Manuel
Llano, nacido en Sopeña en 1898, sarruján en su infancia, lazarillo de su padre
ciego, mancebo de botica, corrector de pruebas, empezó a escribir hacia 1920 en
los principales periódicos de la vida santanderina. Recopilador del folklore
montañés, allí vieron la luz muchas de sus estampas, cuadros y esbozos, así
como las críticas y noticias a medida que iba publicando sus obras.
Manuel
Llano, "Nel", se ocupa de los niños en muchos de sus escritos:
algunos, son relatos de experiencias y recuerdos infantiles ("Rabel",
"Cuando fui lazarillo"); otros, narran cuentos y leyendas en un
intento de recuperar y conservar tradiciones orales en vías de extinción; y en
muchos aboga por un mejoramiento de la infancia desvalida, denunciando esa
literatura "¡nada más que literatura!, del niño trapero, del niño mendigo,
del niño abandonado".
A la
lectura y a la literatura infantil dedica íntegramente dos artículos: uno,
publicado en "El Pueblo Cántabro", en enero de 1925, en que se hace
eco de un folleto presentado por Alberto López Argüello en el Congreso de
Pediatría de San Sebastián. El otro, aparece en "El Cantábrico" en noviembre
de 1936, y termina diciendo: "Mi pluma, amigo Urano Macho, está al
servicio de los niños".
LA LITERATURA INFANTIL EN EL
PRIMER TERCIO DE SIGLO XX
En el
primer artículo, de 1925, asume las afirmaciones de López Argüello en el
sentido de que carecemos de nombres que poner al lado de los Perrault,
Andersen, Grimm... y añade que en Cantabria falta un experto que recoja
"los deliciosos cuentos infantiles de nuestra tierra".
En el de
1936 (ya había estallado la Guerra Civil, con lo que supuso para Llano de
enfrentarlo a horrores inconcebibles para su espíritu tolerante), se pronuncia
por una literatura infantil que aporte conceptos ejemplares de humanidad, que
sea sincera; ni gazmoña ni ramplona o siempre a vueltas con el premio y el
castigo; una literatura con un humor ingenioso que se ría de todo lo falso y lo
afectado; de todo lo que signifique, en definitiva, miedo al mundo y a la vida.
Esta
preocupación por el desarrollo de la lectura, porque se potencie y se difunda,
es el tema también de "Carta a un niño", publicado en 1935, donde con
su característica generosidad, le responde: "Tú pides lo que te falta
(libros) y yo debo dártelo porque lo tengo. Si no lo tuviera, tendría que
buscarlo; tendría que pedírselo a otras personas que lo tienen...".
Es lo que
hace en un artículo anterior titulado "Unas horas con los boy-scouts
santanderinos", donde, sin ningún reparo, pregunta en alta voz y se
pregunta "si no habrá en Santander un señor espléndido que regale a estos
muchachos la colección de Verne y Salgari".
LECTURAS DE MUCHACHO
Sobre las
lecturas de chaval de Llano, es posible rastrear alguno de sus escritores
favoritos en su obra "La Braña" donde aparecen citados Madame de
Genlis y sus "Veladas de la quinta", Nesbit y sus cuentos, -que
siguen reeditándose en nuestros días-, y el autor de "Las tardes de la
granja", también conocida como "Lecciones del padre" [F.G.
Ducray Duminil].
De ellas
dice Llano que eran sus "devocionarios", maravillosas en su criterio
adolescente. Y narra igualmente su dolor al verlas destrozadas por el hijo del
boticario, "el hijo del señor", en una experiencia temprana de
aprendizaje de quiénes son los poderosos en una comunidad. Dolor por ver
desbaratado en un momento el esfuerzo de su padre y la privación de tantas
pequeñas cosas para comprárselos.
Así sigue
desgranado en cientos de páginas los juegos de niño, los cantares, los sueños,
la escuela, y su encuentro con las jerarquías sociales y la injusticia. Todo
ello sin indignación, sin ira, con esa tristeza mansa con que Llano cuenta los
hechos más terribles.
Para los
niños dejará cientos de leyendas que pululan entre recopilaciones y números de
revistas como "La Montaña", publicada en La Habana, o
"Cantabria", editada en Buenos Aires. Títulos como "El primer
árbol del mundo" o "El duende
de los extravíos", que debieran ser recuperados por alguna editorial de
ámbito nacional para que salieran de un circuito tan restringido.
