lunes, 26 de septiembre de 2022

OTRA HISTORIA DEL ARTE, por un divulgador

 

En las redes se llama “El Barroquista” (como su blog), pero su nombre es Miguel Ángel Cajigal Vera (A Coruña, 1981). Es historiador del arte.

¿Y eso qué es…? -se pregunta cómicamente al inicio (unos piensan que “nos pagan por mirar cuadros” y, otros, que “nos dedicamos a memorizar cosas y después repetirlas”…).

“Las historiadoras e historiadores del arte trabajamos con los productos culturales de todas las épocas y latitudes”. Estos abarcan diversos soportes, que incluyen desde videojuegos, a cómic, cine u objetos de diseño. “La búsqueda de las claves culturales… supone para mí la esencia de la profesión”.

Un ejercicio de reflexión

En el prólogo advierte que el libro no es un manual sino “una conversación…, reflexiones y especulaciones relacionadas con las preguntas que me he ido planteando en casi dos décadas de profesión”.

El detonante del ensayo es una afirmación tajante de un amigo, también historiador del arte, en torno a una hamburguesa: “No me gustan Las Meninas. Me parece un cuadro espantoso”…

“Este tipo de opiniones disruptivas me interesan cada vez más”…

“El arte trabaja con la transmisión de ideas”

“A veces esas ideas son desafíos, dilemas o debates”- explica “El barroquista”. “No significa que siempre hable de belleza”…

Referencias culturales, identificables por cualquier persona iniciada en el arte moderno

Ese es el problema: que pocos estamos iniciados en el arte moderno y sus referencias. En las lecciones del instituto apenas se llegaba a… Y, en la universidad, en el caso de la Historia Contemporánea -al menos, en mi época, años 80- te decían que “esa está en los periódicos”, y no se mojaban

SABER MÁS

https://www.zendalibros.com/otra-historia-del-arte-de-miguel-angel-cajigal-vera-el-barroquista/. Prólogo de Otra historia del arte.

https://www.instagram.com/elbarroquista/?hl=es. El barroquista en Instagram.

 

viernes, 16 de septiembre de 2022

LAS ROSAS DE George ORWELL: El jardinero detrás del ensayista

 

“En la primavera de 1936, un escritor plantó rosales”…- así comienza el nuevo ensayo de Rebecca Solnit.

“Si guerra tiene un antónimo, quizá sea jardines”…

“La gente ha encontrado una determinada clase de paz en los bosques, las praderas, los parques y los jardines…”- escribe la autora. “Trabajar en un jardín o en un huerto es recomponer lo que se ha roto en pedazos”.

Orwell cuenta en 1946 que, diez años antes, por doce chelines y medio, compra 5 árboles frutales [entre ellos, un manzano Cox], 7 rosales y 2 arbustos de grosella. Diez años después, “uno de los árboles y uno de los rosales habían muerto, pero el resto estaban todos floreciendo”…

La casa que habitaba en abril de 1936 estaba en la aldea de Wallington, en el número 2 de Kits Lane, en un cottage de nombre The Stores. En los diarios de esos años (entre 1936 y 1940) habla a menudo de la vida silvestre alrededor. “…Los ciruelos y los ciruelos damascenos comienzan a florecer. Los manzanos echan brotes, pero no flores todavía. Los perales en plena floración. Las rosas retoñan con mucha fuerza”…

En un esbozo autobiográfico en 1940, consignaba: “Aparte de mi trabajo, lo que más me interesa es la jardinería, en especial la horticultura”.

En 1944 escribe en Tribune: “…pasé por delante de la casa donde viví antes de la guerra [IIGM]. El rosal de florecitas blancas, no mayor que un tirachinas cuando lo planté, se había convertido en un enorme y vigoroso arbusto, y la Abertine [Albertine] o casi Abertine cubría la mitad de la valla con una nube de flores rosadas. Planté esos dos en 1936”.

En la columna, habla, además, de la rosa Dorothy Perkins y de la Rosa polianta amarilla. Así que…, entendía…

En Homenaje a Cataluña (1938), su experiencia en la guerra civil española, también habla de rosas: “En torno a los cráteres de los obuses que rodeaban Torre Fabián florecían rosas silvestres del tamaño de un platillo de té. Detrás de las líneas uno se encontraba con campesinos que llevaban rosas en la oreja”…

Ya en Wallington de nuevo, tras una helada, Orwell anota en su diario el 13 de marzo de 1940: “…Todos los esquejes de los rosales han sobrevivido, salvo uno…, los groselleros negros [black currant] retoñan, los rojos [red currant] no, los espinosos [goose berry] con retoños”…

En la isla de Jura (en las Hébridas, en Escocia), a la que se muda tras la muerte de su mujer, también planta rosas. Pero en 2020, según la dueña de la finca, solo sobrevive una azalea “que hay delante de la ventana de la cocina”.

En sus Diarios domésticos de esa época comenta el tiempo, la vegetación y las actividades de cada día. A finales del verano de 1948, se refiere a “las rosas, amapolas, claveles de poetas, caléndulas en flor, los altramuces, aún con algunas flores”… Y, en su última anotación, esa Nochebuena, refiere: “Campanillas de invierno por todas partes. Asoman unos cuantos tulipanes. Algunos alhelíes intentan echar flores…”. Después, ingresa en el hospital a causa de su tuberculosis y muere el 21 de enero de 1950. Pide que en su tumba se planten rosas…

Literatura y jardinería

Orwell habla de árboles en el ensayo En defensa del párroco de Bray (1946): “…Plantar un árbol, en particular uno de larga vida y madera noble, es un regalo que podemos hacerle a la posteridad…”. En concreto, hace alusión a un tejo plantado en el camposanto de Berkshire por el veleidoso -políticamente- párroco.

