Declarado
Jardín Histórico Artístico por el Decreto del 3 de junio de 1931, el jardín que
en su época fue considerado una obra excepcional del Renacimiento italiano, es
hoy- desconocido y olvidado- una pálida huella de lo que fue en su día, allá
por el 1577.
En esta
fecha, Bartolomé de Villalta
publicaba su obra El Peregrino curioso
donde hablaba de un jardín -aún no acabado- con este epitafio a la entrada:
“El que
viniere a ver esta Abadía
a este jardín
y huerto esclarecido,
para notar y
ver bien su valía,
muy necesario
es que haya corrido
los que
nuestro Felipe [II] poseía
y los que en
Flandes han más florecido,
de Italia ha
de tener mucha noticia
para su ser
preciar gala y pulicia”.
Con estas
palabras, quería hacer referencia a los maestros que el III Duque de Alba -propietario
entonces de la finca- trae de Italia y Flandes, confirmado en 1919 por el duque
de Alba en su discurso leído en la Real Academia de la Historia : “Con otros maestros de menor renombre figuran
Juan Carrera, Enrique Egas, Juan Guas.
De Italia trae al arquitecto Benvenuto y a los hermanos pintores Cristóbal y
Juan Bautista Passim... En 1542 encargó el duque a Génova estatuas, cornisas,
pilares y otros adornos de mármol...Músicos de capilla, tapicerías, pinturas,
armería, artillería ganada en las jornadas de Alemania, Italia y Flandes...”.
No hay que
olvidar que Fernando Álvarez de Toledo (n. Piedrahíta, 1507- + Lisboa, 1582),
III duque de Alba, fue gobernador de Nápoles y de Flandes, estuvo en la campaña
del Danubio contra los protestantes alemanes, en Mühlberg con el emperador
Carlos V, y fue capitán general del ejército imperial en Italia.
O a las
fuentes, instaladas en tiempos de Felipe II, en la Casa de Campo (Fuente del Águila)
y en los Jardines de Aranjuez.
El Peregrino prosigue su paseo describiendo
lo que ve con todo detalle: calles de murta (mirto) y arrayán, arte topiaria en
forma de mochuelos, gavilanes, ruiseñores, osos, tigres, leones, unicornios,
caballos, damas, ninfas, armas, escudos, ballestas... Una fuente muy alta con
los 7 planetas y 25 personajes, entre ellos, el Duque de Alba y la Duquesa (María Enríquez)
que echaban el agua “por los ojos, por las narices, por los cabellos, dedos,
oídos, ombligos, junturas; por manos, miembros, piernas...”.
Más allá, un
lago o estanque con 10 gigantes de más de veinte palmos de altura que llevaban
sobre sus hombros un monte, en el que se veían diversidad de piedras,
conejos, lagartos, culebras, etc. “Había una gigantona que con una saeta los
hería, y ella misma era oprimida de un cupidillo”. Los gigantes llevaban en la
mano bastones de nudos de treinta palmos de largo. Y echaban agua "con unos chorros
tan delgados como hilos y tan altos como dos lanzas".
Pero lo más
esencial y lo más principal es una plaza en cuadrángulo con las paredes cubiertas de hojas de
naranjos y jazmines. “Está la tal plaza en medio del jardín, con sus calles que
salen a todas las cuatro partes, y en ellas 24 bustos de emperadores, cónsules
y capitanes generales de los romanos, cada uno con su tabernáculo”. Tiene sitio
para poner sillas y apariencia de cenador.
“De allí
prosiguieron por aquellas calles cubiertas de cidras [toronjas], limones, y por
las eras del huerto, viendo aquellos cuadros de diversidades de plantas traídas
de Flandes y Alemania y de los más remotos confines de la Tierra. Entre ellas
notó una que llaman brótano [santolina] y otra que llaman fraula [fresa]. Por
una carretera ancha y grande dio el Peregrino en un paseador de 6 ventanas o
puertas que dan sobre un río grande [el Ambroz]”.
Habla de la
fuente llamada de las uvas, y de ninfas, diosas y damas colocadas en arcadas y
tabernáculos... “Si toda la filateria de los significados hubiese yo de
declarar, sería cosa prolija”- concluye.
Antonio Ponz, dos siglos
después, en su Viaje de España (1772-1794), un verdadero catálogo artístico de
las obras conservadas en España antes de la entrada de Napoleón, ya es testigo
de su decadencia: “el adorno de los jardines se conoce que ha sido de lo mejor
de España, bien que por lo que pertenece al cultivo, juegos de aguas y otras
partes está muy deteriorado”.
Y
continúa: “Se divide dicho jardín en alto y bajo. En medio del alto hay una
fuente de mármol con estatuas y bustos de la misma materia [mármol]: desde la
taza se elevan dos pedestales con estatuas antiguas cada uno, y representan a
Higea, diosa de la Salud ,
que tiene una sierpe enroscada en una mano, y a una villana con traje de tal y
en ademán de reírse que con la mano derecha se coge el vestido y en la otra
tiene un jarroncillo. Los bustos que sirven de adorno a la expresada fuente
están parte de ellos muy arruinados. Esta fuente estaba llena de surtidores de
agua escondidos, y lo mismo otra inmediata, sobre cuya taza se levanta un
pedestal en el que se sienta un caballo de mármol... ".