EL DESEO DE MARÍA LÁZARO, SU
VIUDA
En 1988,
cuando se cumplía el cincuentenario de su muerte, su viuda, María Lázaro, solo
tenía un deseo: "que sus obras fueran leídas por la gente, que estuvieran en la calle y
que se le pudiera conocer por lo que escribió". Se
han hecho esfuerzos, pero aún hoy, más de cien años después de su natalicio, no
ha obtenido el reconocimiento que se merece. El último, a escala nacional, fue
la reedición, en 1992, de su Retablo
infantil por la editorial Anaya, pero sus artículos, por ejemplo, siguen
desperdigados por multitud de periódicos y revistas, también de fuera de España.
En mayo de
1998 se constituyó la Comisión del Centenario de Manuel Llano con los objetivos
de fomentar estudios y programar actividades para la promoción y difusión de la
obra del escritor.
Desde
entonces para acá, grupos, instituciones y particulares han pensado en diversas
formas para rendirle homenaje, desde dar su nombre a plazas, colegios o
parques, a teatro, conferencias y reediciones. En 2007, por ejemplo, Cantabria
Tradicional editó el libro-CD Manuel
Llano, un legado de leyenda, con cuentos del autor ilustrados y dramatizados
por Patricia Prida y Alberto Sebastián, y prólogo de Julio Sanz Saiz.
Este año, 2013,
75 aniversario de su muerte, se le dedica el Día de las Letras de Cantabria.
MI ENCUENTRO CON MANUEL LLANO
Fue siendo
adolescente. Mi padre compró un día las obras completas, editadas por la
Fundación Botín, y yo forré los dos tomos como suelo hacer con los libros que
me gustan mucho.
Al ir
leyendo las narraciones, iba apuntando en una hojita lo que me sugerían,
copiando algunos romances y poniendo un asterisco a los que más me gustaban.
También anotaba palabras montañesas para buscarlas luego en el glosario que
venía detrás de la novela "El sol de los muertos".
Muchos años
después, en esos papelucos, hoy amarillentos, leo: "poeta lleno de
ternura", "compasivo", "preocupaciones sociales",
"socarreña", "cambera", "escanillo"...Entre los
relatos preferidos, entonces marqué: "Recuerdos", "Campesinos en
la ciudad", y todos los que hacían referencia a mitos y leyendas: el
Roblón, el Musgoso, el Trenti, El Arquetu...
Sin
embargo, uno de los párrafos que más me impresionó y que nunca he olvidado,
fueron las palabras de Federico Rückert, recogidas por Llano al principio de
una de sus estampas. Decían así: "Oíd que rápida solución halló Poro, rey
de los persas: "Donde un pobre muera de hambre dentro de nuestros muros,
tomaré por cada pobre un rico. Y en la prisión también él morirá de
hambre". Nadie murió de hambre en aquel país. Y los ricos no tuvieron que
pasar hambre con los pobres, sino repartir algo de su abundancia". Quizá
fuera que me pareció entonces una solución tan sencilla y que exigía tan
poco...
Hoy, en
2013, en mitad de una crisis que parece no tener fin, los ejemplos y las buenas
noticias/ideas se cuelan, de cuando en cuando, en los medios. Parece que cada
vez haya más gente dispuesta a prescindir de "un poco" de lo suyo en
favor de los más desfavorecidos. Llano siempre decía "Hay que tornar a la
verdad, a la sencillez, a la belleza, al manantial". En nuestros días, otros han dicho: "Si
el mundo tiene futuro, éste ha de ser ascético". Quizá otro mundo sea
posible…
Mi búsqueda y fascinación por la tradición rural cántabra me ha llevado a toparme con esta maravillosa y relativamente antigua entrada. Incluso en el lejano Chile hay quienes buscan ahondar en esta cultura a la vez distante y no poco cercana al folklore de mi país. Espero algún día conseguir algún libro de Manuel Llano, hace tiempo olvidado en el cono sur, si es que fue conocido alguna vez. Gracias pir este post y el fragmento adjunto sobre el duendecillo. Es un tesoro.
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