En
1862, concretamente del 4 de septiembre al 23 de diciembre, Hans Christian Andersen
visitó España. Tenía 57 años. “La meta del viaje se extendía ante mí: la
hermosa, la aún poco visitada España…el país del verano”. La primera edición
danesa del Viaje por España saldría un
año después, en 1863.
En
Francia, en Perpiñán, terminaba entonces la vía férrea. Ha de viajar, pues, en
diligencia.
“Acerca
del viaje por este país había oído las descripciones más tremebundas: las
diligencias eran cajas de tortura, enormes y pesados omnibuses con sólo una
portezuela a un lado; en caso de volcar de ese lado, sería imposible salir, y
volcaban siempre. Allí, a los protestantes se nos perseguía como herejes; de
continuo andaba uno expuesto al asalto de bandoleros; y en lo tocante a la
comida, no había quien la tragase…”.
España, “ese país mágico
tras los altos Pirineos”
“Estoy
en el país del sol, mi sangre se ha caldeado y podré prescindir de la estufa
todo un invierno en mi casa, allá en el norte…El frío encoge el corazón; el
calor lo dilata y libera el pensamiento…”.
El
6 de septiembre entran [iba acompañado
por Jonas Collin, de 22 años, hijo de su protector y consejero económico Edward
Collin] por La Junquera
y almuerzan en Figueras. En Báscara cruzan el caudaloso río Fluviá. Atraviesan
Medina y llegan a Gerona. A las diez de la noche, por fin, alcanzan Barcelona.
“Nos detuvimos delante de la
Fonda del Oriente [hoy, un hotel de tres estrellas, Hotel
Oriente, en la Rambla
de los Capuchinos, número 61], donde dos habitaciones con sendas camas y
balcones a la calle, e incluso la mesa dispuesta para la cena, nos esperaban…La
comida fue excelente”. Así termina el primer día de su estancia en España.
Barcelona, “el París de
España”
“Muy
de mañana me desperté con música; todo un regimiento de soldados se esparcía
Rambla arriba al son de una marcha…A mí me gusta primero ver bien los lugares y
luego, desde las alturas, ir reuniendo los puntos conocidos…”.
Los
temas de conversación con anfitriones y conocidos suelen ser “sobre los lugares
dignos de verse en la ciudad, sobre literatura, los toros y la ópera”. Se obvia
la política, “así se libra uno de resquemores”. Su tesoro de palabras castellanas lo constituían, al llegar a España, unos
100 vocablos.
En
ese momento, la ópera italiana y, en concreto, Verdi, están de moda en los
teatros: Rigoletto, la
Traviata y Un ballo in maschera [Un baile de máscaras]
se tocan o representan sin cesar. “Aún no hay ópera de Mozart -ni siguiera su
inmortal obra maestra, compuesta en honor a un sujeto muy español: Don Juan
(Don Giovanni) -que haya venido a este lado de los Pirineos. Martha, de Flotow [Friedrich von Flotow],
es la primera revelación alemana en España”.
En Málaga
El
lugar que más le gusta es su cementerio protestante: “Aquí quiero que me
entierren en el caso de que muera en España” -escribe en su Diario. “Es un
lugar delicioso…Me parece andar por un trozo de paraíso, por el más maravilloso
de los jardines”.
Allí
ve una corrida de toros: “Me causó una impresión convulsiva e inolvidable”. Se
lidiaban 12 toros pero, tras el quinto, no puede aguantar y se va. “Es una
diversión popular sangrienta y cruel”.
En Granada
Paran
tres semanas, en la Fonda
de la Alameda. El
9 de octubre hace su entrada en la ciudad la reina Isabel II “con su consorte,
sus hijos y su séquito. Era la primera vez, desde tiempos de Isabel la Católica que Granada iba
a ver a su reina”.
Andersen
ve la Alhambra ,
con su Patio de los Leones, su Sala de Embajadores y el mirador de
Lindaraja…Pasea por la
Alameda Nueva y por el Generalife. Sin embargo, sus recuerdos
de Granada “encierran más amargura que dulzor”. En esta ciudad le desaparece
una condecoración (una imitación) a la que tenía gran aprecio, que le había
sido impuesta en su país. Además, relata en su diario que “un par de soldados
jóvenes y unas damas” se ríen de él: “Me sentí humillado y avergonzado”.
Gibraltar
Duermen
en el Hotel Kings Arms. Y el día dos de noviembre toman un vapor a Tánger. De
vuelta a la península, a Cádiz, recoge en su libro: “Hasta entonces, la visita
a la costa marroquí había constituido la parte más interesante de nuestro
viaje”.
En Cádiz
Van
a parar a la Fonda
de París [existe todavía hoy un hotel que se llama Francia y París, de tres estrellas,
en la Plaza de
San Francisco], “un hotel excelente en todos los sentidos”.
De
Cádiz, dirá: “Me sorprendió por su extraordinaria limpieza, sus pintorescos
edificios blancos y sus muchas astas de bandera”. En cuanto a los alrededores,
comenta: “Los contornos son increíblemente llanos; todo es arenas
volantes, páramos y kilómetros de
salinas. La zona no invita a excursiones; el único lugar cercano que nos
propusieron como digno de ser visitado fue Jerez de la Frontera para ver sus
bodegas y probar la ricura de sus vinos”.
