Portugal está de moda: país invitado en la Feria del Libro de Madrid, sus socios de la UE le reconocen que ha hecho bien los deberes para salir de la crisis (sin dejar atrás a una mayoría...).
Hoy, Lobo Antunes. A
mí, algunos de sus libros me resultan difíciles, pero me enamoran sus Crónicas
y las Cartas desde la guerra de Angola. Es el Duque de los Cocodrilos en el
Reino de Redonda y a sus 74 años convive con la muerte “como si fuese una
antigua amistad”.
En
sus crónicas, se autorretrata:
“Me llamo António, hago
libros, algunas veces me siento angustiadísimo. Voy aprendiendo a disimularlo”.
“Yo solo soy un sujeto
sencillo que hace libros…las cosas que tengo en la cabeza no son precisas ni
bajan a la mano”.
“Yo odio distraerme, tener
que ser simpático, oír cosas que no me interesan. No voy a presentaciones,
fiestas, bares. Casi no concedo entrevistas. No hablo. No aparezco. No me ven.
No hago promoción de mis libros. No tengo tiempo”.
También
incluye algunas notas autobiográficas:
“Crecí en una casa con una
acacia…”. “Me encantan los árboles…”.
“Crecí en los suburbios de
Lisboa, en Benfica (en la Travessa dos Arneiros)…Crecí junto al castillete de
las Portas…Hoy ya no existe la palmera de Correos, la quinta de los Lobo
Antunes fue vendida…Tal vez solo resista la acacia de mis padres”.
“Y entonces a principios de
agosto nos íbamos a la Praia das Maças”.
“La Praia das MaÇas (Playa
de las Manzanas) es habitual en mis libros. Como Nelas, pueblo amado, al que
vuelvo siempre que puedo”.
“En el colegio aprendí… a
odiar el colegio”. “Escribir es sujeto, predicado, complemento directo, punto
final y se acabó, ¡animal!”.
“Como mi padre era médico,
fui al Liceo Camoes”.
“Cuando era niño, en la
escuela, nos obligaban a una cosa llamada “Mocidade Portuguesa” [Juventud
Portuguesa], que incluía uniforme, marchas, discursos patrióticos y tonterías
de ese tipo. Nos llamaban “afiliados”, y había un librito u opúsculo con el
dibujo de un afiliado feliz, con el brazo en alto, como los nazis”.
“A los doce años, en el año en que murió [mi
abuelo], decidí ser escritor. Mis influencias: Salgari, Flash Gordon y el
Almanaque Bertrand, lleno de sonetos entusiastas. Mi poeta favorito se llamaba
general Fernandes Costa…De los doce a
los trece años no escribí otra cosa [que sonetos de almanaque]”.
“Qué estupidez el instituto:
hicieron lo posible por transformarme en un secretario de Estado en germen o en
un gestor de empresas…”.
“Mi padre me inculcó el odio
sin piedad a tres cosas: la falta de honestidad, la cobardía y la falta de
rigor…Aprendí de él el desprecio o indiferencia por las cosas materiales, la
frugalidad y, sobre todo, el mencionado amor por las cosas bellas”.
“Cuando estaba de prácticas
en el Hospital de Santa Maria me
colocaron en un servicio de pediatría en el que había niños con enfermedades
terminales…A veces se me ocurre pensar que escribo para ese pie [el piececito
de un niño que murió de cáncer]…Nunca quise ser médico”.
“Cambié el Hospital de Santa
Maria por el Hospital Miguel Bombarda…”.
“Me avergüenza haber
trabajado en el hospital [Miguel Bombarda]. Haber sido médico allí. Haberme callado
tantas veces…”. [En 1981 escribe Conocimiento
del infierno basado en esa experiencia].
[A los psiquiatras]“Los he
conocido bien (… “ocho años metido en la jerga”), sé de lo que hablo.
“Disminución de la superficie de contacto con la realidad”- dicen”.
“Aún hoy me molesta pasar
por Mafra…Mafra y todos aquellos alrededores por donde anduve, siendo
cadete…Con una estrella al hombro y L. Antunes bordado en el uniforme, pasé un
hambre de perros…No conocí a un solo cadete que fuese hijo de una persona
importante de la Dictadura…”.
Y
sobre la escritura:
“Escribir es oír con fuerza”.
