno, con el mal tiempo, es aún peor.

El soltero, aunque esté herido, mientras pueda ponerse en pie, necesita salir a comprarse alimentos y guisarlos. En la casa de comida le llevan tres pesetas y en la Setolázar solo le pagan 2´75, por lo cual no le llega el socorro para costearlo. En la Española les dan tres cuartos del salario; en la Setolázar, solo la mitad, o sea, 2´75 pesetas.

-       Para que nos den los tres cuartos – dicen- hay que acudir a la Justicia, pero como entonces se vengan echándonos a la calle en cuanto pueden, hay que callar y aguantar el abuso.

Despidos: Siempre se han hecho arbitrariamente, según le parece y conviene a la Compañía.

Esta ha realizado ganancias fabulosas, y siempre ha pagado miserablemente al obrero, tratándole con la inhumana desconsideración que evidencian los anteriores fidedignos datos.

Ahora ha echado a la calle a 250 obreros (CRISOL protestó hace tiempo denunciando el propósito). Así se ha originado el conflicto  no solo a esos infelices y a los que con ellos hubieron de solidarizarse por imperativos de su conciencia moral, sino a toda una ciudad. Melilla se fue a la huelga general sin previo aviso, fue bajo la presión de las circunstancias, y quién sabe si con ello no se han evitado males más graves.

Los obreros melillenses acogieron en sus pobres hogares a sus compañeros de las minas, compartiendo generosamente el pan con ellos. La Compañía admitía esquiroles moros y conservaba los que antes tenía con salarios de 4 y 4´50 pesetas, son contar los numerosos moritos de corta edad que, por un exiguo estipendio, trabajaban como esclavos. Una colisión entre los indígenas y los desesperados obreros españoles hubiera podido tener fatales consecuencias. Funestos recuerdos acudían a la mente de los melillenses en estos días.

La Compañía alega no necesitar esos obreros. Cumpliendo lo preceptuado con respecto a la jornada de ocho horas, trabajo de los niños, etcétera, y utilizando los progresos de la técnica para alivio de los obreros y no para ahorrar mano de obra, no tendría que hacer esos despidos, agravando el problema del paro.

Aspiraciones de los mineros del Rif: No exigen aumento de salario; solo que no se despida a nadie, que se establezca la jornada de ocho horas y que se les transporte a las minas gratuitamente por cuenta de la Compañía, que se higienicen las viviendas y se les atienda mejor en enfermedades y accidentes.

Insisten mucho, y ello les honra, en exigir que el problema de la enseñanza de sus hijos se resuelva mejor; lo que tienen es insuficiente y no les convence en su orientación, inspirada en conveniencias patronales. Hay que ponerse, fervientemente, de su parte: escuelas donde se formen seres libres, fuertes y conscientes, no borregos para el matadero, no criaturas inermes, carne propicia a toda explotación.

-       No queremos que nuestros hijos vivan como nosotros…Volvemos deshechos del trabajo, y ni tiempo tenemos de leer los que sabemos (1).

En este grito dolorido vibra la aspiración recóndita de todo ser humano a su liberación espiritual, que es, en suma, lo que persiguen las masas oprimidas al luchar aparentemente solo por la conquista del bienestar material a que, por lo demás, tienen perfecto derecho.

(Firma) Aurelio GUTIÉRREZ BLANCHARD

Melilla, 7 de julio 1931

(1)  Anoche me ha dicho un obrero que se vigilaban en las minas las lecturas de los obreros, prohibiéndose ciertos periódicos.