Han
pasado ya dos meses desde que comenzara su viaje y aún España no le ha
inspirado un solo cuento: “Algún día les contaré a mis pequeños lectores algo
sobre las señoritas españolas, sobre las moscas españolas, sobre los pimientos
españoles, sobre las varas de castigo españolas y sobre la vegetación española;
y aún podría añadir algo sobre la capa española, sobre los aventureros
españoles y sobre el vino español”.
Sevilla
Aquí
se hospedan en la Fonda
de Londres. Su balcón da a la plaza Nueva. [En la actualidad en dicha plaza hay un Hotel Inglaterra de
cuatro estrellas]. La catedral es la más imponente de todas las de España; es
rica en leyendas y romances y en memorias de hombres célebres y, además, “las
inigualables pinturas de Murillo hacen de Sevilla una de las más interesantes
ciudades de Europa”. Su opinión sobre Murillo se reafirma al ver más cuadros
suyos en el Museo del Prado de Madrid, donde también descubre a Velázquez: “En
mi opinión, Murillo brilla por encima de Rafael, de Tiziano y de todos ellos”.
A Madrid por Santa Cruz
de Mudela
“El
trecho más largo de la línea de ferrocarril de Córdoba a Madrid, aún no está
completo; hay que tomar la diligencia y aguantar unas veintitrés horas dentro
de ese carromato para llegar a Santa Cruz de Mudela, desde donde hay vía de
tren hasta Madrid”.
De
las montañas de Sierra Morena, comenta: “Por un paisaje natural tan maravilloso
no se debería viajar en diligencia, sino a caballo, como antiguamente, para
contemplar bien esas montañas no solo a la luz del día, sino también en la
noche de luna”.
Madrid
En
Madrid, se aloja en la Fonda
del Oriente, cerca de la Puerta
del Sol. En dicha ciudad, tiene la oportunidad de conocer personalmente a
algunos eruditos y literatos de la villa como el duque de Rivas, Hartzenbusch,
don Sinibaldo de Mas y Rafael García Santesteban, autor de varias zarzuelas.
Andersen
quería haberse quedado hasta entrado el Año Nuevo, pero “el clima de Madrid es
inaguantable: nieve, lluvia y ventisca…no teníamos chimenea en nuestro hotel y
el viento se infiltraba hasta el último nervio de la cabeza, garganta y pecho” y,
tras una visita rápida a Toledo, decide, “si en Burgos las condiciones no eran
mejores” ( por supuesto, no lo serán ya que Burgos junto a Soria y Vitoria
suelen tener las temperaturas más frías), trasladarse al sur de Francia en
busca de un clima más suave y agradable.
Al
menos en dos ocasiones llega a preguntarse: “¿Estoy realmente en España, en un
país cálido?”.
Burgos
En
la Fonda de la Rafaela casi mueren
“atufados” debido al brasero que les llevan y, además, las criadas son unas “desvergonzadas”:
“Si de repente se hubiesen lanzado a bailar el cancán, no nos hubiese extrañado
nada”-concluye.
Vitoria
Así
que, sin haber podido ver el Monasterio de Cardeña, salen para Vitoria en tren,
“nieve y más nieve”. San Sebastián le
sorprende agradablemente: “Nadie nos había mencionado esta ciudad de modo
especial, ni se nos había dicho que mereciese la pena de una visita larga, la
cual sin duda merece”. Al llegar a Irún, “el último pueblo español de la ruta”,
encuentran los jardines en plena flor. En Bayona les sirven jamón, “manjar de
dioses nórdicos”. Y concluye su Viaje por
España con la frase: “La vida es el más maravilloso de los cuentos”.
Los miriñaques, vistos
con humor
(En
la diligencia) “a mí me tocó un compartimiento con una madre y una hija, ambas
españolas, dentro de unos increíblemente abultados miriñaques. Si fuesen a
Skagen, solamente la madre ocultaría toda la parte norte del cabo. Me daba la sensación
de estar sentado sobre el borde de un globo que estuvieran inflando…”. Y se explaya
un poco más adelante: …”es como si llevasen un paraguas abierto en torno a la
cintura de avispa, algo que nada tiene que ver con la naturaleza ni con Nuestro
Señor…Dentro de mil años, ese nombre sólo aparecerá escrito en los libros
antiguos, y si alguien los lee y ve las ilustraciones, exclamará horrorizado:
¡Dios santo, vaya traje más ridículo!…”.
Sorpresas
En
su libro, detalla varias costumbres y prácticas que le llaman la atención: “Registrar el equipaje en cada estación
donde paraba el tren se sigue aún en España”.También en los puertos hay que
acostumbrarse a que se haga la inspección sanitaria a bordo antes de
desembarcar.
La no existencia de guías
ni horarios de trenes.
