Coincidiendo con el 50
aniversario de la muerte de Karen Blixen (nació un 17 de abril de hace 128
años), Nórdica libros edita una selección de las cartas escritas por la autora
desde 1931 (a su vuelta a la casa materna en Rungstedlund, Dinamarca) hasta su
muerte, en 1962.
“Mi
corazón yace enterrado en Ngong Hills”. “Siempre estoy pensando en África”
En junio de 1931, justo antes
de regresar a Dinamarca, le escribe a su
amigo Gustav Mohr, “casi mi único corresponsal del mundo al que realmente
pertenezco”: “Si muriese en este país…que me entierren en Ngong Hills. No
quiero lápida sobre mi tumba…Si quieren una inscripción, pueden poner “Por la
gracia de Dios”; si no, solamente TANIA BLIXEN”.
Un año después, ya en
Dinamarca, le comunica que le gustaría
tener una postal del Karen Coffee Estate,
su plantación de café en Kenia, “tal como era cuando yo estaba allí”.
“Lo que más me gustaría es
poder volver a África…escribir la historia de los masais -haciendo un safari de
tres años por su reserva-, o una escuela”.
Se reafirma en esta idea en
una carta posterior: “Estoy siempre pensando en regresar a Kenia…Me gustaría
mucho tener un hospital infantil en la reserva…en realidad, si quiero regresar
es para escribir allí un libro: entonaré el canto del cisne del mundo nativo”.
17
años en África, “mi verdadero lugar en el mundo”
En enero de 1933, le confía
a Dorothy Canfield Fisher: “Quiero escribir sobre África Oriental donde,
durante diecisiete años, tuve lo que siempre consideraré mi auténtica vida”.
Pero aún es demasiado
pronto; necesita poner un poco de distancia. Y tampoco cree que el tema sea apropiado para un primer libro.
A ella le envía sus primeros cuentos: Los caminos de los alrededores de Pisa (Las
carretas de Pisa), El viejo caballero
(El anciano), El mono y La inundación de Norderney, y le
especifica que no quiere que el libro se publique con su verdadero nombre. “No
deseo en absoluto que la gente sepa que he sido yo quien lo ha escrito”. Acerca
del título, dice: “He pensado llamarlo Siete
(u ocho, como sea el caso finalmente) cuentos
góticos”.
El 22 de septiembre de 1936
va a Skagen a terminar su libro Memorias
de África (Out of Africa). Se alojará en el Hotel Brondums y en otro cercano hasta el 26 de febrero de
1937. En abril había comunicado al Sr. Haas, su editor americano: “Estoy
escribiendo mi libro africano, pero va muy despacio…dentro de quince días le
enviaré el segundo capítulo”. Desde Skagen le hace llegar el capítulo Un accidente de caza en la granja, “un
poco cambiado”. Le ruega le devuelva la versión anterior para evitar
confusiones. También ha reescrito algunos pasajes de “Kamante y Lulú” [el
primer capítulo].
Es -según Dinesen- un libro
sin argot ni jerga, con pocos diálogos. En Dinamarca, el título del libro será La granja africana. Pero su editor en
Inglaterra decide cambiar el nombre porque se parece mucho al de la novela de
la sudafricana Olive Schreiner, publicada
en 1883, Historia
de una granja africana. (Ver entrada en el blog). Al enviarle las pruebas a
su colega americano, se sincera: “Creo que es, con mucho, el libro más
importante que he editado, y creo que llegará a ocupar un lugar duradero en la
gran literatura mundial”.
Primavera
y verano en Rungsted, Dinamarca
Cada noche, en su hogar de Rungstedlund, Karen tenía un ritual: primero, salía a la
escalinata de la casa y miraba hacia el sur, hacia África. Luego contemplaba la
fotografía de Denys Finch Hatton sobre su escritorio. Este, en su escudo
familiar, ostentaba la divisa: “Responderé”. “A mis ojos, un buen lema para un
aristócrata…Incluye una decisión: mantendré
lo que haya prometido y, al mismo tiempo, expresa un talento o un don: se sabe responder”.
