Se
define ya en su autorretrato: “El carácter muy igual, nada violento, pero que
aun cediendo siempre se comprendía que no estaba conforme…”. “He sido y sigo
siendo una mujer muy ambiciosa. Yo ambiciono todo, lo he deseado todo, he
creído en todo”.
En
1906 viaja a París con su hermano Pío. Quería ser artesana orfebre. “Me pasaba
los días en el Museo de Cluny mirando la orfebrería, las joyas y los esmaltes
que soñaba con imitar”. De hecho,
consigue dos medallas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, una en
1908 por una arqueta de cobre y, otra, en 1910, por una lámpara de hojas
caladas a la que llamó “Phara Coronata”.
En
1912 muere su padre, su gran apoyo.
Un
año después, se casa con Rafael Caro
Raggio. “Después de casada, ya no tuve derecho más que a hacer mis labores
domésticas y llevar la carga de muchísimas cosas”.
Su
marido funda en 1918 la editorial Caro Raggio en la calle Ventura Rodríguez,
18. De carácter “endiablado”, no le gusta recibir gente en casa y se pone
“hecho una furia” si ella no está para la hora de la cena, que solía ser muy
temprano.
Las veladas teatrales de
El Mirlo Blanco
“Fue
esta época de lo más divertido y alegre de mi vida y la recuerdo con verdadero
gusto”.
En
1926 nace El Mirlo Blanco, un teatro
de cámara del que ella misma hace la reseña en La Gaceta Literaria el 15 de
abril de 1927. “¿Cómo decir al público que en nuestra casa, nuestra familia,
nuestros amigos, hacen algo que nos parece muy agradable, sin dar a los demás una idea antipática de petulancia?”.
Y continúa: “Desde que mi cuñada Carmen tuvo la feliz idea, el año pasado, de
organizar estas representaciones, todo ha sido para nosotros diversión y
entretenimiento”.
Además,
escribió un estudio sobre El encaje en
España, en 1933 y otro, aún inédito, sobre Las joyas españolas.
A
su regreso a Madrid, tras la Guerra Civil ,
fue profesora de encaje en la
Escuela de Artes y Oficios y comenzó una colaboración con el
diario La Nación , de Buenos Aires, donde a veces firmaba
con el seudónimo “Vera de Alzate”.
Escribió
cuentos infantiles como Martinito, el de
la casa grande, en 1942, dedicado a su hijo menor, Pío. “Escribiéndolos, me
he distraído de terribles preocupaciones…Están hechos con recuerdos míos,
retazos de cuentos famosos y otros populares de que nos habla tu hermano
[Julio], estudiados por él con tanto entusiasmo”.
A
la muerte de su marido, en 1943, reinicia las anotaciones de recuerdos. “Tenía
bastantes cuartillas escritas que desaparecieron con nuestra infeliz casa de la
calle de Mendizábal”.
También
escribe poemas. Uno de 1945-46, Tres Barojas, hace referencia al paso
del tiempo: “¿Eres el mismo? ¡Pobre hermano mío!/¡Aquel Ricardo, esbelto y
placentero!/¡El que grabó y pintó con tanto brío,/ el que escribió con éxito,
altanero!/ Y tú, Pío, decrépito, aburrido,/la cara pálida, el paso macilento,/ya
no persigues al hampón huido/ ni el feroz guerrillero es tu tormento/…”. Otro,
está escrito a la muerte de su amiga y contertulia en Itzea, Isidora Echegaray,
natural de Oiz: “Isidora Echegaray/ya no te veré venir/por las tardes a mi
huerta/tejiendo tu calcetín./ No me contarás las cosas/que pasaron en Oiz/ni
aquellos alegres dichos/de tu vida juvenil…”. El último, se titula La clínica. Según su hijo, Pío Caro,
debe de estar escrito unas semanas antes de morir.
Aficionada a las labores
y encajes, hilando y escribiendo
“La
veo aquí [en Itzea] junto al fuego hilando, o escribiendo en una vieja máquina
o en la pieza preparando la comida
para el ganado…En el verano con el sol en la huerta o en el invierno pegadas al
fuego (con Isidora Echegaray y Maximina Berasain), mientras hacían reposteros,
tejían calcetines o hacían ganchillo”.
En
el prólogo de su libro El encaje en
España (1933), Carmen confiesa: “Con ánimo de cultivar la afición que
siempre tuve a las labores, y principalmente a los encajes, empecé a leer
algunos tratados que pudieran enseñarme algo relativo a encajes españoles, de
los que yo no conocía nada”.
En
1938 en la revista Mujer, con el seudónimo
Vera de Alzate, firma el artículo Modas
españolas, donde se refiere a la tradición de labores populares como
encajes, bordados, bolillos o pasamanerías. Termina: “España lo ha decorado
todo…Cuidemos nuestro inagotable tesoro nacional”.
Hoy,
en Madrid, en el número 12 de la calle Ruiz Alarcón, llamado Edificio Baroja,
solo consta en la placa: “Don Pío Baroja y Nessi. Vivió en este edificio hasta
su muerte en 1956”.
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