“El ferrocarril es aún algo tan nuevo en España que, incluso en las ciudades
grandes, si se encuentran muy apartadas de la línea del tren, no hay manera de
conseguir información. La guía impresa El
indicador de los caminos de hierro, donde todos los trenes y estaciones
están detalladamente registrados, es imposible obtenerla fuera de Madrid”.
Catástrofes naturales
y fenómenos
antropogénicos
Conoce
la sequía en Málaga, “no había caído
gota de lluvia en cinco meses”, inundaciones
en Barcelona (“rápidamente quedaron inundados los raíles, la carretera quedó
totalmente socavada, las cercas reventadas, árboles y áloes arrancados de cuajo
por el ímpetu del aluvión, que irrumpió por la puerta de la ciudad, rugiendo
como presa de molino”) , y la sobreexplotación
del río en Levante (“en el cauce del río no había ni gota de agua, porque
resulta que ahora sangran al río,
como dicen los paisanos. Igual que en Valencia se procede a la irrigación
artificial de los campos, conduciendo a ellos el agua de los ríos por medio de
acequias”).
Un repaso a la moda de
la época
Deja
constancia de: la mantilla española, el abanico negro guarnecido de
lentejuelas, pañoletas de colorines…
En
Granada, el traje de fiesta de los hombres es de pana: “¡Caray con la cantidad
de pana que gastaban aquellos campesinos! Llevaban pantalones y chaquetas de
ese material, unos color violeta, otros azul; polainas de cuero ceñían
decorativamente sus pantorrillas; los pantalones, a la altura de las rodillas,
tenían una abertura…”.
SABER MÁS
ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES EN LA OBRA DE ANDERSEN
En su autobiografía cuenta cómo a pesar
de tener tan sólo tres años, recuerda perfectamente la estancia de los
españoles en Fionia en 1808, como aliados de Napoleón, “aquellos hombres
morenos que paseaban armando bulla por las calles”. Uno de ellos le cogió en
brazos y le puso en los labios lo que quizá fuera una medalla de la virgen.
“Bailó conmigo, me besó y lloró”. También vio cómo llevaban a uno de sus
camaradas a la ejecución por haber asesinado a un francés. Impulsado por este
recuerdo, escribirá mucho más tarde su poema El soldado, luego musicado por Schumann. (“¡Qué lejos el lugar!
¡Qué largo el camino!...”).
En 1852, en el relato “Dentro de mil
años”, describe España como “la tierra de donde partió Colón, donde nació
Cortés y donde Calderón escribió dramas de resonantes versos; encantadoras
hembras de ojos negros habitan aún los valles floridos, y los viejos romances
mencionan al Cid y a la Alhambra ”.
En “Una historia de las dunas”, escrito
en 1860, antes de viajar a España, así se la imagina, conforme a la imagen
romántica que tenían los pueblos del norte: “El ambiente es cálido y agradable;
entre los sombríos laureles crecen las flores del granado, de color del fuego.
De las montañas sopla un viento refrescante sobre los patios de naranjos y los
suntuosos salones moros de cúpulas doradas y muros de color. Por las calles
transitan procesiones de niños con velas y estandartes desplegados, y sobre
ellos, altísimo y lleno de luz, se alza el cielo con destellantes estrellas.
Suenan cantos y castañuelas. Mozos y muchachas giran bailando bajo las acacias
en flor, mientras el mendigo se sienta en el mármol esculpido, se refresca con
la jugosa sandía y deja que pase la vida como un sueño…”
Una imagen hecha a medias de Washington
Irving (1783-1859) y del pintor Murillo.
En 1865, tras visitar España, escribe
la obra de teatro “Cuando los españoles estuvieron aquí”, referido a la Guerra de la Independencia de
1808.
UNA EXPOSICIÓN
En 2005, coincidiendo con
el bicentenario del nacimiento del escritor, la Asociación Española
de Amigos del Libro Infantil y Juvenil (www.amigosdelibro.com)
organiza
y diseña la exposición Andersen, un viaje
por España, que ilustra y documenta el viaje de éste por España en 1862.
También edita un catálogo.
UN PREMIO INTERNACIONAL
El premio Hans Christian Andersen, conocido como el Nobel de la Literatura Infantil
y Juvenil, se concede desde 1956 en la categoría “autores” y desde 1966 en la
categoría “ilustradores”. Solo un español, el escritor José María Sánchez
Silva, autor de Marcelino Pan y Vino,
ha obtenido el galardón (en 1968, junto a James Krüss, de Alemania). Los
ganadores reciben una medalla de oro y un diploma que entrega la reina de
Dinamarca.
LA FUNDACIÓN HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Nació en 2005 con el objetivo de
organizar actividades y conseguir fondos para la celebración nacional e
internacional del bicentenario del nacimiento del escritor.
En 2010 otorgó el Premio Internacional Hans Christian Andersen
a la escritora británica J.K. Rowling; en 2011, a la chilena Isabel
Allende y, en 2012, a la argentina Mª Teresa Andruetto.
ALGUNOS LIBROS
-
Viaje por España. H.C. Andersen. Alianza, 2005.
-
El cuento de mi vida. Autobiografía. Ed. De la Torre , 2005
-
La caja de Andersen. Anne Serrano. SM, El barco de vapor,
2001.
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