“No quiero contar historias,
no quiero explicar, no quiero demostrar nada. Cuando escribo solo quiero
liberarme de lo que escribo…, dar a ver…Mi trabajo consiste solamente en
conseguir oír…”.
“Me siento a la mesa y me
quedo esperando: así trabajo. Poco a poco una especia de ola o lo que sea va
adueñándose de mí. Mi tarea consiste en quedarme quietecito, aceptando esa ola
o lo que sea. Y entonces llega la primera palabra. Llega la segunda…”.
“Aquí estoy sentado,
esperando que venga la crónica. Nunca tengo una idea: me limito a esperar la
primera palabra, la que arrastra a las demás. Unas veces viene enseguida, otras
tarda siglos”.
“Algunas veces, como ahora,
es así: me pongo delante del papel y no sale nada…”.
“El secreto es partir sin
ideas, sin planes. Dejar venir. No añadir ni quitar. Recibir la inocencia con
humildad…ir cavando, cavando…Un trabajo de minero…Una profesión de silencio
hasta que nos lleguen las voces…No sé de qué tratan mis libros, no sé para qué
sirven…Son mi desánimo y mi alegría…El libro ni siquiera es mío. Andaba por
allí, lo atrapé. Lo fui atrapando a medida que lo escribía”.
“Escribir consiste en sacar
a la superficie. Si cogemos lo que está en la superficie hacemos lo que se ve
en las librerías…lo obvio…”.
“No escribir es estar muerto,
y hasta en la guerra, todos los días, seguía escribiendo”.
“Escribir es una ocupación
que muy raramente asocio al placer”.
“El próximo libro va
viniendo muy despacio. De momento es una sombra difusa, ni siquiera tiene
palabras, una especie de segunda atmósfera que me rodea poco a poco y donde
distingo con dificultad jirones de voces, olores, ruidos…”.
Lo que más estimo (en un
artista): “el sentido ético de la escritura y de la vida, un trabajo paciente,
una fidelidad total a su modo de encarar la literatura…Valentía, modestia,
exigencia…La conquista paciente que es cada libro, y el dolor amargo de
escribirlo”.
“Pasear por páginas
ajenas…por Oblomov, por los diarios de Cheever…por los versos de Wallace
Stevens…la biografía de Thomas Mann me hace repudiar al hombre, en la primera
versión de Guerra y Paz, publicada
ahora, me animan algunos procedimientos técnicos, estudio sus desarrollos, las
maneras, vuelvo a Conrad para ver cómo se mete una narración dentro de una
narración, pienso en mi forma para solucionar este asunto, comparo, mido,
pruebo mentalmente otro camino…”.
“Prepararme para las
decepciones, los entusiasmos, los desánimos, las opciones equivocadas, para
esperar que la novela se forme como le plazca…una novela tiene su carácter, su
fisonomía, su temperamento que no son los míos, aceptarlos…”.
También en las cartas aparecen muchos de sus recuerdos más preciados...
CARTAS
DE LA GUERRA [DE ANGOLA]. DE ESTE VIVIR AQUÍ EN ESTE PAPEL DESCRITO
Los
protagonistas son el (lento) paso del tiempo, la nostalgia de los recuerdos, el
suspiro de amor de un recién casado, la guerra presente y cotidiana; la
admiración y el asombro, pese a todo, de un continente y un país desconocido, la
lectura voraz y la escritura compulsiva como modo de evadirse de esa contienda
en el fin del mundo…
El
(lento paso del) tiempo
“Ya solo faltan 103 semanas…”.
“Hoy hace un mes que nos despedimos…”. “Pasado mañana ya hace un mes y medio de
esto. Solo faltan veintidós y medio…”. “Hoy hace dos meses que me marché en
barco…Dentro de veintidós estaré ahí de una vez para siempre”.
María
José, su esposa, su prenda querida
(“minha joia querida”)
“Me acuerdo del primer día
que la vi, de su perfil de Botticelli, me acuerdo del año siguiente en la
playa, de su cabello recogido atrás y de su raya al medio, de su aspecto de
retrato de Ingress, me acuerdo de su pelo corto y de su aire de modistilla
parisiense…”.
“Soñé que teníamos una niña…Me gustaría que se llamase Maria
José, en homenaje a su madre…Nuestra Zézinha”.