Desde el hogar familiar, describe
a parientes y amigos los cambios en la naturaleza circundante:
“Los estorninos cantan
delante de mi ventana, las flores inundan el jardín…”- escribe a tía Lidda en
abril.
“Aquí está todo con una
belleza indescriptible: ha florecido ya el saúco y ahora están floreciendo los
tilos”- le cuenta a su hermana Elle en julio de 1939.
“Todo parece florecer alrededor de mi vieja
casa: rosas, lilas, castaños y espinos”- escribe en 1954.
“Tengo una enfermedad en el
huerto, una especie de hongo; así que todo – guisantes, judías, tomates y
plantas de verano- se ha marchitado hasta la raíz. Es como cuando pasaban las
olas de langosta por Ngong”.
Cómo
se ve a sí misma
En varias de sus cartas, se
define a sí misma y da algunas pistas sobre su persona:
“Simpática, no lo seré
nunca”. “Creo que es una teoría generalizada que soy difícil de entender”. Hay
quien la tilda de “tough”, dura, insensible; de vivir en una torre de marfil. “No
soy socialdemócrata (o demócrata -matiza luego. “Hay muchas cosas que me son
contrarias, a las que temo”), y el radicalismo me es muy lejano”. “Toda mi vida
he deseado ser militar”. “Yo no soy una esteta”. Hace suyas las palabras de
Nietzsche: “Soy uno que bendice y que dice sí”.
“Empecé a escribir bastante
tarde…Siempre seguiré siendo una escritora aficionada. Si hubiera podido
conservar mi granja, nunca hubiera escrito”.
De niña, había leído las
sagas nórdicas (“Cuánta verdad y cuánta sabiduría hay en las antiguas
mitologías”). Y pasado temporadas en Jutlandia, lugar de nacimiento de sus
padres. “He leído poca filosofía”- confiesa.
“Fui educada por los
unitarios y en mi vida he recibido fortísimas impresiones de fe religiosa entre
los musulmanes”. De hecho, ella, en su granja de África, impartía justicia con
el Minhaj et Talibin.
Piensa que jugar, lo lúdico, es un arte y echa de menos el
“fun” inglés o las bromas suecas, que no suelen ser entendidas por sus
correligionarios daneses.
“Siempre me he sentido más a
gusto entre deportistas, granjeros, marinos o auténticos haraganes, que entre
las gentes de la literatura”- le confiesa en 1949 a Huntington, su editor.
Su
estado de salud
En muchas de sus misivas,
hay referencias a su estado de salud, que fue siempre calamitoso.
Casada en 1914 con su primo
Bror, en 1915 vuelve a Dinamarca por primera vez a tratarse de una enfermedad
venérea. (Su padre, militar, se había suicidado cuando Karen tenía diez años al
no poder aguantar la presión de padecer sífilis).
Las investigaciones médicas actuales
apuntan a un envenenamiento lento de la
escritora con las tabletas de mercurio usadas entonces para tratar la sífilis.
En 1939, comunica: “Estoy
pensando en ingresar en el Diakonisse-stiftelsen - el único hospital de
Copenhague en el que no he estado ingresada…”.
Se someterá a los
tratamientos más inverosímiles: “un método nuevo, desarrollado en
América…calentar la sangre a una temperatura superior a los 40 º C…te metes en
una caja y calientan el aire de dentro hasta los ochenta grados…”.
En 1945, al finalizar la
guerra, comunica a su editor en Inglaterra: “He estado enferma y he pasado
mucho tiempo en una clínica durante estos años”.
Una úlcera duodenal…que se
transforma en una afección de la espina
dorsal que debe operarse…En 1956 se somete a una operación de úlcera gástrica
que le hará casi imposible ingerir alimentos sólidos.
En 1958, le cuenta a su
amiga Ingrid de los años de África: “No consigo hacer que mi peso supere los 35
kilos y sufro una especie de parálisis en las piernas…”.
