lunes, 18 de febrero de 2013

MANUEL LLANO Y LA LITERATURA INFANTIL EN CANTABRIA

Manuel Llano, nacido en Sopeña en 1898, sarruján en su infancia, lazarillo de su padre ciego, mancebo de botica, corrector de pruebas, empezó a escribir hacia 1920 en los principales periódicos de la vida santanderina. Recopilador del folklore montañés, allí vieron la luz muchas de sus estampas, cuadros y esbozos, así como las críticas y noticias a medida que iba publicando sus obras.

Manuel Llano, "Nel", se ocupa de los niños en muchos de sus escritos: algunos, son relatos de experiencias y recuerdos infantiles ("Rabel", "Cuando fui lazarillo"); otros, narran cuentos y leyendas en un intento de recuperar y conservar tradiciones orales en vías de extinción; y en muchos aboga por un mejoramiento de la infancia desvalida, denunciando esa literatura "¡nada más que literatura!, del niño trapero, del niño mendigo, del niño abandonado".

A la lectura y a la literatura infantil dedica íntegramente dos artículos: uno, publicado en "El Pueblo Cántabro", en enero de 1925, en que se hace eco de un folleto presentado por Alberto López Argüello en el Congreso de Pediatría de San Sebastián. El otro, aparece en "El Cantábrico" en noviembre de 1936, y termina diciendo: "Mi pluma, amigo Urano Macho, está al servicio de los niños".

LA LITERATURA INFANTIL EN EL PRIMER TERCIO DE SIGLO XX

En el primer artículo, de 1925, asume las afirmaciones de López Argüello en el sentido de que carecemos de nombres que poner al lado de los Perrault, Andersen, Grimm... y añade que en Cantabria falta un experto que recoja "los deliciosos cuentos infantiles de nuestra tierra".

En el de 1936 (ya había estallado la Guerra Civil, con lo que supuso para Llano de enfrentarlo a horrores inconcebibles para su espíritu tolerante), se pronuncia por una literatura infantil que aporte conceptos ejemplares de humanidad, que sea sincera; ni gazmoña ni ramplona o siempre a vueltas con el premio y el castigo; una literatura con un humor ingenioso que se ría de todo lo falso y lo afectado; de todo lo que signifique, en definitiva, miedo al mundo y a la vida.

Esta preocupación por el desarrollo de la lectura, porque se potencie y se difunda, es el tema también de "Carta a un niño", publicado en 1935, donde con su característica generosidad, le responde: "Tú pides lo que te falta (libros) y yo debo dártelo porque lo tengo. Si no lo tuviera, tendría que buscarlo; tendría que pedírselo a otras personas que lo tienen...".

Es lo que hace en un artículo anterior titulado "Unas horas con los boy-scouts santanderinos", donde, sin ningún reparo, pregunta en alta voz y se pregunta "si no habrá en Santander un señor espléndido que regale a estos muchachos la colección de Verne y Salgari".

LECTURAS DE MUCHACHO

Sobre las lecturas de chaval de Llano, es posible rastrear alguno de sus escritores favoritos en su obra "La Braña" donde aparecen citados Madame de Genlis y sus "Veladas de la quinta", Nesbit y sus cuentos, -que siguen reeditándose en nuestros días-, y el autor de "Las tardes de la granja", también conocida como "Lecciones del padre" [F.G. Ducray Duminil]. 

De ellas dice Llano que eran sus "devocionarios", maravillosas en su criterio adolescente. Y narra igualmente su dolor al verlas destrozadas por el hijo del boticario, "el hijo del señor", en una experiencia temprana de aprendizaje de quiénes son los poderosos en una comunidad. Dolor por ver desbaratado en un momento el esfuerzo de su padre y la privación de tantas pequeñas cosas para comprárselos.

Así sigue desgranado en cientos de páginas los juegos de niño, los cantares, los sueños, la escuela, y su encuentro con las jerarquías sociales y la injusticia. Todo ello sin indignación, sin ira, con esa tristeza mansa con que Llano cuenta los hechos más terribles.

