domingo, 16 de abril de 2023

COSAS QUE NO QUIERO SABER. Autobiografía en construcción de Deborah Levy

 

El subtítulo que lleva en castellano es “Una respuesta al ensayo de 1946 de Orwell Por qué escribo”.

“Aquella primavera en que la vida se hacía cuesta arriba… lloraba sobre todo en las escaleras mecánicas de las estaciones ferroviarias”… Se le ocurre entonces sacar un billete a Palma de Mallorca, un sitio en el que ya había estado antes “con veintipocos años”, mientras escribía su primera novela, y “con treinta y muchos”, enamorada del “Gran Amor” de su vida…

En ese momento “lloroso” de su vida,  el libro que más leía era la novela corta de Gabriel García Márquez Del amor y otros demonios. Además, se lleva Un invierno en Mallorca de George Sand y un cuaderno titulado Polonia, 1988, una especie de diario o bloc de notas. De hecho, introduce en alguna de sus novelas posteriores momentos de ese viaje a Polonia en 1988.

Cosas que no quiero saber

A partir de las confidencias al tendero chino del colmado del lugar, nos enteramos de su infancia en Sudáfrica y “las cosas que no quería saber a los 7 años”. Su padre, en la cárcel desde que ella tiene 5 años, por pertenecer al Congreso Nacional Africano en la Sudáfrica del apartheid, le escribe en una carta que diga lo que piensa en voz alta en vez de quedárselo dentro. Ella decide escribirlo (el poder de escribir):

“Papá desapareció [en 1964 la policía secreta viene a buscarlo a casa para llevarlo a una prisión en Pretoria].

Thandiwe [una niña negra de su edad, hija de su niñera zulú Zama/Maria] lloró en la bañera [al tener que separarse de su madre para residir en su distrito segregado].

Piet  [un niño de la escuela que va a un curso superior a quien el maestro le afeita la cabeza y le aplica yodo en la frente por decir palabrotas] tenía un agujero en la cabeza.

A Joseph [el jardinero negro de su madrina en Durban] le arrancaron los dedos de un mordisco [los perros-policía en una redada en casa de su hermano, en busca de Nelson Mandela].

El señor Sinclair [el director de su colegio en Johannesburgo], me pegó en las piernas [por no escribir en las dos primeras líneas de su cuaderno].

Las sandías crecieron y yo no estaba.

Maria [su niñera] y mamá están lejos [en Johannesburgo].                                    

Es posible que sor Joan [una de sus maestras en la escuela convento de Durban] no crea en Dios.

Billy Boy [el periquito de su madrina en Durban] está entre rejas.”

Todas ellas hablan de las situaciones y circunstancias que ha vivido una niña de tan solo 7 años, “la edad de la razón”, en la Sudáfrica de los años 60. Tan traumáticas que ella solo quiere ser una Barbie de plástico, para no sufrir.

Contado teniendo en cuenta las recomendaciones de la actriz polaca Zofia Kalinska a sus actores en Polonia en 1988: “La forma nunca debe superar al contenido” y  “La emoción se transmite mejor con una voz fría como el hielo”.

“Solo hay un recuerdo que quisiera conservar. El de Maria, que también es Zama, sorbiendo leche condensada en los escalones del porche por la noche”.

A partir de la salida de su padre de la cárcel y su mudanza a Londres (al barrio de West Finchely), solo quiere “recuerdos nuevos”. Pero en 1974, con quince años, sus padres se separan. Deborah escribía entonces en servilletas de papel en la cafetería de la estación de autobuses, ataviada con un sombrero de paja negro y zapatos de plataforma verde lima.  “Escribir hacía que me considerase más sabia. Sabia y triste. Así pensaba que debían ser los escritores”… Lo que más quería en el mundo era ser escritora, pero, en ese momento, no sabía por dónde empezar.

“Para convertirme en escritora tenía que aprender… a hablar en voz alta, a elevar un poco la voz…, y luego a hablar sencillamente con mi voz…”. Y eso es lo que hace.


 

 

 

 

 

 

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