viernes, 7 de septiembre de 2012

VIAJE POR ESPAÑA, DE ANDERSEN, CUMPLE 150 AÑOS

En 1862, concretamente del 4 de septiembre al 23 de diciembre, Hans Christian Andersen visitó España. Tenía 57 años. “La meta del viaje se extendía ante mí: la hermosa, la aún poco visitada España…el país del verano”. La primera edición danesa del Viaje por España saldría un año después, en 1863.
 
 
En Francia, en Perpiñán, terminaba entonces la vía férrea. Ha de viajar, pues, en diligencia.
 
“Acerca del viaje por este país había oído las descripciones más tremebundas: las diligencias eran cajas de tortura, enormes y pesados omnibuses con sólo una portezuela a un lado; en caso de volcar de ese lado, sería imposible salir, y volcaban siempre. Allí, a los protestantes se nos perseguía como herejes; de continuo andaba uno expuesto al asalto de bandoleros; y en lo tocante a la comida, no había quien la tragase…”.
 
España, “ese país mágico tras los altos Pirineos”
 
“Estoy en el país del sol, mi sangre se ha caldeado y podré prescindir de la estufa todo un invierno en mi casa, allá en el norte…El frío encoge el corazón; el calor lo dilata y libera el pensamiento…”.
 
El 6 de septiembre entran  [iba acompañado por Jonas Collin, de 22 años, hijo de su protector y consejero económico Edward Collin] por La Junquera y almuerzan en Figueras. En Báscara cruzan el caudaloso río Fluviá. Atraviesan Medina y llegan a Gerona. A las diez de la noche, por fin, alcanzan Barcelona. “Nos detuvimos delante de la Fonda del Oriente [hoy, un hotel de tres estrellas, Hotel Oriente, en la Rambla de los Capuchinos, número 61], donde dos habitaciones con sendas camas y balcones a la calle, e incluso la mesa dispuesta para la cena, nos esperaban…La comida fue excelente”. Así termina el primer día de su estancia en España.
 
Barcelona, “el París de España”
 
“Muy de mañana me desperté con música; todo un regimiento de soldados se esparcía Rambla arriba al son de una marcha…A mí me gusta primero ver bien los lugares y luego, desde las alturas, ir reuniendo los puntos conocidos…”.
 
Los temas de conversación con anfitriones y conocidos suelen ser “sobre los lugares dignos de verse en la ciudad, sobre literatura, los toros y la ópera”. Se obvia la política, “así se libra uno de resquemores”. Su tesoro de palabras castellanas lo constituían, al llegar a España, unos 100 vocablos.
En ese momento, la ópera italiana y, en concreto, Verdi, están de moda en los teatros: Rigoletto, la Traviata y Un  ballo in maschera [Un baile de máscaras] se tocan o representan sin cesar. “Aún no hay ópera de Mozart -ni siguiera su inmortal obra maestra, compuesta en honor a un sujeto muy español: Don Juan (Don Giovanni) -que haya venido a este lado de los Pirineos. Martha, de Flotow [Friedrich von Flotow], es la primera revelación alemana en España”.
 
En Málaga
 
El lugar que más le gusta es su cementerio protestante: “Aquí quiero que me entierren en el caso de que muera en España” -escribe en su Diario. “Es un lugar delicioso…Me parece andar por un trozo de paraíso, por el más maravilloso de los jardines”.
Allí ve una corrida de toros: “Me causó una impresión convulsiva e inolvidable”. Se lidiaban 12 toros pero, tras el quinto, no puede aguantar y se va. “Es una diversión popular sangrienta y cruel”.
 
En Granada
 
Paran tres semanas, en la Fonda de la Alameda. El 9 de octubre hace su entrada en la ciudad la reina Isabel II “con su consorte, sus hijos y su séquito. Era la primera vez, desde tiempos de Isabel la Católica que Granada iba a ver a su reina”.
Andersen ve la Alhambra, con su Patio de los Leones, su Sala de Embajadores y el mirador de Lindaraja…Pasea por la Alameda Nueva y por el Generalife. Sin embargo, sus recuerdos de Granada “encierran más amargura que dulzor”. En esta ciudad le desaparece una condecoración (una imitación) a la que tenía gran aprecio, que le había sido impuesta en su país. Además, relata en su diario que “un par de soldados jóvenes y unas damas” se ríen de él: “Me sentí humillado y avergonzado”.
 
Gibraltar
 
Duermen en el Hotel Kings Arms. Y el día dos de noviembre toman un vapor a Tánger. De vuelta a la península, a Cádiz, recoge en su libro: “Hasta entonces, la visita a la costa marroquí había constituido la parte más interesante de nuestro viaje”.
 
