Nacido en Berlín en 1892, Walter Benjamin tenía 8 años en
estas estampas de infancia.
“En 1932, estando en el
extranjero [en Ibiza], comencé a vislumbrar claramente que pronto tendría que
despedirme durante un tiempo, tal vez duradero, de la ciudad donde nací…”. En
pleno ascenso nazi, él era judío, y de izquierdas… Alguien que “no consigue
habitar ya en ninguna parte”.
Como en el exilio las imágenes que despiertan con más fuerza la nostalgia
del hogar son las de la infancia, él decide “captar las imágenes en las que la experiencia de la gran ciudad se deposita en un
niño de clase burguesa” -explica en el prólogo.
Se compone de “pequeños fragmentos”, “una forma a la que me veo
continuamente conducido, primero, por el carácter precario de mi producción,
puesta en peligro por las circunstancias materiales, y segundo, por la
consideración de su posible utilización comercial” -le escribe a su amigo
Gershom Scholem.
Las
imágenes de mi niñez en la gran ciudad
Son 30 textos breves (apenas 130 páginas) dedicadas a su único hijo, Stefan Rafael (1918-1972), con Dora Pollak.
Debajo de la dedicatoria,
una frase: “Oh, columna de la Victoria, dorada en el horno con el azúcar
invernal de los días de infancia”, que explica en el relato La
columna de la Victoria: “Figuraba en la vasta plaza [de Königsplatz]…”.
Él se recuerda en 1902, junto a su institutriz, el día que el presidente Krüger
recorre el bulevar hacia la columna. El deambulatorio en la base de la columna
le recuerda las imágenes del Infierno
de Dante, que le atemorizan. Recuerda
que algunos días “había gente en lo alto”. Personas que él recorta para
poner en las construcciones que hace con el juego de Anker [un juego de
construcción]…
El relato que inicia la
serie se titula Logias. No se refiere
a las asambleas masónicas, sino a las galerías techadas y abiertas formadas por
columnas (“Es en ellas donde Berlín…comienza…”). Él lo aplica a los patios
interiores del oeste berlinés. “…En el patio todo se me antojaba una señal.
Cuántos mensajes habitaban en el tableteo de las verdes venecianas al subirse…,
el estrépito de las persianas que caían retumbantes a la hora del crepúsculo…”.
“Lo que más a menudo ocupaba mi atención era un agujero en el pavimento donde
se alzaba el árbol [una palmera], alrededor del cual se encastraba un grueso
anillo de hierro…Unas cuerdas de tender la ropa corrían de pared a pared…Nos
servían de asientos en la logia unos muebles de jardín hechos de hierro y que
parecían trenzados con ramas o recubiertos de caña…”.
Volver
a Berlín desde el recuerdo y la memoria
Es en Ibiza, en la primavera
de 1932, donde se sitúa la escritura de estas semblanzas. Actividades como la
caza de mariposas o la asistencia a cosmoramas, los veraneos en Potsdam (a 20
kilómetros de Berlín) o las sombras chinescas sobre la pared cuando estaba
enfermo…
El recorrido por el pabellón
del mercado (Markthalle), las visitas al jardín zoológico o a la isla de los
Pavos Reales, su colección de postales (que alimentaba su abuela materna: desde
Madonna di Campligio o Bríndisi, Westerland o Atenas).
También recuerda su deseo de
“poder dormir a pierna suelta” cada vez que
volvía a la escuela, pero que llevaba como contrapartida “la esperanza
vana de encontrar un empleo” y ganarse la vida…
SABER
MÁS
https://elpais.com/babelia/2022-02-16/walter-benjamin-apenas-llegue-la-muerte.html. Walter Benjamin: Apenas llegue la muerte.
https://wsimag.com/es/cultura/67102-los-dias-de-walter-benjamin-en-ibiza. Los días de Walter Benjamin en Ibiza, en 1932 (abril) y 1933 (verano).
LEER MÁS
Benjamin,
W. (2008). Cartas de la
época de Ibiza. Valencia: Pre-Textos.
Valero,
V. (2017). Experiencia y pobreza: Walter Benjamin en Ibiza. Cáceres:
Periférica.
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