“Un día hay vida… Y
entonces, de repente, aparece la muerte”… Así comienza Paul Auster el relato
sobre su padre, Samuel Auster.
Un domingo de invierno [de
1979], a las 8 de la mañana, mientras está dando el desayuno a su hijo Daniel
[entonces, de 18 meses], recibe una llamada de teléfono… “Incluso antes de
hacer las maletas para emprender las tres horas de viaje hacia Nueva Jersey, supe que tendría que escribir sobre mi
padre”…
“Si no hago algo deprisa, su
vida entera se desvanecerá con él…”. Y así es como tres semanas después de su
muerte, empieza a escribir sobre un padre que en vida
fue/estuvo ausente. “No había podido o no había querido mostrarse a sí
mismo…Era un hombre invisible…Invisible para los demás, y muy probablemente,
para sí mismo”…
“Había vivido solo durante
quince años…en una casa enorme, la misma casa donde murió”. La que había
comprado en 1959 [entonces, Paul tenía 12 años]. “En los últimos quince años no
hizo prácticamente ninguna reforma en la casa…no cuidaba nada, ni siquiera
limpiaba…”. En su última conversación telefónica, le dijo que la había vendido
y si quería algo de la casa antes de cerrar el trato.
“No
hay nada tan terrible como tener que enfrentarse a las pertenencias de un
hombre muerto”.
“De repente se revelan cosas
que uno no quiere ver, no quiere saber…Fotografías de la luna de miel de mis
padres en las cataratas del Niágara, en 1946….Las tarjetas de felicitación que
recibí para mi sexto cumpleaños [en 1953]…cientos de fotografías…muchas
totalmente desconocidas para mí, sobre todo las de su juventud…me ayudaron a
llenar lagunas, a confirmar impresiones…mi padre como bromista…Era el estilo de
vida que de verdad le seducía…”.
“Pronto me di cuenta de que
mi padre no había hecho casi ningún preparativo para marcharse…Había decidido
morir, antes que vaciar la casa…”.
Cuando Paul consigue vaciar
el lugar, le quedan cien corbatas de su padre, que dona a una organización.
“Eran todo lo que quedaba de él…Esa fue la única vez que lloré”- le cuenta a la
profesora danesa Inge-Brigitte Siegumfeldt en Una vida en palabras. “Por fin comprendí que mi padre estaba
muerto”.
“Un
asqueroso cabrón”
Eso es lo que le dice uno de
los múltiples empleados que pasan por la casa, a leer uno de los contadores:
“…su padre era un asqueroso cabrón”. No le dice el porqué…
Tratando de darse una
explicación de por qué su padre era como era, inicia una investigación a partir
de una foto familiar, donde descubre que la madre de su padre (Anna) mata a su
marido (Harry Auster, exagente de la Propiedad Inmobiliaria) cuando este/Samuel
tenía unos 7 años, en 1919…
https://www.facebook.com/RememberingKenosha/posts/the-murder-of-harry-auster-by-his-wife-anna-was-a-much-discussed-scandal-of-1919/1266358040151367/.
The murder of Harry Auster by his wife Anna.
En la conversación con
Brigitte Siegumfeldt, Auster finaliza:
“Muchas veces he tenido la impresión de que gran parte de mi obra arranca de La invención de la soledad…ahí expreso
las cosas que más me importan”.
(La invención de la soledad agrupa dos obras cortas de Paul Auster: Retrato de un hombre invisible y El
libro de la memoria. “El plan era sacarlo [Retrato de un hombre invisible] como un libro pequeño de unas 75 u
80 páginas… [pero] desde el punto de vista económico era más sensato sacar los
dos en un solo volumen. Entonces se me ocurrió el título general, La invención de la soledad”- cuenta en Una vida en palabras).
SABER MÁS
Otras revisiones de la paternidad
La isla del padre, de Fernando Marías. https://quefluyalainformacion.blogspot.com.es/…/la-isla-del-….
El balcón en invierno, de Luis Landero. https://quefluyalainformacion.blogspot.com.es/…/el-balcon-en….
Cartas a mi hija, de F. Scott Fitzgerald. La biografía de un padre en sus cartas.