Pero también habla de naturaleza en Algunas reflexiones en torno al sapo común.

Influencia de Orwell en Solnit

Rebecca revela que su crónica de la guerra civil española Homenaje a Cataluña, “tuvo una influencia fundamental” en su segundo libro, Savage Dreams. A Journey Into the Landscape Wars of the American West”, publicado en 1994 (no traducido al castellano), sobre el paisaje de las guerras del oeste americano.

También sus ensayos influyeron en su periplo hasta llegar a convertirse en ensayista ella misma.

En este ensayo, a partir de esa primera frase: “En la primavera de 1936, un escritor pintó rosales”…, ella hace un repaso a todo el proceso de generación de una rosa: su genética, lo que supuso en la historia, la relación con los procesos sociales y económicos (cap. En la fábrica de rosas, en Bogotá), etc. Todo a partir de una rosa…

“Escribí este libro en una época de intensa crisis sobre el clima, el medio ambiente y la naturaleza; sobre los derechos humanos, la democracia, los medios de comunicación, la tecnología, el género y la raza; sobre las preguntas de a quién debería permitirse hablar y quién pone coto a los mentirosos”… Todos estos aspectos tienen su reflejo en el libro, escrito “en gran medida durante el aislamiento excepcional de la pandemia de la COVID-19”.

E intenta ser fiel al escritor en la precisión y el rigor en el lenguaje, en los datos, en la ciencia y en la  historia. “Siempre he considerado un reto y una obligación trabajar ciñéndome a los hechos”.

SABER MÁS

https://www.eldiario.es/cultura/libros/george-orwell-colm-toibin-cccb-poum-barcelona_1_4772685.html. El triángulo orwelliano de Barcelona.

https://www.publico.es/politica/orwell-cogio-fusil.html. La Ruta de Orwell en Huesca.

https://www.ucl.ac.uk/library/digital-collections/collections/orwell. El Archivo Orwell (en inglés).

https://www.youtube.com/watch?v=XuIliaOdM00. La vida de G. Orwell contada por su hijo Richard.


 

 

lunes, 5 de septiembre de 2022

EL PELIGRO DE ESTAR CUERDA. Creación, creatividad y locura

 

“Siempre he sabido que algo no funcionaba ben dentro de mi cabeza…”- empieza el  nuevo libro de Rosa Montero, dedicado a un montón de gente, con nombre y apellidos y…, a sus lectores: “Sois mi familia de tinta y palabras… Sin vosotros, yo no existiría…”.

“Una de las cosas buenas que fui descubriendo con los años es que ser raro no es nada raro… El concepto de lo normal es una construcción estadística que se deriva de lo más frecuente…”.

La relación entre la creatividad y cierta extravagancia

“De eso precisamente va este libro…O de si ser artista te hace más proclive al desequilibrio mental”…La abundancia de manías entre los creadores (“yonquis de la intensidad”)…Los escritores tienen hasta cuatro veces más posibilidades de sufrir un trastorno bipolar y hasta tres veces más de  padecer depresiones que la gente no creativa…y un 50 % más de posibilidades de suicidarse que la población general.

Y se sincera: “He sufrido ataques de pánico desde los 17 hasta los 30 años”. Los tres los superó sin tomar ansiolíticos y por ellos decidió hacer Psicología, “para intentar entender qué me pasaba”. Su hipótesis es que desaparecen a partir de que empieza a publicar ficción “de manera habitual” [en 1979, Crónica del desamor] … “me sujeta a la tierra, me cose con los otros…”. De hecho, en la dedicatoria, les dice a sus lectores: “Sois mi familia de tinta y de palabras”.

Escribir nos salva

Montero cuenta que Nathaniel Hawthorne pasó 12 años recluido en casa de su madre, sin salir, hasta que publicó, en 1837, Cuentos contados dos veces.

“La creatividad te salva de la angustia, de la disociación, de la zozobra… la escritura nos permite vivir…Siempre he pensado que escribo, entre otras razones, para intentar perderle el miedo a la muerte”.

Estar loco es, sobre todo, estar solo

Se pone a leer sobre el tema “como una posesa” durante más de tres años: …”no solo de psicólogos, psiquiatras y neurólogos, sino también de escritores más o menos majaras,  o de suicidas…”.

 “Para el cerebro, el rechazo social es tan importante que literalmente duele”- dice el neurocientífico David Eagleman, recogido por Rosa Montero.

“La depresión y el estrés parecen producir los mismos cambios bioquímicos en el cuerpo…”.

Escritores de la normalidad versus  escritores de la extrañeza

Kate Millet escribió en 1990 Viaje al manicomio.

Janet Frame escribió Un ángel en mi mesa en 1984.

Charlotte Perkins Gilman escribió el relato El papel de pared amarillo en 1892.

Claire Legendre escribió El nenúfar y la araña en 2015.

Alda Merini escribe La loca de la puerta de al lado en 1995.

EN BREVE

Su cuento preferido de la historia de la literatura: Wakefield, de Nathaniel Hawthorne.

https://www.zendalibros.com/wakefield-cuento-nathaniel-hawthorne/. Wakefield.

Le gustan las biografías. “…en primer lugar, son cartas de navegación…en donde puedes aprender cómo otras personas han manejado los mismos retos que tú debes enfrentar…”.

“Los tulipanes son mi flor preferida y las salamandras me encantan”.

“Me gusta jugar en mis novelas con la ambigüedad, con los resbaladizos límites entre lo verdadero y lo imaginario”…

Los desposeídos [de Ursula K. Le Guin] es un libro… a la altura de La montaña mágica o Guerra y paz”.

“Quiero morir bailando, igual que escribo”.

Uno de los recomendados: El cerebro del artista. La creatividad vista desde la neurociencia, de Mara Dierssen.