Su
forma de escribir
Se pelea con sus relatos:
“Muchas cosas las he reescrito más de cincuenta veces”, “Siempre estoy haciendo
nuevos añadidos breves”. Parece que sus historias son “demasiado largas” y con
“insuficiente interés narrativo” (falla el argumento)- según le comunican
algunos editores y piensa también ella misma. En su manera de narrar, se pierde
por vericuetos -unos paréntesis dentro de otros- como El libro de las bestias, de Ramón Llull.
“Toparme con sucesos y
personas inusuales es algo que siempre se me ha dado bien”- confiesa en 1939,
cuando trata de vender la idea de ir a La Meca en peregrinación con dos de sus
criados y aprovechar entretanto para escribir un “documento humano” sobre la
visita.
Como García Márquez o Isabel
Allende, transforma sus propias experiencias en historias.
“Mis relatos de juventud -tanto
Los solitarios como La familia
Cats los escribí en 1905- aunque no aparecieron hasta más tarde”.
“No tengo ambición de
escribir, pero sí, desde luego, ambición de escribir bien lo que escribo”.
Sobre
sus relatos y novelas futuras
En varias de sus cartas se
refiere a algunos de sus cuentos y personajes:
“Yo no tenía a mano el libro
de Zola [Roma] cuando escribí, en
África, Los caminos de los alrededores de Pisa, pero guardaba la
historia en mi memoria”-explica en 1950 al profesor Brix, un crítico que
escribe sobre su obra.
“Yo nunca pensé que el niño
Jens, de El niño soñador, fuera hijo de Charlie Dreyer. Ciertamente, el
profesor Brix lo afirma así en su libro…”- comenta al profesor Henriksen, en
1952, quien había leído en la radio una
conferencia sobre sus libros.
“Albondocani es una novela
larga que espero terminar algún día antes de morir” -confiesa al señor Haas, su
editor americano, en 1953. “…De seiscientas a novecientas páginas, con un
centenar de personajes… y unos cien capítulos…Cada capítulo se podrá leer por
sí solo…Es una historia muy fantástica, pero creo que escandalizará a los
lectores por muchas cosas”.
Su
relación con otros escritores
En 1934 le cuenta a su amigo Mohr que le ha llegado de América una
invitación para alojarse en casa de Sinclair Lewis (No podrá atenderla por
causa de su salud). Siempre recordará la acogida del público lector americano.
“América me dio la bienvenida cuando no conseguía que los editores europeos se
dignaran ni a echar un vistazo a mi libro”- escribe en 1937.
En 1938, tras la publicación
de Memorias de África surge otra
oportunidad de ir allá. “Necesito nuevas vivencias y nuevos impulsos…Tengo una
fuerte sensación de que existe una renovación de nuestra civilización para la
cual hemos de mirar a América…Me gustaría instalarme en Estados Unidos uno o
dos años”, -pero su madre está muy mayor y no quiere separarse de ella.
En Inglaterra, donde pasa el
otoño de 1934, conoce a Aldous y Julian
Huxley. Julian le regala un pequeño poemario, La musaraña cautiva y otros poemas de un biólogo. En 1936, Karen
lee Ciego en Gaza, de Aldous, y le
pregunta a Mohr si lo ha leído.
En 1952 escribe a Halldór Laxness con motivo de su 50
cumpleaños (aún no le habían concedido el Nobel) para agradecerle sus libros.
“En tiempos de desaliento he retomado sus libros…La campana de Islandia, La
clara doncella y Arde Copenhague
las he leído muchas veces…Jon Hreggvidsson, Arnaeus y Snaefridur [personajes de
sus libros] son amigos personales y forman parte de mi propia vida”.
Sus
contactos con la actualidad política y artística
Karen Blixen era una mujer
implicada y comprometida con la realidad de su tiempo.
En 1936, le cuenta a Gustav
Mohr: “Estuve en Ginebra el otoño pasado -como no pude ser aceptada como
corresponsal de guerra en Abisinia [Etiopia], pensé que desde allí podría ser
testigo de las negociaciones”.