Recuerdos
“Llevo tantas cosas
conmigo…paseando por Praia Grande al anochecer…Las mañanas de Praia da Rocha,
aquel puente de Portimao, la vista de la ventana de Penina…Me acuerdo de todo:
del día de la boda, y de nuestro noviazgo, de las salidas de los sábados con
Jorge…Me acuerdo mucho también del Rossio…del reloj de la estación y del anuncio
de Sandeman”.
“Hoy me he acordado mucho de
Tomar…allí fue donde hice a mi hijo; no me puedo olvidar del Mouchao, del
convento, del verde por todas partes, de las flores en las calles, del río y
sus peces, de la Corredoura, de los momentos felices que pasé allí".
“Cuando era niño pasaba todo
el tiempo que podía oyendo, fascinado, las conversaciones de las criadas”.
“Amo las flores de plástico,
las boinas rústicas en los cristales retrovisores, los bambis de porcelana…”.
El
viaje a Gago Coutinho, el fin del mundo (a 10.000 km de Lisboa, 9 días de viaje)
“Ayer llegué, por fin, a
Gago Coutinho tras un viaje apocalíptico…salimos en camionetas de Luanda hacia
Nova Lisboa…tras 600 km de carretera, nos metieron en el tren hacia Luso: 2
días de viaje en vagones de 4ª clase…en grandes montones de piernas y de brazos, de armas y de cabezas…comía conservas que inundaban el
suelo de latas y salsas…nos metieron en camionetas de carga para los 500 km
minados que separan Luso de Gago Coutinho…a la camioneta en la que yo iba, la
última, se le rompió la dirección: tres brazos rotos, 2 piernas, otras lesiones
varias y yo con 6 puntos en el labio y 3 en la lengua…Esto es el fin del mundo:
pantanos y arena. La peor zona de la guerra de Angola…Minas por todas partes”.
“De los 60.000 habitantes de
Gago Coutinho, ahora viven aquí solo 5.000. Los demás están en el bosque o en
Zambia, apoyando al MPLA [Movimiento Popular de Liberación de Angola]”.
“Este continente está lleno
de vida, de energía, de juventud, de imaginación…África es un continente
fabuloso, un país maravilloso y joven…”.
“¡Hay tanto que contar de
todo esto, de esta tierra de arena, platanales y pantanos…!”.
“Los nativos hacen un
merengue [un tipo de danza]…Estos merengues son fabulosos en ritmo y belleza
salvaje”.
“Luanda es de un horrible mal gusto…Qué
diferencia con Lisboa. No se puede vivir en una ciudad sin pasado”.
La
guerra
“Empiezo a entender una cosa
que Jorge me dijo en una carta: no volveré a ser la persona que fui, nunca
más”.
Perros por todas partes,
diarrea...
“Me siento feliz por haber
por fin dominado tranquilamente mi pánico a la muerte”.
“Aquí no tengo amigos: la
rigidez de la jerarquía impide todo lo que vaya más allá de una camaradería
ocasional y, por otra parte, el trabajo es tanto que no deja tiempo para
ninguna otra cosa”.
Leer
“He acabado Borges, estoy
acabando Le Clezio…Prefiero libros a revistas…Si mi madre, en vez de los Matchs…me mandase las páginas literarias
del Diário de Lisboa y de Capital …
“Sugerencias de libros para
que me mande la familia…: Contos e
Novelas, volumen I de las obras completas de Almada Negreiros. Reflexoes sobre a vaidade, de Matias
Aires…".
“En vez de mandarme comida
en conserva, preferiría libros, si pudiese ser. Estoy harto de las conservas”.
Escribir.
“Las cartas son lo más importante que tenemos”
“Ayer me nació una poesía…Se
llama Helderberg College… y empieza así: “y sentí, entonces, un gran miedo a
morir”.
“He empezado a escribir un
nuevo Diluvio…Mi historia va avanzando
y me parece genial…Espero tenerlo listo y genial antes de las vacaciones…Me
gustaría que fuese una cosa sarcásticamente trágica, un retrato natural de
nuestra amarga condición de portugueses”.
“En cuanto a los aerogramas,
necesito 120 al mes, para poder escribir mis habituales 3 cartas al día…Cada
día te escribo a ti y a otra persona”.
Ahora, se está estrenando en España la película, Cartas da guerra...
Ahora, se está estrenando en España la película, Cartas da guerra...