Para los niños dejará cientos de leyendas que pululan entre recopilaciones y números de revistas como "La Montaña", publicada en La Habana, o "Cantabria", editada en Buenos Aires. Títulos como "El primer árbol del mundo"  o "El duende de los extravíos", que debieran ser recuperados por alguna editorial de ámbito nacional para que salieran de un circuito tan restringido.


EL DESEO DE MARÍA LÁZARO, SU VIUDA

En 1988, cuando se cumplía el cincuentenario de su muerte, su viuda, María Lázaro, solo tenía un deseo: "que sus obras fueran leídas por la gente, que estuvieran en la calle y que se le pudiera conocer por lo que escribió". Se han hecho esfuerzos, pero aún hoy, más de cien años después de su natalicio, no ha obtenido el reconocimiento que se merece. El último, a escala nacional, fue la reedición, en 1992, de su Retablo infantil por la editorial Anaya, pero sus artículos, por ejemplo, siguen desperdigados por multitud de periódicos y revistas, también de fuera de España.

En mayo de 1998 se constituyó la Comisión del Centenario de Manuel Llano con los objetivos de fomentar estudios y programar actividades para la promoción y difusión de la obra del escritor.

Desde entonces para acá, grupos, instituciones y particulares han pensado en diversas formas para rendirle homenaje, desde dar su nombre a plazas, colegios o parques, a teatro, conferencias y reediciones. En 2007, por ejemplo, Cantabria Tradicional editó el libro-CD Manuel Llano, un legado de leyenda, con cuentos del autor ilustrados y dramatizados por Patricia Prida y Alberto Sebastián, y prólogo de Julio Sanz Saiz.


Este año, 2013, 75 aniversario de su muerte, se le dedica el Día de las Letras de Cantabria.

MI ENCUENTRO CON MANUEL LLANO

Fue siendo adolescente. Mi padre compró un día las obras completas, editadas por la Fundación Botín, y yo forré los dos tomos como suelo hacer con los libros que me gustan mucho.


Al ir leyendo las narraciones, iba apuntando en una hojita lo que me sugerían, copiando algunos romances y poniendo un asterisco a los que más me gustaban. También anotaba palabras montañesas para buscarlas luego en el glosario que venía detrás de la novela "El sol de los muertos".

Muchos años después, en esos papelucos, hoy amarillentos, leo: "poeta lleno de ternura", "compasivo", "preocupaciones sociales", "socarreña", "cambera", "escanillo"...Entre los relatos preferidos, entonces marqué: "Recuerdos", "Campesinos en la ciudad", y todos los que hacían referencia a mitos y leyendas: el Roblón, el Musgoso, el Trenti, El Arquetu...

Sin embargo, uno de los párrafos que más me impresionó y que nunca he olvidado, fueron las palabras de Federico Rückert, recogidas por Llano al principio de una de sus estampas. Decían así: "Oíd que rápida solución halló Poro, rey de los persas: "Donde un pobre muera de hambre dentro de nuestros muros, tomaré por cada pobre un rico. Y en la prisión también él morirá de hambre". Nadie murió de hambre en aquel país. Y los ricos no tuvieron que pasar hambre con los pobres, sino repartir algo de su abundancia". Quizá fuera que me pareció entonces una solución tan sencilla y que exigía tan poco... 

Hoy, en 2013, en mitad de una crisis que parece no tener fin, los ejemplos y las buenas noticias/ideas se cuelan, de cuando en cuando, en los medios. Parece que cada vez haya más gente dispuesta a prescindir de "un poco" de lo suyo en favor de los más desfavorecidos. Llano siempre decía "Hay que tornar a la verdad, a la sencillez, a la belleza, al manantial".  En nuestros días, otros han dicho: "Si el mundo tiene futuro, éste ha de ser ascético". Quizá otro mundo sea posible…


1 comentario:

  1. Mi búsqueda y fascinación por la tradición rural cántabra me ha llevado a toparme con esta maravillosa y relativamente antigua entrada. Incluso en el lejano Chile hay quienes buscan ahondar en esta cultura a la vez distante y no poco cercana al folklore de mi país. Espero algún día conseguir algún libro de Manuel Llano, hace tiempo olvidado en el cono sur, si es que fue conocido alguna vez. Gracias pir este post y el fragmento adjunto sobre el duendecillo. Es un tesoro.

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