Divide el jardín en dos partes: "Desde el
jardín alto, que casi no merece este nombre por lo descuidado que está,
se desciende al bajo por dos suaves escaleras de piedra, en muchas partes
desmoronados los escalones... Lo primero se
entra en una espaciosa plaza cerrada por sus tres lados. En medio está una de
las más bellas fuentes que he visto en España. Los balaustres y pedestales que
la cercan hacen figura octógona... Encima de los pedestales hay figuras de
mármol, que entre todas son 15, faltando una. Cada figura tiene delante de sí
una concha, y todas ellas forman otras tantas fuentes particulares. Representan
estas figuras niños en caprichosos juguetes y hay otras figuras mayores cuyos
desnudos tienen no poco mérito. El principal objeto de esta fuente se compone
de 4 tazas o receptáculos de agua. En medio de la inferior hay un pedestal, y
encima de él tres figuras de jóvenes de tamaño natural que, alternando con
delfines, sustentan la segunda taza; en ésta hay otro pedestal sobre el que
están puestas tres figuras aladas que sostienen la tercera; de ésta se levantan
tres figurillas que, terminando en hojas por la parte inferior, sostienen con
la superior la cuarta taza, en cuyo medio hay una figurilla de Baco que arroja
agua por la boca de un pellejo que tiene en la mano... En uno de los pedestales
de las estatuas hallé esculpido el nombre del autor y el año en que se hizo la
fuente: 1555, Francisci Camilani Florentini, opus... La pared que
hace frente a esta espaciosa plaza y al mismo tiempo sirve de estribo al jardín
alto, tiene 5 nichos con bustos y estatuas de mármol dentro de ellos: el de en
medio, contiene en lo alto el escudo de armas de la casa de Alba;...Las figuras
de los últimos nichos son de tamaño natural, y en uno Perseo- y junto al nicho
el caballo Pegaso- y en otro Andrómeda- y junto a ella la fiera marina de quien
aquel la libertó... El dilatado y
espacioso jardín debió ser, en lo pasado, una maravilla a lo que se ve; por
tanto, causa más compasión su actual abandono... Hacia el
medio de este lienzo de pared que corresponde al lado del río Ambroz, hay un espacio circular adornado de cuatro
nichos con mosaico de piedrecillas que eran antes un órgano hidráulico, pero se
perdió este artificio... Se conocen
todavía los cuarteles del jardín por los mirtos y arrayanes que hay entre las
hierbas, y hay también algunos naranjos y otros frutales... todo
reducido a informe espesura”.
Por fin, en 1920, y “aunque advertido de la ruina
del famoso jardín”, Javier de Winthuysen,
jardinero y pintor, con la beca concedida por la Junta de Ampliación de
Estudios (JAE) para investigar los jardines clásicos de España, decide hacer el
camino a pie desde Aldeanueva para evocar las sensaciones del “peregrino
curioso” de cuatro siglos antes. Lo primero
que ve es el palacio, “un gran caserón sin ningún detalle exterior que
significara lujo ni arte”. Esto también lo había resaltado Ponz: “aunque la
arquitectura del palacio no tiene cosa notable...”.
Desciende a
la parte baja del jardín, “todo él sembrado de pimientos”. En el muro que da al
río Ambroz, descubre las arquitecturas de estuco que formaban los balcones, ve las
piedrecillas de colores y “en la llamada plaza de Nápoles” descubre la estatua
de Andrómeda en mármol, .única que queda emplazada. “De la fuente monumental
firmada por el florentino Camilani, de las balaustradas y otras cosas, no había
ni rastro”. Cuando ya se va a marchar,
el muchacho que le acompaña, le conduce a un sótano del caserón. Allí, “en
montón informe y destrozadas estaban las finas esculturas y los detalles de
ornamentación, las piedras del cenador jónico,
y rotas, las medallas, la figura de la aldeanilla y, aparte, su cabeza
riendo”. Y Winthuysen se aleja de aquellas ruinas con la triste
reflexión de que “ni el interés histórico ni el estético han sido suficientes
para conservar la obra más característica del Renacimiento”.
Y así
llegamos al principio, el Decreto del 3 de junio de 1931. Y a la Carta de Florencia, de 1982
sobre Jardines Histórico- Artísticos en cuyo artículo 9 se dice que “la
protección de los jardines históricos- monumentos vivos cuyo material es
esencialmente vegetal- exige que estén inventariados o identificados e impone
intervenciones de mantenimiento y restauración”.
Y uno se
pregunta, tras la visita efectuada en la primavera de 1999, en la que se
constata que cada vez quedan menos cosas y más deterioradas, qué significó la
declaración del Jardín de la
Abadía en 1931 y qué fue de los compromisos adquiridos y de
los presupuestos, estudios e intervenciones...
[No
obstante, recuerdo haber sentido algo especial, como también me ocurrió en
Lebeña – antes del aparcamiento- y en la ermita de Bostronizo, en Cantabria. Como si algo de
la energía antigua aún permaneciera…].
NOTA. El
Palacio de Sotofermoso y jardín se pueden visitar los lunes (excepto festivos)
de 10:00 a 11:15 horas, sin cita previa. Solo yendo allí.