En Cádiz
 
Van a parar a la Fonda de París [existe todavía hoy un hotel que se llama Francia y París, de tres estrellas, en la Plaza de San Francisco], “un hotel excelente en todos los sentidos”.
De Cádiz, dirá: “Me sorprendió por su extraordinaria limpieza, sus pintorescos edificios blancos y sus muchas astas de bandera”. En cuanto a los alrededores, comenta: “Los contornos son increíblemente llanos; todo es arenas volantes,  páramos y kilómetros de salinas. La zona no invita a excursiones; el único lugar cercano que nos propusieron como digno de ser visitado fue Jerez de la Frontera para ver sus bodegas y probar la ricura de sus vinos”.
Han pasado ya dos meses desde que comenzara su viaje y aún España no le ha inspirado un solo cuento: “Algún día les contaré a mis pequeños lectores algo sobre las señoritas españolas, sobre las moscas españolas, sobre los pimientos españoles, sobre las varas de castigo españolas y sobre la vegetación española; y aún podría añadir algo sobre la capa española, sobre los aventureros españoles y sobre el vino español”.
 
Sevilla
 
Aquí se hospedan en la Fonda de Londres. Su balcón da a la plaza Nueva. [En la actualidad  en dicha plaza hay un Hotel Inglaterra de cuatro estrellas]. La catedral es la más imponente de todas las de España; es rica en leyendas y romances y en memorias de hombres célebres y, además, “las inigualables pinturas de Murillo hacen de Sevilla una de las más interesantes ciudades de Europa”. Su opinión sobre Murillo se reafirma al ver más cuadros suyos en el Museo del Prado de Madrid, donde también descubre a Velázquez: “En mi opinión, Murillo brilla por encima de Rafael, de Tiziano y de todos ellos”.
 
A Madrid por Santa Cruz de Mudela
 
“El trecho más largo de la línea de ferrocarril de Córdoba a Madrid, aún no está completo; hay que tomar la diligencia y aguantar unas veintitrés horas dentro de ese carromato para llegar a Santa Cruz de Mudela, desde donde hay vía de tren hasta Madrid”.
De las montañas de Sierra Morena, comenta: “Por un paisaje natural tan maravilloso no se debería viajar en diligencia, sino a caballo, como antiguamente, para contemplar bien esas montañas no solo a la luz del día, sino también en la noche de luna”.
 
Madrid
 
En Madrid, se aloja en la Fonda del Oriente, cerca de la Puerta del Sol. En dicha ciudad, tiene la oportunidad de conocer personalmente a algunos eruditos y literatos de la villa como el duque de Rivas, Hartzenbusch, don Sinibaldo de Mas y Rafael García Santesteban, autor de varias zarzuelas.
Andersen quería haberse quedado hasta entrado el Año Nuevo, pero “el clima de Madrid es inaguantable: nieve, lluvia y ventisca…no teníamos chimenea en nuestro hotel y el viento se infiltraba hasta el último nervio de la cabeza, garganta y pecho” y, tras una visita rápida a Toledo, decide, “si en Burgos las condiciones no eran mejores” ( por supuesto, no lo serán ya que Burgos junto a Soria y Vitoria suelen tener las temperaturas más frías), trasladarse al sur de Francia en busca de un clima más suave y agradable.
Al menos en dos ocasiones llega a preguntarse: “¿Estoy realmente en España, en un país cálido?”.
 
Burgos
 
En la Fonda de la Rafaela casi mueren “atufados” debido al brasero que les llevan y, además, las criadas son unas “desvergonzadas”: “Si de repente se hubiesen lanzado a bailar el cancán, no nos hubiese extrañado nada”-concluye.
Vitoria
 
Así que, sin haber podido ver el Monasterio de Cardeña, salen para Vitoria en tren, “nieve y más nieve”.  San Sebastián le sorprende agradablemente: “Nadie nos había mencionado esta ciudad de modo especial, ni se nos había dicho que mereciese la pena de una visita larga, la cual sin duda merece”. Al llegar a Irún,  “el último pueblo español de la ruta”, encuentran los jardines en plena flor. En Bayona les sirven jamón, “manjar de dioses nórdicos”. Y concluye su Viaje por España con la frase: “La vida es el más maravilloso de los cuentos”.
 
Los miriñaques, vistos con humor
 
(En la diligencia) “a mí me tocó un compartimiento con una madre y una hija, ambas españolas, dentro de unos increíblemente abultados miriñaques. Si fuesen a Skagen, solamente la madre ocultaría toda la parte norte del cabo. Me daba la sensación de estar sentado sobre el borde de un globo que estuvieran inflando…”. Y se explaya un poco más adelante: …”es como si llevasen un paraguas abierto en torno a la cintura de avispa, algo que nada tiene que ver con la naturaleza ni con Nuestro Señor…Dentro de mil años, ese nombre sólo aparecerá escrito en los libros antiguos, y si alguien los lee y ve las ilustraciones, exclamará horrorizado: ¡Dios santo, vaya traje más ridículo!…”.
 
Sorpresas
 
En su libro, detalla varias costumbres y prácticas que le llaman la atención: “Registrar el equipaje en cada estación donde paraba el tren se sigue aún en España”.También en los puertos hay que acostumbrarse a que se haga la inspección sanitaria a bordo antes de desembarcar.
La no existencia de guías ni horarios de trenes. “El ferrocarril es aún algo tan nuevo en España que, incluso en las ciudades grandes, si se encuentran muy apartadas de la línea del tren, no hay manera de conseguir información. La guía impresa El indicador de los caminos de hierro, donde todos los trenes y estaciones están detalladamente registrados, es imposible obtenerla fuera de Madrid”. 
 