En 1939, le escribe al
editor Joseph Bryan: “Quiero ir a La Meca con dos de mis antiguos criados
mahometanos [Farah, su antiguo capataz en la granja, y su hermano pequeño,
Abdullai]…Quiero viajar con los peregrinos y hablar con ellos…Me gustaría
viajar por Arabia y ver los mercados de caballos y estudiar lo más a fondo posible
las costumbres de los árabes…”. La II Guerra Mundial puso fin a esa
posibilidad. Como también al proyecto de escribir sobre la guerra desde tres
ciudades europeas. “Me han pedido tres periódicos escandinavos, así como mi
editor americano, que vaya a Berlín, Londres y París, a escribir una serie de
ensayos breves sobre los tres grandes países en tiempos de guerra”-escribe al
general von Lettow, a quien trató en África y que reside en Bremen en enero de
1940. Solo podrá ir a la primera de ellas. El 2 de abril vuelve de Berlín, y el
9 se produce la ocupación alemana de Copenhague…
Terminada la guerra, en
1953, escribe a Haas: “Un gran diario danés me ha propuesto ir a Kenia durante
uno o dos meses para escribir una serie de artículos sobre la situación y las
condiciones actuales allí…Me pregunto si conseguiría volver con vida”. Tampoco
se realizará.
“Anteanoche volví a ver
personalmente a Albert Schweitzer e
intercambié unas palabras con él sobre los trágicos sucesos de Kenia…”- escribe
en 1954, siempre preocupada por África.
A lo largo de su vida,
establecerá relaciones con personalidades del mundo de la cultura y las artes:
“Estuve oyendo al cantante negro Paul Robeson…Fue una experiencia inolvidable””- relata a su tía
Lidda en carta de 18 de abril de 1939.
También desarrolla una
estrecha amistad con el actor John
Gielgud a partir de su representación de Hamlet en Helsingör (según la leyenda, el Hamlet histórico vivió
ahí). “Gielgud es un grandísimo artista; estoy segura de que Hamlet será
siempre su mejor papel”- le cuenta a su hermana Elle. “Si hubiera tenido buena
salud, me habría ido a Venecia con Hamlet: me lo propuso”. En 1950, Karen viaja
a Stratford-on Avon, ciudad natal de Shakespeare, aconsejada por el actor.
“Ayer, Gielgud me recogió en su coche para ir a tomar el lunch en su casa…Tengo
la sensación de que Gielgud y yo somos muy buenos amigos, sin cambios desde
hace once años. Hablamos sobre todo de Shakespeare…Después de la representación
[Mucho ruido y pocas nueces. G. hizo
de Benedick] estuve en el camerino de G. para tomar unos cocktails; conocí a
una serie de personas, entre ellas a Cecil Beaton [cineasta]…”.
Sin
Nobel, a pesar de estar en las listas entre 1950 y 1959
En 1954, cuando lo obtuvo E.
Hemingway, este dijo que “habría sido más feliz” si el premio lo hubieran
obtenido Isak Dinesen, Bernard Berenson o Carl Sandburg.
Ella le envió una carta de
felicitación. “Sus libros –desde que, por casualidad, adquirí Fiesta [1926] en mi librería habitual de Nairobi- han representado
mucho para mí. El viejo y el mar
[1951] fue como un baño o un abrazo…A veces he imaginado cómo habría sido ir de
safari con usted por las sabanas de África”. [La autora no cita Verdes colinas de África].
Algunas
obras llevadas al cine
En 1968, Orson Welles dirige
Una historia inmortal.(De Anécdotas del destino)
En 1982, E. Greco lleva a la
pantalla Ehrengard.
En 1985, S. Pollack pone
imágenes a Memorias de África.
En 1987, G. Axel adapta El festín de Babette.(De Anécdotas del
destino).
El mismo año, Morten
Henriksen filma para televisión el relato El
acre del dolor.
En 2010-2011 dirige Detrás de la máscara de Blixen, sobre la
relación de su padre, Aage Henriksen, con la escritora.
Algunos
libros sobre Karen
Clara Svendsen publica en
1975 su libro de memorias, titulado Notas
sobre Karen Blixen.
En 1982, Judith Thurman
publica Isak Dinesen. Vida de una
escritora.
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