Catástrofes naturales y  fenómenos antropogénicos
 
Conoce la sequía en Málaga, “no había caído gota de lluvia en cinco meses”, inundaciones en Barcelona (“rápidamente quedaron inundados los raíles, la carretera quedó totalmente socavada, las cercas reventadas, árboles y áloes arrancados de cuajo por el ímpetu del aluvión, que irrumpió por la puerta de la ciudad, rugiendo como presa de molino”) , y la sobreexplotación del río en Levante (“en el cauce del río no había ni gota de agua, porque resulta que ahora sangran al río, como dicen los paisanos. Igual que en Valencia se procede a la irrigación artificial de los campos, conduciendo a ellos el agua de los ríos por medio de acequias”).
 
Un repaso a la moda de la época
 
Deja constancia de: la mantilla española, el abanico negro guarnecido de lentejuelas, pañoletas de colorines…
En Granada, el traje de fiesta de los hombres es de pana: “¡Caray con la cantidad de pana que gastaban aquellos campesinos! Llevaban pantalones y chaquetas de ese material, unos color violeta, otros azul; polainas de cuero ceñían decorativamente sus pantorrillas; los pantalones, a la altura de las rodillas, tenían una abertura…”.
 
SABER MÁS
 
ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES EN LA OBRA DE ANDERSEN
 
En su autobiografía cuenta cómo a pesar de tener tan sólo tres años, recuerda perfectamente la estancia de los españoles en Fionia en 1808, como aliados de Napoleón, “aquellos hombres morenos que paseaban armando bulla por las calles”. Uno de ellos le cogió en brazos y le puso en los labios lo que quizá fuera una medalla de la virgen. “Bailó conmigo, me besó y lloró”. También vio cómo llevaban a uno de sus camaradas a la ejecución por haber asesinado a un francés. Impulsado por este recuerdo, escribirá mucho más tarde su poema El soldado, luego musicado por Schumann. (“¡Qué lejos el lugar! ¡Qué largo el camino!...”).
 
En 1852, en el relato “Dentro de mil años”, describe España como “la tierra de donde partió Colón, donde nació Cortés y donde Calderón escribió dramas de resonantes versos; encantadoras hembras de ojos negros habitan aún los valles floridos, y los viejos romances mencionan al Cid y a la Alhambra”.
 
En “Una historia de las dunas”, escrito en 1860, antes de viajar a España, así se la imagina, conforme a la imagen romántica que tenían los pueblos del norte: “El ambiente es cálido y agradable; entre los sombríos laureles crecen las flores del granado, de color del fuego. De las montañas sopla un viento refrescante sobre los patios de naranjos y los suntuosos salones moros de cúpulas doradas y muros de color. Por las calles transitan procesiones de niños con velas y estandartes desplegados, y sobre ellos, altísimo y lleno de luz, se alza el cielo con destellantes estrellas. Suenan cantos y castañuelas. Mozos y muchachas giran bailando bajo las acacias en flor, mientras el mendigo se sienta en el mármol esculpido, se refresca con la jugosa sandía y deja que pase la vida como un sueño…”
Una imagen hecha a medias de Washington Irving (1783-1859) y del pintor Murillo.
 
En 1865, tras visitar España, escribe la obra de teatro “Cuando los españoles estuvieron aquí”, referido a la Guerra de la Independencia de 1808.
 
UNA EXPOSICIÓN
 
En 2005, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento del escritor, la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil (www.amigosdelibro.com)  organiza y diseña la exposición Andersen, un viaje por España, que ilustra y documenta el viaje de éste por España en 1862. También edita un catálogo.
 
UN PREMIO INTERNACIONAL
 
El premio Hans Christian Andersen, conocido como el Nobel de la Literatura Infantil y Juvenil, se concede desde 1956 en la categoría “autores” y desde 1966 en la categoría “ilustradores”. Solo un español, el escritor José María Sánchez Silva, autor de Marcelino Pan y Vino, ha obtenido el galardón (en 1968, junto a James Krüss, de Alemania). Los ganadores reciben una medalla de oro y un diploma que entrega la reina de Dinamarca.
 
LA FUNDACIÓN HANS CHRISTIAN ANDERSEN
 
Nació en 2005 con el objetivo de organizar actividades y conseguir fondos para la celebración nacional e internacional del bicentenario del nacimiento del escritor.
En 2010 otorgó el  Premio Internacional Hans Christian Andersen a la escritora británica J.K. Rowling; en 2011, a la chilena Isabel Allende y, en 2012, a la argentina Mª Teresa Andruetto.
 
ALGUNOS LIBROS
 
 
-       Viaje por España. H.C. Andersen. Alianza, 2005.
-       El cuento de mi vida. Autobiografía.  Ed. De la Torre, 2005
-       La caja de Andersen. Anne Serrano. SM, El barco de vapor, 2001.
 

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